Virginia

Un joven cumple con una madura y voluptuosa mujer casada todas sus fantasías y perversiones.

A mediados de los 80 yo era un adolescente con las hormonas revolucionadas, y con una obsesión.

Aquella obsesión era una mujer de treinta y muchos años llamada Virginia,( en aquel momento para mí era una mujer madura, aunque hoy ni mucho menos la veo así) yo vivía en una zona de monte y ella tenía una casa allí, donde pasaba los veranos y otras vacaciones, ella y su familia claro.

Estaba casada, y su marido era un cabrón al que odiaba y envidiaba a partes iguales, era lo que ahora se dice un machista redomado, pero que en aquella época era la cosa más normal del mundo, tenían tres hijos, y por mediación de mi madre yo aquel verano le iba a dar clases particulares al único chico, el del medio.

Pero volvamos a mi Diosa, Virginia era una mujerona con un culazo y un pecho despampanante, y una cara de lujuria que quitaba el sentido, es verdad que cuando hablaba con nuestras madres era una mujer afable y muy simpática, pero yo que me pasaba las horas espiándola, sabía que tenía fuego en su interior, y cuando se desataba era volcánica, esos ojos verdes que tenía se tornaba en centelleantes en cuanto la pasión se apoderaban de ellos.

El padre de familia era el macho alfa de la casa sin duda, llevaba a raya a su mujer y a sus hijos, sobre todo a la mayor, en cuanto llegaba la casa se hacía el silencio, todo el mundo sabía que se podría quitar la correa y allí cobraba hasta el gato. Por suerte para todos sólo iba casa de noche.

Les contaré algo que pasó el día de mi cumpleaños y que fue tan excitante que no olvidaré nunca.

Era temprano y me dirigía a dar mis clases particulares, como todos los días, entonces vi a Virginia tendiendo la ropa en la puerta de la casa, llevaba un vestido de flores estampado fresco por encima de las rodillas, estaba de puntillas y con una pinza en la boca, para mi era la pura imagen de la lujuria, ella sabía que yo la estaba mirando y le encantaba provocarme, me encantaba ver su figura de perfil, desde sus tetazas puntiagudas hasta la planta de sus pies, paando por su rotundo y abombado culo, a menudo me miraba de reojo, se contoneaba, movía su culo un poco exageradamente, además de su pelo.

Sus ojos verdes de gata centelleaban, y me saludó tan amablemente como siempre.

-¿Hola Vicente, vienes a buscar a mi Dani?

-Hola buenos días si Señora.

-Ay hijo mío no hace falta que me digas Señora, como se nota que estás bien educado, así da gusto, no como los míos...

-Sus hijos son muy buenos, y también muy bien educados-

-Calla calla, no me hables, mi pequeña ya cobró esta mañana, y tu alumno Daniel es raro el día que no prueba mi zapatilla...

Yo al oír aquello no pude evitar una erección, por aquel entonces ( y aún hoy) estaba obsesionado con las zapatillas y con los zapatillazos, y Virginia en aquel sentido era una auténtica mina, siempre llevaba zapatillas de casa de las que me gustan, tanto en invierno como incluso en verano, ella no era de las que llevaba chanclas de goma, no, en aquel momento llevaba unas zapatillas como de toalla, azul marino, era como dos tiras anchas que le dejaban ver dos o tres dedos por delante, y medio empeine al aire libre, me excitaba mucho tanto ver la zapatilla en si, como oír el ruido que hacía al andar rápida con ellas mmmmmmm.

Venía andando hacia mí con el barreño vacío de la ropa debajo del brazo, y yo creo que se dio cuenta de mi erección, o al menos miró mi paquete sin disimulo, entonces me dijo, pasa pasa, no te quedes en la calle.

-Daniiiiiii, está aquí Vicente, no estarás todavía en la cama?

-hmmm que dices...

-Será posible, como vaya yo con la zapatilla vas a salir rápido...

  • Buf que pesada eres mamá

Cuando Virginia oyó que su hijo le había dicho pesada, y más estando yo presente, montó en cólera, o al menos hizo como que se enfadaba mucho, porque me miró y entonces dijo:

-¿Qué me has dicho? ¿Me has llamado pesada?

Fue muy excitante oirla hacerle esas preguntas amenazantes a su hijo mientras me miraba a mí.

Me volvió a mirar, con unos ojos que nunca olvidaré, parecía decirme, sé que te gusta lo que vas a ver, y te lo voy a dedicar, entonces se apoyó con la mano izquierda ligeramente en la mesa, flexionó su pierna derecha y se sacó la zapatilla como un rayo, y se dirigió a la puerta de la habitación de su hijo que estaba junto al salón donde nos encontrábamos.

Lo siguiente que se oyó fueron gritos de Virginia que no paraba de abroncar a su hijo, aullidos de éste, y los sonoros y secos ruidos propios de los zapatillazos. Cuando llevaban un minuto de la zurra aquella Diosa sacó a su hijo a zapatillazo limpio hacia el salón donde yo me encontraba, y allí remató la faena, agarrándolo del brazo y le dio otra buena tanda, fue una ristra de duros zapatillazos dada en círculos, que acabó con mi pobre amigo abrazado entre el brazo y el cuerpo de su madre, se quedó apoyando la cabeza en el sofá, y con el culo mirando hacia a mí, al igual que su madre, que sin soltar la zapatilla le bajó de un tirón el pijama de verano que llevaba, entonces me volvió a mirar, miró mi entrepierna, se mordió el labio inferior y con una cara de vicio y perversión increible, le dio una somanta a su hijo a culo destapado que fue más para mí que para él, de hecho los zapatillazos no fueron tan duros como al principio, y cada dos azotes me miraba para ver mi reacción.

Yo ya ni pude ni supe, ni quise evitar que viera mi tremenda erección, que mi bañador ya no podía esconder, entonces le dio un par de duros-ahora si - zapatillazos a su hijo que aulló como un lobo, y lo soltó, por lo que se quedó arrodillado junto al sofá.

-¡¡¡Vete a tu cuarto y espérame a que yo vaya, estás castigado!!!

Estas palabras se las dijo a su hijo con la zapatilla aún en la mano.

-Pero castigado porqueeee?

-¿Sigo? ¿quieres que siga? dijo levantando el brazo en el que portaba la zapatilla.

Entonces el chaval salió como alma que lleva el diablo subiéndose su pijama hacia su cuarto.

-Vístete que ahora iré yo a levantarte el castigo.

Dejó caer su zapatilla al suelo mientras que la otra mano la seguía teniendo en su cadera, entonces se encaró conmigo, y me dijo flojito

-Tú vente conmigo que te voy a explicar un par de cosas.

Así que salí tras ella y nos metimos en lo que era su habitación, nada más pasar cerró la puerta, y me empujó contra la pared, y allí se arrimó a mi echándome el aliento, mirándome desde muy cerquita me echó mano a mi paquete con su mano derecha y me dijo

-Se puede saber que significa esto?

Yo con el roce de sus tetas y lo que había visto anteriormente tenía una ercción descomunal, y no me salían las palabras del cuerpo

-Lo...lo siento

Un duro apretón en mis partes me cortó la disculpa y me dijo.

-¿Te crees que no te he visto como me miras?... ¿te gusto verdad?

-....

-Plasssssss, contéstame cuando te hablo. Me dijo dándome un seco bofetón con su otra mano.

-....

-¿No dices nada? Ahora te vas a enterar

Entonces hizo otra vez aquel gesto tan característico suyo, flexionó la pierna derecha y se volvió a descalzar su zapatilla como si fuera una pantera, entonces me agarró de un brazo, me separó de la pared y me soltó unos cuantos zapatillazos muy duros y muy rápidos, y aunque aquella zapatilla tenía una suela de goma que picaba como mil demonios, y dolía una barbaridad, la erección no paraba de crecer.

Lógicamente mi adorada Virginia se dio cuenta de aquello y me bajó el bañador, y aquello se quedó cimbreante y expuesto... muy cimbreante y muy expuesto.

-¿Se puede saber que significa esto Vicente?¿Te gusto yo o te gusta mi zapatilla?

-Lo siento mucho Señora, perdóneme. Dije muerto de vergüenza.

-¿Que te perdone? ¿Te parece bonito? ¿Qué hago yo ahora? ¿Se lo digo a tu madre?

-No por favor a mi madre no, que me mata.

-¿También te gusta la zapatilla de tu madre?

-No, la de mi madre no, me pega muy fuerte.

-¿Y yo no?

-Usted también Señora, , pero me ... encanta como pega.

-¿Eres un pervertido, lo sabes verdad?

-Si lo siento.

-Ven aquí, que te vo a enseñar yo a tí, te voy a dar una paliza que no vas a olvidar mientras vivas.

Entonces me arrastró hasta su cama, se santó , me terminó de quitar el bañador, y me señaló su regazo, y realmente no me mintió, me dio una azotaina que no olvidaré mientras viva, pero no por dura, sino por erótica y estimulante, el mero roce de mi miembro con su vestido y su muslo acompañado de unos sonoros y superexcitantes zapatillazos que dolían pero estimulaban a la vez, todo ello junto hizo que me corriera de una forma absolutamente descomunal.

Continuará... con todo tipo de sexo ,primera vez, anal, oral...