Violada y ayuntada por el ex novio de mi hija
Salí de la iglesia un domingo y me fui hasta la casa, en donde vivo yo sola. Aquí me sentí de pronto atacada por un muchacho, al que yo conocía, de la edad de mi hija, su ex novio, un muchacho muy grande y muy fuerte. Me viola y termino por disfrutar de la violación. Desde entonces formamos pareja.
Violada y ayuntada por el ex novio de mi hija
Resumen:
Salí de la iglesia un domingo y me fui hasta la casa, en donde vivo yo sola. Aquí me sentí de pronto atacada por un muchacho, al que yo conocía, de la edad de mi hija, su ex novio, un muchacho muy grande y muy fuerte. Me viola y termino por tomarle gusto a la violación. Desde entonces formamos pareja.
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Hola: Soy Leonor. Vivo en México, aunque soy de El Salvador, pero llegué a vivir a México desde los años 70’s, debido a los problemas en mi país; mis padres pidieron asilo político y me trajeron siendo una bebé todavía.
Soy católica; divorciada desde hace ya más de un año. Tengo 42 años y dos hijas, que ya no viven conmigo, viven con sus parejas.
Yo vivo sola, en una casita cerca de un parque y de una iglesia, adonde voy los domingos, generalmente a medio día. En esa iglesia siempre me encontraba a un muchacho, ex compañero y ex novio de una de mis hijas, que siempre me saludaba, muy atento, aunque siempre de lejos.
Siempre lo veía como que me quería hacer la plática, pero a final de cuentas se arrepentía.
Yo siempre he sido conservadora y muy apegada a la iglesia. Generalmente asisto con vestido de una sola pieza, a la rodilla. Saliendo de la iglesia regreso a la casa, adonde generalmente como sola y luego veo la tele en la tarde, para el lunes temprano irme a trabajar, pues yo soy maestra de educación física y doy clases, “deportes”, en una escuela secundaria de religiosas, y por ello conservo un cuerpo bonito, aunque yo no soy una belleza.
De niña y de adolescente fui bastante gordita, y luego de mis dos embarazos, engordé un poco más, pero por mi profesión y para tratar de retener a mi esposo – que sentía que lo estaba perdiendo (y lo perdí) – comencé a adelgazar, a seguir una dieta, rutinas y…, conseguí tener una figura atractiva, para mi edad, aunque muy tarde para salvar a mi matrimonio.
Soy morena, 1.60 m, ojos negros, grandes, chata, cara redonda, poco busto, buenas nalgas, buenas piernas, 60 kg.
Un Domingo al salir de la iglesia, vi que ese muchacho, Daniel, me seguía. Lo esperé pues creí que me quería hablar de algo de él y/o de mi hija, aunque ya tenía tiempo que habían terminado, pero no se acercó, solamente me siguió de lejos, hasta que llegué a la casa y me metí. No le di mayor importancia.
Siempre que llego a la casa acostumbro quitarme mi vestido y mi brasier, pues como mis senos no son muy grandes y sí firmes, no lo necesitan mucho y en la casa casi siempre ando sin brasier, ando solamente con mis pantaletas, cubierta por una bata.
Ese día no fue diferente. Me quité mi vestido, lo colgué, me quité mi brasier. Me quedé tan sólo con mis pantaletas, unas blancas, grandes, a la cintura, conservadoras, lo mismo que yo. Me iba a poner yo mi bata cuando al voltear me sorprendo de ver a Daniel: ¡estaba yo solamente con mis pantaletas!:
- ”¡Daniel!”,
le grité, tratando de cubrirme con algo, mis senos, que estaban al descubierto, pero él se me echó encima y quería besarme en la boca.
- ”¡Daniel…, suéltame…,déjame…!, ¿qué te pasa…, te has vuelto loco…?”.
Daniel es un muchacho alto, 1.87 m, (también hijo de inmigrantes, de la antigua Yugoeslavia) atlético, jugador de basketbol, de sólo 20 años apenas, aunque en ese entonces sólo tenía 18, pero iba para los 19.
- ”¡Daniel…, …’tate quieto…,déjame…, suéltameee…!.
Empezamos a forcejear, pero él es muy fuerte y mientras trataba de besarme no dejaba de agarrarme los senos y trataba de introducirme su mano por adentro de mis pantaletas.
- ”¡Daniel…, suéltame…, suéltameee…!.
Yo me había hecho “bolita” para tratar de defenderme y él trataba de quitarme las pantaletas, hasta que me las terminó por romper y quitar a pedazos, para lanzarme a mi cama, subirse sobre de mí, y como no quería yo abrir las piernas ni me animaba a cederle, me dio dos cachetadas muy fuertes que me dejó completamente aturdida. Luego de eso me penetró:
- ¡Aaaayyy…!.
¡Me lastimaba, pues estaba yo sin lubricación y cerrada de mi vagina…, con tanto tiempo de abstinencia sexual…!.
Me quejaba y peleaba, a pesar de continuar aturdida, tratando de librarme de él, pero él estaba en posesión de mi cuerpo y en la posición adecuada, en la mitad de mis piernas, con su pene adentro de mi vagina, y se puso a bombearme, con fuerza y con rapidez, de adentro hacia afuera, con mucha pasión y velocidad.
Mi cuerpo no es de hule y, con más de un año sin tener relaciones sexuales, casi dos (desde antes de mi divorcio), mi cuerpo me traicionó y me empecé a lubricar, y luego de ello a gozar y a disfrutar de aquella penetración. ¡Ya no podía yo negarme: ya había cruzado la línea, ya no había vuelta atrás, estaba penetrada completamente; mi vagina estaba llena ya de mis secreciones!.
- ¡Daniel…, agh…, Daniel…, agh…, Danieeel…!.
¡No podía yo creerlo, que ese muchacho, que se encontraba abusando de mí, que me estaba violando, también me pudiera regalar algo de placer y de gozo.
No se si su pene será muy grande, pero sí es mucho más grande que el de mi ex marido y sobretodo, lo sentía yo muy erecto, muy rígido y sólido.
Me estuvo penetrando por un largo rato, no se, quizás unos quince o veinte minutos. No decíamos palabra, pero yo sí suspiraba, me quejaba y gemía.
- ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!,
¡Daniel me hacía que pujara cuando me la metía hasta lo más profundo de mí!; no estaba acostumbrada a algo tan salvaje y violento, y fui presa de mi misma. ¡Los deseos me habían traicionado!.
- ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.
Cuando Daniel estaba a punto de terminar, que ya estaba por venirse, por eyacular, entonces sí dijo algo, mi nombre, muchísimas veces:
= ¡Sra. Leonor…, Sra. Leonor…, la amo, Sra. Leonor…!.
Cuando terminó – dentro de mí – le pregunté por qué lo había hecho si yo no le había dado motivos para ello, si nunca lo había provocado, si nunca había sido mala con él, ni cuando “andaba” con mi hija.
Él me dijo que siempre había estado enamorado de mí, que me espiaba por todos lados y que como sabía que yo no andaba con nadie, él quería ser mi pareja, pero no supo nunca cómo pedírmelo, y por eso la violación.
Estábamos platicando, en la cama, desnudos, tapados con una sábana cuando descubrí que él ya tenía de nuevo una erección; yo igual, andaba bastante caliente, sentía que mi rajadita estaba completamente mojada, de su semen, que todavía no me limpiaba, y de mis nuevas “emociones”. ¡Lo volvimos a hacer!. Ahora no me detuve a mis emociones; ¡ahora sí lo besé, con pasión!. Él me penetró a lo salvaje, ¡delicioso!, hasta que luego de un rato, se volvió a venir en mi vientre.
- ¡Daniel…, qué delicia, chiquito…, Daniel…, agh…, Danieeel…!.
Nos quedamos recostados un rato, uno al lado del otro, hasta que por fin me paré. Me fui para el baño; me aseé, me lavé, me puse una pantaleta limpia (la otra había terminado destrozada) y me cubrí con mi bata.
Lo invité a comer; seguimos platicando. Me contó de su amor por mí, desde niño, y que como yo no le hacía caso, por eso anduvo con mi hija, para sentirse cerca de mí.
Yo no estaba enamorada de él, ¡ni lo había imaginado!, ¡nunca ni siquiera me había pasado por mi cabeza!, pero luego de tener sexo con él, de haber sido violada por él, mi cuerpo entero se había “despertado” y…, como el apetito viene al comer, y nosotros acabábamos de comer…, volví a tener ganas de hacerlo de nuevo.
¡Volvimos a hacerlo!, ya bastante más calmados, más meditado, sin morbo ni posiciones extrañas; lo hicimos en la forma tradicional, de misionero. Me recosté en la cama y me abrí de piernas para recibirlo. Él se colocó enmedio y encima de mí y suavemente comenzó a introducirme su pene.
Aunque ya estaba yo más lubricada, aun estaba bastante cerrada, por la abstención prolongada que había yo tenido, y me lastimó un poco al momento de introducirlo:
- ¡Despacio Daniel…, suavecito…, me duele…, llevo más de dos años sin
hombre…, sin tener relaciones sexuales…, casi me estás estrenando de
nuevo…!.
Daniel me lo hizo con mucho cuidado, pero le pedí que se estuviera tranquilo, que no me bombeara, que dejara que me acostumbrara a su pene dentro de mí, y así lo hizo el muchacho, que mientras esperaba, me agarró la cabeza y me comió a besos mi boca, dándome también su lengüita. ¡Qué bonito es besar…!. Sentí que nos fundíamos en el beso y…, Daniel comenzó con los movimientos de nuevo.
No duró mucho tiempo y a los pocos minutos se vino. Se quedó por un rato encima de mí, hasta que perdió su erección y entonces vino a recostarse a mi lado. Me abrazó pasando su brazo izquierdo por debajo de mis hombros y yo le acomodé mi cabeza en su pecho:
= ¡Te quiero mucho…!. ¡De veras…!, ¡siempre he estado enamorado de ti…!.
Me dijo ese chico, luego de nuestro paroxismo carnal.
La noche ya había caído; se estaba ya haciendo tarde y…, el chico se fue, pues aunque vive muy cerca de aquí, de mi casa, él todavía vive con sus papás y tiene que reportarse con ellos y avisarles si sale, pues las cosas aquí están muy feas.
Desde ese día me visita cuando quiere, usando la llave que él tenía cuando venía a visitar a mi hija.
Hemos hecho algunas cosas que nunca me pude haber imaginado, además del acto sexual. Aunque nuestra relación sigue siendo en secreto, no estoy para nada arrepentida de andar con él, de tener relaciones sexuales con él, de “a escondidas”, pues podría ser mi hijo.