Violencia Policial
La pequeña Aurori era una joven antifascista empedernida, lo que no sabía, es que aquel día, en Berlín, y a manos de un par de policías, sus ideales cambiarían por completo...
Capítulo 1.
Berlín; Veintitrés de Abril de Mil Novecientos Sesenta y Nueve.
Grupos y sindicatos anarco-sindicalistas -El equivalente a la CNT española.- toman las calles de Berlín, sus únicas armas son puños y piedras, si bien algún que otro cóctel molotov. Sus rostros cubiertos por pañuelos o cualquier otra prenda la cuál los ayude a ocultar su identidad. Su mejor estimulante, la rabia contenida. Rabia acumulada durante años, impotencia ante la brutalidad policial, ante el abuso, ante los tercos núcleos de fascistas los cuáles infestaban las calles de todos y cada uno de sus barrios. La policía, como no podía ser de otra forma los apoyaba y protegía, y Aurora no estaba dispuesta a consentirlo más. - Hoy es el gran día... Hoy será cuando midamos no nuestras fuerzas contra esos malditos perros, pues ventaja nos llevan tanto en número como equipamiento, pero no os achantéis... Sino nuestra valía y determinación. No déis ni un sólo paso atrás, ¿Me habéis entendido? Determinación; era algo lo cuál hasta se podría decir que le sobraba a la joven. Firmeza, autoridad, eso era lo que infundaba e instaba a difundir entre sus filas. Estaban frente a frente, miradas las cuáles destilaban odio y rabia, por el contrario los antidisturbios los miraban con cierto desdén, con esa prepotencia y aires de grandeza que siempre caracterizó a esos estúpidos y descerebrados perros a los cuáles responden al nombre de policías.
- Te quiero Carlos, todo saldrá bien cariño, ¿De acuerdo? - Dijo la pequeña Aurora al que era su novio, Carlos, acariciando su rostro con el dorso de la diestra. Tras eso se colocó un pañuelo palestino alrededor del rostro, aferrando una botella llena de queroseno, quemando el pañuelo que salía de la misma, lanzándolo mientras gritaba al unísono: - ¡A POR ELLOS, NO NOS DETENDRÁN CAMARADAS, LA CALLE ES NUESTRA...! Tras eso se vieron rodar los primeros botes de humo por el suelo, la policía cargó con desmesurada violencia contra la dispersada multitud de manifestantes, a los pocos minutos todo era gente por los suelos, grupos de policías ensañándose con colectivos concretos, con personas concretas más bien. Siempre les gustaron eso de ir a por uno y lincharlo, malditos cobardes. Eso era lo que pasaba por la cabeza de Aurora, pendiente más que de ella de su novio, el cuál se limitaba a correr y tirar piedras de forma aleatoria a sus perseguidores.
- ¡Sí, así se hace camaradas, miradlos, se retiran, se retiran, no los dejéis escapar, perseguidlos! - La verdad es que se le hizo bastante raro el que huyesen sin más, no habían cargado ni tres veces con porras y a botazo limpio y ya se iban... Tal vez no se pudiesen permitir bajas, el caso es que se deleitó viendo arder a un par de maderos.
- Oh joder... Oh joder... ¡¡¡OH JODER RETIRAROS MALDITA SEA!!! - Bramó Carlos, en el flanco derecho. - ¡JODER HAN IDO A POR LAS PUTAS ESCOPETAS, ESTÁIS LOCOS SALID DE AHÍ O SUS...!!! - Un grito ahogado acalló dicha advertencia. No la del propio Carlos, sino la de Aurora. Teoricamente al disparar bolas de goma la distancia mínima son diez metros, teniendo siempre en cuenta que está prohibido apuntar de cintura para arriba. En ese caso, no fue así. Pronto el suelo se tiñó de su joven sangre. Era una imagen más triste que repugnante la de ver la cabeza del joven literalmente reventada, pronto el odio y la venganza inundó los espíritus de los alocados jóvenes los cuáles corrieron prestos hacia el policía ensí. La segunda fila de antidisturbios tomaron el liderazgo, descargando sus municiones a modo de contención... Muchos cayeron, muchos, pero todos los demás siguieron, sin achantarse, liderados en todo momento por Aurora, la cuál dió un gran salto, golpeando con desmedida fuerza y violencia el torso del policía. Le reventó el pecho. Es lo que tienen las botas militares con puntera de acero, que hacen pupita. Pronto la prendieron a base de golpes con porras y culatas de escopeta. Cada vez eran más los que retrocedían ante el terror que suponía ver camaradas mutilados por la artillería, moribundos por el suelo, retorciéndose de dolor y rodando sobre su propia sangre. Para colmo a lo lejos se oyeron sirenas, pero no la de las ambulancias, sino la de otra docena de furgones a modo de apoyo. Lo único que le quedaba a Aurora... Sus camaradas, compañeros de risas, penas y llantos... Lo único que le quedaba... Veía desvanecerse, veía sus principios traicionados, viejas consignas las cuáles perdían su significado... La manifestación no tardó en disolverse cuándo llegaron los bomberos y comenzaron a barrer las debilitadas filas antifascistas con potentes chorros de agua a presión.
- No... No... Chicos, amigos, camaradas... No podéis...
- Lo último que vió fue a Santiago, uno de sus mejores amigos pateando con brutalidad la cara de uno de los agentes los cuáles la retenían, tratando en vano de salvarla, observando aterrorizada como tras un golpe de culata su tabique nasal retrocedía hasta causarle la muerte.
- Teniente coronel Dimitri, hemos prendido a la supuesta cabecilla.
Capitán... Has hecho un buen trabajo, bien sabes que te recomendaré a tus superiores, metedla en el furgón, nos vamos. Yo me ocuparé personalmente de interrogarla. - Dijo Dimitri, quitándose los guantes y subiendo al furgón, no sin antes tomar el mentón de la muchacha y alzar su rostro. - Vaya, ¿Dónde están tus amiguitos, huh...? - Dijo sonriente. A Aurora no se le ocurrió otra cosa más que el de escupirle, afortunada o desgraciadamente llevaba el casco, lo que sí hizo fue tomarla del pelo y tirar con fuerza, empujándola hacia adentro.
Hijo de puta... Irán a por ti, ¿Sabes...? Puto madero capitalista de... - Esta vez fue un botazo en su estómago el cuál la hizo callar, aún no se encontraba esposada y pudo apoyar ambas manos en el suelo antes de contemplar como de sus labios prendían finos hilos de sangre, terminando por desplomarse, si bien es cierto que Santiago consiguió alcanzar el furgón con un último cóctel molotov, ni el mismo supo como, pero lo hizo.
- ¡JODER DIMITRI ESE BASTARDO PRETENDE JODERNOS EL FURGÓN! - Dijo su compañero totalmente alterado.
- Capitán cálmese, joder, está blindado. - Dijo Dimitri sin alterar lo más mínimo ni el pulso ni su tono de voz, negando lentamente. Una vez Aurora despertó se encontró en una sala oscura, con un espejo grande a un lado y una única puerta, cuándo quiso levantarse se percató de que estaba atada a una silla, frente a ella, una taza con sopa caliente. Resultaba jodido el tener tantísima sed y no tener nada que echarse a la boca. Los minutos se le hicieron eternos, cuándo al fin, para su alivio o desagrado entró el capitán, el cuál tras dar unas cuántas vueltas en torno a ella y mirarla con cierto desdén sonrió.
- ¿Tienes sed?
- ¿A ti qué te parece...? - Respondió con patente odio y desprecio; éste hizo amago de responder, pero ella se anticipó. - Era una pregunta retórica... - Negó además lentamente a modo de desaprovación, gesto el cuál le costó un guantazo en la mejilla.
- Modérate, zorra. Dimitri no será tan piadoso contigo... - Tras eso se alejó, se oyó un ruído, algo metálico, como buscando algo. Pronto volvió, ya sin casco, dejando ver su larga y negra melena contrastar con sus verdes ojos. A decir verdad aún no sabía su nombre, aunque tampoco le interesaba... Lo que sí que le inquietaba era la serie de objetos que iba dejando sobre la mesa y los cuáles no alcanzaba a ver.
- Qué... ¿Qué es eso...? - Le fue imposible ocultar cierto miedo y temblor en su tono de voz. Por otro lado, él se limitó a sonreír, de una forma bastante ruín.
- Nada... Instrumentos para el procedimiento... Rutinario... - Dijo quitándose la chaqueta, dejándola en un rincón. - ¡Dimitri, ya está todo preparado! - Bramó.
- ¡Ya voy maldita sea, estoy acabando con el interrogatorio once!
Haha... Qué cabrón, siempre se queda con las mejores... En fin, voy a desatarte, puedes tomarte eso si quieres. - Tras eso se colocó tras ella, despojándola de las esposas las cuáles tantísimo daño le hacían.
Eh... Una cosa... No quiero que... Bueno...
- ¿No quieres qué, pequeña? - Dimitri se encontraba con una toalla entre las manos, con el rostro mostrando una expresión de plena satisfacción, echó la toalla a un lado, acercándose a ella, dejándola contemplar a la luz de la única bombilla que iluminaba la estancia sus rasgos Arios. Quedó a apenas un palmo de su rostro, relamiéndose y cogiendo una porra, estampándola contra su diestra. - Verás que llevadero se te hace el interrogatorio pequeña, verás qué llevadero...
Capítulo 2. Aterrorizada; así es como se encontraba. Había oído barbaridades acerca de lo que se solía hacer en las cárceles entre presos, pero nunca pensó que eso pudiese ser factible en un mero interrogatorio, es algo... Rutinario, no podía ser que... Aurora dejó que la leve luz que trataba de iluminar toda aquella desesperación en sus ojos se hiciese visible, pero la penumbra predominó. Hasta que fueron gruesas lágrimas las que se hicieron merecedoras de ser vistas por ellos, destilando no sólo desesperación y miedo, sino además la practicamente vana esperanza de causar algo de pena en sus marchitos corazones. - Oh, vamos... - Dimitri parecía ser que disfrutaba con el dolor ajeno, algo bastante propio de aquellos los cuáles fueron combatientes, aquellos los cuáles fueron colocados en primera línea de fuego, mera melée destinada a contener la ofensiva, carnaza. En todos y cada uno de ellos -Que no eran muchos los supervivientes.- era a quiénes más marcó la guerra, es más, para ellos todo esto era una postguerra, usaban crueles métodos en interrogatorios, tal y como hacían antaño.
Una de las peores torturas las cuáles se conocían era no dejar dormir a los interrogados. Simple, cuándo se les veía hacer amago de caer dormidos advertirles de que no cayesen dormidos, tras varios días la desesperación interior era tal que hasta preferían morir. El haber oído tantísimas cosas relacionadas con las torturas y vejaciones a las cuáles eran sometidos los prisioneros era algo lo cuál inquietaba a la muchacha, aunque no menos que el hecho de tenerlos ahí, con una predisposición que no parecía la rutinaria y reglamentaria precisamente... Aunque tal vez sí que fuese rutinaria a fin de cuentas...
- Qué... ¿Qué vais a hacerme...? - Inquirió la joven con un hilo de voz, casi se podía decir que temblaba. - No te preocupes, es un mero cacheo, ponte en pie. - Aurora tardó en asimilar la orden, tragó saliba, poniéndose en pie, alzando ambas manos y dejando exhalar un profundo suspiro cargado de resignación. - ¿Así está bien...? - Alza las manos. - Puntualizó Dimitri, acompañando esas palabras con un seco golpe de porra en la corva de la muchacha, algo lo cuál inevitablemente la hizo doblegarse. - ¡Ah! - Replicó, aunque pronto se calló, sintió el impulso de gritar al ver como el capitán del cuál ni su nombre conocía la cogía del pelo de mala manera. - Creo que ha dicho que te alces, zorra. Dimitri posó la mano en el hombro de su subordinado. - Suficiente, ve preparándolo todo. - Éste asintió y se retiró a la mesa, extendiendo numerosos utensilios a lo largo y ancho de la aglomerada tabla. Entre tanto Dimitri se colocó tras ella, comenzando a cachearla de forma normal, si bien es cierto que el tiempo el cuál se tomó para cachear su trasero fue algo más prolongado del normal.
- Creo que está todo okay, desnúdate. - Imperativo, así se mostraba, no solía dar lugar a réplica alguna, aunque en este caso fue distinto, más que nada por la ignorancia de la muchacha. - Pero s... Señor... Usted dijo que estaba todo... - Un fuerte golpe en la mesa la sobresaltó, el subordinado de Dimitri bramó: - ¡NO HAS OÍDO LO QUE TE HA DICHO PERRA...! Es mero procedimiento, tenemos que asegurarnos... De que no lleves... Eh... - Ningún micrófono. - Le atajó, o más bien sacó del apuro Dimitri. - Dime pequeña, ¿Sabes la procedencia de OK? - Deletreó. Ella, obviamente negó. - Viene precisamente de la guerra... Cuándo veníamos del frente y nos reagrupábamos en el campamento para estudiar la estrategia del día siguiente había una pizarra en la cuál el Alférez indicaba los muertos y heridos, cuándo el día había sido limpio ponía en la pizarra 0k. Un cero y una "K".
- "Zero Kills" - Continuó el Capitán en un perfecto inglés. Con el tiempo el cero se fue haciendo "O" y de esa forma surgió la pronunciación "Okay", la cuál significa que todo está bien. Con el tiempo se fue transladando al ámbito cotidiano.
Dimitri seguía tras ella, esbozando esa misma sonrisa la cuál destilaba mezquindad y prepotencia. Se dispuso a aferrar directamente los pechos de la joven, sobre su sudadera, apretándolos con firmeza. - Digamos que con el paso del tiempo... Decidimos ir diversificando en los métodos tomados para hacer a nuestros prisioneros hablar... ¿En la variedad está el gusto, no? Su subordinado rió con ganas, sacando una libreta de bolsillo y lanzándosela a su superior. En esta había un par de columnas, una con nombres y otra dónde había una "X" o en su defecto la palabra "0K". Justo en ese momento fue cuándo entraron un par de enfermeros. - "¿Teniente coronel Dimitri? Nos han vuelto a avisar de un 'desmayo', ya sabe..." - Lo cierto es que puso una entonación un tanto rara a "desmayo", algo lo cuál Aurora rapidamente achacó a la única equis la cuál había en la libretita del capitán, estaba tensa, y no precisamente porque el Teniente Coronel Dimitri estuviese indagando y tratando de averiguar a la "antigüa usanza" qué talla de sujetador tenía, sino por ese nuevo dato. - Creo que tras esa explicación... - Dimitri llevó los labios al oído de la joven, no sin antes mordisquear el lóbulo de su oreja, exhalando una bocanada de aire caliente. - Estoy seguro de que hoy, día Veintitrés de Abril de Mil Novecientos Sesenta y Nueve querrás que figure un "Zero Kills", ¿Verdad...?