Violando a la joyera
Julio, acompañado de dos compañeros, se venga de la que era jefa de su novia, una mujer autoritaria y prepotente que hace cualquier cosa para sacar más beneficios
Julio puso mala cara al tiempo que aparcaba la furgoneta en la que viajaban él y sus dos compañeros de trabajo: Daniel y Luís. Los tres llevaban algún tiempo trabajando juntos y pese a que eran mucho más inexpertos que Julio sabían tan bien como el conductor que no era nada bueno llegar tarde a los sitios.
El líder de la cuadrilla dio orden a sus dos operarios de que cogiesen las herramientas que les serían necesarias para la obra que realizarían aquella noche. En aquella ocasión se trataba de una joyería, con lo que la dueña prefería hacerlo por la noche y así no perder ni un solo día de trabajo.
Julio bajó la calle con rapidez para llegar cuando antes hasta su clienta, a la cual pudo ver con cara de enfado a través del escaparate indicándole que se apresurase a entrar.
- Lamento mucho el retraso- se excusó el hombre agachándose al tiempo que subía la verja del local para no perder tiempo.
- Estaba punto de llamaros para ver que sucedía, esto tiene que estar hecho antes de que se abra la tienda por la mañana- le dijo la mujer mirando de arriba abajo a Julio.
El jefe de los operarios era un hombre alto, de uno 35 años, de piel bronceada, complexión fuerte y pelo corto, negro y peinado un poco de punta. Este por su parte no examinó a la mujer, tan solo pudo fijarse en que era algo más baja que él, de su edad más o menos, de piel clara, pelo castaño claro, largo y liso que la caía por la espalda y que tenía una mirada de superioridad que a Julio no le gustaba en absoluto.
- Quiero que me instaléis las luces que hay en la trastienda en todas la vitrinas y escaparates de la tienda, ya os iré diciendo donde quiero cada una- le dijo.
- Muy bien…- pero se paró al escuchar a sus compañeros golpear el escaparate con cuidado- son mis compañeros, ¿podría abrirlos?
La mujer usó el mando para subir de nuevo la verja y que los dos jóvenes ayudantes de Julio accediesen al local después de que la mujer les abriese desde la distancia la puerta de transparente metacrilato.
Julio, viendo lo exigente que era aquella clienta dio órdenes a sus operarios de comenzar a trabajar, comenzando por sacar las dos cajas de bombillas y fluorescentes de distintos tamaños para tenerlos a mano.
Trabajaron durante un par de horas diligentemente haciendo las funciones de electricistas, empalmando cables y ajustando los accesorios luminosos que la exigente dueña de la joyería les ordenaba, al tiempo que se aseguraba de que ninguna de las preciadas alhajas que poblaban sus vitrinas se moviese siquiera un poco.
Julio por su parte no dejó de observar la tienda, prestando atención a todos sus recovecos cuando la empresaria tenía fija su atención en alguno de sus ayudantes.
- ¿Quiere ya que ponga las luces del escaparate?- preguntó cuando terminó otra de las vitrinas del interior de la tienda.
- Sí- respondió la mujer al momento encaminándose hacia el enorme escaparate del local.
La mujer dio a Julio una larga charla de la que el jefe de los operarios no se enteró de nada, aunque poco importaba, ya había divisado su objetivo, y en cuando la empresaria dejó de darle indicaciones se lanzó a por el cable que inequívocamente era el que desconectaría todo el sistema de seguridad de la tienda.
La alarma comenzó a atronar por todo el local cuando Julio lo cortó. La dueña de la tienda se sobresalto, pero Julio la agarró con firmeza, primero fingiendo que quería calmarla y después rodeando su cuello con el brazo.
- No hagas ninguna tontería, zorra- le avisó hablándola con voz normal al oído- si colaboras todo irá bien ¿has entendido?
- Sí, está claro- dijo la mujer asustada sin moverse ni un ápice para no enojar a su captor.
- Muy bien, ahora llama a los de la seguridad privada y diles que todo va bien, que ha sido un error de uno de tus operarios, pero que tienes mucho jaleo esta noche y que no hace falta que vengan, que somos de confianzas.
- De acuerdo, pero no me hagas daño.
- No se te hará daño si no te pasas de lista, ¡ahora llama a los de la seguridad!
La mujer trató de serenarse un poco, era la primera vez que su establecimiento era atracado y desde luego lo último que esperaba era que la intentasen robar la única noche en la que ella se encontraba en la tienda.
La mujer consiguió sonar medianamente tranquila cuando llamó a la empresa de seguridad, logrando convencer así a su interlocutor que no tardó en apagar la alarma.
- No, no es necesario que venga nadie a reparar el sistema ahora- dijo la mujer - ya tengo aquí a varios operarios, mañana ya les llamaré para concretar a la hora que pueden pasarse a arreglar esto.
Después de dar las pertinentes explicaciones, con Julio muy cerca de ella para que no intentase nada, volvió a sentir el fuerte brazo del líder de los ladrones rodeándola el cuello.
- Bien zorra, así me gusta. Ahora vas a darles a mis chicos el inhibidor de alarma que usas cada vez que abres una vitrina- la mujer obediente, y con las manos temblorosas sacó la tarjeta que había usado anteriormente para que no saltaran las alarmas.
- ¿Cuánto podemos coger, jefe?- preguntó Daniel, el más joven, un muchacho de unos 20 años de estatura media y pelo muy corto y negro.
- Tampoco demasiado, aseguraros de coger solo cosas valiosas. Yo me llevaré a esta zorra a abrir la caja fuerte. Por qué tienes caja fuerte ¿verdad puta?- preguntó con dureza.
La mujer pensó en mentir, pero no sabía los conocimientos que aquel hombre tenía sobre el local y desconocía como reaccionaría si descubría que lo había mentido, finalmente optó por asentir débilmente con la cabeza.
Julio, al ver la reacción de la mujer, tan solo tardó un instante en garrarla con fuerza del brazo y tirar de ella para que caminase en la dirección en la que se hallaba el botín más grande.
La joyera, temblando, completamente aterrorizada guió a su captor hasta la trastienda, lugar en que parecía no haber nada valioso, hasta que la dueña de la tienda se agachó para quitar cuatro baldosas del suelo y dejar a la vista del jefe de los atracadores la caja fuerte.
- Muy bien puta- dijo Julio mientras sacaba de su bolsillo una gruesa cuerda que había llevado para la ocasión, aún no se fiaba de la docilidad de aquella mujer y quería dejarla totalmente a su merced- ahora me vas a dar la combinación de la caja fuerte- dijo atando con fuerza las manos de la joyera a la espalda.
La mujer sabiendo que aquel hombre tendría toda la noche por delante para sonsacarla la combinación, decidió dársela para que este cogiese lo que quisiera y se marchase de su local lo antes posible.
Julio comenzó a sacar, de la caja fuerte que había incrustada en el suelo, toda clase joyas valiosas, ante la mirada impotente de la mujer, que pese a tenerlas aseguradas sabía que aquel atraco la iba a dar un serio varapalo económico.
- Con esto me daré por satisfecho- dijo el hombre acariciado la bolsa de tela en la que había metido una docena de las joyas más caras de la tienda- pero aún no he acabado contigo, todavía me queda divertirme un rato contigo.
La mujer al oírlo se asustó como nunca antes, jamás en toda su vida se había visto tan indefensa ante nadie, la joyera sabía perfectamente que si no quería salir excesivamente mal parada de aquel contratiempo tendría que mostrar una actitud dócil.
A Julio poco le importaba que Laura, que así era como se llamaba la dueña de la tienda, se mostrarse asustada. El hombre no había seleccionado aquel objetivo al azar, su novia había trabajado para aquella mujer durante un par de meses, hasta que la joyera, queriendo desprenderse de su pareja la engañó para poder acusarla de robo y despedirla de un modo procedente.
Después de aquello, la novia de Julio tuvo que regresar a su Colombia natal al ver que las posibilidades de trabajar, después de haber sido despedida por robo, eran muy escasas.
Julio no habría podido perdonar a aquella mujer aún habiendo sido una actuación asilada lo que le hizo a su novia Rita, de todos modos aquel no era el caso, el hombre se había instalado en el barrio en el que se encontraba la joyería y no escuchaba más que rumores de gente que hablaba de lo mal que trataba Laura a sus empleadas, aunque al parecer a los clientes poco les importaba, ya que las joyas que vendía eran de primerísima calidad.
- Esta noche te voy a ensañar educación, mala zorra- dijo Julio bajándose sus pantalones de trabajo- con esto aprenderás a tratar a la gente con respeto- le dijo sacando su flácido miembro por encima sus calzoncillos- ¡Comienza a chupar perra!
Laura al ver la polla de su captor miró en otra dirección, detestaba dar sexo oral, el único que había probado su lengua sobre su miembro había sido su marido y después que este le insistiese muchas veces sobre lo mismo.
- ¿No quieres chuparla, puta?- preguntó julio dando un par de pasos hacia atrás.- No te preocupes zorra, no pasa nada. ¡Daniel, Luís, venid aquí!- la mujer al oír aquello se asustó y trató de caminar sobre sus rodillas para llegar al falo que Julio le ofrecía.
- ¡Espera, te la chuparé!- dijo Laura al momento sabiendo que saldría mucho peor parada si en lugar de usarla uno la usaban tres.
La rapidez de la joyera fue insuficiente ya que los dos jóvenes compañeros de Julio agarraron a Laura por los hombros antes de que esta llegase a su objetivo. Un solo movimiento de cabeza sirvió para que sus dos subordinados comenzasen a quitar la ropa a la mujer mientras Julio la miraba con una sonrisa de superioridad.
Laura trató de resistirse un poco al principio, pero después de un par de tirones de pelo los hombres lograron desnudarla casi por completo. Lo más fácil de quitar fue la parte de abajo, retirando la falda y las braguitas blancas que usaba la mujer para dejar a la vista de todos sus largas piernas, su culito de nalgas redondeadas y duras y su sexo de labios oscuros y totalmente depilado.
De cintura para arriba fue algo más complicado, ya que la cuerda con la que Julio había atado las manos de su rehén impedía que pudiesen quitarla la chaquetita negra y la camisa blanca que llevaba, de todos modos Daniel y Luís, que estaba deseando ver el cuerpo desnudo de la atractiva mujer la desabotonaron la parte de delante de sus ropas para poder ver sus torneados y firmes pechos.
- Yo haré los honores- dijo el jefe acercándose a la joyera, para meter su mano entre sus pechos y tirar con violencia del sostén, para arrancarlo de cuajo. Después de aquello los tres atracadores se quedaron mirando los pechos de la mujer para acabar echándose a reír.
Los pezones de la mujer estaban tapados por un par de pegatinas redondas de color negro. Luís entre risas y comenzando a apretar los pechos de Laura comentó que aquellas pegatinas se parecían a las que algunas estríperes llevaban cuando estaban en la barra.
- Bien perra, ¿se puede saber para que coño llevas esa cosa en las tetas?- preguntó Julio que se había dado cuenta del rubor que comenzaba a teñir las mejillas de la joyera- antes de negarte recuerda las consecuencias que eso puede tener- le avisó con media sonrisa al ver que la mujer dudaba en responder.
- Son para que no se me marquen los pezones ante los clientes- dijo la mujer mirando al suelo.
Luís, curioso de si aquello era verdad retiró las pegatinas de dos fuertes tirones sacando a relucir un par de grandes pezones marrones y puntiagudos. Daniel por su parte se puso de rodillas delante de Laura para comenzar a lamer los pechos de la joyera y hacer crecer aún más sus erectos pezones.
- Ten cuidado con no sacarte un ojo con esos cacho pezones- le dijo Julio que acariciaba su pene, medianamente erecto- ¡Ahora chupa, zorra!- le ordenó.
La mujer, viendo en lo que había desembocado su última negativa no dudó en comenzar a abrir la boca para alojar en ella al semi-hinchado glande rosado que coronaba la polla de Julio.
A Laura le desagradó el sabor, pero aún así continuó desempeñando la orden que acababa de recibir. La mujer fue notando como el miembro que tenía entre sus labios cada vez se volvía más duro y de mayor tamaño hasta alcanzar un diámetro y longitud bastante superiores al de su marido.
- Que buena boca tiene, puta- le dijo Julio bastante satisfecho del placer que estaba recibiendo.
- Déjamela probar jefe- le dijo Daniel que se había quitado toda la ropa y mostraba una erección de unos 15 centímetros, bastante más corta que la de Julio.
- Claro. ¡Ya has oído puta, lame su polla también!
La joyera, que cada vez estaba más roja obedeció al momento tragándose casi por completo el miembro del joven que gimió de placer al sentir su polla en la húmeda y caliente boca de su rehén.
Laura tuvo que hacer importantes esfuerzos durante unos minutos en los que tuvo que satisfacer la polla de dos hombres al mismo tiempo. Julio a un lado y Daniel al otro la reclamaban al mismo tiempo, teniendo que pasar de uno a otro muy rápidamente si no quería recibir un violento tirón de pelo por el que dejaba desatendido.
La mujer recibió con alivio el ver como el jefe de los ladrones se alejaba para colocarse a su espalda y comenzar a acariciar su trasero, pero la tranquilidad se esfumó cuando valoró la posibilidad de poder ser sodomizada por aquel imponente falo, a Laura nunca se la habían metido por detrás y desde luego estaba segura de que si la polla de Julio se abría paso dentro de ella por esa zona saldría muy malparada.
La dueña de la tienda apretó con fuerza sus nalgas, pese a saber que aquello iba a ser una muestra de resistencia inútil, pero al jefe de los captores pareció divertirle.
- Me gusta que te resistas- le dijo Julio comenzado a azotar con su mano abierta las duras nalgas de la mujer- lo hace más interesante.
- No me había dado cuenta de que habías cambiado de sitio jefe- comento Luís levantándose del suelo para sacar su miembro erecto y ponerlo ante los ojos de la mujer.
Luís, que tenía un par de años más que Daniel contaba con un miembro algo más pequeño que el del más joven del grupo, pero su grosor era superior incluso al de Julio. A la mujer le costó un poco abarcar en grueso nuevo pene que tenía ante ella, pero las manos del receptor de la felación la obligaron a aumentar el ritmo.
Julio, después de asestar unos 20 golpes con la mano sobre el duro culo de la mujer se dio cuenta de que tendría que tomar medidas más drásticas si quería echar abajo la resistencia que se estaba encontrando. El hombre no tardó en hallar la llave que le permitiría explorar el virgen trasero de la empresaria; un par de cables sobrantes de un par de palmos de longitud.
Las lágrimas de dolor comenzaron brotar de los ojos de Laura cuando esta sintió la brutal flagelación sobre sus nalgas. La mujer no pudo gritar de dolor, ya que en el momento que comenzó a ser azotada tenían en su boca la polla de unos de los secuaces de Julio. Aquel agudo dolor hizo que la joyera se diese cuenta de lo inútil de su resistencia y quitó toda la fuerza que había puesto para que el jefe de sus secuestradores pudiese explorar su ano si así lo deseaba. El hombre pese a ver la rendición de la mujer decidió seguir fustigando con saña aquellas duras nalga para que no olvidase quien tenía la situación controlada.
- Bueno, ahora veamos que es lo que ocultas- dijo el hombre agachándose un poco para separar con facilidad las marcadas nalgas de la mujer, a Julio le gustaba ver aquel trasero cubierto de largas y finas marcas rojas- tienes un ano de los más pequeño- dijo el hombre notando un pequeño intento por parte de la secuestrada de oponer resistencia, al ser tocada en una zona en que nadie la había tocado antes, pero que desapareció prácticamente al instante para que el hombre pudiese seguir explorando- espero por tu bien que sea más elástico de lo que parece, porque se me ha antojado meterte mi polla por aquí y me da lo mismo lo mucho que te duela.
- No por favor te lo ruego no lo hagas- suplicó la mujer haciendo que Julio sintiese aún más deseos de sodomizarla.
La joyera no pudo seguir protestando ya que Daniel la agarró con fuerza de los pelo para obligarla a que siguiera chupando su verga. Una vez con la boca llena Julio comenzó a pasar su gran polla por el culo de la mujer, aún tenía en miembro bastante mojado por el líquido pre seminal que había soltado y la saliva de Laura.
El hombre notó como las magulladas nalgas, del ano que iba a taladrar, trataban de cerrarse entorno a su pene, pero aquella fuerza desapareció casi al instante, debido al recuerdo de la mujer de lo que la había sucedido la última vez que se había resistido.
Cuando Julio consideró que la mujer se había rendido comenzó a embestir con fuerza el ano de su rehén, que gemía de dolor a cada golpe que sentía, hasta que después de media docena de intentos logró introducir su grueso glande en el culo de Laura.
Una vez logró meter la cabeza, para Julio fue muy sencillo seguir introduciendo el resto de su miembro, no así para Laura que gemía de dolor a cada centímetro de verga que notaba dentro de ella, superando con mucho el dolor que era capaz de soportar y haciéndola llorar ante sus desalmados atracadores que aún así no mostraron piedad de ella.
Las cada vez más violentas penetraciones de Julio hicieron que Laura apenas sintiese el como los dos ladrones restantes se turnaban para usar el sexo y la boca de la dolorida mujer que no cesaba de gemir y llorar buscando un poco de clemencia por parte de sus captores.
Durante los primeros minutos en que la mujer fue usada por los tres hombres a la vez no pudo pensar en nada debido al intenso dolor que sentía, principalmente en su sodomizado trasero. La mujer tan solo se sentía asustada de lo que aquellos hombres podrían hacer con ella si permanecían allí durante mucho más tiempo.
Después de más de un centenar de violentas penetraciones en su ano por parte de su captor, Laura comenzó a sentir menos dolor y a tratar de quejarse lo menos posible. La mujer esperaba con ansia el momento en que los tres hombres que la estaban forzando eyaculasen, no porque aquello la fuese a agradar, sino porque esperaba que una vez se corriesen se marcharían y la dejarían de martirizar.
Los focos del dolor de la joyera no eran exclusivos de las zonas en las que estaba siendo penetrada por los tres hombres. Los secuestradores a parte de dar gusto a sus miembros también se divertían explorando el cuerpo de la mujer; Julio, que estaba colocado a la espalda de Laura se divertía apretando con fuerza los duros senos de la empresaria, centrándose en sus sobresalientes pezones, que la hacían soltar largos quejido. Daniel que era el que se había tumbado en el frio suelo para meter su miembro en el sexo de la mujer se entretenía estrujando con fuerza las maltratadas nalgas de la joyera, siendo sus ruegos y súplicas audibles tan solo cuando no tenía en su cavidad bucal el gruesísimo miembro de Luís.
- Bueno chicos es hora de ir terminando- dijo Julio sacando su polla totalmente del culo de su rehén.
Los dos compañeros de este dejaron al instante lo que estaban haciendo para incorporarse y colocarse los tres delante de Laura que permanecía en el suelo de rodillas ante ellos, mirándolos totalmente impotente y asustada ante lo que la esperaba.
- No te vamos a hacer más daño físico si te portas bien- le dijo Julio a la mujer portando los cables con lo que anteriormente le había azotado el trasero.
- Seré buena- dijo Laura viendo que todo podía estar cerca de terminar.
- Eso está bien. Ahora comienza a comerte nuestras pollas hasta que acabemos.
La mujer, sabiendo que si no lo hacía seguramente fuese torturada hasta que cediese, comenzó a chupar los tres penes que tenía ante sus narices, pasando de uno a otro cada pocos segundos.
Laura, temiendo el castigo que Julio la impondría si no cumplía con su parte del trato, mamó sin pudor alguno los tres hinchados miembros que se alzaban ante ella, sin mostrar dudas cuando introdujo en su boca el falo que instantes antes había estado en su boca.
El primero en descargar su leche sobre la empresaria fue Luís que gimió de gusto al tiempo que empapaba la cara de la mujer con su espeso y caliente semen. Daniel al ver aquello no tardó en venirse también, ocupándose de cubrir la mejilla contraria a en la que había acabado Luís, siendo su corrida algo más líquida que la de su compañero y escurriéndose el semen hasta aterrizar en uno de los pechos de la joyera.
- Ir recogiendo el botín- ordenó Julio agarrando de los pelos a la mujer para que se apurase en terminar.
Laura viendo de las necesidades de su opresor comenzó a cabecear con más énfasis sobre el largo y grueso pene, tratando de exprimirlo de una vez por todas. La mujer que no era diestra en el sexo oral trató de dar lo mejor de si para conseguir hacerle acabar después de muchos minutos de esfuerzo.
Julio, tal y como lo habían hecho sus compañeros descargó todo su esperma sobre la cara de la mujer, golpeando el primer chorro en la frente y el pelo de esta, en segundo sobre la nariz y los dos últimos sobre la barbilla.
- Muy bien zorrita, esto ha acabado mejor de lo que esperaba, no pensé divertirme tanto humillándote- le dijo con media sonrisa mientras comenzaba a vestirse- ¿Chicos, habéis acabado de preparar el final de fiesta?- preguntó el hombre sobresaltando a la joyera.
- Me dijiste que no me haríais más daño si me portaba bien- dijo la mujer temerosa de los planes de sus captores.
- Daño físico, pero no psicológico.
Luís y Daniel no tardaron en volver a entrar en escena ya completamente vestidos. Cada joven agarró por un brazo a la mujer y la levantaron en vilo para llevarla hasta el escaparate, que había sido debidamente vaciado.
El escaparate, que era bastante grande contaba con espacio más que suficiente para colocar a la dueña de la tienda de rodillas, de cara al exterior. Laura al darse cuenta de sus intenciones comenzó a suplicar que no la hiciesen aquello, pero sus quejas dejaron de oírse cuando Julio ya vestido del todo le metió sus propias bragas en la boca y las aseguró usando algo de cinta aislante.
El jefe del grupo, que tenía aquello planeado desde que había entrado en la tienda, cortó un largo trozo de cable que ató a una especie de arandela que había en el techo, para unirlo la cuerda que mantenía retenidas a la espalda las manos de Laura, dejando a la joyera de rodillas, inclinada, totalmente desnuda con sus pechos colgando, con la cara llena de semen y su propia ropa interior en la boca.
- Bueno putita, te he estado observando durante unos cuantos días y se que tu local se suele abrir a las 10, así que mañana como regalo a todos los paseantes madrugadores levantaremos la verja a las 9.30.
- Sí ya me he encargado de programarlo- dijo Daniel con una sonrisa mientras mostraba el mando a distancia que levantaba las opacas vallas metálicas de los escaparates- Laura al oírlo gimió desesperada ante la vergüenza que iba a pasar unas horas más tarde si todo transcurría con normalidad.
- ¡No quiero oírte zorra!- dijo con dureza haciendo que la mujer callase al momento- Más bien tendrías que agradecérmelo, con esto tu joyería va a estar en boca de todos. Durante el tiempo que pases así podrás pensar en tratar mejor a los trabajadores que están a tu cargo de ahora en adelante- dijo el hombre cogiendo la bolsa que el mismo había llenado con las joyas más caras del local para encaminarse con ella hacia la puerta trasera, seguido de sus dos camaradas.
Agradeceré comentarios y sugerencias tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com