Violada en la fiesta del pijama

Como una amiga y yo violamos a la prepotente de nuestra amiga.

Nuestros novios se habían ido a una despedida de soltero, y nosotras decidimos hacer una fiesta por nuestra cuenta. Pero al final solo éramos tres las dispuestas a divertirnos, una de mis mejores amigas, y la novia de un amigo de mi novio, una chica con la que no tenemos mucha confianza, y que siempre me ha parecido muy soberbia, de las que suelen mirarnos a las demás chicas por encima del hombro. Les propuse ir a mi casa esa noche, ya que mis padres estaban fuera el fin de semana, y organizar las tres una fiesta del pijama. Mi amiga, Mely, aceptó entusiasmada, y la otra chica, Vanesa, también aceptó, pensando que era una buena excusa para conocernos mejor.

Antes debo decir que me gustan los hombres, tengo novio, ya lo he dicho, y disfruto muchísimo follando con él. Pero no me importa hacerlo con otra chica, siempre que me guste y sea atractiva, y Mely lo es, y mucho, por eso ella y yo hacía tiempo que éramos mucho más que amigas. Hubiera preferido ir a mi casa solo con Mely, y pasar toda la noche las dos juntas en una cama, pero ya que se había apuntado Vanesa, no quería decirla que no. Además, sentía curiosidad por ver si se unía a nuestros "juegos"; es soberbia y prepotente, pero es muy guapa y tiene un cuerpo estupendo, con dos tetas enormes, y me moría por comérselas.

Llegaron a mi casa juntas, cuando ya había anochecido, con bolsas con bebida y comida, y los pijamas, claro. Lo primero que hicimos fue ponernos los pijamas. Vanesa se metió en una habitación ella sola para cambiarse y Mely y yo nos fuimos juntas al dormitorio de mis padres. Mientras nos cambiábamos aprovechamos para acariciarnos y besarnos un poquito. Mely estaba tan caliente como yo. Yo me puse un camisón semi transparente de tirantes muy cortito, sin sujetador; y Mely un pijama conjunto de camiseta de manga corta y faldita muy corta rosa con dibujitos estampados, se quitó la ropa interior, incluso las braguitas. Estaba espectacular, la camiseta se pegaba a sus tetas y le marcaba los pezones, no pude resistirme y le acaricié el culito por debajo de la falda y ella me respondió con un beso profundo en mi boca. Fuimos al salón y encontramos a Vanesa preparando la bebida y la comida, vestida con un camisón largo muy poco provocativo, con ropa interior, y mirándonos como si fuéramos dos putones. Esa mirada llena de superioridad y desprecio me llegó al alma, me dije que esa noche se acordaría de ello y se arrepentiría.

Nos sentamos en la alfombra y nos servimos las primeras bebidas. Empezamos a charlar y reír muy agradablemente. Con el alcohol nos sentíamos cada vez más animadas y sueltas, y empezamos a hablar de nuestros novios, de cómo eran sus pollas y cómo follábamos con ellos. Nos reíamos mucho. Le ofrecí una copa más a Vanesa, pero dijo que ya había bebido bastante y no quería más, pero la convencí, quería emborracharla y humillarla. Cuando llevábamos ya mucho alcohol y tabaco encima, empecé a acariciarle un muslo a Mely. Vanesa me miró extrañada. La acaricié un pecho y ella me dio un beso en los labios. Vanesa nos miró con repugnancia. -¿Es que nunca lo has hecho con otra chica, Vanesa?, le pregunté para provocarla. –Por supuesto que no, eso es asqueroso. –Pues a nosotras nos gusta mucho, le dijo Mely. Me acerqué a Vanesa y le puse la mano en su enorme pecho y empecé a acariciárselo: -¿No te gustaría probarlo con nosotras? Me apartó la mano con fuerza y me dijo que aquella broma no le gustaba, que estábamos todas muy borrachas y que era mejor que nos fuéramos a la cama a dormir. Cada vez la odiaba más, nos trataba como crías y ella la única adulta del grupo. Pero accedimos y nos fuimos a acostar, le pedí que nos perdonara, que no había sido más que una broma entre amigas y ella se suavizó un poco. Ya habíamos acordado que dormiríamos las tres juntas en la cama grande de mis padres, para seguir hablando juntas de nuestras cosas. Conseguí convencerla de que al menos se quitara el camisón y se quedara en ropa interior, nos acostamos y apagamos la luz.

Vanesa estaba en el centro, entre las dos. Me quité el camisón y las braguitas. Ella lo notó pero no dijo nada. Me arrimé a ella para que sintiera mi cuerpo desnudo. La notaba nerviosa. La acaricié su pierna con mi pie y la puse una mano en su pecho. Me dijo que ya estaba bien, que no quería más juegos de lesbianas. -¿Sabes?, me gusta mucho tu cuerpo, pero no me gusta nada tu actitud. Le dije muy seria. Ella me miró extrañada. –He intentado hacerlo por las buenas, te he dado la oportunidad de divertirte con nosotras y nos has despreciado, así que ahora lo vamos a hacer por las malas. Y diciendo esto la agarré con fuerza de las muñecas y me senté encima de ella. Vanesa todavía no entendía qué estaba pasando, y enfadada me dijo que la soltara. Mientras, Mely la quitó las bragas. Vanesa estaba furiosa, dijo que la broma ya había ido demasiado lejos. Yo le pregunté si de verdad creía que aquello era una broma y me agaché para besarla; ella cerró con fuerza los labios y yo se los repasé con mi lengua. -¡Abre la boca, puta! Mi tono y mi insulto la asustaron y empezó a darse cuenta de que aquello no era ninguna broma, y más cuando notó la lengua de Mely en su raja. Vanesa abrió la boca para decirle que la dejara, y yo aproveché para pegar mi boca a ella y meterla la lengua dentro, pero la cerró con brusquedad casi mordiéndomela. Me puso furiosa. La abofeteé con fuerza en la cara. Se quedó tan sorprendida y asustada que esta vez no impidió que mi lengua entrara en su boca y la besara, después eché mi saliva dentro de su boca y la dije que se lo tragara. Mely nos había observado excitadísima y también la besó y la escupió en la cara.

Le dije a Mely que la agarrara y yo fui a su raja. Se la besé y acaricié, y le metí la lengua, pero no era eso lo que quería. La metí un dedo de golpe y empecé a removerlo dentro. Vanesa gritó y nos suplicó que la soltáramos, se le habían humedecido los ojos y le caían lágrimas por las mejillas, pero eso solo hizo que nos excitáramos más. La metí dos, tres dedos, y empecé a follarle el coño con ellos, con fuerza, arrancándola gritos y jadeos. No parábamos de insultarla y de preguntarla si le gustaba, si estaba disfrutando, si la follaba así su novio. Su coño se empezó a mojar y le llevé mis dedos empapados a su boca para que me los chupara. Lo hizo con repugnancia, mientras Mely me besaba y me lamía las tetas con deseo.

Le dije a Mely que la agarrara mientras iba un momento a mi habitación. Volví con un consolador, y me encontré con que Mely le había sacado las tetas fuera del sujetador y se las estaba lamiendo, mordiéndole y pellizcándole los pezones con fuerza, y a Vanesa gimoteando como una perra. Conseguimos, a pesar de sus tirones y súplicas, ponerla a cuatro patas; yo me encargué de agarrarla de los brazos y Mely se dedicó a penetrarla el coño con el consolador. Es un consolador bastante grande, más que una polla de tamaño normal y Mely se lo introducía hasta el fondo con furia, estaba disfrutando tanto como yo. La follaba con él como si fuera una polla de verdad. Vanesa se revolvía y gritaba, y yo tenía que agarrarla con fuerza y golpearla la cara con violencia para que se callara y se calmara, diciéndola que si se relajaba y disfrutaba de la experiencia sería mucho mejor para ella. Por fin se fue relajando poco a poco, quizá se estaba quedando sin fuerzas o quizá se había corrido y su cuerpo se relajaba. Mely me lo confirmó enseñándome el consolador empapado y goteando fluidos.

Decidimos cambiar los puestos, y Mely se encargó de agarrarla, aunque ya no era necesaria tanta fuerza y la movimos para que pudiera tumbarse delante de ella, colocándole su coño a la altura de la cara de Vanesa. Yo la agarré de las caderas y le di cachetes en las nalgas hasta que se le pusieron rojas, diciéndole que le comiera el coño a mi amiga. Nos costó algo convencerla, pero al final abrió la boca con repugnancia, sacó la lengua y empezó a chupárselo. Mely la agarró de la cabeza y se la hundió bien en su coño, mientras me decía que se lo estaba haciendo muy bien, que era una puta que deseaba comer coños.

Yo empecé a rozarle el agujero del culo con el consolador. Vanesa apartó la cabeza del coño de Mely y pegó un grito suplicando que en el culo no. –Que raro, antes nos contaste cómo te gustaba que te enculara tu novio. -¡Era mentira!...por favor…soy virgen de ahí… Aquello me excitó con locura y empecé a presionar la cabeza del consolador contra su agujero, gritándola que le comiera el coño a Mely. Lo tenía muy cerrado, y decidí escupirlo y dilatarlo un poco con mis dedos. Ella se agitaba aterrorizada, pero Mely la tenía bien sujeta y la sujetaba la cabeza para que no gritara y no pudiera hacer otra cosa que comerle el coño. La metí un par de dedos para dilatarlo, pero era difícil, se encogía por la tensión de su cuerpo. Cuando lo tuve bien empapado de saliva probé otra vez con el consolador. Esta vez la cabeza entró fácil, y empecé a presionar lentamente.

Con la boca en el coño de Mely, Vanesa gemía y gimoteaba sin parar. Mi amiga empezó a agitarse y se corrió en su boca, obligándola a tragarse todos sus líquidos, pero no la dejó que sacara la lengua de su coño, quería más.

Yo le metia el consolador más y más dentro hasta que entró entero, y lo dejé ahí un momento para que lo sintiera llenándole el culo. Me acerqué a Mely y la besé con locura en la boca. Volví al culo de Vanesa, dispuesta a follárselo con el consolador. Se lo fui sacando lentamente, que notara cómo se deslizaba por su interior y se abría paso entre las paredes de su ano. Cuando lo saqué tenía algunas gotas rojas en la punta, y el culo se veía muy abierto y dilatado, así que empecé a meterlo y sacarlo, despacio al principio, pero más rápido y fuerte cada vez. Mely, entre gritos y espasmos, se corrió otra vez en la boca de Vanesa y esta no paraba de convulsionarse, hasta que fue parando poco a poco, y su cuerpo se relajó; dejó de agitarse, ya solo gimoteaba, con la boca llena de fluidos y el consolador entrando y saliendo de su culo. Cuando me cansé lo saqué y se lo llevé a su boca para que lo chupara. Esta vez no hubo que obligarla, ni gritarla, ni golpearla, lo chupó sin decir nada, mientras lloraba de vergüenza y humillación.

Decidimos dejarlo ahí, viendo cómo ya no quedaba rastro de su soberbia y desprecio. Se arrastró hasta una esquina de la cama y se quedó allí acurrucada sin decir nada, solo oíamos sus gimoteos. Mely y yo nos dimos placer aún un rato más, hasta nos quedamos dormidas la una en brazos de la otra.

Por la mañana nos duchamos las tres por turnos, Vanesa no nos habló. En su cara se veían la humillación y la vergüenza por lo que había pasado, pero de nuevo vi un rastro de su desprecia hacia nosotras. Esta chica no cambiaría nunca. Aunque estoy segura que en lo más profundo de su ser lo había disfrutado, quien sabe, quizá dentro de no mucho venía a mí humillada pidiéndome que organizara otra fiesta del pijama.

(Dedicado a HombreFX, mi crítico más exigente, y a Morbosa, la diosa de los relatos salvajes)