Violada en su casa
Una chica es violada en su propia casa por tres hombres.
!Se oyó un fuerte golpe!
Alis se despertó a pesar de que el día anterior se había acostado tarde, rendida por el sueño.
Accionó el interruptor para encender la luz, pero no funcionaba... ¡Maldita compañía eléctrica!
¡Dos golpes más! - alguien estaba picando en la puerta de la casa
Apartó las sábanas, deslizó la mano por la mesita, encontró la linterna y echó a andar hacia la puerta.
Había alguien en la puerta de la casa. Se oían unas risas apagadas. Fuera quien fuese, parecía que había bebido.
Cruzó la sala, vestida únicamente con el camisón de encaje que se ponía para dormir y que se ceñía alrededor de su escultural cuerpo, y abrió la puerta sin pensar. Enseguida se arrepintió, pero ya fue tarde.
La luz de cuatro potentes linternas la golpearon en la cara. Detrás de los haces de luz oyó más risas. Una de ellas Alis la reconoció ya que la había oído durante toda la época del instituto: era la de Andrés.
– ¡Mírate! -exclamó Andrés- De punta en blanco y sin nadie a quien chupársela.
Más risas. Alis levantó un brazo para taparse los ojos, pero no sirvió de nada; solo veía formas detrás de las linternas. Pero una de las risas parecía femenina, y eso probablemente era bueno.
– ¡Apagad esas luces o me dejaréis ciega!
Más risas, más fuertes que antes, pero tres de las cuatro linternas se apagaron. Alis enfocó con su linterna hacia la puerta y lo que vio no la consoló: Pedro y Andrés flanqueando a Manolo y a Águeda. Una mujer, pero no una mujer de fiar.
– ¿Qué queréis? Es tarde.
– Queremos «costo» -dijo Águeda-. Tú novio la vende, así qué danos un poco.
– No tengo -respondió Alis- Y ya no es mi novio, rompimos y Juan ya no vive aquí.
– Y una mierda, ya sabemos que se fue, pero no puede habérsela llevado toda encima, algo habrá dejado aquí -le espetó Manolo-. Véndenos un poco. No seas zorra.
– Sí -añadió Águeda- O tendremos que llamar a la poli para que la busque.
Todos estallaron en carcajadas.
– ¡No! - Alis intentó cerrar la puerta, pero Manolo la abrió de nuevo. Lo hizo con la palma de la mano, sin ningún esfuerzo, pero el impulso hizo a Alis retroceder tambaleándose. Tropezó con el sofá y cayó de culo. Se le levantó el camisón.
Volvieron a encender las linternas y le enfocaron el cuerpo.
Alis se bajó el camisón con tanta fuerza que estuvo a punto de romperlo.
Luego se puso en pie como buenamente pudo, mientras los haces de luz recorrían su cuerpo.
– Sé una buena anfitriona e invítanos a pasar -dijo Pedro mientras entraba por la puerta-. Muchas gracias. -Iluminó la sala con su linterna-. Sí que es grande esto.
– ¡Mucho espacio para follar! -gritó Águeda, y todos se echaron a reír de nuevo-. -Levantó la palma de la mano y Manolo hizo chocar la suya contra la de ella.
– ¿Has dicho que Juan ya no es tu novio? -preguntó Andrés-
– No, rompí con él - Alis ya no estaba enfadada, solo asustada. - ¡Juan se ha ido!
Los cuatro se miraron y se rieron. La risotada de Andrés destacaba entre los demás.
– ¡Se ha ido! ¡Se ha largado! - dijo Pedro burlonamente.
– ¡Y a quién cojones le importa! -replicó Manolo
– ¿Si os doy la droga que Juan dejó aquí os iréis? -preguntó Alis.
– Claro -respondió Pedro.
– Pero date prisa -dijo Manolo- Mueve ese culito respingón que tienes.
– Esperad aquí.
Se fue a la cocina; abrió el congelador y cogió una de las bolsas con droga que su novio había dejado ahí. Quedaban tres más.
Cuando iba a volverse, Andrés la agarró por detrás, inmovilizándola.
Pedro se puso enfrente suyo, le ilumino la cara con la linterna y le quitó la bolsa de la mano
– Déjame verte desnuda otra vez -le dijo Andrés al oído-. A ver si llevas un tatuaje en el culo. -Le levantó el camisón hasta la cintura-. ¿No? ¡qué raro!
– ¡Basta ya! ¡Para!
Alis intentó apartarse.
Pedro le propino una sonora bofetada.
Alis quedó conmocionada. Jamás le habían abofeteado y el sentir una agresión tan directa haciá su persona la dejó sin defensas.
Pedro volvió a enfocarle la cara con la linterna mientras le dijo:
– Si no quieres que te dé otra quédate quieta.
Alis ya no intento resistirse, bajó la cabeza, y se quedó quieta, unas lágrimas empezaron a brotar de sus lindos ojos.
– Tienes un cuerpo muy bonito -añadió Andrés con naturalidad. Aún estaba detrás de ella, sin soltarla y no le había bajado el camisón, su cuerpo se apretaba contra el suyo
– Y también es muy guapa ¿verdad? -añadió Águeda.
– Me quedaré con toda la hierba -dijo Manolo vaciando el congelador-. Tú no la necesitas.
- Guapa y con buenas tetas - preciso Pedro
Pedro se puso a sobarle el pecho.
Alis ya no intento resistirse, asustada de recibir otra bofetada o un golpe peor, aunque su cuerpo reaccionaba involuntariamente intentando apartarse.
– Estate quieta. -Le pellizcó el pezón-. Estate quieta de una vez -le ordenó con voz ronca y respiración agitada.
ALis se esforzó en quedarse quieta y cerró los ojos.
Una tormenta estalló en su cabeza, Alis sabía lo que iba a pasar y que la situación no podía acabar de otra forma.
Alis sabía que iba a ser violada.
– Venga -le animó Águeda-. Enséñale lo que se ha perdido desde que se fue su novio.
Pedro señaló el dormitorio con la linterna.
– Ponte sobre la cama. Y ábrete de piernas.
– ¿No habrás creído que te íbamos a dejar ir sin follarte? -preguntó Andrés, y se rió.
Alis pensó que era mejor colaborar para que todo pasara lo más rápido posible y se dirigió hacia su cama, sumisa, intentando no menear el culo al andar para no provocarlos aún más, sentía sus miradas clavadas en su cuerpo.
Alis se sentó en un lateral sobre la cama, asustada
Andrés vino por detrás, cogiendola por los hombros la hizo tumbarse hacia atrás, boca arriba sobre la cama y la inmovilizó los brazos manteniendolos presionados sobre la cama a ambos lados de su cabeza.
Pedro vino por delante, le levanto las piernas en alto situándose entre ellas, arrodillado sobre la cama.
– ¿Soltarás prenda sobre esto, Alis?
– N-n-no.
– Tíratela -dijo Águeda, excitada, mientras enfocaba a Alis con la linterna-. ¡Tírate a esa zorra!
Pedro se bajo apresuradamente los pantalones y los calzoncillos, sacando su polla y situándola en la entrada de la vagina de Alis, la penetró.
Alis Chillo
Cuando la tuvo completamente ensartada y sujetándola con ambas manos por la cintura, comenzó una follada al principio lenta y profunda pero luego más rápida contra su cuerpo.
– Así me gusta, mantendrás la boca cerrada excepto cuando estés de rodillas -le dijo Pedro mientras la follaba.
Alis no estaba lubricada y las penetraciones le hacían daño, pero cuando Pedro se corrió dentro de ella, entonces sí que hubo lubricación.
Alis sintió claramente aquel fluido cálido y pegajoso.
También se le mojó la cara, de las lágrimas que le corrían por las mejillas y se deslizaban hasta el oído.
- Ah que gusto! - dijo Pedro - se lo he soltado todo dentro, llevaba un mes sin hacerlo -exclamó levantándose tambaleante y sacando lentamente su polla de la vagina de Alis.
Agueda - visiblemente excitada - se arrodillo frente a Pedro y se dedico a limpiar con la boca el miembro de Pedro
Manolo fue el siguiente, había tomado una cerveza del refrigerador y después de dar otro trago vació el resto del contenido de la botella en la entrepierna de Alis, como para limpiarla de los restos de semen de Pedro.
Después dejó la botella y se desnudó completamente.
A pesar de ser un tipo grande y gordo, el miembro en erección de Manolo era más largo que el de Pedro.
La penetró hasta el fondo y luego se tumbó sobre ella, besándola en la boca y follándola rítmicamente.
Andrés la soltó de las manos, pero poco podía hacer Alis con ellas para defenderse.
Si ya era malo que Manolo la follase, más malo resultaba tener que soportar el peso de aquel cuerpo desnudo sobre el suyo que la sofocaba y no le permitia respirar mientras que le lamía la cara limpiandole las lágrimas y la besaba, insistentemente, introduciendo su lengua y su saliva dentro de su boca.
Alis solo pudo volver a respirar libremente cuando Manolo terminó dentro suyo y se hizo a un lado sobre la cama.
Aunque lo peor llegó después, cuando Andrés se bajó los pantalones y dejó al descubierto una herramienta como las que había visto en las películas porno que ponía Juan antes de tener sexo.
Andrés la penetró con rudeza.
Alis se abrazó a Andrés y se abrió bien de piernas para intentar acomodar las violentas embestidas de Andrés sobre su cuerpo.
Durante la interminable acometida de Andrés, se le pasó por la cabeza que tal vez la estuvieran dejando embarazada.
Como Juan se había ido y no esperaba tener relaciones con nadie, se había descuidado bastante en la toma diaria de la pildora.
Mientras pensaba en todo eso, la voz estridente de Águeda no paraba de gritar: «¡Tíratela, tírate a esa zorra! ¡Hazla chillar!».
Andrés la hizo caso y se aplico a follar a Alis todo lo brutal y salvajemente que pudo
Y Alis chilló, vaya si lo hizo.
Al final la amenazaron para que no se fuera de la boca y la dejaron temblando, dolorida y llena del semen de los tres hombres.