Virgen por codicia (1)
Soy Marilia. Yo estaba obsesionada por ser millonaria. En mis circunstancias, para conseguir ese objetivo solo me bastaba con preservar la virginidad de mi coñito. Pero eso no me impedía pasarlo muy bien con mis dos chicos.
Estaba deseando regresar del viaje de luna de miel, pero el plasta de Federico se empeñó en permanecer tres días mas en Puerto Rico, cosa que le permitía su enorme fortuna. Encima no podía follar sino con él, porque mi empalagoso y flamante esposo no me dejaba ni a sol ni a sombra, siempre pendiente de mi y babeando tras mis pasos.
Pero todo llega y gracias a Dios aterrizamos en Barcelona para inaugurar la gran casa que los incalculables dineros de Federico nos había proporcionado. En cuanto estuve sola llamé a Robin y a Lluis para concertar una cita, cosa que no tardaron en hacer ante la sabida promesa de que POR FIN podrían usar mi perseguido coño.
Federico se incorporaba a su trabajo, consistente en ver crecer sus dividendos, dos días más tarde, así que quedé con ellos en el apartamento de Lluis, que seguía soltero, la misma mañana de ese día.
Lluis era blanco y de la tierra, Robin era de ascendencia nigeriana, grande y muy negro. Yo los conocía desde el primer curso de la facultad y nos hicimos inseparables. A Federico, mi reciente marido, lo conocía desde que tenía uso de razón. Sus padres y los míos eran amigos. Las dos familias muy tradicionales, conservadoras y dentro de la más pura ortodoxia de la burguesía catalana. Desde niña mi madre me machacó que tenía que cazar a Federico porque sería inmensamente rico. Y yo me puse a ello aunque el nene me repelía.
Cuando conocí a Lluis y Robin yo era virgen por los tres agujeros, pero los dos me gustaban mucho para seguir siéndolo. Claro que también me gustaba el dinero y sabía que para casarme con Federico debía llegar virgen al matrimonio, ya que mi madre me había advertido de que mi futura suegra no consentiría el matrimonio sin un examen médico de mi coñito. El debía ser quien rompiese mi himen. Vaya dilema, follarme a Lluis o a Robin y perder una fortuna o seguir virgen y destrozándome el clítoris a restregones.
Por fortuna se llegó a una solución una tarde que estaba con mis dos amigos en casa de Lluis. Me morreaba con él mientras Robin jugaba con mis tetas. Sabíamos que ineludiblemente Lluis terminaría comiendo mi coñito mientras yo se la mamaba a Robin hasta hacerlo eyacular en mi boca y después de proporcionarme mi primer orgasmo de la tarde y tomarnos una cerveza para que Robin se recuperase, se cambiarían el lugar y me bebería el esperma de LLuis. Siempre me comía el coño primero Lluis porque no le gustaba el sabor de la saliva del negrazo.
Ese día Lluis se encontraba aventurero y mientras comía mi coñito, bien peladito en honor a ellos para que lamieran y besasen sin impedimento mis apetecibles y gorditos labios, se puso a jugar con el ojete del culo, que estaba muy mojado por los jugos que resbalaban de mi vulva.
Noté como intentaba meter su dedo en mi virginal agujero trasero agité el pandero para advertirle de que eso no me gustaba. Pero yo ya estaba al borde del orgasmo y me mordisqueó el clítoris, cosa que desencadenó irremediablemente mi alcance del máximo placer pese a que solía esperar a que Robin se descargase en mi boca.
Aprovechando mi estado convulsivo, el cabrón de Lluis volvió a intentar meter su dedo en mi ojete, cosa que consiguió ante mi impotencia. No me resultó la cosa tan desagradable como esperaba y le dejé seguir jugando mientras reanudaba la mamada a Robin para darle su premio.
Lluis comenzó a sacar y meter el dedo, no sé cual, y me fue gustando la cosa. Incluso empujaba mis nalgas contra su mano. En un momento dado le noté levantarse dejando de comer mi vulva. Cambió de posición y repentinamente note ensancharse el dedo: Ya me había metido dos. Pero además, con el pulgar apretó mi clítoris contra los dos dedos del ano y comenzó a darle un masaje circular que me hizo recuperar el afán por un nuevo orgasmo.
Mientras Lluis me trabajaba el ano y el clítoris, Robin, que debía estar viendo perfectamente la labor, se descargó en mi boca y antes de que yo me hubiese tragado su copiosa corrida, se levantó, empujó mi cabeza entre sus muslos atrapándola entre ellos, me abrazó con sus poderosos brazos por la cintura y dijo:
- Ahora, métesela ya.
De inmediato noté salir de mi recto los dedos de Lluis y sustituirlos por algo más grueso, que evidentemente sería su polla, sin demasiada dificultad. Me hizo algo de daño y me quedé quieta gruñendo. Pero visto que no me debatía contra la presa que me había hecho Robin, ni exigía la liberación, al cabo de unos instantes Lluis empezó a bombear delicadamente.
Instintivamente mi esfínter anal se fue relajando y al cabo de un rato de que Robin me acariciase el clítoris, mis nalgas se movían hacia atrás buscando los embates de Lluis, que no tardó en acelerar su bombeo y en profundizar hasta los testículos.
Cinco minutos más tarde la escena era bestial. Yo sudada como un boxeador empujaba mi culo al encuentro de la verga de Lluis quien me bombeaba a tope y con toda su energía de tal manera que el golpeteo de sus testículos contra mi pelada vulva y el de su ingle contar mis nalgas se escuchaban por encima de los bufidos y exclamaciones de gozo que yo soltaba. Al tiempo, las grandes manazas de Robin amasaban sin piedad mis apreciables tetorras y estiraban de mis pezones pellizcados por sus dedos como tenazas.
¡Cabrones! .... fffsss .... ¡hijosdeputa! ..... aaaagggssg .... me estáis matando. ¡Matadme!. Asiiiiii. ¡Matadme de gusto¡. Buuufssss fffsfsfsfs. Más fuerte. Sácamela por la boca. ¡cerdos! ¡quiero más fuerte!. ¡maricas! No sabéis follar.
¡Calla ramera!. O te metemos las dos pollas en el culo al unísono.
Aquella expresión quedó en mi mente y sopesé la posibilidad de que sucediese algún día. No me pareció muy desdeñable.
Lluis se corrió unos segundos antes que yo, que me despendolé al sentir su lefa en mis tripas.
No tuve fuerzas para levantarme a tomar la habitual cerveza del interludio y me la tuvo que acercar Robin. La bebí en el suelo, medio desmadejada y pensando como estaría mi maquillaje después de aquella fogosa faena. Ya ven, me preocupaba de mi maquillaje y no del estado de mi recién estrenado esfínter anal desde el que notaba resbalar lentamente el semen de Lluis. Por instinto, para no ensuciar la alfombra, recogí con los dedos el caldo y le lo llevé a la boca. No sabía como siempre. Claro, estaba mezclado con mi caca.
Terminó el descanso cuando Robin, desdeñando su trabajo siguiente, que sería comerme el coño, me levanto en sus hercúleos brazos como una pluma y me tumbó en la mesita baja del salón con las nalgas en un extremo y la cabeza colgando por el otro. Levantó mis piernas sujetando en alto mis tobillos y con la otra mano enfundó su polla, más larga y gorda que la de Lluis, en mi maltratado agujero para, seguidamente pellizcar mi pepitilla entre índice y pulgar estirando de ella al ritmo de los embates de su verga en mi recto.
Lluis colocó su herramienta en mi boca pero no me dejó mamársela. Simplemente empezó a follar mi boca como si fuese mi culo. Al principio me resultó incómoda la cosa porque mis dos machos no sincronizaban los movimientos. Pero cuando lo consiguieron y yo adapté mi ritmo de respiración a la cadencia con la que Lluis obstruía mi garganta con su prepucio, alcancé dos profundos orgasmos casi seguidos. Mi coño soltaba tal cantidad de baba que Robin pensó que me estaba empezando a mear. Y, aunque erró en la apreciación inicialmente, al final del tercer orgasmo me meé de verdad sobre la polla de mi negro mientras el soltaba una interminable descarga en mis intestinos. Segundos después Lluis esparcía su semen sobre mi cara y mis tetas renunciando a que me la bebiera como era habitual. Los dos recibieron una buena limpieza de polla con mi lengua.
Mientras me sodomizaban mi ano no se quejó gran cosa, pero después, cuando se enfrió, la vuelta a casa fue un vía crucis. No pude regresar en transporte colectivo y tuve que tomar un taxi. Como no tenía dinero para pagar hube de subir a casa con el taxista para pedírselo a mis padres conservando la compostura al caminar, cosa que me costó verdadero esfuerzo porque mi cuerpo pedía a gritos andar esparrancada. Alegando cansancio eludí cenar con mis padres y me metí en el baño para intentar hacer algo con mi culo.
Cuando me desnudé quedé espantada. Espero que el taxista no se fijase. Mis bragas y el pantalón estaban completamente manchadas de semen y cacas. ¡maldita sea!, tenía que haberme limpiado en casa de Lluis, pero no creí que mi esfínter estuviese tan abierto como para no retener sus corridas y las heces. Temí haberme desgraciado y que tendría que llevar siempre una compresa o pañal. Desde luego aquellas bragas y el pantalón jamás irían al cesto de la ropa. ¡Lástima!, porque el pantalón era nuevo y me gustaba mucho.
Una semana tardé en retomar ánimos para quedar nuevamente con mis amigos a darnos otro gustazo. Y eso que estaba absolutamente salida. Mientras mi ojete perdía el color rojo, mi coño lo adquiría de los restregones que le pegaba masturbándome al imaginar lo que haríamos en cuanto estuviese bien. Por fin quedamos los tres, como casi siempre en casa de Luis ya que su padres estaban mucho tiempo fuera. Entretanto salí un par de veces con mi novio Fede, que hasta se atrevió a cogerme de la mano. ¡Qué asco!, blanda y húmeda. Y pensar que ese tipo sería el que inaugurase mi ardiente coñito.
Yo ya había tomado precauciones. El día anterior me compré en la farmacia una gran pera de irrigaciones comentando que tenía mucho estreñimiento. El Farmacéutico aprobó mi decisión de utilizar aquel método en lugar de tomar pastillas y me recomendó tomar mucha fruta para completar el tratamiento. También compré un tubo de vaselina.
Nunca había sufrido un enema y por tanto desconocía los terribles dolores de barriga que produce el líquido cuando las tripas deciden que ya está bien de limpieza. Pero lo compensa el bienestar que se siente al expulsarlo a toda presión. Decidí que el cagar solo se encuentra un escalón más bajo en el placer que el follar. Bueno follar, tampoco sabía lo que era eso en toda su extensión, quería decir tener un orgasmo.
Con las tripas bien limpias me fui a casa de Lluis donde ya estaba también Robin. A los 17 años siempre se tienen ganas, así que diez segundos después de los dos besos de saludo ya me habían dejado absolutamente en cueros y me estaban magreando uno las nalgas y el otro mis tetas.
No he contado como soy. Soy bajita, morena y un tanto regordeta de todo. Morena, no soy una beldad pero dicen que mi cara redonda de bollo es simpática y de pillina. De piel muy blanca y suave. Mis tetas son grandes y blandas, algo colgantes y alargadas. A mis dos chicos les privan, sobre todo mis aréolas extensas y oscuras rodeando unos pezones grandes que cuando son chupados se ponen como el hierro. Estrecha de cintura y con un pandero gordo y mantecoso del que parten unos muslos rollizos prolongados en piernas recias y rellenas. Mis chicos me solían llamar Tocinito de Cielo.
Ese día estuvieron más de una hora follando mi culo y mi boca. No hizo falta usar la vaselina porque, como la otra vez, mi copioso caudal de flujo vaginal sirvió para lubricar el ano. Se alternaban en los dos agujeros, pero no olvidaron usar su lengua sobre mi pepitilla. Mi esfínter acogía sin molestia hasta el gran rabo de Robin. Los dos dejaros su carga en mis tripas. Por abajo la primera vez y por la boca la segunda que se corrieron. A mi me proporcionaron cinco, nada menos que cinco orgasmos.
A la hora de la consabida cerveza para reponer fuerzas y semen, les conté como me había limpiado los intestinos para evitar que el condimento de mis excrementos alterase el divino sabor de su esperma. Los dos exigieron que el próximo día que nos encontrásemos no me pusiera yo el enema, que ya me lo pondrían ellos. Estuve de acuerdo.
Otra vez tuve que regresar en taxi, pero esta vez por agotamiento. Por si las moscas había llevado un pañal del hermanito de una amiga. Al llegar a casa estaba impoluto. Mi ano ya era diestro en albergar pollas. Y eso solo en dos sesiones. Estaba orgullosa.
La amiga que me dio el pañal de su hermanito era bastante cotilla ella y, como yo, muy calentorra. Pero ella ya follaba a diestro y siniestro desde los 12 años y tenía el coño más visitado que La Pedrera. Se conocía de sobra todas las marcas de píldoras anticonceptivas y todos los demás métodos salvo el Ogino, la marcha atrás y, especialmente la castidad, concepto absolutamente desconocido para ella. Se llamaba Marta. ¡Ah!, y yo Marilia. Curioso eh?
Pero era virgen del culo. Así que cuando le conté mi empleo de tal agujero se planteó no desperdiciar sus posibilidades. No quería tener un estreno como el mío y me pidió que yo la preparase el ojete antes de ofrecérselo a alguno de los borricos del equipo de rugby a los que solía tirarse.
Cuando quedamos para entrenarle el agujero ese que no aprovechaba, yo ya había tenido otra sesión de sexo duro con mis chicos. Se lo pasaron en grande poniéndome el enema y observando como yo expulsaba a presión la mezcla de agua y excrementos. Unas semanas antes me predicen que voy a dejar ver a un hombre como cago y no me lo creo. Me estaba volviendo una guarra descarada.
Les gustó tanto el espectáculo y sobre todo mi cara cuando comenzaban a quejarse las tripas, que exigieron otra carga para limpiarme mejor. Pero los traidores de ellos, cuando ya tenía el intestino repleto, me sujetaron y me metieron un pepino en el ano taponando la evacuación.
Por más que les maldije y amenacé no me destaponaron el ojete hasta que me vieron lívida y sudorosa de los apretones de tripas. Entonces, al sacarme el pepino del culo el chorreón que solté les salpicó a las caras y tuvieron el descaro de llamarme guarra y de decir que lo había hecho a propósito en venganza.
Se tomaron la revancha. Entre los dos me sujetaron y me ataron con el cinturón de un albornoz. Me metieron en la bañera y con toda su mala ostia me mearon por todo el cuerpo, sobre todo por la cara y el pelo. Si desatarme ni dejarme duchar, en la misma bañera Robin se dispuso a meterme el rabo en el culo. Como no había habido prolegómenos, lo tenía seco y su polla no entraba bien a pesar de que estaba dilatado por el pepino, máxime porque me quemaba y yo no paraba de menear el pandero a izquierda y derecha para impedir la penetración. Cuando Lluis me sujetó, me di por vencida pero pedí que me untasen el ojete con la vaselina que estaba en mi bolso. Me lo hicieron y me dejé ensartar por el hermoso rabo de Robin que entró sin dudar y de un solo empellón hasta los testículos. Cuando comenzó el bombeo, Lluis me colocó su polla, todavía morcillona, en la boca para que se la mamase. Me la comí con gula y al poco sentí un líquido llenarle la boca y bajar por mi garganta. El hijodeputa se estaba meando en mi boca. Quise echar la cabeza atrás pero me la sujetó con las manos y siguió meando dentro.
Tomé una medida radical. Le puse los dientes alrededor del nabo y apreté un poco. Se dio cuenta del peligro y pidio rendición. Le perdoné la castración mas que nada porque su herramienta me era necesaria para mi placer. Al rato le permití que follase mi boca al ritmo de Robin en el culo.
Nos corrimos los tres al unísono y el esperma de Lluis sirvió para enjuagar el sabor de sus orines. Nos duchamos entre risas comentando lo guarros que éramos y lo bien que nos lo pasábamos.
Seguimos las tontas risas mientras tomábamos las cervezas de rigor y bebimos demasiado, tanto que me atreví a apostar a que no eran capaces de meter sus dos trancas al mismo tiempo en mi culo. Pero lo hicieron, vaya que si lo hicieron, y además sincronizaron muy bien y me sodomizaron esmeradamente mientras yo me cuidaba de mi clítoris muy poco delicadamente. Cuando soltaron juntos la lefa en mis tripas me corrí tan desbocadamente que volví a mearme en la alfombra de la madre de Lluis. Habría que limpiarla.
Tras un rato de descanso tuve nuevamente un ramalazo de guarra y, ni corta ni perezosa le dije a Lluis:
- Quiero compara el sabor de tu pis después de tomar la cerveza con el de antes.
Según hablaba ya me estaba arrepintiendo, pero terminé la frase.
Ni corto ni perezoso me levantó me arreó una fuete palmada en el pandero y dijo.
- Vamos al baño.
Nos fuimos los tres, pues Robin no se lo iba a perder. Me senté riendo sobre la taza y abrí la boca esperando el dorado líquido de mi chico que no se hizo esperar. Ni yo misma me esperaba tragar la orina, pero lo empecé a hacer aunque se me escapaba la mayoría resbalando por entre mis tetorras y mojando mi depilado y lindo coñito y mi rollizo muslamen hasta formar charco en el suelo.
Cuando Lluis agotó el depósito, Robin me levantó de la taza, me giró haciendo que apoyase mis manos sobre ella poniendo las nalgas en pompa, me las sobó y palmoteó hasta ponerlas rojas, me separó después las cachas para acceder al ojete y metiendo en él dos dedos de cada mano estiró para abrirlo. Metió dentro su polla un tanto fláccida aún y yo esperé con ansiedad que se pusiese rígida y me regalase otro orgasmo.
Pero no era eso lo que pretendía Robin. Por tercera vez en el día, mis tripas eran bañadas, esta vez con orina. Resignadamente esperé hasta que terminó también su depósito. Me resultó agradable sentir el caliente líquido invadiendo mis entrañas y mi mano se fue al clítoris para lograr el orgasmo que la polla meona no me iba a dar.
No me iba a ir a casa con las tripas orinadas, así que Robin me puso el cuarto enema para limpiarlas mientras Lluis pasaba la fregona y limpiaba en lo posible la alfombra. Hubo que echarla colonia para disimular el olor. Seguro que la madre de Luis se daría cuenta de que algo había pasado.
La siguiente vez que nos vimos fue para ir al cine, de donde nos echó un acomodador porque un espectador se quejó de que me estaba dando el lote con los dos de mala manera y había niños cerca. Como no disponíamos de casa libre, les hice una mamada a cada uno en el cobertizo de tropicales del parque de la Ciutadella mientras el otro vigilaba.
Para la vez siguiente, esta vez en casa mi casa por viaje de mis padres, vinieron dotados de una colección de cosas compradas en un sex shop y nos lo pasamos muy bien aunque cada vez me hacían más putadas y guarradas que ya os contaré. Me quedé con algunas cositas para ayudar a Marta a estrenar su culo.
Aprovechando el viaje de mis padres vino Marta a mi casa para el adiestramiento de su culito antes de mandarlo a las innumerables batallas en que sin duda se emplearía.
Marta era una belleza. Yo la había visto alguna vez en cueros en el vestuario del gimnasio. Morena, alta, esbelta, con unas piernas de vértigo, unos pechos medianos y erguidos con el pezón mirando al cielo y un culito respingón. De cara una belleza.
Primero charlamos un rato sobre la posibilidad de orgasmos anales. Le conté lo que se sentía y que había que excitar al mismo tiempo el clítoris. Solamente follándote el culo no se llegaba al orgasmo. El chico tenía que manipular los otros órganos y si no ella misma. Se dispuso después a la labor quitándose el pantalón y las bragas. Pero yo la dije que mejor toda en cueros. Quería disfrutar un poco de ella. Aunque no soy lesbiana, algunas chicas me gustan y he tenido después muchas relaciones, aunque la mayoría de las veces ha sido en orgías.
Se desnudó y me quedé sorprendida de lo que ocultaba. Tenía unos aros dorados perforando los pezones y otro más que no veía si se sujetaba en el clítoris o en su capuchita.
Me dijo que, en reciprocidad, me desnudase hiciese yo. Inmediatamente lo hice sin ningún reparo. Aunque ni de lejos era yo tan atractiva como ella, noté en su mirada que mi rechonchete cuerpo la agradaba. Yo no quitaba ojo de sus anillos y ella, dándose cuenta, me preguntó si me gustaban. Afirmé con la cabeza porque si hablaba hubiera demostrado que estaba encandilada y deseosa de tocarlos.
Decidí hacerlo todo en la cocina mejor que en el baño porque la gran mesa sería muy útil. Empecé lavando sus tripas con un enema que le hice mantener dentro un buen rato taponando su culito con un fino plug in que no la molestó demasiado. Era un buen síntoma.
No demostró demasiada ansiedad cuando el líquido empezó a moverle las tripas y le vinieron los retortijones. Esperó pacientemente a que yo la quitase el tapón y esparrancada sobre el fregadero soltó aliviadamente la mezcla de agua y cacas. Tampoco puso obstáculo a repetir la maniobra para, según la expliqué, quedar bien limpia para que sus futuros sodomizadores pudieran pasar la polla del culo al coño sin contaminarlo o a su boca sin tener que saborear su propia mierda, que es muy desagradable. Le conté lo que me pasó la primera vez. Ella misma pidió un tercer enema.
Desde luego, antes de que me den por el culo pienso ponerme siempre al menos tres enemas. No quiero conocer el sabor de mi propia caca ni que se me llene el coño con ella.
Haces bien Martita. Además es muy sano, me lo dijo el farmacéutico cuando compre la pera.
Cuando estuvo bien limpita por dentro, la puse sobre la mesa con su culito en pompa para empezar a trabajar su esfínter. Estrené con ella el tubo del lubricante Analub que mis chicos habían comprado en el sex shop para no tener que saborear la vaselina. El Analub era comestible y con buen sabor. Me dijeron que también habían comprado unos caramelos para ellos que daban sabor al esperma y a la orina a los dos días de estar tomándolos. Estaba deseando probar su lefa y sus pises con el nuevo sabor, aunque el suyo natural me parecía delicioso ya.
Sentía una envidia tremenda de los dos chicos. Yo también quería comprar cosas en el sex shop, pero mis padres eran unos roñosos peseteros y no me daban apenas dinero. Siempre estaba lampando y gorroneando a mis amigos.
Masajeé el ano de mi amiga con los dedos untados de Analub y no pude menos que pasarle la lengua para degustar el nuevo lubricante.
Ay! Marilita. Qué gusto me da tu lengua en el ojete.
Más te dará en el chochete.
¿Me vas a comer el chochete?. ¿Eres lesbi?
Pues no. Ahora que lo pienso no sé por qué lo he dicho. Pero la verdad es que ganas si tengo, ahora que lo pienso.
Pues si tienes ganas .... a mi me gusta. Yo soy bisex.
Después probaré. Ahora al culete.
Delicadamente le metí un dedo y comencé a rotarlo y a sacarlo y meterlo procurando distender el esfínter al hacerlo. Ella no se quejó y pasé e meter el segundo dedo.
Uffff. Siento como si se me fuese a romper, pero no me duele. ¿No se romperá, verdad Marilita?
Tranqui. Cómo se va a romper con dos dedos de nada. No sabes lo que puede dar de si el ojete. A mi me caben dos pollas juntas y eso que la de mi negro Robin es descomunal.
Joder. Yo también quiero montármelo con dos. Hace poco invité a dos del equipo de rugby a mi casa para follar, pero uno de ellos, que es un gilipollas, dijo que él no compartía chicas y se largó.
Te envidio Martita. Te van a poder dar por el culo y el coño a la vez. Ya quisiera yo.
Chica, es que ese empeño en ser virgen para tu marido es como muy antiguo ya ¿no?.
Es que no sabes lo conservadora y meapilas que es su familia. Si me caso y no soy virgen son capaces de acudir al tribunal de La Rota para anular el matrimonio. Como será mi novio que aún no me ha dado un beso. Mejor para mi, claro.
¿Y todo por su pasta?
Chica, me gusta el dinero, qué le voy a hacer. Quiero ser millonaria y gastar y gastar. Todo lo que ahora no puedo porque mis padres no me dan un maldito céntimo.
Durante la conversación le había metido un tercer dedo e Marta en el culo y no sé si no se dio cuenta o no quiso decir nada. Pero ahora ya estaba en condiciones de separarlos para distender mejor el esfínter. Después abandoné esa técnica y le metí el índice de cada mano para estirar el esfínter tirando de cada uno para los lados. Diez minutos más tarde ya estaba estirando con dos dedos de cada mano y al poco consideré dar un paso adelante y meterla un consolador normalito para acostumbrarla a la penetración profunda.
Una media hora más tarde, cuando ya aceptaba el consolador girando inclinado en su ojete y saliendo y entrando a buen ritmo mientras se restregaba el clítoris y se estiraba de su anillo o de los de los pezones, se le vino encima un orgasmo.
Tras dejarla recuperarse y bajarse de la mesa para desentumecerse y tomar unos refrescos, me puse un arnés con una polla un tanto gorda y le anuncié su primera sodomización. Miró la gorda y larga verga artificial con cara de duda y como sopesando el estrago que aquello podía hacer en su ojete. Pero se decidió y apoyando sus lindas tetas en la meas de la cocina me ofreció sus bonitas nalgas separándoselas ella misma con las manos para facilitar la penetración.
Ver sus hermosos deditos sobre sus fantásticos cachetes me animó a hacerme bisexual.
Poco trabajo costó meterle el aparato y una vez dentro me pidió que me estuviese quieta hasta que se acostumbrase a la invasión. Me desabroché el arnés dejándolo colgando del falo metido en su culo y fui a buscar unos coredelillos.
¿Dónde vas? ¿Por qué me dejas así?.
Ahora vuelvo. Se me ha ocurrido una cosa.
Regresé con los cordeles. Até los cabos a los aretes de sus pezones y su clítoris y dejé los otros extremos apoyados entre la raja de su culo. Me volvía a abrochar el arnés y ella ya había entendido lo que pretendía hacerle.
Quitó las manos de sus nalgas aferrándolas a los bordes de la mesa y exclamó con decisón:
- ¡Vamos allá!
Comencé el bombeo suavemente tironeando con cautela de los cordeles. Al cabo de un rato ya dijo:
- Más fuerte y deprisa.
Fui incrementando la energía y la frecuencia en la penetración y ella comenzó a soltar gemidos de placer. Al cabo de diez minutos le vino el orgasmo y yo paré.
- ¡No pares! Tía puta. ¡Sigue so zorra! ¡Rómpemelo!. Me viene otro otro otroooo ..... agggsfsfs.
Marta acababa de descubrir que era multiorgasmica. El segundo la dejó tan floja y descontrolada que comenzó a mearse como me pasó a mi. Me mojó los pies dejando un charco en el suelo de la cocina.
Me entró un extraño arrebato y volví a desabrocharme el arnés para arrodillarme a sus pies, meter la cabeza entre sus piernas y degustar la mezcla de flujos y orines que retenía entre los pliegues de sus labios. Era deliciosa y golosamente introduje la lengua buscando más hasta donde podía sin dejar de tironear de los cordeles. De pronto Marta tuvo una convulsión delatora de un nuevo orgasmo y otro aluvión de flujo me vino a la boca. Cómo envidiaba a aquella zorra que era capaz de tener tres orgasmos casi seguidos.
Durante el resto de la tarde tuve la oportunidad de disfrutar de su cuerpo. Incluso la follé el coño con la verga del arnés y me convencí de que efectivamente yo también era bisex. También hicimos algunas guarradas con los pises, actividad en la que ella también era profana y que disfrutó mucho. No dudó en imitarme a mi y beberse unas cuantas buchadas de mi orina.
Además de los placeres que nos proporcionamos mutuamente, ese día encontramos ambas la solución a los problemas del afeitado de nuestros pubis. Hacérselo una sola no solo era complicado, laborioso, incómodo y peligroso para la integridad de la vulva, sino que además no quedaba del todo bien. Rasurarnos la una a la otra resolvió nuestros problemas y además nuestros conejitos quedaban lindísimos, suaves y apetitosos.
Continuará