Violado por albañil macarra

Un hombre que no necesitaba demasiadas excusas para recurrir a la violencia más salvaje y primitiva y dar así rienda suelta a su testosterona y agresividad, lo que para él era la mayor muestra de humillación y desprecio, para mí es una fantasía realizada.

Acababan de comprar la vivienda que se ve a pocos metros enfrente de mi ventana y unas semanas más tarde me despertaron los golpes de una obra que deduje que venían de ahí, levanté la persiana y la visión del machazo que rompía el tabique con la maza me dejó boquiabierto.

De unos veintilargos de edad, alto, moreno con un corte de pelo militar, barba de candado pero de resto crecida tras varios días sin arreglársela y que contrastaba con su cuerpo lampiño y atlético que me puso a mil, de piel bronceada, ricos pectorales levemente marcados y culminando en unos pezones inmensos, redondos y puntiagudos, los pude apreciar con detalle en un momento que paró de trabajar para dirigirse a la ventana y, con más luz, consultar un papel: los brazos, sin llegar a ser titánicos, eran fuertes y definidos y con un tatuaje cubriendo el derecho desde el hombro hasta la muñeca, llevaba otro tatuaje en su costado izquierdo y vestía además un pantalón corto y muy estropeado, que dejaba intuir un culo pequeño y respingón sobre sus piernas fibrosas con un tercer tatu en el gemelo derecho, unas letras que ponían “MARCOS” y que le vi cuando se alejaba de la ventana hacia el interior.

Comencé a masturbarme escondido y observando tras una ranura tras la cortina, admiraba a ese pedazo de macho derribando la pared con la maza al golpe de esos brazos, esa espalda musculosa empapada de sudor, esos dorsales y el resto de su cuerpo húmedo ahí contorsionándose a menos de diez metros de mí. De cara no es que fuera especialmente guapo pero feo tampoco era en absoluto, cejas finas, frente algo estrecha, ojos pequeños y oscuros, boca grande, mandíbula tirando a cuadrada y esa barba de varios días. Yo estaba en plena paja cuando el obrero paró a descansar, fue a por algo y se asomó para fumarse un cigarrillo, la expresión de su cara mostraba una masculinidad suprema, se estiró para tocar el marco superior de la ventana alzando sus brazos, luciendo sus axilas velludas y su abdomen, duro, firme, con los bloques levemente definidos y con un ombligo cargado de sensualidad, de él partía una fila de vellos lacios y densos que se perdían bajo el pantalón entre unos buenos oblicuos.

Estaba llegando al orgasmo en mi paja, cuando el albañil dando una larga calada a su cigarrillo clava la mirada justo en la esquina de la ventana desde donde yo lo espiaba agazapado, me quedé de piedra y me dejé caer hacia atrás mientras semen me cubría el estómago, me había visto…

Al poco salí de casa y cuando volví ya era tarde y el albañil se había marchado, pero me pajeé muy a gusto recordando sus tetorras, esos brazacos y los tatuajes, su abdomen, su culo, su cara de macarra y sus ojos pequeños y marrones clavándose en los míos a la vez que me carcomía la vergüenza.

A la mañana siguiente ya estaba despierto cuando comenzó a sonar el ruido de la obra, esta vez menos contundente que el día anterior, abrí la ventana casi que con temor para admirar a ese macho rudo y tatuado picando la pared. Fui a la cocina, desde cuya ventana también se veía la casa de enfrente con el imponente albañil en su interior, y seguí observándolo de reojo como se quitaba su camiseta sin mangas para seguir trabajando, disimulé un poco mientras sorbía de la taza y de repente los golpes pararon, sentí que me observaban, alcé la vista y me lo encuentro mirándome fijamente con sus manos apoyadas en el marco inferior de la ventana, estaba analizándome como quién estudia a una presa. Yo en aquel entonces tenía 19 años, medía ya cerca de 1,80 y llevaba varios años en el gimnasio y se me notaba bastante, además tenía el pelo castaño largo pero sin formar melena y, sin ser ningún bellezón, casi nadie me ha encontrado feo. Le devolví la mirada con intriga y me preguntó:

-          Hola, es que estoy solo y no tengo llaves ¿Me puedes traer una botella de agua? Porque si salgo y se cierra la puerta…

-          ¡Claro! Dije sin disimular la excitación.

Tomé una botella de agua del frigorífico, las llaves de mi casa, bajé las escaleras y al salir a la calle el albañil me esperaba en la puerta de la vivienda contigua, tomó el agua, le dio un buen sorbo con las gotas deslizándose por su pecho fuerte y sin vello, aunque de cerca comprobé que se depilaba una franja del centro del torso. A menos de dos metros de mí era aún muchísimo más espectacular, con esas tetitas redondas y saltonas, su musculoso brazo tatuado, su cara de quinqui malandro, ese abdomen duro y lampiño, el dragón tatuado en su costado izquierdo, y ese culo que le marcaban sus pantalones viejos y llenos de restos de cemento y pintura. Casi sin darme cuenta se situó a mis espaldas, me hizo pasar y cerró la puerta para increparme:

-          ¿Tú eres el mariconcillo que me estaba espiando ayer mientras trabajaba?

-          ¿¡Eh, cómo!? Respondí completamente aturdido.

-          ¿Qué te crees, que eres el primer maricón que me mira?

Me dijo agarrándome del pelo y poniéndome contra la pared, continuó gritándome:

-          ¿Qué quieres, chuparme la polla?

-          … Sí.

-          ¡Qué asco das!

-          No te he hecho nada. Dije casi temblando.

-          Pero te gustaría ¿A qué, sí?

En ese momento llevó su mano a mi culo metiéndola bajo el pantalón y el calzoncillo en la raja entre mis nalgas, me ordenó que me bajara los pantalones y me arrodillara, me empujó en la espalda, puso mi culo en pompa presionando mi abdomen con violencia y empezó a verter el agua que le había traído hacía unos instantes sobre mi ano antes de meterme dos dedos al mismo tiempo, se notaba que disfrutaba siendo brusco y sádico, traté de zafarme y agarrándome por los hombros me gritó que “por esta vez” no quería pegarme y que estuviera quieto.

Pronto noté su glande húmedo y blandito contra el agujero de mi orto y tras abrírmelo más con sus dedos me lo metió con cierta lentitud, no debía de ser muy gordo, pensé mientras hacía movimientos circulares con la cabeza de su pene en mi culo, me la siguió metiendo sin contemplaciones y me estremecí de dolor cuando comprobé que tenía una polla que no se acababa nunca y que era mucho más gruesa en la base.

Me estuvo embistiendo con fuerza, mientras el sufrimiento se iba volviendo insoportable y contenía mis lágrimas, la metía lo más adentro que podía para sacarla casi del todo pero tras unos minutos de agonía en los que me concentraba por abstraerme y olvidar el dolor, comencé a excitarme por lo morboso de la situación, ese pedazo de macho estaba dentro de mi culo y como tenía la polla a punto de estallar me puse a machacármela.

-          ¡No te toques conmigo delante, jodido pervertido!

Me gritó dándome un fortísimo golpe en el costado que me dejó los dedos de su mano marcados, menos mal que decía que no quería pegarme pero poco después me dio otro golpe para indicarme con un gesto que me tumbara en un sofá desvencijado que había a la entrada de aquella casa, pude observar su polla larga, morcillona con el glande pequeño y picudo pero muchísimo más gorda en la base, bajo una buena mata de pelos negros en su pubis y unos huevos grandes y colgantes.

-          ¿Qué haces mirándome, puto julandrón? ¡Acuéstate, te he dicho!

Obedecí al instante tumbándome boca arriba y enseguida el albañil echaba mis piernas sobre mi cuerpo para tener acceso a mi culo, escupió y comenzó a empotrarme de nuevo mientras la erección crecía en mi polla al sentir el dolor de su rabo dentro de mí y admirar sus facciones rudas, su pecho moreno y fuerte, sus pezones circulares y ultraprominentes, su abdomen completamente empapado en sudor, estiré mi mano para acariciar sus abdominales y al albañil pareció gustarle cuando lanzó un bufido de aprobación, su cuerpo era duro y muy suave al mismo tiempo, no tardó en correrse dentro de mí en un orgasmo ruidoso y lleno de jadeos roncos, se desplomó en peso sobre mi cuerpo mientras el líquido calentito de su leche llenaba mi culo.

Se irguió y metiéndome su polla al palo en mi boca, roja por la follada y con un aroma a sexo exquisito, me ordenó que se la limpiara mientras se encendía un cigarrillo.

Fumaba acostado en el sillón mientras yo acariciaba sus tetillas, su pecho ancho, los vellos de sus axilas oliéndolos bien de cerca, su abdomen, su ombligo, salido y con la forma de un ojo con su párpado por encima, la línea de vellos bajo este hasta la selva caótica de su pubis, sus muslos cubiertos por una ligerísima capa de pelo y, por supuesto, su polla y sus huevos grandes y colgantes con mi mano izquierda, mientras con la derecha me masturbaba como un babuino al tacto de semejante machazo que me acaba de romper el culo, que me dolía como el infierno.

Se terminó en cigarrillo mientras las gotas de précum comenzaban a escapar de mi pene a la vez que masajeaba sus abdominales con fruición cuando me vino el orgasmo de la que había sido la mejor paja de mi vida hasta la fecha.

-          ¡Limpia esa mierda tuya y lárgate, que tengo que seguir trabajando!

Admiré aquel cuerpo, ese hombre extremadamente agresivo, lleno de virilidad y lujuria que emanaban a través de esos músculos sudorosos, era como un imán y no podía separarme de él.  Me acerqué y le pellizqué un pezón con las yemas de mis dedos ante la mirada estupefacta del albañil, que no entendía que no me achantara ante su orden.  Pasé a masajearle la otra tetilla hasta dejársela igual de dura y grande que la primera y, para mi sorpresa, me dijo con cierta ternura en el tono:

-          ¿Te gustan mis tetas, eh?

-          Las tienes gordísimas, súper salidas, redonditas….

-          Pues chúpamelas, que eso me encanta.

Empecé a lamer sus pezones saltando de uno a otro, de vez en cuando acariciaba sus costados, sus brazos y subía mis dedos hasta la pelambrera de sus sobacos apestosos a macho sobrado de testosterona, bajé con mi lengua por el surco de sus abdominales, le comí el ombligo y seguí descendiendo por la línea de pelos de debajo para desabrocharle el pantalón, acariciarle el vello púbico y tomar con sumo cariño ese pollón largo y puntiagudo para descubrirle el glande, me la volvía a tragar entera lo máximo que pude mientras el albañil se la machacaba con mi cabeza, yo de vez en cuando subía las manos para sobarle ese cuerpo atlético y sudoroso, las bajaba hasta sus muslos fuertes o a sus nalgas turgentes, que ya me permitía magrear y al poco soltó su segunda lechada, menos abundante que en la anterior, en toda mi boca mientras me observaba satisfecho. Se encendió otro cigarrillo tras subirse los gayumbos y los pantalones y se disponía a seguir trabajando, por mi parte lo contemplaba anonadado tratando de asimilar lo que estaba sucediendo y señalándole el tatuaje de su pierna le pregunté:

-          ¿Te llamas Marcos, no?

-          No, idiota, Marcos es el gato.

-          Vale, eres Marcos ¿Podrías ser menos desagradable?

Tiró al suelo la espátula, se dirigió hacia mí y agarrándome del brazo me hizo una llave para inmovilizarme y acercar mi cabeza contra la pared, me dijo:

-          ¿Te crees que soy tu “amiguito”, “tu novio” o “tu amante” o quién mierdas te piensas que soy? Yo estoy casado, he hecho madres a muchas mujeres y nunca me han gustado los maricones.

-          Pues lo que acabas de hacer es bastante maricón.

Esperaba que me estirara más del brazo, que golpeara mi cabeza contra la pared o que me pegara, pero al contrario aflojó un poco antes de terminar de soltarme del todo y tras darle otra calada a su cigarro dijo:

-          Lo que acabo de tener no es sexo, es otra cosa, vete a tu puta casa si no quieres que te saque de aquí a puñetazos y como te vuelva a ver espiándome, te juro por mis hijos que no es mi polla lo que te voy a meter por ese culo de puta cerda que tienes.

No me tomé muy en serio la amenaza de Marcos. A la mañana siguiente tuve que madrugar y no volví a mi casa hasta bien entrada la noche, por lo que no lo pude ver, no fue hasta ese lunes cuando lo volví a contemplar haciendo la mezcla de cemento, qué bueno y qué loco estaba, qué cuerpo, qué polla, qué agresividad… A pesar de su “advertencia” de que no lo espiara, me dirigí a la ventana para observarlo con todo el descaro del mundo, no tardó en girarse y como en un primer momento no reparó en mí no dudé en gritarle:

-          No te estaba espiando, te estaba mirando de frente.

-          ¿Tú otra vez?

Dejó lo que estaba haciendo, salió de mi vista y en menos de un minuto alguien golpeaba en la puerta con furia, le abrí y cogiéndome del cuello con una mano y abofeteándome con la otra me gritó:

-          ¡Qué te he dicho que no molestes a los hombres cuando estamos trabajando! ¿Sabes que he estado en la cárcel? ¡Pues me la suda volver allí por dejarte tu cara de marica hecha un mapa con la espátula! Es más, es que hasta me gustaría….

-          Déjame chuparte esa polla de macho violento, por favor.

Dije arrastrando la sensualidad en cada sílaba y tras un corto silencio de incredulidad dejó de apretarme el cuello para sentenciar muy seriamente, yo diría que hasta con solemnidad:

-          Te mereces que te mate a cates.

-          Pégame, Marcos, me pone muchísimo lo bueno que estás y lo violento que eres, me encanta tu cuerpo, tu polla, como me tratas…

Se apartó de mí casi de un salto y sin dejarme terminar me grita:

-          ¡Enfermo, estás enfermo y además eres un inconsciente, tú no sabes quién soy yo!

-          Un macho al que le gusta follar culos de hombres y no lo reconoce.

-          ¡No te equivoques, eso no es así!

-          Fóllame, Marcos…

-          ¡Estás loco, muy loco! Me gritaba mientras bajaba las escaleras hasta el portal.

Yo estaba caliente como una plancha de pensar que el semental violento iba a darme una paliza y volverme a violar mientras me insultaba, me escupía y me seguía pegando pero en vez de eso, lo había asustado y se había ido. La situación no podía quedar así, por lo que urdí un plan y a la mañana siguiente esperé a verlo para volver a hablarle.

-          ¡Marcos!

-          ¡¿Tú otra vez?! Dijo con un gesto de hastío que en un segundo se tornó en ira.

-          Tengo que hablar contigo de una cosa muy importante y no se puede enterar nadie.

No esperé respuesta, salí y golpeé la puerta con decisión para quedarme a unos metros de esta en plena calle.

-          ¿Qué quieres, ser mi saco de boxeo, maricón?

-          Ayer cuando viniste a mi casa mi vecino te oyó golpeándome, se asustó mucho, llamó a la policía pero cuando llegaron ya te habías ido, yo negué todo y dije que eras mi amigo y estabas de broma, pero la policía dijo que te iban a “investigar”.

-          ¡Encima de maricona, chivata! ¡Entra, que te voy a dar mi pollita pa’tu boca y a follarte ese culito, pero esta vez “bieeeen” no como el otro día!

Su tono de voz delataba que era una mentira más grande que una catedral, un cebo para hacerme entrar y someterme a la lluvia de sus puños, codos y piernas, una cosa eran mis fantasías pero otra muy distinta era verlo así de enajenado tratando de atraparme con su mano.

-          No, yo no me chivé, yo te protegí y no le he contado nada ni a mi madre.

-          Y así va a ser, te vas a estar calladito… ¡Que te he dicho que entres, acércate, bujarrón!

-          No, no entro, el vecino va a sospechar… Está con la mosca detrás de la oreja.

-          ¿Tu vecino sabe lo maricón que eres, que te pones a espiar a los albañiles para hacerte pajitas y que vienes tratando de buscar mandanga con hombres machos?

-          Si lo sabe no lo sé, lo que sé es que le das muy mala espina y quiere echarte a la policía, pero yo quiero ayudarte porque no quiero verme declarando contra ti ante un juez. Si dejas de amenazarme y golpearme no te denuncio y si me dejas que te chupe la polla y que te coma el culo le digo a mi hermano el que es policía, que mi vecino está diciendo muchas locuras y que tú eres un albañil que simplemente se dedica a trabajar.

-          ¿Qué tienes un hermano en la policía, dices? Y vienes aquí a hacerme chantaje para chuparme la polla… Qué pena das, no te reviento porque... Mira, escucha, vamos a hacer una cosa, tú te vas, me dejas tranquilo y yo me olvido de ti, de que vives ahí y de que existes.

Para empezar se había tranquilizado y parecía que ya no me odiaba tanto, eso estaba bien, lo del hermano policía (mentira, lo mismo que la historia del vecino) parecía que lo había allanado bastante, pero al final era mucho más listo de lo que yo me pensaba y no se dejaba manipular y menos por un niñato como yo en aquel entonces, me había cerrado la puerta en mi cara contrariándome muchísimo. Entré en mi casa y lo volví a ver desde la ventana de la cocina revistiendo una pared con cemento y con la camiseta puesta, a pesar del calor.

Al día siguiente en su lugar estaban dos escayolistas sin ningún atractivo por la casa de enfrente, días después aparecieron pintores, carpinteros y a Marcos no lo volví a ver hasta unas semanas más tarde cuando la obra estaba casi completa. Lamentablemente ya habían instalado cortinas en las ventanas y no podía verlo bien, pero iba vestido con un mono azul y parecía que arreglaba algo en la cocina. La excitación, convertida casi en ansiedad, se apoderó de mí recordando ese rabo largo y picudo en mi culo, su cuerpo fuerte, definido y tatuado emanando litros de sudor de macho sobre mi piel y esa actitud suya repartiendo violencia y sexualidad a partes iguales, comencé a masturbarme en el baño recordando su aroma y el dolor que su rabo de macarra alfa me causaba, pero me guardé el pene, volví a asomarme para encontrármelo en la ventana de justo enfrente fumando mientras observaba fijamente mi casa y, para mi más absoluta sorpresa, al verme sonrió.

-          ¡Marcos!

-          ¿Qué pasa, tú? Me dijo hasta con cierta cordialidad.

-          ¿Trabajando?

-          Dando los últimos retoques, esta obra ya está lista, mira….¿Ehhh?

-          Rubén.

-          Ah, eso, Rubén ¿Vas a seguir por tu casa dentro de una horita o así?

-          Sí.

Su cara se le iluminó como se me tuvo que iluminar a mí, era la primera vez que me llamaba por mi nombre en vez de con un calificativo homófobo y muy contento, me hizo el gesto alusivo al acto sexual. Casi dos horas más tarde tocaban el timbre:

-          ¡Ven aquí, que te voy a meter una violada que te voy a reventar!

Me dijo exultante mientras cerraba la puerta con una mano y me jalaba del pelo con la otra, hizo que me arrodillara ante su paquete y se sacó su rabo en semierección para golpearme con él en la cara, abrí la boca y lo metió con brusquedad lo más adentro que pudo y por supuesto que me lo tragué con deleite, Marcos comenzaba  a jadear y yo le sobaba las bolas, su rabo tenía un sabor a macho exquisito, a sudor, a semen, a orín y a sexo. Nada más tener el rabo al palo se irguió para terminar de quitarse las botas y el mono de trabajo mientras yo me bajaba los pantalones para ponerle el culo en pompa en su cara, me regaló unas nalgadas fortísimas antes de meterme tres dedos humedecidos con su saliva, sentí el dolor de sus dedos en mi ano moviéndose con furia e instantes más tarde la cabeza de su pinga taladrando el agujero de mi culo para abrirse paso en él, cuando lo logró la clavó lo más adentro que podía clavarla, empezó para mí un infierno de dolor que poco a poco iba adquiriendo matices de placer.

Esta vez al macho no pareció importarle que me masturbara porque estaba demasiado centrado en romperme el culo y apretarme la cabeza contra la almohada para aplacar mis gritos. Traté de darme la vuelta para contemplar su cuerpo de albañil, pero me lo impidió ordenándome que estuviera quieto aunque minutos después, él mismo decidió cambiar mi posición y desplomarse con su cuerpo sudado y musculoso sobre mí mientras me penetraba con furia.

Sentir mi polla frotándose contra su abdomen sudoroso, sus tetillas contra mi pecho, unido al pestazo de sus sobacos, hizo que me terminada de empalmar, Marcos se apartaba con resquemor mientras yo me machacaba mi rabo contra su abdomen hasta que me gritó:

-          ¡Chúpame la polla!

Su verga estaba roja, grande y a punto de estallar, con ese capullo amenazante de color casi morado, pasé mi lengua en torno al glande y por su frenillo antes de tragármela mientras Marcos me daba bofetadas cada vez más fuertes. Por mi parte masajeaba sus dorsales, sus pectorales y le daba pellizquitos en sus tetorras mientras observaba sus facciones rudas, su boca grande y de labios carnosos, la nariz chata, la frente algo estrecha. No era un hombre guapo pero con ese cuerpazo musculoso en su justa medida, sus nalgas turgentes, su polla larga, esos tatuajes y esa actitud de matón presidiario derrochando tanta virilidad, llegaba a resultar mucho más que atractivo. Me volvió a colocar a cuatro patas y no tardó en correrse dentro de mí para acto seguido incorporarme para tragar su rabo duro aún y, aunque tuviera el culo doliéndome como cien patadas en los huevos, pajearme como un poseso para correrme de gusto magreando ese cuerpo tan rudo y masculino.

Marcos se quedó un rato en mi casa mientras hablábamos y me permitía que besara y recorriera con mi lengua y las yemas de mis dedos todo su cuerpo, desde su pelo hasta sus pies grandes, lampiños, robustos y de formas redondeadas.

Me contó que tenía 27 años, de los que casi cuatro había estado en la cárcel, que tenía tres hijos, el mayor de diez años y la más pequeña de uno y todos con tres mujeres distintas. Además le gustaban los coches, el fútbol, el boxeo, el kick boxing, el muay thay… Y salir de fiesta con sus amigos a buscar chicas a las que follarse o, en su defecto, hombres con los que pelear. Yo acariciaba su cuerpo mientras escuchaba sus historias, hablaba como consigo mismo, sin que pareciera que le importara si lo estaba escuchando o no, sin preguntarme nada, pero no podía disimular el cómo se estremecía placer cuando jugaba con sus pezones, cuando recorría con la punta de mi lengua su ombligo y los pelitos de debajo o le daba besitos en el frenillo y su glande. Sintiendo en su tono de voz, sus contorsiones y lo relajado de su actitud, me di cuenta de que se estaba excitando y le pregunté:

-          ¿Nunca habías estado con un hombre?

Marcos puso una mueca burlona antes de responder mientras se encendía otro cigarrillo:

-          ¿Qué si le he follado el culo a más mariconas, es lo que quieres decir?

-          Eso es estar con un hombre, pero bueno…

-          Yo no estoy “con” hombres, yo le puedo joder “la cula” a una maricona, que no es lo mismo.

-          Bueno ¿Pues te habías follado a más hombres?

Me miró con displicencia cuando rechacé su matiz de “hombre” o “maricona”, intuí que me fue a decir algo desagradable pero no encontraría el qué y respondió:

-          En la cárcel unas cuantas veces buenas, también en el colegio le metí una enculada a uno en el baño y me expulsaron, luego a un viejo que no paraba de mirarme en la playa y cuando se fue, lo seguí y le peté el culo antes de quitarle todo lo que llevaba… No hace mucho le rompí el culo a un subnormal que me debía muchos euros, lo tenía virgen y como gritaba el cabrón ese… Jajajajaja

-          ¿Pero nunca te has sentido atraído por un hombre?

-          ¿Yo? No, ni de broma, ya te dije que esto no es follar, esto es… Hacer “otra cosa”.

-          ¿Pero te gusta que te toque?

-          Emmmm, sí, bueno, me…. Me excito y te veo…Y…

Se incorporó de la cama, apagó el cigarrillo sobre mi pecho y sin darme tiempo a protestar ni venir a cuento me dio una fuerte bofetada, me agarró del cuello, me puso a más altura de su cara (era algo más alto que yo en aquel entonces, Marcos debía medir 1,83 más o menos) y con la otra mano me golpeó en el estómago para dejarme caer, me derribó con un barrido de su pierna para patearme un par de veces más, me hice un ovillo y Marcos se agachó para acercar su cara a la mía, tirarme del pelo y gritarme:

-          ¡Si no fueras tan mariconazo ni me andases buscando como una perra en celo, no tendría que hacerte esto!

Me escupió en la cara y mientras sacaba mi lengua para degustar el sabor a tabaco de su saliva, me metió su rabo en mi boca nuevamente mientras yo disfrutaba acariciando la densa pelambrera de su pubis, pero el albañil no estaba para mamadas en ese momento, tras ponérsela bien dura mientras me insultaba y me daba manotazos en la cabeza, le ofrecí mi culo alzando mis piernas y abriéndomelo yo mismo.

-          ¡Pero cómo te gusta, qué guarro qué eres!

Me dio otra bofetada y apoyándose en mis piernas me metió el rabo de golpe, como siempre hace y se ponía a menearse y jadear como un perro, empezó a darme pollazos más fuertes y rítmicos mientras yo le pellizcaba los pezones y le acariciaba el estómago. Marcos taladraba mi ano y ponía una cara de placer indescriptible hasta que, sin ningún motivo, su rostro se tornó a ira y propinándome un golpe en el estómago con el puño cerrado mientras penetraba me gritó:

-          ¿¡Tú, qué haces disfrutando tanto conmigo, gay asqueroso!?

Me dio varios pingazos más cargados de rabia, se sacó el pene y me ordenó que me arrodillara y me recostase sobre el sillón dejándole el culo a tiro, me penetró como nunca mientras el dolor me paralizaba hasta que logré comenzar a masturbarme mientras el macho atraía su cuerpo contra el mío. Me dio un fuerte empujón y siguió dándome manotazos y golpes a puño cerrado en la espalda y la cabeza mientras yo me masturbaba hasta sentir un gozo sublime y volver a eyacular sobre el piso, más o menos al tiempo que Marcos rebajaba la intensidad de sus embestidas y subía el volumen de sus bufidos, se cansó de pegarme y me agarró de ambos brazos para atraerme de nuevo hacia él, hacerme sentir su cuerpo moreno y sudado frotándose contra mi espalda y volverme a empujar contra el sofá con extrema violencia, volvió a dar unos pollazos fortísimos y un manotazo en mi cuello que me dejó marca varios días, justo antes de eyacular dentro de mí.

Se encendió otro cigarrillo más mientras me miraba con cierta satisfacción y yo, agradecido y con mi culo casi desgarrado,  me abrazaba a su duro torso sudado con mi cuerpo dolorido por los golpes. Marcos no tardó en apartarme acabando con aquel mágico y único abrazo, aunque me permitió seguir acariciando su cuerpo. Terminó de fumar, hizo el gesto de volver a apagármelo sobre mi piel pero me aparté y finalmente me lo arrojó a la cara. Se puso de pie, buscó sus cosas y comenzó a vestirse. Recogí la colilla aún encendida del suelo, la apagué en el fregadero recordando el que iba dirigida a mí y le pregunté a Marcos.

-          ¿Me das tu número de teléfono?

-          Ya te dije que te olvidaras de mí y que yo me olvidaba de ti.

-          Pero hoy no te has olvidado.

-          Es que no podía parar de pensar en ese culito que tienes y lo bien que te portas con toda la caña que te doy, además, que te merecías un “premio gordo” por no meter a la policía en esto.

Su tono era casi hasta amigable, terminó de vestirse, tomó sus cosas y antes de abrir la puerta se señaló la polla y me dijo:

-          Venga, dale un besito de despedida, si quieres.

Me dirigí hacia él, le bajé la cremallera del mono y los calzoncillos, le acaricié la selva de pelos de su pubis y paseé mi lengua, labios y dientes metiéndola en mi boca antes de darle primero besos y luego lametones, a esa polla torturadora, larga y sin circuncidar,  con el glande puntiagudo y muy gorda en la base, se la cubrí a lengüetazos, me la tragué hasta el fondo e incluso le llegué a dar algún mordisquito en el tronco hasta que Marcos se apartó y sonriéndome me indicó con un gesto de sus manos que “la despedida se había terminado”. Le di un último beso con lengua en el prepucio y el glande antes de cubrírsela, y colocarle al albañil sus calzoncillos. No le cerré la cremallera del mono y aún arrodillado ante él,  me dediqué a chuparle el abdomen y su ombligo salido, a tocarle sus pezones saltados antes de subir a lamérselos y finalmente a acariciarle, olerle y pasar mi lengua por los vellos de sus axilas por última vez. Marcos me permitió hasta que le lamiera el cuello. Le atusé la polla y los huevos, se la besé sobre la tela de su bóxer por última vez y finalmente se subió la cremallera privándome de la vista y el tacto de ese cuerpo maravilloso.

Abrió la puerta y antes de irse me extendió la mano y me dijo:

-          Suerte, Rubén, y ten mucho cuidado con los hombres, con los hombres como yo.

-          Suerte a ti, Marcos, y ten cuidado tú con no hacerle daño a nadie.

-          Eso es lo que he hecho contigo, tener cuidado y no hacerte daño, ahora te toca tener cuidado a ti.

FIN