Violaron a mi dulce hermana -1

Comenzaré esta larga y viciosa historia sin mayores preámbulos. Mi hermana Elena tiene 35 años y es psicóloga, funcionaria de prisiones. De toda la vida nos hemos llevado bien, aunque solo últimamente ha comenzado a pasar lo que quizás llevaba latente por dentro desde hace mucho tiempo.

Comenzaré esta larga y viciosa historia sin mayores preámbulos. Mi hermana Elena tiene 35 años y es psicóloga, funcionaria de prisiones. De toda la vida nos hemos llevado bien, aunque solo últimamente ha comenzado a pasar lo que quizás llevaba latente por dentro desde hace mucho tiempo.

Ella es una chica delgada, pero no anoréxica, con el cuerpo ajustado a su edad. Tiene las piernas y brazos bonitos y finos. Ha echado un poco de culo, pero solo ganando en formas deliciosas. Es una chica alta, más de 1,70, y guapa de cara. Con unos ojos muy expresivos, el pelo castaño y más corto de lo habitual, por encima de los hombros.  Y lo que más llama la atención de ella: un par de tetazas de consideración. Unas tetas grandes un poco caiditas, pero que rellenan que da alegría cualquier camisa o camiseta.

Dado lo delicado de su entorno, puesto que trabajaba intentando rehabilitar drogadictos, ella procura ponerse ropa discreta que no realzase demasiado su físico. Se suele colocar pañuelos por encima de la camisa para que no destacasen tanto ese par de melones que posee. Y esa exigencia profesional la ha acabado adoptando también para su vida particular. Una pena.

1 LA ETAPA DE CALENTAMIENTO

Durante el verano pasado, compartimos vacaciones en Almería con Elena y su ex novio. Yo acudí con mi mujer Marta, de la que sigo (creo que felizmente) casado, aunque he de reconocer también que la relación es rutinaria y sin muchas novedades.

No sé por qué razón sería exactamente, quizás la cercanía de estar viéndola todos los días a todas horas en la playa o la piscina, quizás porque yo no follaba demasiado con Marta. Pero lo cierto es que fueron estas vacaciones en las que comencé a ponerme muy caliente viendo a mi hermana en bikini y pensando después en su cuerpo.

Era una delicia verla en bañador en la piscina. Pese a que, como decía, ya tenía un cuerpo más ajustado a su edad, seguía conservando la figura que la había caracterizado durante toda su vida: la de una delgada con las tetas grandes. Era inevitable que llamase la atención de los machos cuando dejaba ver mejor su cuerpo en la playa o en la piscina.

Y es que esas dos tetas hacían que tu vista se desviase para fijarte exclusivamente en ese detalle. Una tarde, por ejemplo, había bajado sola a la piscina, se había tumbado junto a nosotros y se había bajado las tiras del bañador para no tener tantas marcas del sol. Estaba tumbada boca arriba, con las tiras desabrochadas y el sujetador liberado, por debajo, en su descuido, relajado, casi lo tenía puesto a punto de poder sacar a relucir sus pezones.

Había otro tipo joven en la piscina que no la quitaba ojo. Muy caliente, yo no sé por qué miraba de una manera tan descarada, quizás la estaba grabando con el móvil para subirla a Internet o algo así. Pero la miraba con tal cara de vicio que me podía imaginar la clase de guarradas en las que estaba pensando con ella de protagonista. Y yo estaba allí, con mi mujer al lado que no se enteraba de nada. Calentísimo por ver a mi hermana de esa manera por un lado, más excitado por la perversión de disfrutar viendo cómo un desconocido se ponía caliente con ella.

El momento culmen de mi empalmado verano llegó tras algo que se dijo como broma y que se hizo después realidad, que sucedió además un fin de semana en el que mi mujer se iba a ver a su familia a otro pueblo cerca. Yo pude escabullirme del compromiso (puesto que ya habíamos estado con su familia unos días antes) y me quedé en el hotel. Su novio Miguel propuso medio en broma que por qué no íbamos a una playa nudista que estaba cerca. Así que allí nos fuimos.

Yo iba durante todo el camino de ida muy excitado pensando que quizás iba a ver a mi hermana desnuda. Porque ir a una playa nudista no es garantía de que todos nos desnudásemos, claro está. Nada más llegar, Miguel y yo nos despelotamos. Pero Elena no, está claro que no se siente muy a gusto.

Sin embargo, era solo una cuestión de tiempo que fuese tomando confianza; cuando salí de darme un baño se había quitado el sujetador del bikini. Y ooooooooh, aquello era maravilloso. Ese par de tetas al desnudo eran puro vicio. Grandes, un poco caiditas como me imaginaba, con unos luminosos y grandes pezones que envolvían todas sus protuberancias. Y adornando ese cuerpo, las marcas blancas que dejaban un cuerpo bastante pálido sobre un bronceado intenso. El aspecto que tenía Elena con esas dos tetas colgando y sus marcas era el de un auténtico cuerpo de puta.

No se debía sentir muy a gusto así, y a la media hora se volvió a poner el sostén. No se llegó a quitar las bragas, pero daba igual. El daño sobre mi cerebro ya estaba hecho; durante media hora había disfrutado mucho lanzándole miradas furtivas.

Aquellas imágenes me procuraron un pajote de impresión en cuanto llegué al hotel. Esa noche le eché un polvo a mi mujer, que llegaba de noche, más sucio y atrevido de lo habitual. Pero en realidad soñaba con que le estaba metiendo la polla a mi hermana Elena. Hasta ahí habían llegado las cosas después del día de tetas en la playa.

El tercer golpe de suerte sucedió otra noche. Era ya tarde, sobre las 5 de la mañana, y yo no estaba dormido. Me había despertado poco antes y andaba dando vueltas por la cama. Me metí en el servicio a beber un vaso de agua. Y de repente, comencé a escuchar unos ruidos que venían de la habitación contigua, donde dormían mi hermana con su novio.

Al principio sonaba como si estuviesen viendo algo en la tv, pero no, el sonido era de la habitación. Y era unos gemidos graves y prolongados de mi hermana. Estaban echando un polvo.

Me excité mucho de inmediato pensando que estaba escuchando a mi hermana follando en ese mismo momento a mi lado. Pegué un vaso contra la pared, y aquello se escuchaba perfectamente, como si estuviese allí con ellos. Escuchaba el sonido de la cama haciendo ruido a un ritmo bastante rápido. Escuchaba a mi hermana gimiendo. Ooohhhh… oooooooooohhhhgggg. Naturalmente, empecé a meneármela allí mismo, con el vaso pegado a la pared y mi mujer embarazada durmiendo en la cama.

Poco a poco, sus gemidos se fueron haciendo más continuos pero más cortos y más agudos. Elena estaba disfrutando mucho con ese prolongado polvo. Y yo estaba disfrutando con ellos. Procuré no dejarme llevar por la excitación y correrme inmediatamente. Cuando ya estaba en pleno orgasmo, me corrí yo también con ella. Y creo que fue la mejor paja de mi vida.