Virus Immortui: La Hecatombe Zombi
-Capitulo VI- Una Escort de lujo se ve involucrada directamente con el virus Immortui, y conocemos un poco más sobre la Teniente del Ejercito Abigail Romero... Sexta parte de esta historia Zombi...
Capitulo VI
Nina
11 de Agosto del 2016. Frederick-Maryland Estados Unidos.
Hay días que ni todo el dinero que recibo, es suficiente para quitarme el sentimiento de asco y repulsión que me provoca uno de estos “ejemplares padres de familia”. Gordo, lleno de vello y tan cutre como sus desesperadas ansias lo dejan, penetra mi cuerpo desde atrás con su pequeño pene y las guarradas que jamás sería capaz siquiera de pensar en su perfecto hogar.
Por lo menos no tengo que verle el rostro mientras finjo mis gemidos, invitándolo a venirse sobre mis glúteos, lo que sea para terminar esta transacción, hoy definitivamente no me ganare mi propina, aunque este cliente en particular siempre me deja un poco más de paga.
Entre alaridos y gritos más femeninos de lo que muchos hombres estarían dispuestos a admitir, mi cliente ejemplar saco su pene, se quito el preservativo, y empezó una frenética paja que no tardo mucho en hacerlo vaciar sus huevos, la corrida fue tan violenta, que su semen llego hasta la parte alta de mi espalda, gracias a dios llevo mi rojizo cabello recogido en una coleta.
Lo curioso de este tipo de clientes, es que en su mayoría luego de correrse les entra una especie de arrepentimiento moralista, una vergüenza que los hace incluso evitar mirarme, y la mejor manera de intentar borrar lo sucedido es pagar más de la cuenta, como si eso hiciera que pensara mejor de él.
Claro, no puedo quejarme, a estos clientes los prefiero mil veces al otro pequeño porcentaje, que filtra la vergüenza con violencia. Todavía tengo un par de costillas sentidas por uno de esos encuentros, y espero jamás volver a repetirlo.
Pero en esta oportunidad el ejemplar padre de familia solo se derrumbo en la cama, jadeando y completamente empapado en sudor, acusando un dolor en el estomago, mientras su rostro desdibujado en una especie de grito ahogado me hicieron sacar de mis propios pensamientos.
Mi mente volaba a mil pensamientos por segundo, intente poner las manos en su cuerpo para calmarlo, pero solo logre que se tensara aun más, mientras con sus ojos abiertos como platos, tan aterrados como estoy segura estaban los míos, parecía clamar por una ayuda que yo era incapaz de darle.
Un grito desgarrador, tan potente como inhumano salió de su garganta como si de su último aliento se tratase, mientras que cerraba los ojos y se relajaba por fin, tal vez desmayado, o peor, irremediablemente muerto.
El espeso semen de su frenética paja se deslizaba todavía fresco en mi espalda, mientras los segundos seguían pasando sin que mi cuerpo reaccionará, sabía que debía hacer algo lo más rápido posible, pero todavía me debatía sobre qué era lo que debía hacer.
Si llamaba a emergencias seguramente esto me terminaría explotando en el rostro, no quería tener que lidiar con esposas afligidas, ni con policías que me culparían incluso antes de saber que su muerte fue producto de algo natural.
Haciendo trizas cualquier ápice de remordimiento tome el elegante saco de mi finado cliente revisándolo hasta conseguir su billetera, no me sentí orgullosa de sacarle un par de cientos de $ en efectivo y una de sus tarjetas de crédito, pero sin duda merecía una propina por los inconvenientes.
Me metí rápido al baño donde limpie mi cuerpo antes de empezar a vestirme mirando mi rostro en el espejo, repitiéndome a mi misma que no me derrumbara, que podía salir de esta de una sola pieza si era inteligente.
Trace un plan rápido en mi mente mientras me terminaba de secar, saldría el hotel sin pasar por recepción, y me iría del condado unos meses, tenía el dinero suficiente para mantenerme un tiempo sin problemas.
Salí del cuarto de baño, tome mis pantis y sin ponérmelas me deslice el vestido de tiras sobre mi cabeza, cuando todavía lo deslizaba por mis hombros un sonido ahogado como un gemido me congeló, secando mi garganta y haciendo que mi estomago se apretara.
Otro gemido, esta vez más grave, más animal me saco de mi impresión, haciéndome retroceder mientras terminaba de bajar el vestido y destapando mi rostro, el cuerpo de mi finado cliente intentaba incorporarse torpemente, con una mirada llena de sangre y pequeñas venas negras en su pálida piel.
Me tomo un par de segundos recuperarme de la impresión.- Oh, cariño, gracias a Dios estas bien, acabo de llamar a urgencias, deben estar por llegar.- Exclame con mi voz entrecortada, mientras veía como mi cliente se terminaba de poner de pie y me veía con una mirada que helo mi sangre.
Una especie de gruñido fue la única respuesta que salió de sus labios, mientras levantaba los brazos hacia mí y con torpeza intentaba tomarme, a mi cuerpo le tomo un par de segundos reaccionar ante el peligro, y no fue hasta que casi me toma con sus dedos que me aleje de él.
-¿Qué coño te pasa? Como me toques te voy a denunciar a la policía maldito animal.- Exclame, pero algo dentro de mi me hizo rápidamente entender que era perder el tiempo intentar razonar con él, y debía huir lo más pronto posible.
Mi cliente gruñía y se abalanzaba hacia mí sin inmutarse ante mis palabras, sus fuertes manos estuvieron a punto de tomarme de nuevo cuando intentaba abrir la puerta, pero presa del pánico, tome el pesado perchero que estaba justo al lado y lo golpee haciéndole retroceder un par de pasos.
En ese retroceso el perfecto padre de familia tropezó con un pequeño taburete y cayó pesadamente de espada, pegando su cabeza con violencia con el borde de la cama.
No sé cuánto tiempo tuve sostuve el aliento, pero por lo que parecieron horas me quede petrificada esperando que se incorporara de nuevo, lejos de eso, no volvió a moverse.
Comencé a gritar y llorar cuando el aire regresó a mis pulmones, había matado un hombre con mis propias manos, siempre he tenido una brújula moral muy cínica, pero esto sobrepasaba mi cordura, por lo que me deje llevar en mi pena.
Al poco tiempo el escándalo trajo consigo que el personal del hotel llamara a la puerta junto con la policía, por lo que irremediablemente tuve que incorporarme y abrir la puerta.
-¡Me quiso atacar! !Se volvió loco!- Gritaba una y otra vez mientras era esposada por una agente de policía, todo giraba a mi alrededor, los dedos acusadores de todo el mundo me apuntaban, mucho más cuando descubrieron que cargaba la tarjeta de crédito y dinero en efectivo que le faltaba al respetado padre de familia.
En menos de media hora, ya me estaban presentando cargos en la jefatura de policía, y al tener ya un par de entradas por prostitución, estaba más que claro que de esta no me sacaba ni aunque tuviese el dinero de contratar a Robert Shapiro en mi defensa.
Lo único que hice durante todo ese tiempo fue llorar, no importaba las veces que le explicara lo que sucedió, nadie parecía creerme, estaba condenada.
No sería la primera vez que pasaba una noche en la cárcel en la muy limpia jefatura, pero esta vez era diferente, mi usual personalidad altanera y desafiante que me servía incluso para protegerme se había esfumado como mi vida.
Ya era media noche y no había podido pegar un ojo, a pesar que estaba sola en el calabozo era imposible para mí tener tranquilidad, el rostro desencajado y animal de mi cliente regresaban mi mente a cada momento.
Mate un hombre, para bien o para mal lo había hecho, y aunque recordaba todo, no podía evitar pensar que tal vez me estaba volviendo loca y mi mente había inventado todo para justificar el robo que estaba haciendo.
Tal vez no he sido el mejor ser humano, ni merezco una medalla por ser una ciudadana modelo, pero no puedo considerarme a mi misma una asesina.
-¿Nina Stuart?- Preguntó una voz femenina que me saco de mis pensamientos, al voltear pude ver a una preciosa y fuerte mujer con uniforme militar, aunque su presencia era imponente, su rostro femenino y ojos verdes eran realmente dulces.
-Sí, soy yo.- Conteste escuetamente, incorporándome con lentitud al tiempo que no dejaba de mirar a mi visitante, su pelo castaño estaba recogido en una coleta, y aunque no se mucho dé rangos militares, podría jurar que no se trataba de una soldado común.
La preciosa militar con un movimiento de su mano ordeno al custodio que abrieran la celda y sin siquiera ponerme las esposas entro junto a mi.- Mi nombre es Abigail Romero, soy Teniente del Fort Detrick, y quisiera hacerle algunas preguntas.- Preguntó mientras con solo una mirada hacia que el custodio nos dejara solas.
Me quede callada intentando procesar todo y buscando las palabras correctas para responder, no tenía la más remota idea de la razón que podría tener una Teniente para interrogarme, hasta donde podía saber mi ejemplar cliente era un civil.
La preciosa Teniente de ojos verdes como adivinando mis pensamientos sostuvo mi rostro con sus delicados dedos, terminó de voltear mi mundo con una frase que, aunque deseaba oír, las consecuencias podrían ser nefastas. -Este tranquila señorita Nina, déjeme decirle que leí el informe policial y su declaración, y aunque usted no lo crea, puede asegurar que le creo, pero solo necesito que de su boca, me narre cada detalle de lo sucedido.
Durante lo que parecieron horas, le conté con lujos y detalles cada acción de mi día, hasta la tarde cuando me encontré con el padre de familia ejemplar que resultaba también ser uno de mis mejores clientes.
Obviamente ella sabía a la perfección a lo que me dedicaba, y no tenía que irme con rodeos, a pesar que entendía que solo por reconocer que estaba prostituyéndome iba a pasar una larga temporada en prisión, tuve la impresión que debía contarle todo.
Cuando le conté los sucesos en la habitación, desde la sesión de sexo hasta el dolor en el pecho y posterior desmayo de mi cliente, me impresiono a sobre manera la nula reacción de la Teniente, al contrario, parecía que sus pensamientos eran cada vez más centrados y controlados.
-Gracias por tu sinceridad Señorita Nina, para su tranquilidad, todos los cargos serán levantados, pero necesito que venga conmigo al Fort Detrick y pasaremos a hacerle algunas pruebas medicas.- Al ver de inmediato mi reacción de temor ante sus palabras, me tranquilizó de la mejor manera que puede hacer alguien, con la verdad.
-Entiendo que te asustes, pero debes entender que estuviste involucrada con alguien que estaba enfermo, y que representa un riesgo biológico, debemos saber si estas a bien.- Terminó de decirme, y aunque entendía lo delicada de la situación, su franqueza me tranquilizó.
Salimos de la jefatura de policía con tranquilidad, en realidad parecía que éramos fantasmas y literalmente nadie siquiera nos miro o hicieron preguntas, sea quien sea esta mujer, era alguien de cuidado, y todos parecían saberlo.