Violada por feminista

Voy a una manifestación y acabo violada en el baño de un bar

ATENCIÓN: Esta experiencia que relato continue violencia verbal y física hacia mí por ser mujer y feminista, si no es algo con lo que os sintáis cómodos salid de aquí.

Hace un par de años fui a mi primera manifestación feminista. Como ya sabréis, a mí las mujeres no es que me caigan muy bien, pero soy feminista por mi beneficio propio, aunque soy de pensamiento muy tradicional.

Fui a esta manifestación animada por mi novio. Era la primera a la que iba y estaba un poco nerviosa porque no sabía qué hacer. Al contrario que toda su familia, mi novio Carlos es muy abierto de mente, y siempre me animaba a ir a cosas así. Yo, como ya he dicho, se que me beneficia así que apoyo el movimiento y decidí hacerle caso e ir.

Él me dejó cerca de donde se convocó la manifestación con la moto y me dijo que cuando terminase lo llamara que vendría a por mí. Yo llevaba unos pantalones vaqueros cortos, con los que se me veía un poco del culo, un top de tirantes negro y el pelo recogido en una coleta. Iba sencilla y básica, ese día mi intención no era provocar a nadie ni calentar al personal, era entretenerme. Cuando llegúe al gran grupo de gente, no había casi ningun hombre. Esperaba que fuesen 9 de cada diez personas mujeres, pero más bien era 49 de cada 50. Había muy pocos hombres y me sorprendió.

Para los que no me conozcáis supongo que tendré que describirme un poco. No se me dan bien las descripciones así que pido perdón de antemano. Soy de estatura media, creo que ando por el metro sesenta. Tengo el pelo castaño oscuro, casi negro, y bastante largo, a la altura baja de la espalda. Tengo buenas tetas y buen culo, aunque si tuviese que elegir uno de los dos creo que mi culo es lo que más destaca. Mis tetas no son demasiado grandes, perfectas para morderlas, agarrarlas y estrujarlas. Tengo los muslos en condiciones, ni muy gordos ni muy delgados, y el vientre plano. Los labios gordos y los ojos marrones, casi negros, y un poco achinados.

La manifestación fue normal, muchas pancartas, cánticos, gritos, empujones porque estábamos todas apretadas, etc. Llegó un momento en el que me agobié y decidí salirme del gran grupo. Gritar sentaba bien... No me considero una persona de estas que están enfadadas con la vida, soy muy feliz, tengo una vida feliz y estoy contenta, pero gritar a pleno pulmón de vez en cuando sentaba bien, ahora sí, te dejaba la garganta hecha una mierda. Cuando salí del grupo comencé a caminar por la acera hasta que di con un bar, a decir verdad de mala muerte, y que estaba un poco escondido del gentío de mujeres gritando como locas.

Entré al bar e inmediatamente, como hago siempre que entro a cualquier sitio, miré alrededor. Dos policías y el camarero. Los policías se estaban tomando una caña, iban con el uniforme (por eso los reconocí) por lo que estaban de servicio. Seguramente estaban encargados de controlar la manifestación pero preferían tomarse unas cervezas. Ambos estaban apoyados en la barra. Eran altos, y con buen cuerpo, uno parecía un policía nuevo, y al otro se le notaba que ya llevaría varias años a las espaldas, y una mujer e hijos también (a estas alturas ya he aprendido a diferenciar qué hombres vienen con o sin familia). El más joven era rubito, tenía los brazos musculados y un poco de barba, aunque no creo que tuviese más de 25 o 30 años. El otro, sin embargo, pasaba tranquilamente los 40, yo diría que tenía 45 o 46. Era moreno, aunque tenía el pelo más corto que su compañero, estaba completamente afeitado y su cara era más seria. Al rubio se le veía más jovial, mientras que el maduro se limitaba a escucharlo darle la tabarra sobre algo.

El camarero si que tenía cara de pocos amigos. En cuanto me miró supe que me habría echado a patadas si pudiera. Me acerqué a la barra.

-Perdone, ¿el baño? -pregunté al camarero.

-Para usarlo hay que consumir.

-Póngame un batido de fresa.

Me miró con mala cara y fue hacia la nevera a sacar un botellín puleva, que me entregó sin vaso ni pajita.

-Madre mía cómo están las manifestantes, ¿no? -dijo el policía rubio girándose para verme.

Me gustaba que los hombres me piropeasen y me mirasen, nunca me molestaba ni me hacía sentir incómoda, y quise seguirle el juego pero justo en ese momento el camarero me trajo el batido de fresa y me limité a darle las gracias.

-¿Pasas de mí? -me dijo en un tono molesto- Joder menudos ánimos tenemos.

-Déjala, seguro que es una feminazi de las de hoy -dijo el policía maduro.

Intercambiamos una mirada y simplemente puse los ojos en blanco ignorando el comentario. Me terminé el batido de fresa y fui al baño antes de pagar, para que el camarero no pudiese denegarme la entrada al baño. Aquel camarero era de lo más extraño, no paraba de mirarme mal. Ahora notaba su mirada y la de los dos policías sobre mí, y me estaba meando, así que decidí entrar de una vez.

Me dirigí al baño y meé. Me di cuenta de que no había papel, así que meneé un poco las caderas y me levanté. Había un espejo en el baño, algo que me sorprendía dado la pinta de mala muerte que tenía el bar, y me acerqué a mirarme. Sin maquillaje ni nada en la cara seguía siendo igual de guapa.

Justo en ese momento escuché la puerta abrirse de golpe y vi a los dos policías entrar.

-Vaya, nos hemos equivocado de baño -dijo el joven.

-Un poco más y me pillais meando -dije molesta porque odio que me interrumpan.

-¿Qué es eso que llevas ahí? -preguntó el maduro, que señalaba a mi culo.

Me fijé y tenía un pañuelo verde, en representación del aborto legal, yo no había llevado ningún pañuelo pero seguramente Carlos me había metido mano y había aprovechado para dejarlo en mi bolsillo. A mí se me habría olvidado cogerlo.

-Eso es de las putas estas de mierda para abortar -dijo el joven.

-Es nuestro derecho -contesté.

-Si no queréis hijos no seais unas guarras.

-Si sois unas putas se os trata como a las putas. Ni aborto ni mierdas -dijo el mayor de los dos

-Bueno, paso de vosotros -interrumpí el sermón que me iba a dar el maduro y me dispuse a salir. Cuando pasé por su lado el maduro me tiró del pelo.

-¿Me vas a interrumpir tú a mí, puta de mierda? -me susurró en el oído mientras yo me quejaba. No me estaba tirando del pelo con delicadeza, sino con rabia- Cierra la puerta.

El policía joven obedeció y echó el pestillo de la puerta, quedándonos los tres encerrados en el baño, lo suficientemente grande como para poder movernos sin problemas.

-Ahora te vas a enterar...

Me soltó del pelo y me empujó hacia delante, haciendo que cayese sobre el retrete. Escuché cómo se desabrochaba la bragueta y me levanté para intentar largarme pero el más joven me pegó inmeditamente un puñetazo en la cara que hizo que volviese a caer de rodillas.

-Cuidado... -dijo el maduro- Ya te he dicho que no hay que dejar marcas. Mejor con la mano abierta.

Se inclinó y volvió a tirarme del pelo para que lo mirase, sonrió y me pegó dos guantazos antes de escupirme en la cara. Me tiró del pelo haciendo que me tumbase boca abajo sobre el suelo y puso una rodilla entre mis hombros.

-Ven y ayúdame -le dijo al joven, que obedeció.

Noté cuatro manos sobándome de cintura para abajo. Me tocaban el culo, pero no para meterme mano, sino para encontrar algo. De pronto, escuché un tirón y tela desgarrándose. Me estaban rompiendo el pantalón corto, que lo habían dejado como si fuese una falda.

-Anda con la feminazi, si no lleva bragas -dijo el joven-. Lo que yo diga, van buscándolo.

-Cállate y haz lo de la última vez.

Eso quería decir que lo habían hecho ya más veces. No hacía falta ser muy lista para saber que me iban a violar. Sabía a esas alturas que colaborar era lo mejor, y a decir verdad el puñetazo, los guantazos y el escupitajo me habían puesto un poco cachonda. El policía joven se levantó y, acercándose a mi cabeza, me puso la bota sobre esta, aplastándome la cabeza contra el suelo. No era para hacerme daño, simplemente para que no me moviese. El maduro mientras tanto cogió el pañuelo verde y me ató las muñecas con él. Se escupió en la mano y comenzó a restregar la saliva por mi culo.

-Ahora te voy a reventar el culo este que tienes -me susurró en el oído.

Sin más espera me la metió de un golpe. Tumbado sobre mí, comenzó a embestirme entre gemidos, yo me mantenía callada pero en el fondo lo estaba disfrutando. Notaba el calor de su polla en el interior de mi culo, y notaba cómo mi coño se estaba humedeciendo. Por el rabillo del ojo atiné a ver cómo el joven se la estaba cascando observando la escena. De vez en cuando salían disparados más escupitajos, que caían a lo largo de mi cuerpo, aunque ya no sabía quién era el que escupía. El maduro siguió embistiendo, cada vez con más fuera.

-Puta de mierda -gemía a mi oído-. Ojalá llores cada vez que recuerdes esto -soltaba entre bufidos y quejidos.

Me abofeteaba el culo y notaba todo su peso sobre mi cuerpo. Las tetas aplastadas contra el suelo. Al rato paró y se levantó, rápidamente pisándome la espalda. El policía joven le tomó el relevo y se colocó en mi culo.

-Joder como le has dejado esto -dijo el chaval, que no perdió tiempo y me la metió inmediatamente.

-Dejad que me vaya por favor -intentaba disimular, fingiendo sollozos.

-¡Cállate! -dijo el joven que me pegó dos guantazos en el culo.

Comenzó a embestir igul que su compañero, este mucho más energético, y no se tumbó sobre mi cuerpo, sino que levantaba mis caderas con sus manos para que mi culo quedase en el aire. Escuché un plástica y al rato un mechero, y me vino el olor del tabaco. El policía maduro, todavía con la polla dura y brillante, se estaba echando un cigarro mientras su compañero me violaba. De vez en cuando iba echándome las cenizas sobre la cabeza, pero al llegar a mi cara ya estaban frías y no quemaban.

El joven seguía dándome por culo, cuando después de una cachetada más dura que las anteriores se levantó.

-Yo creo que no voy a poder aguantar más -dijo a su compañero.

-Vamos a terminar la faena...

Noté el calor de algo sobre mi culo. Estaba apagando la colilla en uno de mis cachetes, y solté un quejido de dolor, al que ambos contestaron riéndose. El maduro se inclinó cerca de mí y bajó su cara a la mía. Lamió mis labios un par de veces como un perro que lame un charco, dejándome sus babas en la boca.

-Mmmm sabe a fresa la zorra.

Tiró de mi pelo haciendo que me levantase y vi cómo su compañero se tumbaba sobre el suelo, con la polla apuntando al techo. Supe lo que querían hacer y, antes de que me diesen órdenes, me senté sobre el policia joven, posicionando mi coño depilado sobre su polla, que entró con facilidad en mi interior.

-Joder a esta le gusta.

-Sabe que es mejor terminar rápido -dijo el maduro.

El maduro me dio una colleja en la nuca y empujó mi cuerpo hacia delante, haciendo que cayese sobre el pecho de su compañero. Se colocó de rodillas a mis espaldas y me metió la polla en el culo. Inmediatamente, ambos comenzaron un bombeo rápido y fuerte, en armonía, haciendo que sus pollas llegasen a lo más profundo de mi culo y de mi coño. El policía joven tiró de mi pelo y comenzó a meterme la lengua en la boca. No me estaba besando, estba follándome la boca con su lengua.

-Es verdad, sabe a batido de fresa -dijo cuando me dejó caer sobre su pecho otra vez, con mi boca llena de sus babas.

El embiste seguía, no se cansaban y no paraban, y a mi cada vez me gustaba más. Notaba la estimulación de aquellas dos pollas penetrándome sin mi permiso, violandome ambos agujeros, y estaba llegando a mi punto álgido. Comencé a gemir flojo, aunque el maduro lo confundió con un llanto.

-¿Está llorando? -preguntó, se le notaba la alegría en la voz.

-No... -el joven intentaba descifrar mis quejidos- Se... ¡se va a correr!

El policía maduro inmediatamente tiró de mi pelo y pasó uno de sus grandes brazos por mi cuello, haciendo que me quedase sin respiración justo en el momento en el que comencé a correrme. Notaba los músculos de mi coño y de mi culo apretando ambas pollas. Comencé a chorrear, dejando empapado al policía joven. Este fue el primero en correrse, y noté cómo su lefa inundaba mi coño mientras comenzaba a ver borroso por la falta de oxígeno. En ese momento, el maduro me soltó y me agarró de los brazos, embistiéndome más fuerte para correrse dentro de mi culo en pocos segundos.

Yo caía cansada sobre el policía joven, y todo el peso de los músculos del maduro cayó sobre mi espalda. Estuvimos ahí un rato hasta que ambos me echaron a un lado y se levantaron. El maduro tiró de mis piernas y me puso al lado del retrete, y ambos comenzaron a mearme el cuerpo. Lo único que no me mojaron fue el pelo y la cara.

En ese momento alguien pegó en la puerta.

-Salid ya que viene gente -dijo el camarero, y asumí que sabía todo lo que había pasado y que estaba compinchado.

Al terminar, como no había papel, tuve que salir al bar y pedir servilletas. El camarero me las denegó y me echó del bar. Los policías ya no estaban. Llamé a Carlos, que se encontraba por la zona, y me recogió con su coche.

-Joder hueles a meado y lefa, ¿fiestecita privada? -dijo sonriente.

Lo miré y suspiré como la que ha estado todo el día trabajando.

-Cuando lleguemos a casa... te cuento todo.

Hasta aquí el relato chicos. Espero que hayais disfrutdo leyéndolo tanto como yo recordándolo. Como siempre, agrdezco los comentarios y me encantaría que me escribieseis por correo diciendome qué os ha parecido. ¿Os habría gustado ser alguno de los dos polis? Quiero saber si os pajeáis con mis relatos, si me imagináis, quiero saber qué haríais conmigo,... escribidme :) siempre es un placer hablar con vosotros.

¡Un beso!