Violada por un par de negros
Cómo inicié mi vida sexual de la forma más dolorosa.
Chica violada por dos negros salvajes.
En este relato quiero contarles acerca de la violación que sufrí cuando apenas iniciaba mi adolescencia. Ahora tengo 18 años y no he podido olvidar esa situación tan terrible y dolorosa que tuve que vivir.
En cierta forma considero que mi actitud provocadora y coqueta fue la causa principal que originó mi violación.
Actualmente vivo en la ciudad, pero naci y me crié en un pequeño Pueblo en zona totalmente rural, a lado de los cultivos de caña principal fuente de trabajo de esa región y en donde se contrataban muchos obreros especialmente jóvenes negros quienes se desempeñan muy bien en las labores de dicho cultivo.
Estaban celebrando unas festividades en el pueblo, con motivo de actividades deportivas que hacían las empresas que allí trabajaban. Había varias casetas de baile y se trataba de una buena oportunidad de bailar y divertirse sanamente.
Recién había cumplido mis catorce años, mis amigos y amigas dicen que soy muy bonita, tengo unos senos grandes y hermosas piernas. Quizás lo que no me ayuda mucho es la estatura; soy más bien bajita. Me gustaba mucho jugar y coquetear con los muchachos del pueblo, en esos momentos no tenía novio y por el momento no quería amarrarme a ninguno para disfrutar totalmente de mi libertad.
Hicimos un grupo con cuatro amigas de la misma edad, todas bien bonitas y estuvimos paseando toda la tarde del sábado, en varios puntos de diversión. Yo me había vestido con una minifalda discreta, no tan corta, de jean. Ropa interior blanca, una blusita insinuante azul claro, llevaba una pañoleta, y unos botines hermosos que me quedaban muy bien y resaltaban mis piernas.
Estábamos en un bazar jugando tiros al blanco cuando llegaron unos amigos de la familia y nos invitaron a bailar en la noche en una Finca vecina en donde tocaría un grupo musical.
Nos entusiasmamos y empezamos a hacer planes para pasarla rico en dicho baile. A pesar de que la Finca quedaba cerca (10 minutos a pié), un amigo nos llevó en su auto. Llegamos y ya había bastante gente que estaba desde las horas del almuerzo.
Estuvimos bailando hasta el cansancio, tomamos una gran cantidad de cerveza y aproximadamente a las 10 de la noche decidimos regresar al pueblo para ir a otro sitio de diversión. Cómo estábamos cerca, nos fuimos a pié con dos de mis amigas. El camino era corto, pero estaba muy oscuro y no tuvimos la precaución de por lo menos llevar una linterna, nos iluminamos con la luz de nuestros celulares.
En la entrada al pueblo, mis amigas se despidieron con el compromiso de reunirnos más tarde en una caseta de baile. Iban a bañarse y a cambiarse de ropa.
Seguí caminando un par de cuadras que me faltaban para llegar a las calles iluminadas cuando fui interceptada por un hombre negro alto, fornido y que se notaba, iba algo tomado. Me tomó del brazo y me preguntó la hora, yo me asusté, traté de controlarme y le contesté. Me dijo que para dónde iba, que lo acompañara a su casa.
El me tenía fuertemente agarrada del brazo y no me permitía zafarme. Le supliqué que me soltara, que si no lo hacía iba a gritar. Esta advertencia molestó al negro quien me fue arrastrando hacia unas casas solitarias que habían en la entrada al pueblo. Le supliqué nuevamente que no me hiciera daño, pero no me hizo caso.
De pronto apareció otro hombre, también negro y sentí un gran alivio; pensé que tal vez el primero me soltaría al ver que no estábamos solos. Pero cual sería mi desilusión cuando ellos se saludaron, intercambiaron algunas palabras y me tomaron cada uno de un brazo y prácticamente me cargaron alzada para una casa abandonada. Yo lloraba y le suplicaba que no me fueran a hacer daño.
Unos de esos malditos me dijo: "tranquila mamita que nosotros no le vamos a hacer nada feo, solo le haremos cosas ricas" y empezó a tocarme todo el cuerpo.
Me instalaron en una cama sucia y maloliente que había en una pieza. Prácticamente me arrancaron los botones de mi blusa y me tiraron mi falda sin ninguna contemplación; iban demasiado rápido y yo estaba aterrorizada. De pronto uno de ellos, el segundón detuvo la acción un momento y le dijo al otro que sin afanes, que tenían toda la noche, además allí no vivía nadie e iban a pasar una noche fenomenal. Mientras tanto, yo temblaba de miedo y de frío. Se pusieron de acuerdo y uno de ellos fue por licor al pueblo mientras el otro se quedaba conmigo. Para evitar que me escapara me amarraron los pies con un pedazo de cable que encontraron.
En esos momentos yo estaba en ropa interior y el negro que me cuidaba me miraba con lascivia y me tragaba con la mirada. Le supliqué que me dejara orinar, con la esperanza de que me soltara para tratar de escaparme, de verdad que estaba con una terrible orinada. Dijo que no podía desatarme, le pedía que me soltara los pies para bajarme el interior y poder orinar normalmente. El negro desgraciado se me acercó y sin ningún reparo ni contemplación sacó una navaja y me cortó las tiras de mi tanguita quedando desnuda de la cintura para abajo, los restos de mi interior destrozado me quedaron en medio de las piernas ya que no podía abrirlas por encontrarme atada en los tobillos.
El muy estúpido me dijo: "ahora ya puede orinar sin tener que mojar tus calzones, hágalo que yo me retiro un poco a la puerta". Sollozando me acurruqué en un rincón de la pieza y oriné. El maldito negro me miraba y se reía burlonamente.
Luego se me acercó y me dijo que para qué tanto escándalo por una orinada, que él podía hacerlo frente a mi sin ningún problema. Sin más ni menos se desabotonó el pantalón y se sacó la verga para orinar. Dios mío, era una cosa terriblemente espantosa; eso parecía un bate de béisbol. Alcancé a recordar unas revistas de porno que habíamos visto con mis amigas en las cuales mostraban varios negros con sus vergas erectas. En ese entonces manifestamos que eran montajes de fotografía, ya que no podían existir unos penes de ese tamaño.
Pero sí existían y estaba a escasos dos metros de mi. Una vergota terrible, y empezó a orinar frente a mi.
En esos momentos nos iluminaba una linterna que llevaba uno de ellos y a pesar de que la luz era bastante opaca pude notar el tamaño de esa verga semiparada que destilaba orines lentamente.
Luego de terminar, la siguió masajeando delante de mí, hasta alcanzar toda su erección. Recuerdo además que esa verga tenía una curvatura bastante pronunciada hacia el lado derecho, parecía un boomerang; yo seguía mirando esa monstruosidad, no podía apartar mi vista de aquella verga y un escalofrío me recorrió el cuerpo pensando cómo sería ese pedazo de carne entrando en mi estrecha vagina.
El negro se me acercó me tocó el estómago con su cabezote, todavía húmedo por los orines. Me lo restregó en mi ombligo y me lo fue bajando tocando los vellos de mi pubis. Yo seguía aterrorizada, allí de pié sin poderme mover.
De pronto se escuchó la puerta, el otro acababa de llegar, venía contento el desgraciado. Se instalaron con tres botellas de ron, trajeron otras dos linternas y unas velas para iluminar el cuarto.
Me tumbaron sobre la cama, tomaron licor directamente de la botella y me ofrecieron pero me negué a recibirles. Esta actitud los enfureció y me lo hicieron beber a la fuerza. Pensé que tal vez si me emborrachaba no sentiría tanto dolor de lo que me iba a pasar.
Los negros se desnudaron, entre ellos se llamaban "mincho" el que me había encontrado, es decir el que estuvo orinando frente a mi. El otro, el que fue al pueblo por el trago se llamaba "polo".
"Polo" tenía también una verga grandísima, de pronto un poco más corta que la de "mincho" pero mucho más gruesa y fea. El recién llegado además de licor había traído un sobre con dos pastas de Viagra, le ofreció al compañero y se las tomaron. Yo pensé que este medicamente lo tomaban únicamente los señores de edad, pero allí estaban estos desgraciados haciendo planes de tener erecciones toda la noche.
"Mincho", el de la verga torcida era quien ordenaba y quien decía lo que iban a hacer. Me advirtieron que no fuera a gritar ni a pedir ayuda, que si no colaboraba me iban a matar. Yo seguía asustadísima.
Acondicionaron la pieza, taparon algunos huecos con lonas viejas que encontraron y prendieron las luces que habían conseguido. La pieza había quedado perfectamente iluminada para encender aún más la pasión de esos degenerados. Tomaron un poco más de trago y luego se desnudaron totalmente; enseguida me desataron y me tumbaron boca-arriba sobre la cama.
Polo se ubicó por el lado de mi cabeza y me sujeto los brazos fuertemente aplastándome contra la cama. Su enorme verga me quedó ubicada encima de la cara, me arrancó la única prenda que tenía encima, mi brassier fue arrancado a la fuerza, empezó a acariciarme las tetas con rudeza. Mientras tanto "mincho" se arrodilló, me apartó las piernas e introdujo su cabeza en mi pubis. Empezó a enterrarme su lengua rasposa y dura en mi vagina, hasta mojarla totalmente. A veces me alzaba toda la cadera y me introducía la lengua en mi culito; así estuvo un buen rato mientras Polo me seguía estrujando las tetas y su verga me golpeaba el rostro. Yo ni siquiera trataba de abir la boca para evitar que me pusiera a mamar semejante cosota.
El negro Mincho seguía pegado a mi vagina, me apartaba los vellos con sus dedos y me la chupaba, a veces me mordía los labios y su lengua que parecía un pene me perforaba ambos orificios. En varias ocasiones se tomaba un trago de ron y me lo escupía en la vagina y luego me lo recogía a lengüetazos.
Estaba tratando de acomodarme a esa situación cuando Mincho ordenó parar esa parte de la acción y empezar a penetrarme. Lloré mucho y les supliqué que no lo hicieran, que si querían yo les mamaba la verga; también les ofrecí dinero, pero nada. Me dijeron que de todas formas lo iba a mamar y que la noche era de ellos. Se echaron a la suerte quién sería el primero en penetrarme. Lanzaron una moneda y ganó Polo, el que estaba colocándome la verga en la cara. Era el de la verga menos larga. Debía medir algo más de 22 cms. El otro problema era su extremo grosor. Parecía el brazo de un niño.
No se apiadaron de mi. Cambiaron de posición y Polo me abrió totalmente las piernas, extendiéndolas con sus fuertes brazos, mientras su gigantesca verga apuntaba directamente a la entrada de mi vagina la cual seguía bien mojada por la lengua del otro negro. Para ese momento yo pienso que el Viagra que se habían tomado ya estaba haciendo efecto porque sus penes eran grandísimos, gruesos y brillaban como un par de anacondas. Mientras Polo empezaba a restregarme su cabezote en la entrada de mi rajita, Mincho me tomó la cara y empezó a tocármela con su miembro; ordenó que abriera la boca para hacérmelo mamar.
De pronto sentí algo terriblemente doloroso en mi vagina. Sentí morirme de dolor, parecía que me estuvieran partiendo. El Negro Polo había comenzado a introducir centímetro a centímetro su poderosa herramienta. Alcancé a emitir un grito de dolor, pero el otro negro me tapó la boca. Alcancé a levantar un poco mi cabeza para ver lo que le estaban haciendo a mi pobre vagina y era terrible ver como una cosa tan grande, se iba abriendo paso entre mis entrañas. Ni siquiera me dejaba mover. Me tenía agarrada fuertemente de la piernas con sus dos manotas y me iba empatando lentamente.
Pude ver que no me entraba totalmente, el negro hacía fuerza tratando de romperme y empezó el mete-saca, violento, salvaje dañando las paredes de mi vulva. Sentí fuertes dolores en mi vientre, talvez me estaba hurgando hasta los ovarios. En un momento la sacó toda toda y me la mostraba orgulloso el perro desgraciado. Cuando me la sacó, sus testículos chocaron contra la vagina, mientras su cabezote me golpeaba el ombligo y el estómago. Luego ¡sas!, me la zampó sin contemplaciones. Empecé a sollozar y a gemir de dolor y eso parece que les subió el calor,ya que me decía el muy estúpido: "sufre, sufre, mamita rica. Esto es todo tuyo" y me lo mandaba hasta el fondo.
El negro que tenía encima de mi cara me obligó a abrir la boca y trató de introducirme su verga torcida y asquerosa. Solo podía meterme un pedazo de su cabezote, ya que era muy gruesa y en mi boquita no cabía.
Así me tuvieron como media hora, Polo me penetraba si piedad, y Mincho me lo restregaba en la cara y en la boca. Me estrujaban las tetas, me daban licor y me apretaban las nalgas. De pronto el negro que me estaba clavando empezó a resoplar como un caballo y sentí su verga ponerse extremadamente dura. Estaba a punto de derramarse. Me lanzó varias embestidas muy salvajes y dolorosas, y fue derramando su leche caliente en mi vagina. Sentí los escupitazos calientes dentro de mi. Me lo dejó un rato quieto y luego lo sacó de un solo envión. Me sonó como cuando descorchan una botella de vino.
Los dos salvajes pararon un momento y me dejaron tirada en la cama. Estuvieron tomando más trago y haciendo burlas de mi. Yo pasé mi mano sobre mi rajita y pude notar que estaba hinchada, dilatada, le escurría leche por todos los lados y además estaba sangrando un poco.
Pero esto apenas comenzaba, El negro que había estado esperando, es decir el tal "Mincho", el de la verga torcida, se levantó, me tomó del cabello e hizo que me sentara en el borde de la cama. Mi rostro quedó frente a su estaca. Se la había mojado con saliva y se la seguía sobando, tal vez para que le se parara aún más.
Hoy en día recuerdo claramente su tamaño. A veces tengo pesadillas y veo que una verga grandísima me persigue. Me despierto sudando y muy asustada.
Esa verga, a pesar de su curvatura pronunciada, debía estar por encima de los 27 cms, es decir 11 pulgadas. Me abrió la boca y me introdujo buena parte de su cabezota, me estaba ahogando, trantando de soportar esa presión en mi garganta. Parecía que me iba a vomitar o a desmayar. Afortunadamente me la sacó y pude recobrar el aliento. Pero solo lo hizo para preparar la penetración.
Se lo mojó con saliva, se tomó otro trago. El otro negro ayudó a sujetarme, previendo que mi iba a revolcar por el dolor de aquella clavada. Y así fue; tan pronto sentí su porra que abría dolorosamente mi chocha, quise morirme. El otro negro me tapaba la boca. La enorme verga, que más bien parecía un gigantesco plátano estaba partiéndome la rajita. La presión era enorme. Yo creo que me alcanzó a desgarrar internamente por que sentí unas punzadas como un cólico.
El mismo negro que me estaba clavando me sujetó la cara y me la levantó para que yo observara lo que él me estaba haciendo abajo. El otro perro le ayudaba. Me hicieron doblar como a una gimnasta para que mi cara quedara muy cerca de mi vientre. Quedé a escasos centímetros de mi ombligo y no podía creer lo que me estaban haciendo.
Cuando la curvatura de la verga iba entrando, me hacía doblar todo el cuerpo. Imagínense que le está entrando un bomerang pero mucho más grueso. La posición era incómoda y dolorosa. Cuando me atacaba, sentía su verga entrar hasta mi estómago y tenía que echar mi cuerpo para atrás, pero luego el otro negro me empujaba hacia delante y así se convirtío en un vaivén de dolor y sufrimiento.
Mientras tranto el negro que me sujetaba,ya se le había empezado a parar nuevamente su vergota y me la restregaba en la cabeza, en las tetas, en la cara. Estaba también durísima y tenía gotas de leche que me fue untando en todo mi cuerpo.
El negro que me tenía empatada paró por un momento su salvaje tortura y dijo que quería un cambio de posición. Se pararon dejándome tirada en la cama nuevamente y tomaron más licor. Me obligaron a tomar y la verdad tomé una buena cantidad, tratando de que me calmara un poco el dolor y el sufrimiento.
Se pusieron de acuerdo. El Negro Polo me levantó en sus brazos como a una muñeca, mientras polo se acostaba boca-arriba en la cama. Mientras permanecía en los brazos de ese maldito, el otro fue parando su herramienta como una izada de bandera. Ahora entendía lo que pretendían hacer. El Negro que me tenía cargada me llevó hasta encima del otro, de frente. Me apartaron las piernas y su verga me penetro hasta el fondo.
Estaba encima del negro vergón, con su estaca totalmente adentro. Me abrazo y me apretó contra su cuerpo. Sus manos me agarraron de las nalgas, me las abría y me atraía con fuerza hacia él, para que la verga estuviera cada vez mas adentro.
Yo lloraba y parecía que no podía aguantar más. El otro negro estuvo tomando un poco más de trago y se hizo detrás de mí, acariciándome el culo.
Me quedé aterrorizada por lo estaba a punto de sucederme. El negro que estaba parado detrás de mí, había empezado a meterme un dedo e mi culito mientras me escupía saliva. Acto seguido, me agarró fuertemente de la cadera y sentí como si una varilla de hierro me estuviera abriendo el culo. El maldito negro me estaba abriendo el ojete, su verga se abría paso dañando mi virginal esfínter.
Yo había visto algunas películas y fotos de porno anal y me parecía algo extraño y allí estaba yo, había empezado mi sexualidad anal de la forma más terrible y dolorosa.
El negro que estaba debajo mío me tenía sujetada de los brazos y el otros me aseguraba las piernas con las de él, la posición era de total indefensión. Sentí mi culo estallar a medida que esa carne negra me iba rompiendo las paredes de mis intestinos. Es una sensación muy dolorosa e incómoda. Además en mi otro agujero tenía la verga torcida hasta el fondo. Estaba casi a punto de desmayarme o tal vez con la ayuda del licor, pues entré como en una situación de anestesia en donde casi no sentía.
Me dieron un concierto de clavo los malditos negros que nunca olvidaré. Así estuvieron durante casi una hora. Se paraban, se ponían de acuerdo quien debía bombear. Era terrible. De pronto cambiaron de posición y el negro verga torcida, se ubicó detrás de mí y me lo mandó hasta la cepa. Pude sentír su curva en cada envíon.
Mincho, el verga torcida le pidió al negro Polo quien estaba debajo mío, dándome por la vagina a que se quedara quieto, que se iba a derramar en mi culo. Empezó un frenético mete-saca que me hizo ver todas las estrellas del universo. Podía sentír que me entraba toda toda. Talvez ya había pasado del recto a la parte final del intestino grueso por que la sensanción que tenía, era que me estaba tocando el estómago. Se derramó como una bestia, aplastando sus testículos contra mi culo y llenando mi orificio de leche caliente y espesa.
Me soltaron por un momento y quedé tirada en la cama. Les pedí que me dejaran ir al baño, sentía unas ganas terribles de defecar. Tenía el culo totalmente abierto. Me encerraron en un baño sucio, mientras ellos se bañaban en una alberca, haciendo chistes y lanzándose agua con un valde.
Allí en el baño busqué la forma de escaparme, pero era imposible, estaba totalmente encerrada, además estaba desnuda y muy adolorida para caminar. Al momento regresó unos de ellos y me llevó casi alzada hacia el tanque para bañarme. Me echaron agua con el valde, me enjabonaron y aprovecharon para tocarme y estrujarme, estaban haciendo lo que querían con mi hermoso cuerpo.
El verga torcida era el más intenso. El muy desgraciado me ordenó que le bañara la verga, que la enjabonara y le echara agua. Allí en ese trabajo fue en donde se me grabó cada detalle de esa monstruosidad. Ahora que veo pasar un negro a mi lado me dá escalofríos y pienso que todos la deben tener así de grande y desgarradora.
Yo le pasaba jabón a todo su tronco, el infeliz me ordenaba que lo sobara con mis manitas, El largo total de su miembro era un poco mayor que el de mi brazo. Mientras enjabonaba aquella durísima estaca, el otro negro se ubicó detrás de mí, me frotaba fuertemente el ojete con la barra de jabón pretendiéndo metérmela. Le suplique que no lo hiciera, que me ardía terríblemente. Además le dije que si quería que me metiera la verga. Imagínense Ustedes, que contrariedad, pidiéndole a ese perro que me metiera la verga en mi adolorido culo. El hijo de perra no se hizo del rogar, dejó el jabón a un lado y me la mandó toda. Lanzé un grito de dolor, luego pasó un poco la presión mientras el verga torcida me seguía ordenando que le sobara su pene.
El negro que me tenía empatada por el culo estaba feliz. Me la sacaba totalmente y me lanzaba un valdado de agua en las nalgas. Luego me la metía sin contemplación, me daba chuzo un rato y luego más agua. De pronto se quedó quieto y me dijo: "voy a darte un regalito ricura", se fue quedando concentrado, y al momento supe lo que iba a hacerme. ¡ El desgraciado estaba orinando dentro de mi culo!!!. Esa sensanción la había tenido que vivir en la aplicación de un lavado para un exámen médico meses atrás. Pero ahora no era un lavado y el líquido no me estaba entrando por una manguerita sino por una verga gruesa y dura.
El infeliz no había orinado en toda la noche, esperando para llenarme mis intestinos. A medida que se iba desocupando sentía el estómago y el vientre que se iba llenando de sus malditos orines. Tan pronto termínó me dio un par de clavadas y me lo sacó todo, de una. Inmediatamente mi culo abierto y maltrecho empezó a descargar sus liquídos. Me apreté el vientre para que me saliera todo.
El negro verga torcida se echó agua para retirarse el jabón de la verga y me puso a mamarla. Era un decir, ya que no podía aguantarle sino un pedazo en mi boca, me dolían las comisuras de mis labios y debían estar algo partidos ya que me ardía cuando abría mucho la boca.
Cuando pensé que ya había desocupado mi recto de los orines; el negro verga torcida me tomó, me dio la vuelta y me empató brutalmente, nuevamente por el culo. El otro se burlaba, mientras tomaba un trago. Me dio a beber y le recibí una buena cantidad,
De pronto mi violador se quedó quieto y supe que también quería orinar dentro de mi. Me quedé quieta sintiendo como me quemaban sus orines en lo más recóndito de mis intestinos. Al rato me la sacó y me dejó ahí tirara mientras ellos se burlaban. Vacié todo el líquido, me echaron más agua y nuevamente me llevaron a la cama.
Talvez era el efecto del Viagra, por que esas vergas no se doblaban en lo más mínimo y con la calentura que dá el trago se mantuvieron dándome clavo hasta cerca de las 5 de la mañana. El Verga torcida hizo que me tomara la leche de una de sus derramadas y tuve que bajarla con un trago de ron.
Me advirtieron que me iban a respetar la vida, pero que no fuera a contar nada o de lo contrario tenían muchas formas de mandarme matar. Por supuesto les dije que sí, con tal de que se fueran y me dejaran en paz.
Se fueron ese par de hijos de perra. Alli quedé desnuda, recogiendo mi ropita y me vine caminando dolorosamente hasta la casa de una de mis amigas. Se extraño mucho cuando me vió, me preguntó que de dónde venía; yo le dije que estaba bailando, que estaba muy cansada y que necesitaba descansar por un buen rato.
Al día siguiente salí de mi pueblo hacia la ciudad, sin contarle a nadie. Ahora he tomado la decisión de contárselo a Ustedes en éste relado. Agradezco mucho su comprensión y les pido que por favor me escriban para que me den su apoyo.
Mi nombre es Jessica Paola. Mi correo es jesspaola1991@yahoo.com