Violado por la boca por un heterazo, parte 1

Lo que iba a ser una simple mamada rápida de rabo terminó siendo una reventada (literal) de boca y garganta por un tiazo.

¡Buenas, relateros!

Gracias a todos por la gran acogida, me habéis dado energía para ponerme a teclear otra de las tantas experiencias sexuales, que como siempre digo, son 100 por 100 verídicas. Mi obsesión por tragar polla a todas horas me hizo estar caliente 24/7 y empezaré a cruzar límites que, además de miedo, me daban muchísimo placer. ¿Seguimos? Ponte cómodo y agárrate el rabo porque lo querrás descargar...

CAP 2. VIOLADO POR LA BOCA POR UN HETERAZO, PARTE 1

Sigo siendo un niñato de 19 años. Para los que se incorporen, os recuerdo que mido 1.80, de complexión delgada pero algo marcado, sobre todo en pectoral y piernas. Me encanta correr y el Spinning, y cuidar mi alimentación. Mi sonrisa, mis expresivos ojos miel y mi acento andaluz bastante marcado son el principal atractivo para todos los protagonistas de estos momentos de puro vicio y diversión.

Tras hincharme a polla en la puerta de aquel garaje ajeno mi boca quedó famélica de verga y macho. Volví a pulular por el chat para curiosear que tiazos podría encontrar, aunque todos los que me hablaban eran demasiado mayores y me apetecía algo más cercano a mi edad. Era una noche cerrada de invierno en la que el agua caía como si el mar se hubiese dado la vuelta, hacía frío y en mi salón tenía puesto el calefactor, que junto a mi ya habitual calentón, terminaba de prender mis ganas por encontrar rabo ¡ya!

  • Hola. Yo niñato solito en casa con ganas de polla. Sitio y me desplazo. No maduros. - Fue el mensaje que tecleé en aquella red social para viciosos como yo.

Mi casa y mi cuerpo estaban al rojo vivo. Mientras iban entrándome mensajes de tíos para quedar conmigo, me quitaba el pantalón fino de pijama con el que suelo estar por casa, y acto seguido, bajé de golpe mis boxer provocando un sonoro porrazo de mi rabo contra mi ombligo. Lo tenía como una piedra, lo pajeaba a caballo entre responder los mensajes que me interesaban y descartaba los que no. Tras hora y media de búsqueda, ¡bingo! Otro desesperado como yo quiso ponerle remedio al calentón que ya estaba entrando en las 3 de la madrugada.

  • Hola, tío. ¿Puedes ya? Yo por el centro con sitio ahora. - Me preguntó un usuario llamado 'het31'.

  • Buenas. Sí, estoy muy caliente. ¿Qué calle es? Si no es muy lejos podría ir... - Respondí yo encendiéndome en vicio tras sospechar, por su nomenclatura, que era hetero y que tenía 31 años, justo lo que me apetecía esa noche.

  • Tengo los huevos cargados y necesito llenar la boca de un mamón antes de pirarme a dormir. Vente ya. - Ya me había dicho la calle y la había consultado en internet para calcular si estaba retirado o no, aunque pensaba ir conduciendo. Estaba a 8 minutos y a esas horas de la madrugada se aparcaba en cualquier sitio, a pesar de ser pleno centro del pueblo. Total... Será un mamazo rápido y me vuelvo, pensaba yo...

  • Pero a ver, cuéntame un poco como eres y eso... - Pregunté yo para evitar desplazamientos innecesarios, y todo sea dicho, me moría de nervios y miedo por salir a esas horas a casa de un tío que vete tú a saber y solo quería estirar la conversación mientras pensaba qué hacer.

  • Tío estoy de puta madre. Te voy a molar. Soy hetero, de gym y un pollón de 19 cm. - Su respuesta me terminó de endemoniar el rabo. Solo pensaba en meterme esa tranca en mi boca. Pero, ¿y si era mentira y luego era un viejo barrigón? (con todo el respeto a este prototipo)

  • ¡Joder que morbazo! Ok. Estoy a unos 10 minutos. Llego, subo, me arrodillo, me lefas y me piro. - Le quise dar a entender que no estaba preparado para penetraciones, aunque tampoco me lo mencionó en la conversación. Daba vueltas al rededor del ordenador dudando en si ir o no pero con la polla en la mano deseando descargar con aquel rabazo de macho en mi boca. Decidido, voy. Me puse un pantalón de chándal sin nada debajo y una camiseta corta cubierta por un cortavientos abultado, cogí las llaves de mi casa y del coche y salí.

El trayecto en coche era una lucha entre controlar que mi rabo no saliera del pantalón y lo que desearía que aquel tipo hetero me hiciera nada más llegar. Aparqué a la primera en su misma calle, era un edificio alto y el airazo que hacía peinaba hasta la pintura de los coches. Toqué su porterillo y me respondió una voz muy masculina para, sin opción, darme una orden:

  • Entra sin hacer ruido cuando pase un par de minutos y ni se te ocurra encender la luz del portal. Al fondo a la derecha te encontrarás dos ascensores, entra en el primero de ellos.

Los nervios se apoderaron tan de golpe de mi mandíbula inferior que parecía tener un tablao flamenco en mi boca. El frío recorrió cada célula de mi cuerpo y mi rabo continuaba a media asta. Me abrió el portón del portal, y tras esos dos minutos que me hizo hacer esperar en pleno vendabal, accedí cumpliendo todas y cada una de las indicaciones.

  • Ho... Hola. Pero, ¿aquí? - El tartamudeo se debía a la calentísima imagen que me ofreció aquel pequeño ascensor cuando tiré de la puerta hacia mí. Un auténtico macho de 1.90 (según mis cálculos), barbita de 2 días, una gorra negra Nike hacia adelante y unos ojos marrón chocolate que me indicaban que me agachara. Tenía una camiseta de tirantes que dejaba ver unos biceps que parecían dos boyas de mar, unos pectorales luchando por salir de aquel cuello barco y un cuello no apto para corbata y camisa. Tenía un pantalón de atletismo reposado en unos zapatos de deporte bastante deteriorados, sin ropa interior, y coronados por un tremendo mástil muy moreno, envuelto en venas y amenazando con estirarse hasta el firmamento. El pollón estaba flanqueado por dos musculosas piernas rasuradas, como todo su cuerpo, que le daban movimiento a su cadera de izquierda a derecha justo cuando aparecí en aquel habitáculo.

  • Shhhh. No hables. Arrodíllate y mama polla. - Me ordenó susurrando mientras hacía un sigiloso recorrido por mi cuerpo con sus ojos y cogía su tranca con su mano derecha para abofetear la palma de la izquierda.

Obedecí sin rechistar, aunque asombrado por aquel escenario tan morboso. ¿Este chulazo dándome polla? ¿Estoy soñando? Tuve la certeza de que era tan real como el pedazo de carne que me acababa de meter en la boca con bastante cuidado.

  • ¡Quita las manos que aquí mando yo! Hasta el fondo y mírame a la cara. - Me quitó las manos de su polla de un tirón colocándomelas detrás de mi espalda y dándome un sonoro guantazo en una de mis mejillas.

  • Pufff... arrggg... Mmmm. - Era el sonido que salía de mí mientras mis ojos hacían un tour por aquellos perfectos abdominales que dejó al descubierto cuando sus pedazo de manos se subieron el bajo de la camiseta a la parte posterior del cuello, y acto seguido, agarraban con fuerza mi cabeza perdiendo por completo la autonomía del movimiento.

  • Eso es, traga. ¡Qué zorra! ¿Te gusta mamar, eh? ¿Querías polla, eh perra? - Susurraba con chulería mientras me clavaba su pedazo de tronco en mi campanilla provocándome dos lagrimones que se posaban en sus perfectos oblicuos.

  • Joo...der... Qué pollón, tío. - Dije como pude con aquel mástil, que sobre todo era muy gordo, rellenándome el interior de mi boca.

  • Shhh, ¡Que te calles, maricón! - Esto lo dijo mientras pulsaba uno de los botones del ascensor, que se puso automáticamente en marcha de forma ascendente.

  • Vamos a estar subiendo y bajando hasta que me saques toda la lefa, guarra. ¡Toma! - La embestida pudo taladrar perfectamente mis cuerdas bocales de la fuerza con la que me follaba la boca. El sonido de la máquina del ascensor se mezclaba con el de mis labios ensalivando aquel pedazo de carne duro como el mármol.

  • ¿Te gusta eh, perra? ¡Que me mires, coño! [ZAS] - Un guantazo en mi otra mejilla acompañó un enorme lapo en mi boca mientras tenía dentro aquellos 19 cm. Mi calentura estaban al máximo, o eso creía yo. Nada más lejos de la realidad. El cabrón quiso más.

  • Arggg... Mmmm.... Arggg - No podía dejar de mamar. Aquel macho con un cuerpo calcado al David de Miguel Ángel seguía agarrando mis brazos para que no pusiera mis manos en su rabazo. Solo quería usar mi boca. Me estaba violando la garganta a la par que jadeaba y me repetía lo "puto maricón" que era.

  • Me miras mucho, ¿no? ¿Te pongo to'cerdo, eh maricona? ¡Tócame! Disfruta de un macho de verdad, niñato de mierda. - Aquello me puso la polla en peligro de explosión, y sin poder tocarla. Posé mis manos en sus rocosas piernas (uno de mis fetiches, más adelante veréis...), recorría con vicio aquellos abultados cuádriceps para ascender con mis palmas a su contorneada 'V' que daba paso a una auténtica barriada de abdominales que el cabronazo se esforzaba por pronunciar a sabiendas de que me ponía como una puta cerda.

  • Puff. Joder qué cuerpazo. ¡Qué macho! Arrrgg... Arrrgggg - Atiné a manifestarle mirándole a los ojos segundos antes de volver a hincarme aquel falo hasta que sus huevos asfixiaban mi barbilla.

  • Tócame maricón. No has tocado un tiazo así en tu puta vida, niñato. Tra.... Traga, putaaaa. - Mi mamazo lo estaba destrozando de placer al igual que su pollón mi gañote.

  • Ponte de pie y date la vuelta que quiero verte el culazo. - Me ordenó alzando un poco el tono y retirándome su mástil de la boca.

  • No tío... El culo no. Prefie... - ¿Me irá a follar? ¡No!, pensé. No me dio tiempo a terminar la frase cuando ya me tenía en pie, dado la vuelta y con el pantalón por el suelo dejando al aire mi culo redondo, depilado y bastante terso.

  • ¡Aquí se hace lo que yo diga, pedazo de maricón! - Me dijo al oído mientras su barbita de dos días me rozaba mi cuello erizándome la piel al momento. - ¡Joder, que culazo! ¿No quieres que te lo rompa un poquito? Pufff, joder con el niñato... - Esto último lo dijo mientras presentaba su rabazo en la raja de mi culo y se movía de abajo a arriba.

  • No tío. No estoy preparado. Solo quiero mamar. Otro día si quieres vengo y me haces de todo. - Dije sin pensar lo que verbalizaba. Solo quería rellenar mi boca de aquellos 19 gordos centímetros.

  • Pues la leche la pienso sacar follando. Arrodíllate porque no pienso sacarla hasta que te preñe la garganta. Joder, cómo me has puesto de cerdo, ¡PUTA! - Esto último lo dijo chillándome al oído al mismo tiempo que volvía a posar mis rodillas en aquel suelo de goma maltratada por los zapatos de años y años de vida.

Si pensaba que las embestidas de antes eran fuertes lo que estaba a punto de venir ahora era lo más parecido a lo que un toro de lidia debe de sentir cuando el mataor atraviesa la espada por sus muslos hasta el núcleo de su corazón. ¡Menuda embestida me dio! - ¡Traga zorra! ¡Qué tragues! - Chillaba en susurros.

Debían de haber pasado perfectamente 60 minutos de reloj. La virulencia de sus estocadas atravesándome la garganta con su pollón valanceaban ese ascensor como si un terremoto estuviese persiguiendo su punto más alto. Me arrinconó en una de las esquinas y mi cabeza quedó atascada entre su rabazo y su abdmen, por la parte de delante, y la madera del ascensor que seguía moviéndose planta tras planta sin descanso.

  • Otro día te voy a subir a mi casa cuando me quede solo y te vas a enterar, niñato. ¡Cómo me pones, maricón! ¡Vaya cara de zorra! Mira cómo me tienes. ¡TRAGA!, ¡traga pollón de macho! - Todo eso lo dijo susurrando, con la cabeza mirando a la amarillenta luz del ascensor y jadeando como si estuviese pariendo trillizos.

  • Mmm.... Arrrgg. - Mis manos tan solo alcanzaban su musculado culo y sus adictivos cuádriceps, más pronunciados aún por su posición en cuclillas para capturar mejor mi campanilla en cada embestida.

  • Ahh, traga. Toma polla. Así, muy bien. Joder que follada de boca. ¡Cómo la aguantas! ¿Dónde pollas estabas tú metido, maricón? A partir de ahora vas a tragar rabo cuando yo te ordene. - Yo lo escuchaba pero mis ojos tan solo alcanzaban a ver parte de sus cuadraditos y sus apetecibles pectorales, debido a la postura torcida ligeramente hacia atrás de mi cabeza por las tremendas estocadas de polla que me estaba dando aquel macho alfa treintañero.

  • Ahhh... AHHHH... ahh...hhh. - Efectivamente, no avisó.

Trallazo sería demasiado fino para describir el manantial de lefa que me disparó ese pollón a la altura de mi campanilla. El cabrón descargó hasta la última gota de leche sin sacarla de mi boca. Mis jadeos se quisieron mezclar con las olas de semen que se imponían a mi lengua aplastada por aquel mástil y las comisuras de mis labios tuvieron la desafachatez de dejar escapar dos hilos de lefa, los únicos que no tragué, que recorrieron parte de mi barbilla, hasta que los dedos del macho invirtieron el recorrido devolviéndolos a su lugar de origen.

  • Toda, venga. Así me gusta. Mi lefa no se tira. ¡Trágatela, perra! Es lo que querías, ¿no? Ufff... ¡Qué boca! - Estaba exhausto tras vaciar sus cojones al completo. Tras, literalmente, 3 minutos (según mis cálculos) con el pollón dentro pintando mis cuerdas bocales de blanco, la sacó.

  • JOOOODER... Ufff, que follada de boca, colega. - Esto lo pronuncié con el sonido de la típica tela de leche que no deja expulsar la voz nítida.

  • La chupas demasiado bien. ¡Pensaba que no tenías ni dientes! Joder con el niñato... Y encima estás bueno. - Dijo mientras se colocaba el rabazo dentro de aquel pantaloncito de correr y se ajustaba la camiseta de tirantes a su fibradísimo cuerpo.

  • ¡Gracias! Jajaja... Repetimos cuando quieras, vivimos cerca.

  • Apunta mi correo electrónico, soy muy discreto y paso de rollos. Me escribes luego y quedamos por ahí. Una boca así hay que violarla a diario. Y ese culito... Puff... La próxima me la suda que te quejes porque te lo romperé, y si no no vengas así provocando, maricón. - Esto último me lo dijo tan serio que me dio hasta miedo de que me lo partiera en ese mismo momento. Me vestí, el ascensor volvió (tras miles de vueltas) a posarse en la planta del vestíbulo y abrió la puerta indicándome que saliera sin rechistar.

  • Bueno, tío. Nos vemos otro dí... - El portazo de la puerta del ascensor cortó mi frase en seco.

Miré el reloj del móvil. ¡Las 5:22! ¿Pero cuánto rato me ha estado violando la garganta? Al montarme en el coche saboreaba mis labios, aún con restos de lefa reseca. Sin embargo, el sabor agridulce del semen de aquel cabrón agresivo, se mezcló con lo que parecía sangre. Efectivamente, me rompí el labio superior por la parte interna en tres sitios diferentes debido a las embestidas de rabo que chocaban con mis dientes. Tragué saliva, suspiré y dije en alto, "Puff, quiero repetir".

Y por supuesto, repetí.

Continuará...