Violadas en Namibia

Llegamos a Namibia donde mi amiga Lucia y su marido nos esperaba para hacer de anfitriones.

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El viaje desde El Cabo hasta Walvis Bay duró solo3 días.  Según avanzábamos hacía el Trópico el frio iba desaparecido pero todavía sin poder echar cohetes.

En la ciudad Namibia nos esperaba mi amiga Lucia.  Walvis Bay es conocido mundialmente pues junto a las Seychelles es donde se encuentra parte de la flota pesquera española.  De hecho la ciudad incluso tiene la famosa Casa del Mar como si fuese un puerto español.

Lucia se había casado con un ejecutivo de una empresa pesquera gallega.  Hacía un par de años les habían destinado a Namibia y allí vivían felices desde entonces.  Lucia y yo nos hicimos muy amigas en Iberia y la verdad nos corrimos unas buenas fiestas juntas, pero claro éramos más jóvenes y más alocadas.

Me hizo gracia ver que mi amiga iba muy poco arreglada y nada pintada.  Según me bajé del catamarán nos abrazamos las dos fuertemente.

-       ¿qué es de tu vida?

-       Pues ya ves chica, aquí perdida en donde Jesucristo perdió las zapatillas.

-       No te quejes que seguro que vives como una reina.

-       Si, como una reina.  Una cárcel de oro.  Mucha casa grande, mucho servicio, mucho todo pagado, pero al final aquí solo hay marineros y nada de vida social.  Mira como vengo, que ni me preocupo en arreglarte.

-       Pues quien te ha visto y quien te ve.

-       Ya ves chica, y eso que no tengo niños que sino…  ¿Y tu que tal?

-       Pues ya ves dando la vuelta al mundo ja ja.  En serio disfrutando de la ultima parte del viaje después de una año tocándonos la barriga pues va a costar volver a trabajar.

-       La barriga y otras cosas so golfa, que mira que te conozco.  Además, el tío esta muy bueno.  Espera que te lo presento – cogí a mi amiga por el brazo y la ayude a subir en el barco donde el dueño hacia ciertos preparaciones para dejar el barco amarrado.

-       Mira José – dije -  esta s Lucia, la amiga de que te hablé – José le dio dos besos.

Me fui con Lucia dejando a José acabando.  Entramos en un curioso café al lado del puerto.

-       me tienes que contar, cuanto tiempo sin vernos.  ¿qué tal viviendo aquí? ¿qué tal con Sebas?

-       Ufff cuantas preguntas, ja ja.  Bueno, aquí una mierda, la verdad es un pueblo en la costa, frio, con el desierto aun lado y el mar al otro.  Hay españoles, pero solo hay realmente marineros.  Chicas solo un par de ellas, pero las típicas mujeres de pueblo que acompañaron a los maridos capitanes de barco.

-       ¿y con Sebas?

-       Pues ya sabes… la vida de casada.

-       ¿Y esa vida es de follar mucho o de follar poco?

-       Pues sinceramente, más bien poco.

-       Con lo alocada que eras de joven.

-       ¡Mira quien habla! – dijo mi amiga.

-       Bueno, yo lo era y sinceramente, lo sigo siendo.

-       ¿Con José bien?

-       Con José superior, llevo un año que no paro.

-       ¿De verdad?

-       Pues si.  José y yo éramos amigos en Barcelona.  El típico follaamigo de aquí te pillo aquí te mato, pero no sé.  Surgió lo de dar la vuelta al mundo y desde que nos embarcamos no hemos dejado de follar… si yo te contara.

-       Pues cuenta – dijo mi amiga medio gritando en broma

-       Pues si, este año me he soltado la coleta.  Hemos hecho de todo.  Hemos metido otras personas en nuestra cama, hemos hecho intercambios, me lo he hecho con mujeres, con dos hombres.

-       Bueno, eso no es nuevo para ti, querrás decir que te has vuelto a soltar la coleta.

-       Bueno, llevaba tiempo sin montar numeritos como los que montábamos las dos juntas en nuestro años mozos.

-       Si joder, a veces hecho de menos esos días en los que dudábamos a los pilotos de dos en dos.

-       Si joder que tiempos.  Menudas juergas.

-       Lo que nos costó follarnos juntas al primero.

-       Si, pero en el momento que metimos al primero juntas en una cama, no nos cortamos.  ¿Eh?

-       Si, el día que te enamoraste, la cosa cambio mucho.

-       Me vas a decir ahora que dejaste de follar.

-       No, pero deje de comerle el coño a alguien mientras me empalaban.

-       ¿Y eso te gustaba?

-       Me volvía loca.

José entró en ese momento y se pidió un café.

Hablamos de banalidades durante media hora hasta que decidimos irnos a casa de Lucia y Sebas.

La casa era amplia, una chalet con vistas al mar.  Una sirvienta negra nos abrió la puerta y nos guió hasta nuestra habitación.

Nos dedicamos a descansar hasta que Sebas llegó del trabajo.  Hacía años que no le veía y la verdad es que seguía siendo un hombre atractivo.  Hicimos las presentaciones y pareció que José y Sebas se cayeron bien.

Cenamos un excelente pescado y a eso de las 10 de la noche nos fuimos a dormir.

Nos levantamos tarde y nos dirigimos a hacer una excursión a las dunas de las afueras de la ciudad.  La verdad es que estuvo muy bien pues había un servicio que te subía en quark la duna y desde allí te tirabas en trineo duna abajo.  Divertidísimo.  No sé le numero de veces que bajé.  Unas sola, otras con Lucia, otras con José e incluso un par de ellas con Sebas.

Comimos en un restaurante al borde del mar y después de un par de copas nos dirigimos hasta casa a seguir con las copas.

La verdad es que era obvio que a los cuatro nos encantaba beber pues para la hora de la cena estábamos los cuatro diciendo chorradas y con la risa floja.

Sebas pidió unas pizzas y más alcohol.

Creo que la liamos cuando Lucia entró en el salón con una bolsa de marihuana.

-       ¿desde cuando fumas porros? – le pregunté con la risa tonta.

-       Bueno la tenemos para follar.  Me encanta follar emporrada, ya sabes, hay cosas que no cambian.

-       Lo años no pasan – dije yo.

Para cuando llegaron las pizzas no parábamos de llorar de risa, el repartidor debió de flipar, pero una buena propina le hizo cambiar su cara.

A Lucia se le fue la lengua. Creí morir de risa cuando describió como yo le comía el coño mientras un sobrecargo de Iberia medio mariquita le daba por el culo

–      le chico debía de estar muy necesitado para enganchar el culo de esta.

–      Pues luego te rompió el tuyo.

Sebas se quedó alucinando de lo que oía y obviamente empezó a dar hacernos preguntas y preguntas.  José que también estaba como una regadera ayudo a su nuevo mejor amigo y dos copas después entre mi amiga y yo les habíamos contado a esos dos salidos como en un vuelo a Londres nos habíamos ido de copas con el comandante del vuelo y como acabamos en la cama con él compartiendo su rabo.  Contamos como después de aquel piloto cincuentón, por nuestra cama pasaron desde azafatos a pasajeros, desde recepcionistas de hotel hasta estudiantes conocidos en discotecas, desde un chofer de las furgonetas que nos llevan del aeropuerto al hotel hasta alguna que otra amiga.

Describimos a dos voces como nos penetraban con grandes rabos, como nos mordían las tetas, como gozábamos la una de la otra mientras detrás nuestra alguien martilleaba nuestros mojados coños.

Los chicos estaban calientes y a nosotras dos nos producía un morbo tremendo tenerles tan calientes.

No se si echarle la culpa a Lucia o echarle la culpa a Sebas, pero todo se desmadró cuando Lucia entró en el servicio que daba al salón.  Ni se cortó un poco, sin cerrar la puerta se subió la falda, se bajo las bragas y sin dejar de reír se puso a mear.

Su marido totalmente borracho se acercó a ella y le metió a mano en la entre pierna.

-       ¿Así te gustaba que te tocase tu amiga? – le preguntó mientras jugaba con su meón coño.

Lucia abrió un poco más las piernas y se dejo hacer por su marido que tocaba y tocaba su almeja mientras su mano se iba llenando de orín.   Lucía se echó hacía atrás apoyando su espalda sobre la cisterna del wáter mientras su marido seguía tocándole el coño.

José y yo mirábamos descojonados de risa desde el sofá en el que estábamos.

Los chicos seguían a lo suyo cuando José metió su mano por debajo de mi falda llegando a mi sexo y empezando a acariciarlo.

Me pone como loca cuando José se lanza a un aquí te pillo, aquí te mato.  Abrí mis piernas y le di acceso a mi rosada raja.

Cuando José me quitó las bragas y subió mi falda en el baño nuestra anfitriona ya tenía en su boca la polla de su marido y lamía como loca.  Esta claro que cuando algo nuevo pasa en nuestras vidas, nuestra libido sexual se dispara.

No aguanté más y metiendo mi mano en el pantalón de José saqué su cagada arma y atrayéndole hacía mi me la metí de un golpe en mi coño.

José me dio la vuelta y me puso a cuatro patas sobre el sofá sin sacármela de la vagina.  Me agarró de mis caderas y empezó a darme con fuerza y pasión.  Estaba ya con la lengua fuera cuando delante mía se puso a cuatro patas mi amiga Lucia quien ya desnuda esperó medio segundo a que su marido la penetrase viniendo desde detrás.

Después de tantos años veía como las tetas de mi amiga se movían delante mía fruto del vaivén de una follada.  Ambas nos mirábamos, especialmente nuestros pechos moverse.  Lucia jadeaba con la lengua fuera lo cual me empujó a acercar mi boca y succionar esa lengua tan apetitosa.  Nos morreamos como locas mientras José me pellizcaba los pezones y Sebas azotaba el culo de su mujer.

Lucias estaba en medio de un orgasmo y yo a puntito cuando la puerta de salón se abrió de golpe.

Los cuatro nos quedamos mirando, tres hombres, negros como los cojones de un grillo nos apuntaban con una escopeta de cañones recortados y dos revólveres.  Los tres nos apuntaban a la cabeza.  Nos quedamos de piedra.

-       ¿dónde esta el dinero cabrones? – gritaban los negros

-       no hay dinero – dijo José aún con la polla en el cuerpo de Lucia.

-       si hay dinero blanquito cabrón – gritaba el que llevaba la luz cantante

-       Te he dicho que no.

-       Hijo de puta, claro que lo hay y me lo vas a decir.

Los tres negros nos separaron y con una cinta americana desnudos como estábamos, nos ataron dejándonos tirados en una esquina del salón.

-       como no me des el dinero que tienes escondido nos vamos a follar a tu mujer.

-       No hay dinero, perdéis el tiempo.  No os atreváis.

A un gesto del jefe, uno de los negros cogió a Lucia del hombro y tiró de ella arrastrándola fuera de su habitación.

El que llevaba la voz cantante les siguió y desapareció.

No pasaron muchos minutos hasta que empezamos a oír gemidos desde la habitación.  Los hijos de puta no se cortaba un pelo cumpliendo sus amenazas.  Me imaginaba a mi pobre amiga siendo violada por aquellos dos asquerosos hombres.

El que nos vigilaba cogió a José y a Sebas y los ató los pies y les puso un trozo de cinta en la boca para que no pudiesen gritar.

Me temía lo peor y lo peor ocurrió.  Una vez inmovilizados los hombres, el negro me cogió también de mis hombros y me empujó hacía a la habitación donde destrozaban a mi amiga, solo dije una frase.

-       Sebas, por Dios, dales el dinero.

Fui empujada a pesar de mi resistencia a la habitación.  Me quedé helada al ver que en la cama, Lucia chupaba un inmenso rabo y era fornicada por el otro negro mientras levantaba las piernas sujetándolas con su mano mientras movía las caderas al compas de las embestidas.

Lucia parecía disfrutar, el negro me tiró sobre la cama dejando mi culo en pompa.  El negro sacó su polla de su pantalón y después de pasármela de arriba a bajo por mi raja me la metió de una fuerte envestida.  Creí ver las estrellas, salvó alguna noche  loca en la que había jugado conmigo y un vibrador de tamaño XXL, jamás me habían metido una cosa similar.  Me resistí lo que pude, pero era tal la fuerza de mi violador y tanto el gusto que me estaba dando que sencillamente empecé a dejarme a hacer.

Era una polla inmensa.  Notaba sus pliegues en mi interior.  Me golpeaba sin pausa el fondo de mi coño y me estaba matando de gusto.  Me resistía a gemir, pero después de 5 minutos de duro machaque no pude aguantarlo más y grite de placer.

A mi lado Lucia se corría una y otra vez.  Los negros que la cubrían se iban intercambiando posiciones sin que ella opusiese ninguna oposición.   Me di cuenta que ahí había gato encerrado cuando Lucia empezó a morrear con uno de los negros.  Lucia empezó a dirigir su polvo haciendo al recién besado que se tumbase introduciéndose aquel maravilloso falo hasta el interior de su mojado coño.   Dio cortas ordenes al otro violador para que la tomase analmente.

El mío me estaba matando de gusto, pero aun así me moría de curiosidad por saber si aquella joya podría entrar en el recto de mi amiga.

Nos ha jodido que entró, de hecho entró como la mantequilla.  Lucia gritaba de gusto mientras los dos negros perfectamente acompasados le daban son rabia y sin piedad.

-       tienes que probarlo Sofía, no sabes el gusto que dan estas pollas – Lucia decía entre espasmos

La verdad es que se la follaron duro, sin piedad durante más de 20 minutos hasta que la ex azafata muerta de tanto orgasmo seguido pidió un descanso.

Mi violador era un fiera y me hizo correrme unas cuantas veces, pero sin poder dejar de sentir envidia por la caña que Lucia estaba recibiendo.

-       darle lo mismo a mi amiga – ordenó una autoritaria Lucia.

Fue un visto y no visto.  El que me follaba sacó su polla de mi coño, con una navaja cortó la cinta americana que apresaban mis muñecas y me hizo sentar en la polla de uno de los que se acaban de fornicar a Lucia.  Rápidamente el otro me hizo tumbar sobre el pecho de negro y su olor a macho y poco a poco empezó a introducirme  aquel rabazo en todo el culo.  Cunado las dos polla se encontraron en mi interior creí morir de placer.  Aquello no era nada, el placer de verdad empezó cuando ambos empezaron a moverse en mi interior.  En pocos segundos me vi como mi amiga acababa de estar, los órganos empezaron a incuncar mi cuerpo.  El tercer negro acercó su polla a mi boca y sin pensarlo me la metí en la boca y empecé a mamar.  Mi amiga Lucia ya medio recuperaba subió su boca y empezó a lamer las negras pelotas del chico.  Mi amiga fue subiendo por las pelotas y lamiendo el gran rabo se fue acercando a mi boca hasta que acabamos besándonos y lamiendo aquella hermosa polla a la limón.

Los dos que me follaban no pararon de darme hasta que fueron ellos los que se corrieron.  Primero fue el de mi culo que me llenó el culo de caliente esperma, el otro sacó su polla de mi coño poco después y descargó sobre mi barriga.  El tercer hombre no tardó en correrse llenando nuestras caras de blanca esperma.

Caímos los cinco muertos sobre la cama.

-       iros de aquí – les dijo Lucia cuando recuperó el habla.

Los tres chicos cogieron su ropas, sus armas y salieron a la carrera por donde habían venido.

-       ¿qué coño ha sido esto? – le pregunté a Lucia.

-       Ja ja ¿te ha gustado?

-       ¿Pero que coño ha sido?

-       Ja ja, deja que te lo explique.  A Peter es a uno que me llevo follando unos meses, en realidad me los he follado a los tres.  Los otros dos son amigos de él.  Tu no te acuerdas, pero hace años te prometí que nos follaríamos juntas a unos negros.

-       Ya, pero ¿las armas?

-       Nos iba a ser imposible hacerlo con esos dos cerca y claro no nos iban a dejar solas.

-       ¿Pero pensé que estabas enamoradísima de Sebas y además te tenía muy satisfecha?

-       Y lo estoy.  Pero en una tarde tonta probé el pollón de Peter y claro una cosa es el amor, otra la pasión conyugal y otra las pollas de esos tres.  Quería que las probases.

-       Mira que eres zorra.  Esta claro que la que nace zorra,  muere zorra.

-       Mira quien habla.

-       Yo soy una victima.

-       Tu eres tan zorra como yo – y me dio un largo morreo mientras ponía la mano en mi coño chupándosela a continuación.

-       ¿Y que les decimos a estos?

-       ¿Pues que les vamos a decir?, que nos acaban de violar.

Desnudas como estábamos fuimos al salón haciendo como que estábamos tan asustadas como contentas de verles bien.  Les desatamos.

Cuando los chicos se vieron libres de sus ataduras nos abrazaron y nos interrogaron sobre lo ocurrido en la habitación.  Nos consolaron hasta que llegó la policía.

Nos pasamos más de dos horas con la policía poniendo una denuncia por violación.  Afortunadamente, no nos pidieron demasiado detalles de la violación como tal.  Aun así es impresionante como se puede mentir en equipo y que resultase creible.

Durante la siguiente semana los chicos nos cuidaron como reinas y no pararon de mimarnos hasta que José y yo volvimos a embarcar.  Me costó convencerle que no debíamos suspender el viaje.

Lucia y yo nos sonreímos cuando el barco se iba alejando del muelle.