Violada por una taxista

Noemi cae presa de Pamela al verse obligada a coger su taxi. ¿Estará dispuesta a pagar el precio? Incluye lésbico, dominación y no consentido.

¡Menudo Desastre!

El día no podía empezar peor.

Había venido a un congreso a Barcelona y alguien se había confundido de maleta. No es que yo tampoco me hubiera dado cuenta, porque cuando la saqué de la cinta estaba convencida que se trataba de la mía, pero cuando el bebé de la señora que tenía pegada a mí le dio por vomitar sobre mi vestido, tuve que ir directa al baño a cambiarme.

La sorpresa me la llevé al ver mi equipaje, compuesto por todo tipo de disfraces de lencería erótica talla S.

No podía hacer más que rebuscar entre todo aquel despropósito y cruzar los dedos porque alguno fuera lo suficientemente decente y ancho, para que cupiera dentro.

El vestido que llevaba era blanco y había sido imposible quitarle la mancha y el olor.

Resoplé decidiéndome por el menos ofensivo. Un disfraz de colegiala putón. Faldita a cuadros que no cubría del todo mis más que generosas nalgas y camisa blanca que apenas me abrochaba, pues mi busto estaba pensado para una talla L. Encima no llevaba sujetador y el tejido de aquella prenda era sumamente transparente.

Por lo menos podía cruzarme el bolso y tratar de disimular.

Fui al mostrador de atención al cliente, en el cuál el chico no podía dejar de mirarme las tetas. Yo estaba del color de las cerezas. No estoy ni siquiera segura de que apuntara un solo dato bien, aunque me aseguró que se pondrían en contacto conmigo en cuanto la propietaria de la otra maleta apareciera.

Solo tenía ganas de llegar al hotel y ver si con un poco de suerte había una tienda de ropa cerca.

Me dirigí a la parada de taxis, podía sentir las miradas de los hombres y las reprobatorias de las mujeres. Tenía ganas de gritarles que yo no era así. Pero habría sido absurdo.

Me llamo Noemi, tengo veintisiete años y trabajo para una multinacional de telefonía móvil. Soy morena, de ojos oscuros y cuerpo con curvas. Mi padre es de México, casado con una española y por mis venas corre sangre latina, aunque nací en Madrid.

Estaba a punto de llegar a la parada cuando sentí un brusco tirón de mi bolso, fue todo muy rápido. En un visto y no visto estaba espatarrada en el suelo, sin el bolso y con una maleta que no era mía.

Me puse a gritar, un chaval me había dado un tirón, se había montado de paquete en una moto y había salido huyendo.

Una mujer vino corriendo a mí, era la conductora del primer taxi que estaba en la fila.

—¿Estás bien? —Me preguntó ayudándome a que me incorporara.

—¡No!— exclamé con ojos llorosos derrumbándome frente aquella extraña. Le conté todo lo que me había pasado.

—Tranquila, te ayudaré. Me llamo Pamela.

—¿De verdad?

—Pues claro, todos podemos tener un mal día, adelante siéntate en el taxi y dime dónde te llevo.

—Pero no tengo dinero.

—Lo sé, ya buscaremos una solución a eso más tarde. Anda venga que te llevo.

No iba a negarme, la chica parecía tan amable y yo estaba tan desesperada.

Era guapa, mucho, su pelo era lustroso y era de ojos oscuros como los míos, aunque de curvas más suaves.

No dejaba de hacerme hablar y mirarme por el retrovisor. Me daba un poco de vergüenza porque imaginaba la imagen que le estaba devolviendo.

—Oye, perdona, por las pintas te juro que no visto así.

—No has de disculparte, además te ves preciosa.—Ante el piropo mis mejillas se colorearon.

—¿Yo? que va.

—Te lo aseguro, estás muy apetecible, me encantan tus tetas y esos pezones oscuros que se translucen, ojalá yo las tuviera así de grandes.

—Las tuyas también se ven bien —dije avergonzada. Nunca me había piropeado así con una mujer.

—¿Son naturales?

—¿Perdona?

—Tus pechos.

—Em sí, claro.

—No lo parecen, ¿seguro que no me engañas?

—No de verdad.

—Enséñamelas.

—¿Qué?

—Venga, que no te de vergüenza, somos chicas. Estoy pensando en ponerme unas prótesis y es para ver si me gustan las tuyas para pedírselas igual a mi médico. No seas tímida.

—Pe-pero estamos en la carretera.

—Vale pues espera que paro —antes de que pudiera oponerme cogió un desvío y salió hacia una zona de campo.

—¿Qué haces?

—Será solo un minuto, venga que además te estoy llevando por la cara. Ven, sal.

Salió fuera del taxi y me abrió la puerta.

—Aquí no hay nadie.

—Quítate la blusa y enséñamelas, solo será un minuto.

Casi que me vi en el compromiso, pensé, vamos es un momento y no pasa nada. La desabroché y en cuanto la tuve fuera y alcé el rostro Pamela disparó con su móvil. Me cubrí por instinto.

—¿Qué haces?

—Una foto de recuerdo, ya te he dicho que me gustan, —dijo acercándose. Lanzó el móvil por la ventanilla del piloto y se puso frente a mía acariciándolas.

Yo ahogué un grito.

—¡No! No me toques.

—¿Por qué no? Estás muy buena y desde que me miraste supe que querías guerra.

—No es cierto.

—Sí lo es. Eres una putita cachonda y caliente, solo hay que ver lo duros que tienes los pezones, los has tenido así todo el trayecto.

—¡Por el aire acondicionado!

—Ya te dije que buscaríamos una manera de que me pagaras y ya la tengo, vamos a follar.

—¿Estás loca?

—No.

Agarró mis pezones y tiró con fuerza de ellos.

Aullé de dolor y mi coño se contrajo. Era imposible que aquello me excitara.

—Déjame, llévame al hotel.

—De eso nada. O follas conmigo o te dejo aquí tirada, con un poco de suerte te violarán unos cuantos trabajadores del campo, además enviaré tu foto a la web de tu empresa, seguro que a tu jefe le encanta verte las tetas y saber que en lugar de trabajar vas puteando por ahí.

—No, no puedes hacer eso.

—Puedo y lo haré, a no ser que aceptes.

Sopesé lo que podía ocurrirme si me negaba.

—E-está bien, pero te advierto que yo nunca he estado con otra mujer.

—Mucho mejor, me encantan inexpertas.  Desnúdate.

Tragué con fuerza y lo hice cubriendo mi sexo con las manos.

—No te tapes, yo tengo uno de esos, ¿recuerdas?

Me quité las manos de delante.

—Eso es. Ahora bésame y hazlo bien, con ganas.

Me acerqué a su cara, la tomé con las manos y pensé en mi novio, traté de besarla como haría con él. Los labios de Pamela eran mucho más suaves y su lengua más enérgica. Reconozco que me estaba gustando más de lo que había pensado en un principio. Nunca le había sido infiel a mi novio y ahora me estaba besando con una chica.

Su mano se internó entre mis piernas y gimoteé cuando sus dedos resbalaron sobre mi clítoris.

—Estás cachonda Noemi, y eso me gusta, lo ves como no va a ser tan malo… —Los dedos entraban y salían con facilidad. Dios, me estaba empapando—. Sube al capó, separa los muslos y flexiona las piernas para que puedas agarrarlas con los brazos.

Me coloqué como me pedía y su cabeza no tardó nada en posicionarse entre mis muslos. Se puso a lamerme y follarme con la lengua, yo gritaba y corcoveaba, me encantaba su pericia.

Frotó con los dedos mi botón, descorriendo el capuchón con la otra mano, era tan intenso.

—Ohhhh, ohhh, voy a correrme.

—No, todavía no.

Dejó de frotar para ir colándome dedos, uno, dos, tres. Los retorcía dentro buscando un punto rugoso que me hacía implorar más.

Ella sonrió.

—¿Lo ves? Tienes una zorra lesbiana en tu interior. Todas sois igual.

Se detuvo. Y yo me quedé frustrada.

—Ponte de rodillas en el suelo. —Se subió la falda, se bajó las bragas y me encontré con un coño al natural, sin depilar. Nunca había visto tanto pelo—. ¡Come! —Ordenó agarrándome del cabello para tirarme hacia él.

El olor a mujer hizo que arrugara mi nariz. Aun así saqué la lengua y la probé. No sabía muy distinta al sabor de mi coño en la boca de mi novio, pero eso de tener tanto pelo en la boca no me gustaba.

—¡Come! —chilló apretándome con fuerza, apenas podía respirar. Decidí que en cuanto antes terminara mucho mejor—. Túmbate en el suelo boca arriba a ver  si así lo haces mejor.

Me posicioné y ella se sentó sobre mi rostro moviendo la vagina arriba y debajo de mi cara, llenándola de jugos a cada pasada.

Intenté complacerla comerla con anhelo. Y pareció funcionar, sus jadeos cada vez eran más fuertes. Y a mí había dejado de importarme el matojo que había entre sus muslos. Utilicé la mano e imité las atenciones que había tenido conmigo.

Sus movimientos se volvieron más bruscos hasta que su cuerpo empezó a temblar y se corrió sobre mi boca abierta.

Casi me ahogo, no estaba preparada para tanta cantidad de flujo.

Cuando se detuvo yo dejé de tragar.

—Ahora, voy a comerte el ojete y follarte el culo, quiero que mientras lo haga, tú te azotes el coño, solo azotes, nada de frotar.

—Eso no va a gustarme. Nadie me ha metido nada ahí, mi novio lo intentó una vez y me dolía demasiado.

—Ya lo veremos, en pie contra el capó.

Temblando me coloqué notando sus manos abrir mi culo y su lengua internándose en él.

Aquello no dolía lo sentía extraño y mis pezones se endurecían por el frío de la carrocería.

—Comienza con los azotes, quiero verte el coño rojo, no voy a parar hasta que esté de ese color y mi mano se entierre en tu culo.

La imagen mental me excitó. Así que empecé con las palmadas que chapotearon debido a los flujos que emanaba. Al principio eran suaves, como su lengua, pero cuando empezó con el dedo fueron ganando intensidad.

La escuchaba escupir y notaba su baba entrando en mi ojete.

Yo jadeaba confusa entre el dolor y el placer, al poco noté presionar el segundo.

—Ahhhhhhhh, duele.

—Relaja, todavía quedan tres. —Aquello me asustó y apreté, por lo que cuando ella empujó, chillé y ella rió—. Si quieres dolor, te lo daré. Y sin avisar empujó el tercero —casi me desmayo—. Azótate zorra, o será mucho peor.

Golpeé mi coño con furia y este parecía reaccionar estimulándose, era inconcebible para mí, pero era así, me ardía se hinchaba y así recibí el cuarto, con más baba goteándome por el culo.

Pamela los retorcía ahondando y dilatando mi agujero.

—Eso es, ya casi o has logrado, solo un poco más, golpea más duro, lo necesitas.

—Hazlo  tú, por favor. —Le supliqué. Su boca dio pequeños mordiscos en mi cachete que me erizaron la piel.

—Está bien.

A cada golpe dado con rudeza venía una acometida de sus dedos. Yo jadeaba como una loca e imploraba que no se detuviera, ni me enteré de cuando metió el quinto y se puso a follarme con el puño.

—Lo tienes todo dentro, y te ves tan hermosa, me gustaría que te vieras.  Se me antojó muy erótico verme.

—Grábame. Le pedí.

Nos movimos con su puño en mi culo hasta la ventanilla, le alcancé su móvil y se puso a grabar mientras yo era la que me auto azotaba el coño.

—Eso es zorra, ¿te gusta Noemí?

—Mucho, mucho.

El puño se enterraba con urgencia y mi coño iba a incendiarse de un momento a otro.

Lo sacó y se puso a grabar el interior de mi culo, mientras volvía a meter el puño y sacarlo sin  dificultad.

—Hermoso. Ahora ya estás lista, date la vuelta y córrete sin dejar de golpear.

Me giré y obedeciendo mi vagina  totalmente roja e hinchada se contrajo eyaculando frente a la cámara, y ya no fue solo eso, es que me dejé tanto que me hice pis. Me meé entera dejándolo todo  empapado.

Pamela detuvo la grabación y se puso a lamerme las piernas y el coño, no paró, no parecía incomodarle el sabor de mis meados con el flujo y o se detuvo hasta que me corrí de nuevo en su boca.

Después subió y me besó para que me degustara.

—Has estado maravillosa.

—Gracias —respondí ruborizada,con aquella mezcla de sabores golpeando mi paladar.

—Sube al asiento del copiloto sin vestirte. Voy a hacer que tu paso en esta ciudad sea inolvidable.

Debería haber dicho que no, lo sé, pero necesitaba la experiencia que Pamela me prometía, así que sin rechistar, me monté en el asiento.

Ella me dio un beso y me dejó el móvil para que me viera.

—Vas a ir masturbándote todo el camino, mirando lo zorra que eres. No quiero que te corras y abre la ventanilla, quiero que los demás conductores vean lo buena que está mi puta.

Continuará…

Espero vuestros comentarios.