Violado y satisfecho
Lo hizo y me gustó.
Escapada de tres días
Habíamos hecho una escapada a Portugal, tan sólo tres noches para disfrutar en el anonimato.
El viaje no fue largo; pero como un rito iniciático tomamos un relajante baño al llegar al hotel y decidimos comenzar la primera noche con una cena íntima en un tranquilo restaurante.
Mientras ella se secaba el pelo me sumergí en el fondo de armario para buscar ropa sensual que diese visos de continuidad a aquella maravillosa jornada. Para ella escogí una sexy minifalda negra y una elegante camisa blanca, de ropa interior un minúsculo tanga negro y un sujetador blanco de media copa. Para mí escogí un vaquero beige muy ajustado para no utilizar ropa interior y una camisa de cuadros en tonos tostados. Ya estaba completamente empalmado con el único pensamiento de imaginar lo prometía una inolvidable velada.
Me vestí e invité a mi mujer a no demorarse. Bajé al aparcamiento y en el coche esperé la aparición de mi espléndida mujer. Me hizo esperar un buen rato; pero mereció la pena. Estaba radiante, realmente espectacular. La minifalda mostraba sus interminables y morenas piernas y bajo la camisa, sugerentemente desabrochada, se adivinaban sus grandes pechos. Se había pintado los labios de un intenso color rojo pasión y su melena se batía al viento de una cálida noche de verano causando sensación entre un grupo de jóvenes que se encontraban a la puerta del hotel y que la piropearon con razón.
Ya en el coche le hice saber lo guapa que la encontraba lo que ella agradeció poniéndome una mano en el paquete y rozándome la mejilla con su mano.
Ya en el restaurante comentamos lo agradable del ambiente y la suerte con el tiempo que habíamos tenido durante el viaje. Degustamos unos abundantes platos de bacallhao a la portuguesa regados con un delicioso vinho verde. Cuando ya nos habíamos homenajeado con más de la mitad de la botella y la temperatura corporal estaba alcanzando registros peligrosos, comenzamos a jugar con los pies por debajo de la mesa. Con el mío recorrí sus largas piernas que se abrían como una flor a su paso hasta llegar a su nacimiento que se encontraba visiblemente húmedo; mientras tanto su pie presionaba con fuerza sobre mi ya abultado paquete. Entre juegos tomamos el café y decidimos dar un paseo por el centro para calmar los ánimos.
Pasamos delante de un salón de juegos y decidimos entrar a jugar una partida de billar. Ella estaba francamente atractiva y su presencia no pasaba inadvertida en un local ocupado fundamentalmente por hombres. Jugamos un par de partidas entretenidas ante la atenta mirada de un montón de buitres que acechaban a la espera de la mínima oportunidad. Cuando quedaban tan sólo tres bolas de la última partida me acerque a la barra para pedir unas copas. Mientras esperaba pude ver como ella se inclinaba sobre la mesa para intentar una carambola ofreciendo una fantástica visión de su culo tan solo sujeto por la escondida tira negra de su tanga. Como auténticos carroñeros tres fornidos y morenos machacas se acercaron con la intención de hacer también ellos una carambola con la disculpa de enseñarle como coger bien el palo. El más pequeño y fuerte de ellos la rodeo con sus brazos haciendo coincidir su palo con el culo de mi mujer moviéndose rítmicamente para alcanzar la bola. Aquella escena me puso realmente cachondo y esperé pacientemente a que terminaran la partida.
Tras desembarazarse de aquellos pulpos me acompaño sonriente a la barra donde comentamos el desarrollo de la última jugada. Los susurros al oído fueron sustituidos por provocadores mordiscos en el lóbulo de la oreja. Mis manos buscaban con ansiedad recorrer su cuerpo. La derecha se detuvo en su culo y deslizándose suavemente por debajo de la falda acariciaba sus nalgas sin oposición. Ella replicó apretando mi abultado paquete y no conforme comenzó a desabrochar los botones del pantalón haciendo que saltara como un misil mi polla agradeciendo su liberación con unas lágrimas saladas. Ella mostró su agradable sorpresa al ver que no llevaba calzoncillos que hubiesen dificultado su maniobra. Para que nadie se diese cuenta de la embarazosa situación me pegué bien a ella mientras masajeaba con movimientos espasmódicos mi creciente aparato. Le pedí que no siguiera para no correrme en sus manos. Apuramos las copas y antes de salir del local fuimos al baño para arreglarnos un poco.
La noche era clara y había una situación de recalma que hacia aún más calurosa la noche. Paseamos hasta el puerto entre abrazos y achuchones, todavía no había perdido la erección del billar cuando me di cuenta que mi hermosa mujer aprovechando la visita al baño se había despojado del sujetador que ahora marcaba descaradamente sus pezones y dejaba ver por la abertura de su camisa parte de sus preciosos pechos. Aquella fugaz visión me puso en situación de combate. Nos detuvimos en una barandilla del puerto y la abrace por detrás para hacerle sentir mi excitación, situación que aprobó inmediatamente obsequiándome con un culeo circular que me puso automáticamente en órbita. Percatada de la situación se giro y agachándose me saco la polla de la bragueta sorprendiéndome con una ávida mamada que dejaba claras sus intenciones. Le agarré de la melena obligándole a incorporarse le invité a darse la vuelta, levante su falda descubriendo que también se había quitado las bragas y perforé su jugoso coño con extraordinaria facilidad ya que estaba muy mojado. Como la excitación era tremenda al tercer bombeo me corrí como un principiante. Ella no quedó satisfecha y me dijo que al regresar al hotel me castigaría por mi infantil comportamiento.
Regresamos hasta el coche donde nos vestimos nuevamente y nos dirigimos al hotel. Subimos a la habitación, fuimos al baño, nos duchamos y nos pusimos cómodos.
Yo me puse un mono deportivo de tirantes que marcaba bien mis atributos y me senté en la cama con la intención de prepararme para el último asalto del día. Sin decirle nada a ella preparé la cámara de video al lado de la tele para no perder ni un solo detalle de la sesión.
Apagó las luces de la habitación y me advirtió que no me moviese hasta nueva orden. Un silencio invadió la estancia acompañado de un fuerte perfume embriagador. Una esbelta silueta se movió rápido en la penumbra. Yo estaba inmóvil, paralizado por la incertidumbre y la emoción. Se acerco a mí. Me agarró con las muñecas y las ató con fuerza al cabecero de la cama. Encendió la luz mostrando con orgullo su espléndido cuerpo. Lucía un corpiño blanco que resaltaba aún más sus femeninas curvas, del liguero enganchaban unas medias de rejilla negras que remataban en unos zapatos de tacón afilado rojos, su sexo estaba protegido por un minúsculo tanga blanco.
Me recordó lo enfadada que estaba por no haberle dejado disfrutar del polvo del puerto deportivo y me dijo que debía expiar mi culpa y ella se encargaría de castigarme. Acarició con lentitud mi paquete haciendo obscenas afirmaciones sobre su forma y tamaño. Me dijo que como todo reo me concedería un último deseo antes de ejecutar la pena. Le pedí que me liberase a lo que contestó que de lo único que me libraría esa noche sería de la ropa. Me desató un brazo para bajarme el tirante y después de atarlo me bajo el otro. No se entretuvo demasiado hasta que me desnudo por completo.
La situación me mantenía excitado sobremanera. Mi tronco estaba tieso como un mástil y me encontraba cómodo en aquella insólita situación. Se puso de pie sobre la cama frotándose su entrepierna y recorriendo con su lasciva lengua los brillantes labios rojos. Este erótico panorama me excito aún más lo que provocó aún más su enfado pisándome los huevos con sus tacones afilados que me arrancaron un lastimero quejido de dolor que le hizo tomar conciencia de la situación Se apiadó de mi gesto de sufrimiento y procedió a acariciarme los huevos besándolos cariñosamente. De repente se levantó y se fue al baño regresando al momento con los útiles de afeitado y una toalla. Después de quitarse el tanga procedió a afeitarse el coño en mi presencia, sin prisa deleitándose con la visión de aquella vistosa flor que aparecía ante nuestros ojos. Una vez terminada su sesión de belleza se colocó a horcajadas sobre mi cabeza ordenándome que lamiese su irritada rajita para calmar el escozor provocado por el afeitado. Lo que hice encantado sin rechistar recreándome con la fantástica visión de aquella caverna lujuriosa.
Un par de profundas lengüetadas en su ano provocaron sendas corridas en mis narices. Colmados sus deseos se deslizó hasta mi polla y alcanzando la brocha se dispuso a afeitarme los cojones. Lo hizo con extremo cuidado por el miedo a quedarse sin el anhelado postre. Una vez terminada la faena y seguramente recordando su gusto procedió a calmar la irritación de mis huevos con una suculenta mamada que me hizo perder contacto con la realidad consiguiendo vaciarme el depósito con sabiduría. Con una amplia sonrisa me dijo eso era por lo del puerto.
Me dijo que después de la justicia venía la venganza. De pie sobre la cama comenzó a desnudarse hasta quedarse únicamente con sus afilados zapatos rojos. Fue al baño y regresó con un aceite de masajes con el que empezó un sensual masaje por todo el cuerpo deteniéndose en mis pezones y encaprichándose con ellos hasta ponerlos extraordinariamente duros. No contenta cogió de la mesilla dos pinzas del pelo y las engancho el la base de mis pezones provocando un salto y un inútil intento de liberarme de mis ataduras. Mi polla había recuperado en menos de veinte minutos un tamaño más que considerable.
Me desató y me obligó a darme la vuelta recordándome que había sido un chico malo y tendría que pagar por ello.
Boca abajo repitió el masaje anterior deteniéndose con especial esmero en mi trasero sin dejar de hacer comentarios obscenos sobre su volumen y tersura. No pudo evitar recordar mi relación homosexual con aquel negro en la playa en su presencia. Recuerdos que parecieron despertar en ella prohibidos deseos de venganza porque me clavó sus largas uñas en mis glúteos. Se levantó, abrió la maleta y extrajo un fabuloso consolador bastante más grande que mi polla (que por cierto le había regalado yo para aliviarse durante mis ausencias), lo sujeto con unas cintas a su cadera y se subió a la cama después de acercarse a mi e introducírmelo en la boca diciendo que ese sería el instrumento ejecutor de mi pena.
Tuvo la delicadeza de vaciar medio tubo de vaselina en mi preciado agujero e introducir sus delicados deditos para ir relajando el esfínter con cuidado. Cuando creyó que estaba suficientemente excitado me obligó a elevar en pompa mi culito y procedió a violarme salvajemente por el culo diciendo que no era más que un cerdo cabrón que la tenía todo el día cachonda y no era capaz de aliviar su excitación. Me amenazó con cambiarme por un negro semental que fuese capaz de apagar su fuego. Mis gritos de dolos parecian excitarle aún más porque se puso de pie para agacharse clavándome sin piedad aquel artilugio que me perforaba las entrañas haciéndome revolver en una hemorragia de sensaciones. Cuando se cansó de follarme comenzó a pegarme en el culo con un cepillo de púas hasta que las rojeces que aparecieron encendieron su envidia y se colocó debajo de mi amenazándome con que si me corría me azotaría hasta hacerme sangrar.
La penetré sin pensarlo con la intención de darle su merecido. Inicié un mete y saca furioso hincándole mis huevos en su ardiente e insaciable coño chorreante. Sus uñas se clavaban en mi espalda y con sus ojos fuera de sí repetía si eso era todo lo que era capaz de hacer. Parecía que nada era suficiente agarró el consolador y de un empujón se lo metió hasta el fondo y poniendo la almohada bajo su culo me ordenó que la enculara de una vez. Lo hice con ansias vengativas con toda mi energía. Después de cinco embestidas me rogó que me corriese a lo me negué replicándole que era hora de enterarse lo se sentía al ser violada por el culo. Ella no aguantó más y me mordió los pezones con rabia provocando la corrida más intensa que recuerdo. Creo que estuve bombeando leche durante más de un minuto.
Cuando me desato me quedé dormido hasta la mañana siguiente.