violé a mi novia y a su amiga. P2 desarrollo

A Sandra, mi novia ya la conoceis, ahora os presentaré a su amiga Ana.

EXPERIENCIA ASOMBROSA EN GRANADA (parte 2ª)

Antes de que amaneciera nuestros juegos se repitieron tres veces más, siempre con los torrenciales finales de Sandra, intercaladas visitas al baño y ruido de frascos. Esto me dejó intrigado y solo el profundo cansancio me permitió dormir unas pocas horas.

Yo me desperté primero, observé la exquisita figura de mi novia dormitar relajada, saqué de la maleta unos calzoncillo y me dirigí al baño. Las intrigas nocturnas ocuparon mi mente y antes de iniciar el ritual higiénico matutino decidí investigar / cotillear en los armarios del baño, miles de productos de belleza se agolpaban en cada estante, pero nada especial, justo cuando mi curiosidad se desvanecía, apoyé mi descalzo pie sobre un cuerpo extraño, me arrodillé para comprobar que se trataba de una píldora rosa. Sandra es farmacéutica, sus padres poseen varias farmacias, y me consta que algún tratamiento, como el del acne, se lo ha "fabricado" ella misma. ¿Qué podía ser esa píldora? Mi corazón se aceleró, tuve que comprobar que Sandra seguía dormida y comencé a abrir todos los frascos del baño, abrí el armario con espejo que está justo encima del lavabo y en el tercer frasco contenía las rosadas pastillas, leí la etiqueta, un compendio de principios activos ajenos a mi conocimiento, con un curioso final "MOSCA ESPAÑOLA". Eso último si que lo entendí. Intenté reordenar todo y me duche con una estúpida sonrisa en mi cara.

Me encanta la historia, sobretodo las pequeñas intrahistorias que la componen. A lo largo de la humanidad la búsqueda de afrodisíacos potentes y efectivos ha sido un denominador común de la raza humana. Cuentan los clásicos que la mujer del primer emperador de roma, Agripina en su ansia por desbancar de la carrera al trono a toda la prole del primer matrimonio de su marido, se decantó por una estrategia original con la favorita de Augusto, su hija Julia, a la cual la atiborro del afrodisíaco más potente conocido, la MOSCA ESPAÑOLA, un producto elaborado a base de un pequeño insecto verde encontrado en la provincia de Hispania, la pobre entro en un estado de excitación tal que se pasó por la piedra a media Roma.

En la estación de autobuses nos esperaba Ana, sentada sobre su maleta, en cuanto nos vio se iluminó su blanca carita, de un salto llegó hasta los brazos de Sandra que se fundieron con los de su amiga, me detuve para contemplar la imagen con detenimiento, que diferentes eran las dos, Sandra alta y rubia, Anita apenas superaba el metro cincuenta con una preciosa melena negra de pelo liso y brillante, posiblemente compartieran talla de sujetador, pero en el menudo cuerpo de Ana parecía mucho más generoso el tamaño de sus pechos. Permanecieron abrazadas un buen rato, con sonrisas de felicidad en sus caras, para al despegarse romper el silencio con atropelladas conversaciones.

Cuado llegamos al céntrico apartamento de Sandra, Ana se dispuso a deshacer la maleta, yo me ofrecí (maliciosamente) a prepara la comida y Sandra, despidiéndose de mi con un beso, se encargó de la compra.

Comencé a picar cebolla para hacer la base de un especial y especiado rissoto con langostinos, cuando escuché el ruido del agua de la ducha, me acerqué al baño para ver que la puerta estaba medio abierta. Continué acercándome poco a poco, con miedo más que con sigilo, no quería imaginar que podría pasar si me pillaban fisgoneando en esas condiciones. El calor del agua había empañado el espejo del lavabo, con lo cual mi figura no podía verse reflejada en él. BIEN, mi ojos escrutaban la estancia en busca de la pequeña figura de Ana, por fin la encontraron de espaldas a la puerta, se había descalzado y luchaba con sus vaqueros para lograr que éstos bajaran la estación de sus generosas caderas, con pequeños saltitos lo consiguió, enseñándome un culito redondo y apetecible, apenas cubierto por una braga-cullote negra, que destacaba el respingón semicírculo que se unía con sus brillantes muslos.

Mi pene había vuelto al mundo de los vivos e intentaba llamar mi atención apretándose contra mis pantalones, pero yo solo tenía ojos para una hermosa figura que comenzaba a despojarse de la blanca camisa que la cubría, lo hacía poco a poco, sin prisa, como si cada botón fuera una lucha inmensa, o como si supiera que un excitado vouyeur la examinaba y quisiera complacerle. Finalmente se desprendió de su camisa y me ofreció su maravilloso perfil, sus pechos parecían enormes en contraste con el resto de su figura, el sujetador negro parecía apretado, a punto de reventar, gritó por su libertad cuando, mi morena amiga, acabó desabrochándolo, para mostrarme sus generosísimas tetas, me fasciné con ellas, grandes, anchas, con unas aureolas marrones del tamaño de una galleta. De no haber estado tan excitado las habría comparado con las de Sandra, tan diferentes, con esos pezoncitos rosas pequeños como botoncitos, pero no era el momento, con cuidado, casi sin ruido, desabroché los botones de mis pantalones y comencé a masajear mi verga. En un ejercicio de sensualidad, Ana apoyó con delicadeza un piececito en la bañera y alcanzando con sus manos su prieta cintura, empezó a deslizar sus negras braguitas recorriendo el contundente contorno de sus interminables caderas, las escurrió por sus muslos hasta las rodillas, ofreciéndonos, a mi polla y a mi, unas inmejorables vistas de la redondez de su culo, izó con gracia su pierna derecha para liberarse de su diminuta ropa interior quedando ésta colgada de su tobillo izquierdo, al girarse para desprenderse completamente se su último trozo de ropa, me enseñó su profuso felpudo, me excité tanto ante esa visión, que temí que se percatar de mi presencia, tras una noche de sexo lampiño agradecí al abundancia del vello más bello.

Me parecía imposible que no se percatara de mi presencia cuando se metió en la ducha, las cálidas gotas comenzaron a mojar su cuerpo, los nervios impedían mi final feliz, Ana indiferente, se apartó de la fina lluvia para enjabonarse, sus tetas luchaban con sus resbalosas manos que eran incapaces de abarcarlas, y su apetecible vientre me bailaba la danza de los siete velos, su entrepierna perdió volumen al mojarse, pero no sensualidad, Anita se entretuvo enjabonando su velluda mata inguinal, algo que agradecí, desprendió la ducha de su soporte y dirigió el chorro de agua directamente sobre su vulva, mientras con la otra mano se aclaraba el jabón. Observé su cara, sus ojos almendrados estaban entrecerrados y los rojos labios formaban una o de excitación en su boquita. LOS DOS NOS ESTABAMOS MASTURMANDO. Aumentó la presión del grifo que dirigió a su clítoris, agachándose levemente para facilitar el roce de la tibia agua contra su enrojecido botoncito, mientras con la mano izquierda, se pellizcaba el gigante pezón derecho, usando el codo para frotarse la otra teta. A la pobre Anita se le escapaban ahogados gemidos, sus mejillas se sonrojaban y sus movimientos se hacían más compulsivos, abandonó sus tetas para centrarse en su coño, lo frotaba con una mano y lo ahogaba con la otra, temblores estertóreos así como mordeduras del labio inferior de su boca fueron señales suficientes para indicarme que estaba alcanzando un orgasmo, las mías fueron más visibles, un chorretón de semen se estrelló contra la puerta del baño.