Violada por su marido

Una mujer es violada con el consentimiento de su marido que planea todo para poder verlo en primera fila.

El matrimonio formado por Ana y Roberto era aparentamente normal. Él era un pequeño empresario en la ciudad donde vivían, mientras que ella regentaba una pequeña tienda de su propiedad.

Ana era una mujer de 35 años, rubia, de pelo más bien corto. Sus ojos azules como el mar. Un buen tipo, debido a una cuidada alimentación y a una sofisticada vida, con unas piernas delgadas y unos grandes pechos.

Roberto, era dos años mayor que ella. Se habían conocido desde adolescentes, y siempre habían estado juntos desde ese momento.

Probablemente, en la relación, la diferencia mayor que existía entre ambos, era el amor, que ella sentía hacia él, a pesar de los 17 años que llevaban juntos. Fue su único chico, su único hombre, su único novio, su único marido, y por tanto, el único con quien había tenido relaciones sexuales.

Por su parte, Roberto ya había tenido alguna aventurilla de tiempo breve, y frecuentaba los locales de alterne de la ciudad, con amigos poco recomendables y de vez en cuando pagando a alguna prostituta por sus servicios.

El marido, desde hacía algún tiempo, sólo tenía una obsesión en la cabeza, y era ver a su mujer haciendo el amor con otro u otros hombres.

La situación era implanteable. Ana se habría enojado profundamente si eso hubiese sucedido. Jamás habría aceptado hacer el amor con otro hombre, La simple idea de poder ser infiel a su marido en un momento concreto, era impensable en su vida.

Pasaron varios meses desde la primera vez que Roberto comenzó a maquinar la posibilidad de poder llevar a cabo su plan. Ahora, tal vez, podría ser posible, no quizá de una forma dulce y tranquila, sino "convenciéndola" un poco.

Un día habló con unos amigos, con los que compartía de vez en cuando alguna juerga, y que su mujer no conocía. Les propuso el plan, minuciosamente detallado para forzar a Ana a tener relaciones con ellos. La idea era que todos pudieran disfrutar de la chica.

La pareja no tenía hijos, por lo que un asalto a la casa, era mucho más sencillo.

Serían 4 los hombres que participarían, a parte de la colaboración externa del marido. Sus tres amigos de correrías, Lucas, Antonio, Juan y Quique.

Antonio era un hombre rudo, de mediana estatura, Lucas era más joven, alto y rubio. Juan y Quique eran hermanos, ambos morenos, de aspecto cuidado. Todos ellos coincidían en que disponían de una buena educación y estatus social.

Unos días antes, los hombres se reunieron para ultimar los detalles del ataque. Debería parecer real, para ello, Roberto se llevaría un golpe para hacerlo más creíble, y si todo iba bien, tal y como lo había planeado, ella accedería a todo lo que les pidieran, con el único propósito de que su marido no sufriera ningún daño. Todos pensaban que Roberto era muy cruel, pero la idea de tener a una mujer fiel y enamorada en sus manos, hacía rentable la experiencia.

Roberto, a pesar de que lo vería en directo,en primera fila, instaló una serie de cámaras dentro de la casa, para no perder ningún detalle de lo que allí sucedería.

El matrimonio,vivía en una gran casa, en una urbanización aislada, a pocos kilómetros de la ciudad. El día elegido sería un sábado, en el que él la invitaría a cenar y a la vuelta se producirían los acontecimientos.

Por fin llegó el momento. Roberto dijo a Ana que la invitaría a cenar en un sitio bonito y romántico. Ella, se puso muy guapa. Era finales de otoño, y el frío comenzaba a asomar lentamente. Él disimulaba sus nervios y la excitación de lo que despues iba a contemplar, con caricias, y dándole muestras de cariño.

Cuando terminó la cena, él le propuso, a excepción de otras ocasiones, en las que despues de la cena, solían salir a bailar, ir a casa. No paraba de expresarle lo que sentía por ella, a lo que a su vez, Ana, de una forma más sincera le respondía de igual forma.

Salieron del restaurante y se dirigieron en su coche hacia casa. Aparcaron en el garaje y entraron en el domicilio.

Fue en ese momento cuando los 4 hombres, que se encontraban escondidos, sorprendió a la pareja o tal vez, sorprendieron a Ana. Sin mediar palabra, uno de ellos se avalanzó sobre la mujer, mientras los otros tres hombres fueron a por el marido. Le dieron una fuerte y sonora bofetada, y le tumbaron en el suelo con malos modos. Le inmovilizaron con cinta de embalar. Otro de los hombres, trajo una silla de un despacho próximo al salón donde se encontraban, de las altas, similares a las que utilizan los directivos en las empresas, y le ataron a ella.

La mujer estaba aterrada. No podía dar crédito a lo que estaba viendo.

Antonio, que era el que teoría manejaba al resto del grupo, miró detenidamente a Ana.

Fijaros, esta mujer tiene clase y está cañón.. Botas altas, falda por las rodillas, medias negras,........

Roberto protestó y sólo le sirvió para recibir una nueva amenaza. Lucas, procedió a taparle la boca con más cinta.

Los 4 agresores, procedieron a sacar los enormes cuchillos que llevaban guardados. Ana, se asustó muchísimo. Por favor, llévense todo lo que quieran, pero por favor, déjennos en paz, expuso.

Ya hemos revisado la casa, preciosa, dijo António. Lo que más vale eres tú.

Todos rieron. Ella, en ese momento, intentó salir corriendo, pero Juan y Quique, se tiraron sobre ella y cayó al suelo. La cogieron por los brazos y la levantaron.

Si vuelves a intentar huír, o simplemente gritar, te aseguro que mataremos a tu marido. Cuando quieras venir con ayuda, sólo tendrás el cuerpo sin vida de tu hombre.

Esta amenaza hizo que se quedara quieta y sin decir palabra. En estos momentos, ya sus lágrimas rodaban por su cara.

Preciosa, te queremos a ti, dijo Antonio, y de nuevo, todos rieron. Te vas a empezar a quitar esa ropa tan bonita que llevas puesta.

De nuevo, ella intentó escapar, con el mismo resultado que antes. Está bien, te lo advertí antes. Vamos a matar a tu marido. Un gesto de amenaza hacia su amigo, que estaba atado en la silla, hicieron que ella reaccionara.

Gritó, pidiendo la clemencia de sus verdugos. No por favor¡¡¡¡No le hagan nada.

Mientras ella chitaba, Lucas puso el cuchillo en el cuello de Roberto. Ella estaba totalmente aterrada, temiendo por la vida de su marido.

Cuando vio que sólo era una amenaza, y no había llegado a utilizar el arma sobre Roberto, se arrodilló y cayó al suelo, con un enorme llanto.

Todo estaba calculado. Querían tenerla sin necesidad de atarla, sin ser consentido, pero con cierta colaboración. Los hombres dejaron que se tranquilizase, durante un par de minutos.

Pasado este tiempo, Juan y Quique levantaron a la mujer y la dejaron en medio de la sala. Roberto comenzaba a contemplar que todo iba como él había pensado. Ella no dejaría nunca que a él le sucediera algo.

Ana, te llamas así, ¿verdad?, ya sabes lo que queremos de ti, dijo Antonio.

Mientras, los demás hombres mostraban sus cuchillos, acercándose inquisitivamente a Antonio.

Desnúdate, dijo Lucas. Se hizo un silencio en la sala.

¿No le has oído? Que te desnudes, repitió Antonio.

Ella sabía que no tenía más escapatoria tardó unos segundos en reaccionar pero sin demasiada demora comenzó a quitarse lentamente la chaqueta que llevaba puesta.

Aún estaba totalmente vestida, puesto que debajo de ella, llevaba una camisa.

Muy bien, ya hemos empezado pero seguimos esperando, volvió a decir Antonio.

Comenzó a desabrochar uno a uno los botones de la camisa. Cuando llegó al último, abrió lentamente la prenda, y todos pudieron observar sus primeras carnes que habían estado cubiertas, el tronco de su cuerpo, y sus grandes pechos, aún tapados por el sujetador.

Muy bien, ahora quiero que te quites las botas y las medias, antes de que me des tu falda, dijo Antonio

Ella obedeció sin oponerse. Se quitó las botas, y ahuecó un poco su falda y agachándose un poco, para no enseñar nada aún, a los que allí estaban, se bajó las medias.

Roberto empezó a ver a su mujer tremendamente sexy. Intentaba tapar su sostén y esa vergüenza que ella mostraba, le excitaba.

Ahora, nos darás esa falda tan bonita que llevas.

Volvió a suplicar y a pedir a sus captores que se detuvieran. Sus llantos y lamentos, caían en vacío.

Vamos, no te detengas, dijo Antonio.

La mujer, se desabrochó la falda. En ese momento, lamentó profundamente haberse puesto ese tanga tan pequeño, que a su marido le volvía loco. Tres cintas por atrás y un pequeño triangulo de tela por delante, que tapaba su sexo.

Que suerte tiene este este cabrón¡¡¡ Esta tía está para comérsela.

Ella mantenía el brazo derecho doblado, intentando tapar la prenda que tapaba sus enormes tetas, mientras que con la mano izquierda, intentaba ocultar el triángulo de la diminuta braga que la cubría.

Tápate ahora, que luego no vamos a dejarte ahora el sujetador, volvió a decir Antonio con una risa socarrona

Por favor, eso no. Soy una mujer casada.Mientras decía esto, miraba a su marido, y lloraba.

Roberto se dio cuenta que no había medido bien la situación, y el tormento que estaba sufriendo su mujer, no compensaba su afán de verla con otro u otros hombres. Entonces intentó desatarse para ayudarla, pero los agresores pensaron que formaba parte del papel de marido, que veía como su mujer iba a ser forzada por 4 hombres y todos rieron.

Lucas acercó el cuchillo a Roberto, y ella gritó un "No, por favor¡¡¡¡". A los pocos instantes, su cuerpo había expulsado el sujetador.

Como si de un impulso se tratase, volvió a taparse, ya sólo los pechos. Ahí recibió la orden de que mantuviese los brazos firmes, y que dejara contemplar sus enormes melones.

Quique se acercó por detrás y agarró con sus manos los senos de Ana. Mientras, con su boca, recorría su cuello, le pasaba su lengua y la besaba. Los demás, miraban la situación sin moverse, babeando, envidiando su boca y manos. Todos, menos Roberto, que estaba totalmente arrepentido de la situación que había provocado.

Su mano bajó, y pasó sus dedos muy despacio por encima del triángulo de tela. Ella cruzó las piernas, lo que provocó la ira de Antonio.

Muy bien, pues si te niegas a que te toquen tu braguita, será mejor que te la quites.

No, replicó ella llorando.

Si, respondió Antonio. Quítatelo, ahora.

No protestaré, por favor, no me hagan quitarme la braga. Haré lo que quieran, pero no me hagan desnudarme.

Su sometimiento, hizo gracia a Quique que volvió a pasar su mano por encima de su triángulo, mientras ella separaba las piernas lentamente según las instrucciones que le daban y deseando ilusamente que no fuese a más.

Quique estuvo pasando sus dedos por el diminuto tanga durante un par de minutos, en algunos momentos se deslizaban por debajo, dejando al descubierto su sexo, aunque breves instantes, para no estropear el momento.

Ya, dijo Antonio. Ya has disfrutado un poco Ana, ahora queremos verte lo que tienes debajo del tanga.

Pero......., por favor. He hecho lo que han querido, se lamentaba llorando.

Si, y lo seguirás haciendo si quieres que tu marido siga vivo.

Ella desplazó un poco el tanga, para que pudieran ver su sexo, pero la interrumpieron, y le indicaron que directamente se lo quitase.

No, por favor.......dijo sin ninguna convicción.

Mirando al suelo, muy despacio, fue deslizando por sus piernas el pequeño tanga blanco, que hasta entonces, había tapado su vagina.

Todos quedaron admirados. Tu concha estaba totalmente depilada. Ni un sólo vello podía proteger su intimidad. Instintivamente, procedió a ir a taparla, pero se acordó de las órdenes anteriores y dejó que todos contemplaran lo que hasta hacía unos minutos, sólo su marido había disfrutado.

Ahora queremos verte bien. Sientate en una silla y ábrete bien de piernas. Queremos observarlo todo, todo. No perder detalle.

Ella obedeció. Separó las piernas, y mientras, sus manos, se aferraban a la silla.

Sus labios vaginales, totalmente abiertos sobresalían y apuntaban hacia afuera. Su separación era tal, que prácticamente era visible su útero. Quique y Lucas, se pusieron de rodillas a su lado y comenzaron a lamerle los pezones. Sus pechos se mantenían firmes. Sus lamentos pegaban en vacío.

Roberto no podía soportar la situación que tenía Ana. Ya no sentía excitación. Sólo rabia, pena y vergüenza.

Antonio se puso de rodillas delante de Ana y comenzó a chupar su almeja. Estaba tan abierto su sexo que se asemejaba a un mejillón. Los minutos en que la mujer soportó las bocas de los tres hombres, le parecieron horas, pero su calvario, no había hecho más que comenzar.

Antonio decidió que era el momento de penetrar a la mujer. Para ello despejó totalmente la mesa del salón. Dos, cogieron a la chica y la colocaron encima de la mesa.

La mujer respondía como una autómata a las órdenes de sus captores. Antonio le abrió las piernas. No le costó ningún trabajo introducir su pene dentro de la vagina de Ana. Lo hacía muy lentamente, disfrutando de una penetración pausada, y sin ningún tipo de resistencia. Los otros hombres la tocaban la cara y magreaban la cara y los pechos. Antonio metía su miembro de forma pausada y rítmica. Tenía todo el tiempo para disfrutar de una mujer de bandera como Ana.

Poco a poco, el movimiento comenzó a incrementar su ritmo. Todos sabían, incluído Roberto, que se iba a correr dentro de su mujer.

Lo hizo fuera, para que todos pudieran ver la leche que había salido de su aparato.

Lucas le dio una toalla que había traído del baño, y se la dio para que se limpiase. Lo hizo muy despacio, e intentó taparse un poco con ella.

No, preciosa. No te puedes tapar, dijo Quique. Aún te queda trabajo por hacer. Tal vez sería bueno que su marido disfrutase un poco de ella. Es sábado, dijo riendo, con la intención que el cerebro de la operación y marido de la víctima, tuviera su momento de disfrute.

Dos hombres desataron las piernas de Roberto y le bajaron los pantalones.

La chica debería hacerle una felación a su marido delante de todos los demás.

A todos les sorprendió que Roberto no estuviera empalmado, despues de todo lo que había pasado, pero pensaron que había sido fruto de su concentración.Él se negaba a todo, no podía soportar lo que había provocado.

Su mujer, temiendo las represalias, obedeció, se arrodilló y comenzó a besar primero, y a lamer despues,su miembro.

Mientras esto sucedía, Quique comenzó a penetrarla por detrás.

Quique, quizá con menos experiencia, no podía aguantar demasiado la situación. Su excitación era tan alta que apenas sintió su pene dentro del coño de Ana, se corrió, lo que provocó una carcajada del resto de sus compañeros.

Es que me pone mucho, rió tambien.

Volvieron a limpiarla y esta vez fue Lucas quien comenzó a hacer lo mismo. Esta vez fue un poco más lento y se recreó en la posición de la mujer para disfrutarla. Mientras, Antonio le manejaba su boca, agarrando su pelo, y moviendo rítmicamente su cabeza para que su marido terminase de correrse.

Roberto no quería ver la situación, y sin mirar, se excitaba sintiendo su miembro en la boca de Ana. De esta forma, se corrió dentro de la boca de ella.

En ese instante, apareció Juan que había salido un momento de la sala. Traía un paquete de mantequilla. Todos supieron para qué la iba a utilizar.

Ana pidió clemencia y que la dejasen. Pero la orden fue precisa. Debería estar de rodillas, a cuatro patas.

Juan huntó un pegote, y comenzó a meter el dedo por su ano, para que fuese lubricándose.

Ana ya había practicado sexo anal con su marido en alguna ocasión, pero ahora era todo dramático. Juan tambien lo hizo lentamente, algo que no evitó que la mujer diera un fuerte grito en el momento de la primera penetración.

Juan continuó con su penetración, disfrutando de ella. En ese momento, las pollas de Antonio y Quique, se acercaron a la boca de la chica. Ella las rechazó, lo que hizo que se llevase una bofetada. Ambos hombres, de pie, agarraban su pelo y llevaban sus labios a sus miembros.

Cuando la sodomización terminó, sólo quedó Quique con el pene en su boca, mientras que Antonio fue a probar su culo.

Esta vez, ambos hombres se acompasaron. La chica no paraba de llorar en silencio. Quique se corrió y Ana intentó sacar su boca de la polla. Él no lo permitió y todo su semen entró en su garganta. La situación excitó mucho a Antonio, que con pocas embestidas más, tuvo otro gran orgasmo.

Con ello, dieron por finalizada la situación. Les advirtieron, que si llamaban a la policía, volverían.

Salieron por la puerta, y Ana procedió a desatar a Roberto, quien llorando, con un fuerte abrazo, dio varios besos a su mujer.

No obstante, estaba totalmente descolocado, y no sabía si era lo que realmenteq quería. Al día siguiente, sería el momento de verlo todo en su ordenador, con las grabaciones que había realizado.