Violado por la boca por un heterazo, parte 3

Las quedadas con este macho alfa nunca acabaron como tenía pensado: ahora me atragantan dos pollones.

¡Buenas, relateros!

Ni el macho alfa treintañero ni yo nos intercambiamos ningún mensaje hasta pasadas tres semanas. Evidentemente, durante este tiempo, mi boca, y sobre todo mi culo, dieron rienda suelta a su rebeldía con otros tíos que a lo largo de estas semanas os contaré con todo lujo de detalle.

El reloj estaba metido en las 2:30h de la madrugada cuando mi cansancio, causado por un largo día en la facultad y en el gym, me indicaba que quería cama con urgencia. Ese día no hacía especialmente frío, y añadido a que yo de por sí soy bastante caluroso, estaba tirado en el sofá con una camiseta básica larga y mis siempre adorados (y ajustados) boxer (no me gusta usar slip), la única iluminación del salón era el pantallón de mi televisión con capítulos repetidos de 'Aquí no hay quien viva', aunque realmente estaba chequeando el móvil por inercia.

  • Zorrita, ¿estás ahí o ya te has cansado de mi cipote?

Giro radical de los acontecimientos. Mi corazón galopaba como caballo en guerra, el cansancio se emborrachó de café solo y mi duermevela creyó que estábamos a las ocho de la mañana de un lunes. Mis ojos se abrieron como platos al mismo tiempo que mi rabo rellenaba la parte frontal del boxer, de un azul cielo muy pastel, y mi mano izquierda tuvo que recolocarlo debido a la sospecha de huida por la parte superior.

  • Ey! ¡Cuánto tiempo, tío! Pues estaba a punto de acostarme ya... ¡Vaya horitas las tuyas, cabronazo! Jajaja - Me quedé mirando la pantalla como si cada segundo que pasaba fuesen horas completas, bajé el volumen del televisor para no desconcentrarme y la manecilla segundera del reloj parecía estar clavando clavos de acero en todo mi piso.

Pasaron 10 minutos, ¡DIEZ! Me levanté treinta veces del sofá, el boxer jamás supe dónde lo dejé, mi polla era una pierna más de mi cuerpo y mi respiración no atendía a razones. ¿Por qué pollas tarda tanto? Bah, este se ha quedado frito. Nada, me quedo sin rabo. Pensaba yo mientras pajeaba a destiempo mi manubrio recorriendo todas y cada una de las baldosas de mi piso. Estaba desesperado, cachondo, ansioso, cerdo, era una auténtica puta en celo.

  • Vaya... Pues si prefieres dormir te perderás dos pollones hoy. Le he hablado de ti a un colega del gym y dice que se la pusiste dura cuando te vio atragantarte con mi polla. Quiere que te demos los dos. Está viniendo para mi casa para fumarnos unos porros. Dime algo, perra.

¿Qué me vio? ¿Cuándo? ¿Dónde? Mis nervios se apoderaron de mi cuerpo. La reacción inmediata fue dirigirme a la bañera, hacerme una lavativa con fundamento para que entrase la torre Pisa, y salí veloz a mirar el móvil, a pesar de que no le respondí al e-mail. ¿Pero cómo me vio mamar polla si estábamos solos?

  • ¿Otro? Joder, qué morbazo. Pero tío, por muy bueno que seas contándole mi mamazo no creo que llegue a ver como la chupo Jajajaja - Necesitaba descifrar este enigma como sea.

  • Te grabé en vídeo mientras estabas en otra galaxia con mi trancazo en tu boca. Es lo que tiene que ser una zorra, que ni te enteras de lo mucho que disfrutabas. Mi colega tiene un rabazo de 22 cm, es negro y de cuerpo es como yo, más o menos. Es discreto, tiene piba y pasa de mandar fotos. Ya está en casa, si quieres avisa porque no te daremos polla aquí en mi casa, será en otro sitio.

  • ¿Me has grabado, cabrón? Eso no me mola, tío...

  • Ya... Ya vi que no te moló. Te tragaste hasta tu propia lefa, maricón. ¿Quieres que te atragantemos o buscamos a otra guarra? No me ralles...

Escribía y borraba el mismo número de veces que lo insultaba en alto por grabarme y que me masajeaba mis 18 centímetros de rabo duros deseando arrodillarme ante... ¡Un rabazo negro! Eso era novedad, ¡un negro! Mezcla entre miedo y placer, entre entusiasmo y desconocimiento, entre calentura y atrevimiento.

  • ¿Adónde tengo que ir entonces?... - Ya rondaban las 3:30h y al día siguiente tenía que estar en la universidad para una reunión entre compañeros de un proyecto de clase, pero entre esto y dos rabazos alfa, no hace falta que responda quien ganó...

  • Te esperamos en 20 minutos en la puerta del Ayuntamiento y nos sigues sin decir nada. Ponte ese pantalón de chándal que te marca el culazo de guarra que tienes y prepara boca y culo que vas a flipar, maricón. Estamos cerdísimos con ganas de romper agujeros.

  • Dame media hora que quiero prepararme el ojete para vosotros. - Lo tenía más que preparado hacía un buen rato. Me enfundé el pantalón que tanto morbo le daba al treintañero, sin boxer, y una sudadera de cremallera sin nada debajo. Me puse una gorra hacia atrás porque estaba despeinado y me metí varios condones del cajón.

Era noche cerradísima. Los grillos espantaban el silencio absoluto que alumbraba la luna. Ni coches ni motos pululaban por ninguna de las calles. Se oyen pasos decididos, deben de ser ellos. Un chasquido me hizo mover la cabeza de izquierda a derecha y me topé a unos 5 metros a dos machos dignos de esculturas griegas. El violador de mi boca iba con un chándal de un equipo local de fútbol, azul marino, con una tela que dejaba ver un morcillón alegrándose de verme, su típica gorra negra Nike y el móvil en la mano. El negro aparentaba tener unos 35-38 años, más bajo que el otro, sin barba y no tan musculado como mi dios del Olimpo. Llevaba unos vaqueros claros no muy apretados y una sudadera de deporte gris básica. La cabeza la tenía anillada en ese negrísimo pelo tan característico de esta santísima raza que por suerte existe.

El treintañero me hizo un gesto para que entrara tras ellos mientras sostenía la puerta de un edificio que parecía deshabitado, no por ruinas, sino porque más bien estaba sirviendo como lugar de oficinas. No encendieron la luz y yo los seguía palpando con mi mirada esos andares de macho que tenía mi violador de boca favorito, el negro iba delante con un manojo de llaves en la mano, según el sonido que me llegaba. Conté tres plantas subidas por escaleras y una puerta de madera maciza antigua se abrió.

  • Pasa. Shhh... - Mi macho me susurró que accediese a ese habitáculo del que tan solo pude apreciar varias mesas vacías de oficina, un par de sillas de escritorio pujadas y cajas por todos sitios. Los ventanales, formando esquinera, dejaban entrar la luz de una noche bastante poderosa.

Hola... Por lo visto te gusta mucho chupar pollas, ¿no? Mi piba está de viaje hace una semana y tengo la mía que revienta... - Ese impresionante negro tenía una voz ronca pero aguda. Mientras me saludaba se masajeaba a través de unos slip blancos ese pedazo de tronco que, por lo visto, aún no había alcanzado los 22 centímetros que me dijo mi colega tener.

  • La verdad es que soy bastante mamón... Pero no sé si podré con eso. - Todo esto lo dije mirando a ese bulto descomunal, y todavía era morcilla de Burgos. Me desvestí por completo quedando como dios y mi santa madre me vieron nacer. Me la empecé a pajear y me puse de rodillas con más nervios que tranquilidad.

  • Te vas a hinchar hoy de polla, maricón. Venga, te dejo escoger, ¿cuál quieres comerte primero? - Mi macho estaba en bolas, solo tenía puesta la gorra y se había afeitado la barba hacía unas horas a juzgar por los pinchazos que me dio en mi cara cuando se arrimó a mi oído a decirme esto.

Vas a tragarte la mía primero. ¡Pónmela dura! A ver lo zorra que eres... - Interrumpió el negrazo.

  • Arrgs... - Ni me lo pensé. A mi boca entró un tremendo trozo de carne negra que iba endureciéndose por segundos. Siempre me gusta mirar mientras trago polla, y eso hice. El tío se masajeaba unos casi marcados pectorales. Ni estaba gordo ni estaba delgado, pero tenía unos brazos que se notaba que las mancuernas eran su objeto favorito en el gimnasio, ¡qué bolondros!

  • Chupa, puta. Así, métetela enterita. ¿Sabe bien el pollón negro, zorra? - Mi macho favorito se estaba pajeando a toda máquina, en cuclillas y empujándome con su manaza mi cabeza (casi me saca la gorra) hacia ese rabazo inmenso.

Ahhh, jooooder... Ahhh... Mmmm.... - El negro solo atinaba a pronunciar jadeos. Su tranca ya había alcanzado las dimensiones dignas de ser gemela de una de las chimeneas del Titánic y mi mandíbula trabajaba a duras penas para no peinarle la piel con mis muelas.

Cuidado con los dientes... Ahhh, joooder. Uffff, ¿Qué haces con la lengua? ¡No pares! Sigue, sigueeeee... - Calmé el casual roce de mis dientes debido al novedoso grosor de rabo que entraba en mi boca con uno de mis movimientos secretos de mi lengua (sello de la casa, infalible)

  • ¡Te lo dije, colega! No sé cómo pollas hace eso el maricón. Pufff, cómemela un rato, joder. - Mi macho estaba mitad impaciente, mitad celoso. Yo estaba encantado de tener a mi merced a esos dos siameses de Goliath. Ya llevaba un buen rato chupándose los dedos y metiéndomelos en mi ojal, supongo que para follarme en breves momentos...

  • Tío, vaya pollón. Me tienes zorrísima. Arrrggg... Mmmm... Arrrggg - No podía dejar de mamar. Lo miraba con pollón en boca, la mitad, porque entera no me entraba ni de coña. Con la otra mano me pajeaba la mía, y las manos del negro ayudaban a mi cabeza frenar el efecto muelle causado por ese mástil negro. Se me calló la gorra del movimiento y me ordenó que me la voliese a poner, que le ponía cachondo.

Un fuerte movimiento me volteó 180 grados, y como si de una pieza de ajedrez se tratase, ahora era un pollón blanco y venoso el que rellenaba mi cavidad bucal.

  • ¡Traga, zorra! Mira como nos tienes de perros, pedazo de maricón. Pufff, cómo tragas guarra. ¡Eres un maricón! [ZAS] - Mientras me atragantaba la garganta y me abofeteaba la cara, previo lapo, me chillaba en susurros que no sacara mi boca de su polla.

  • ¡Pégale! Pégale hostias que le gusta a la zorra. Las putas solo entienden a base de guantazos. - Le ordenó al negro, que estaba entretenido lamiéndome un ojal que ya pedía a gritos carne en barra.

[ZASSSS, ZAASSS] - Los guantazos del negro eran mucho más fuertes. Me había cogido del cuello, por detrás, y me había volteado la cabeza para guantearme y llamarme "¡Zorra!" a gritos (sin susurros)

  • Eso es. Joooder... maaama, maaama ahí, trágatela. Esssssooo es... Joooder - El treintañero estaba empezando a jadear. Esa velocidad de respiración me sonaba a previolación. Efectivamente...

  • ARRRG, ARRGGG, ARRGGSSSSS.... AGGGGG - Tres profundas arcadas me hicieron sacar parte de la bilis al suelo mientras posaba mis palmas en mis rodillas para relajarme. El cabrón me la había clavado con la rapidez de un taladro eléctrico incontables veces por segundo mientras abrochaba sus dos brazos a mi nuca ahondando este mástil gordo de 19 cm en mis entrañas.

  • ¡Que chupes, mamona! ¿No querías rabo? ¡Traga, pedazo de cerda! Te vamos a reventar, niñato. ¡Ábrele el culo que se la voy a clavar! - Le ordenaba al negro después de humillarme como solía hacer con su vocabulario y sus miradas de hetero rezagado.

Illo, no aguanto más eh. Voy a correrme. Es que vaya culo... Pufff, no puedo más, en serio. - El negro amenazaba con lefarme los cachetes. Solo me estaba lamiendo el estrechísimo ojete que tengo y viendo cómo su colega de cañas y mancuernas atragantaba a un niñato de casi 20 años.

  • Ni se te ocurra, compadre. Aguanta, coño. Ábrele ese culo y te lo follas tú primero si quieres. - Le dijo velozmente y con un andaluz demasiado cerrado hasta para mí. El treintañero seguía violándome la boca. Las heridas de mis labios, ya curadas hacía semanas, volvieron a visitar mi labio superior interno. Mi cara parecía la fuente ornamental de cualquier plaza de pueblo del líquido que soltaban los lagrimales causadas por las embestidas del tiazo. Puff, ¡qué guapo estaba ese día!

  • Ahh, ahhh. No me canso de atragantarte, maricón. No dejes de mirarme. Ya has aprendido a saber lo que me gusta, eh. El niñato es demasiado inteligente. Eres una peadazo de zorra, ¿para qué sirves tú? ¡DILOOO!- Me preguntó con cara de macho agresivo pero sin sacarme su tronco andaluz de mi boca.

  • comebdh posnaas - Intenté pronunciar sin éxito, "comer pollas", llorando a mares por la violación de campanilla y mirándolo con deseo.

  • ¿Qué? ¡No te entiendo! Tienes mi pollón en la boca, normal. Mira que cara de zorra tiene, compadre. Ven a verlo. - Le ordenó con tremenda chulería a su colega que seguía sacándole brillo a mi puerta de atrás y estrangulando su cipotón negro.

Ufff... ¿De dónde pollas te has sacado a este maricón? ¡Joder que cara de guarra!... Eh, tú, eres una zorrita y te vamos a usar como nos salga del rabo, ¿te enteras? [ZAS] - El guantazo vino acompañado de un tremendo escupitajo que se mezcló con mis lagrimones, unos secos y otros vivos.

  • JOOODER, PUFFFF. Cómo me puto pones niñaaaaatoooo, jooooderrrrr... ufffffff - El nivel de violación de boca era descomunical. Perdí la noción del tiempo y mis labios parecían anestesiados. Mis manos llevaban rato magreando sus musculosas piernas, más definidas aún que la última vez, y de vez en cuando me entretenía recorriendo sus perfectos abdominales y pectorales.

  • ¡Pégame! Quiero que me pegues. - No daba crédito. Me saqué el pollón venoso de la boca para suplicarle que me abofeteara la cara.

  • Puufffffff Así me gusta. Joooderrrr niñato, joooderr... [ZAS, ZAS, SSSTUP, ZAS, SSSTUP, ZASSS] - Una miscelania de lapos y tortazos fuertes me tiraron literalmente al suelo. Estaba siendo usado por dos machos, uno más que por el otro, que a pesar de la chulería y corpulencia del negro parecía muy MUY tímido.

Illo, illo, illo, me corro... Ufff, me corro, que me cooooorrrooo... - Un tremendo trallazo de lefa me empapeló la cara al completo, el segundo y el tercero entraron en mi campanilla, y los siguientes, obligados por él mismo metiéndomela en la boca, me llegaron al hígado. El negrazo había descargado su auténtico pollón en mí, sin avisar y aprovechando que estaba tirado en posición fetal en el suelo tras la paliza del treintañero.

AHHHHHHHH, JOOOOODERRRRRRR, QUE CORRIDOOOOOOON. UFFFFF - Gritó mirando al infinito el negro.

  • Compadre, ¿qué haces? Illo, ¿Pa`qué te corres ya? - Dijo mi macho muy enfadado y mientras se pajeaba su polla.

  • ...ahhh...ahh - Yo solo podía respirar rápido e intentar levantarme.

  • Ponte a cuatro patas niñato que te vamos a reventar ya. Ya está bien de ponernos a mil. Te vas a enterar, maricón.

Me tumbé en la mesa quedándome de pie y con el culo a su merced. Me escupí en la mano, y retirando restos de leche del negro que me quedaban en mi cara y ojos, me restregué mi ojal a modo de lubricante, aunque el negrazo me lo había dejado de par en par. Le dije que en mi bolsillo del pantalón había condones.

  • Chúpale el rabo, pónselo duro mientras te destrozo, perra. - El macho alfa griego, condón enfundado, me empezaba a palpar con el glande el ojete burbujeante.

Hosssstia, tú. Lo tiene como un coño de abierto, ¿no? - Exclamó el negro, intentado tocar con una de sus manos mi culo relleno de rabo blanco, que tenía su pollón en mi boca por el otro lado de la mesa.

  • ¡Ya te digo! Se la acabo de clavar hasta el fooooondooo.... AHHHHHHH, JOOOODERRR. - El placer le impidió terminar la frase. Iba lento pero mi brava enculada le hizo entender que la quería toda, TODA dentro, y YA.

  • Arrggsss... Mmmmm.... SÍ, FÓLLAME!, ¡Fóllame!... Arrrgsss... Arggss... - Mi boca alternaba morcilla negra y órdenes a mi macho para que me partiera el culito.

  • Traga puta.  ¡Toooma polla, ahí! Eso es. Ufff... Trágala como una cerda, puto maricón. Jooooder... - El mete-saca era indescriptible. ¿Me dolía? Obviamente, pero poco podía hacer con dos pollones escoltando mis entrañas: 22 cm por mi boca y 19 cm (pero gordísimos) accediendo intermiténtemente por detrás.

Dale fuerte cabrón, Joder como se la traga. Vaya cerda, colega. Joder, que culo. - El negro volvía a no poder meterme la tranca entera porque estaba con una dureza del calibre del hormigón de una carretera 100 años después de ser asfaltada.

  • Ahh, ahh, ahh, ahh, ahh... - Cada jadeo era un mete-saca tan rápido que de la inercia me empujaba hacia adelante permitiéndole al negro follarme la boca sin tener que mover las caderas.

AHHHHHHHHHHHHHHH, ILLO, ILLO, ILLOOOOOOO. TRAGAAAAA PERRAAAA. - Volvió a darme yogur líquido, esta vez menos abundante pero no menos espeso. No me la sacó de la boca pero, al no tenerla dentro hasta la campanilla debido a su grosor, pude evitar tragármela.

  • ¿Otra vez? Illo, lo tuyo no es normal ya... ¿Se la ha tragado? ¿Se la ha tragado? - Preguntaba insistente tras volver a regañar a Mister Brazacos.

Creo que no, tío. ¡Abre la boca, guarra! [ZAS] - Aprendió rápido que obedezco a guantazos. Abrí la boca y tenía la boca llena de una pasta blanca que parecía gel de ducha de lo espeso que estaba. Mis ojos los miraban a los dos pidiendo guantazos y más polla. Mi mano pajeaba mi nardo y mis jadeos empezaban a atragantarse por tanta lefa acumulada.

  • UUFFFFFF, UFFFFF, ¡Pedazo de guuuuuaaarrra! Ufff. ¡Mírame niñato!, ¡MÍRAMEEEEE! - Empezó a pajear su polla y acto seguido me la enfundó en la boca provocándome que parte del semen de su colega el brazacos saliera por las comisuras de los labios como si fuesen los aspersores del césped en los parques. No me resistí. Tragué tranca blanca y parte de leche negra que quedaba en mi interior.

Dale, dale, eso es. Dale polla al maricón. Joder que morbazo, ufff...

  • AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH PUTAAAAAA. TOOOMAA MARICOOOOOON. - El disparo blanco de mi macho musculoso, que tenía los brazos como si acabase de hacer mancuernas de 200 Kg, los abdominales como una funda de cubitos de hielo del revés y los pectorales que podían dibujarse los hilos de la musculatura, golpeó la pared de mi garganta. Él quiso retirarse pero mis manos se abrocharon a su apretadísimo culo, sudado y resbaladizo, del calor que allí creamos los tres. Quería más y más y más...

  • JOOOOODERRRRRRRRR, AHHHHHH. - Mi leche topó sin querer uno de los abultados cuádriceps del treintañero. El trallazo era tan veloz que hasta me salpicó a mí del golpeo. Los siguientes chorros caían a su amor en el aire y el resto me lo esparcí en mi abdomen completamente depilado, plano y con el dibujo de una leve 'V'.

Hi-jo-de-pu-ta. - Dijo cual robot el negro que estaba sentado en el suelo contra la pared disfrutando de las vistas.

  • Te lo dije, illo. Es que te lo dije. Es mortal el maricón este. Pero no te lo has follado, colega.

Te puedo asegurar que con las embestidas que le has dado nos lo hemos follado los dos, pero a este lo tengo yo que coger bien. ¿Eh, maricón?

  • ¿Tu pedazo de rabo en mi culo? No sé si ent... - Un ruido en el exterior del piso frenó en seco mi discurso.

SSshhhh... Callad, callad. Esta es mi oficina y al lado hay otra. He escuchado la puerta. Joder, joder... joder... - El negro era un manojo de nervios. Nos vestimos a la velocidad del viento y cuando quise darme cuenta estaba tirado en el asiento de mi coche delante del volante.

Los dos se fueron por la misma esquina que los vi llegar. Yo me fui a casa y me metí en la ducha. Tenía el ojete como si me hubiesen metido La Cibeles con fuente incluida. Mientras me caía el agua se me empalmó de recordar lo que dos heterazos acababan de hacerme en aquella rarísima oficina. Esta vez la leche me la tiré en la palma de la mano y me la llevé a la boca, cerré los ojos y me imaginé que era la del macho alfa ordenándome que tragara. Y tragué...

Hubo otra ocasión en la que volví a ver a mi guapísimo treintañero favorito, y fue la última. Pasaron tres meses para que ocurriera. Jamás supe nada del negro ni tampoco quiso responderme cuando le pregunté. La despedida con mi heterazo alfa, sin saberlo, iba a estar protagonizada por una humillación y un castigo bien merecido por lo que le hice cuando nos vimos.

Continuará...