Violada en la discoteca

Una novedosa discoteca con características muy especiales hará las delicias de un hábil violador.

Por aquellos días, una nueva discoteca estaba causando furor en la ciudad. Mis amigos y yo nos moríamos de ganas para ir y ver con nuestros propios ojos las maravillas que se contaban; sin embargo la entrada era súper costosa y nos hubiéramos tardado dos meses enteros de ahorrar nuestras mesadas de colegiales para poder pagar el cover.

Ese fin de semana, sin embargo a la salida del cole, nos entregaron unos volantes en donde se promocionaba una fiesta de máscaras en la susodicha discoteca y la entrada era súper barata, pues querían promocionar el lugar. De modo pues, que todos mis amigos del parche y yo, nos pusimos manos a la obra para conseguirnos las máscaras más cool del evento y hacernos al dinero.

Por fin llegó el tan esperado día y nos reunimos en la casa de una de las chicas para arreglarnos y maquillarnos para la fiesta. Cuando ya estuvimos todos listos, pedimos dos móviles y nos encaminamos hacia el lugar. Llegamos como a eso de las diez de la noche y pudimos comprobar con nuestros propios ojos que los rumores y comentarios alabadores sobre el lugar, tenían un buen sustento. El sitio era sencillamente espectacular, con decorados increíbles en todo el perímetro y en el fondo una pantalla más que gigante con los videos musicales de la canción que el dj colocaba. La barra era enorme y servían unos deliciosos cocteles que además tenían una pinta para hechizar a cualquiera y unos colores que yo no había visto nunca antes en ningún coctel.

En esa época, como yo andaba sin novio, pues no tenía pareja para bailar, ya que los chicos del parche, estaban ennoviados con varias de las niñas del mismo círculo y había que esperar a que bailaran primero con ellas. Para quemar tiempo, me puse a tomar todos los cocteles que el barman me ofrecía y que estaban dentro del valor de la entrada consumible. Cuando ya me estaba aburriendo y me empezaba a sentir embriagada con la combinación de cocteles, un chico se sentó junto a mi, en la barra y sin más entablamos conversación acerca del sitio, del colegio al que asistía, de lo buena que estaba la fiesta y en fin, de cualquier cantidad de temas. Mientras hablábamos el chico me había invitado a un par de cocteles más que terminaron por hacerme sentir con los sentidos bastante confundidos.

Cuando hubo un cambio de canción, el chico que para cuestiones se llama Alan, (o eso me dijo), me invitó a bailar y yo le acepté. Él entonces me tomó de la mano y nos dirigimos a la pista; mientras caminábamos empecé a sentirme algo mareada y una vez bailando, el efecto combinado de la música electrónica y el alcohol, terminó por hacerme ver todo como una confusa mezcla de manchones de colores. Total que durante algún tiempo perdí la noción de donde estaba y lo que estaba pasando, no sentía nada ni veía nada, sólo un nubarrón de confusas manchas y mil colores distintos.

Cuando vine a reaccionar y traté de moverme, me sentí completamente inmovilizada de los brazos y al mirar hacia arriba me di cuenta de que tenía amarradas las muñecas por encima de mi cabeza, en una barra cilíndrica, como las que usan en los bares para los shows de baile. Cuando miré hacia abajo tratando de despertar del sopor, me percaté de que el chico con el que había estado charlando y bailando me había desnudado por completo y me estaba metiendo mano de lo lindo y por todos los lugares posibles. Tocaba con lascivia mis piernas, mi vulva, mi abdomen, mis senos y todo mi cuerpo, sin nada que se lo impidiera. Comencé entonces a forcejear y a intentar gritar, pero entonces me di cuenta de que estaba amordazada. El tipo al darse cuenta de mis forcejeos, intuyó que había despertado de mi embriaguez y echándoseme encima me habló de forma bastante autoritaria.

-No tiene sentido que grites mocosa. La música está muy alta y por mucho que grites nadie te oirá. Además estás bien atada y tu cuerpecito de colegiala está bastante provocativo como para dejarte ir. Mejor será que te quedes quieta y no intentes ninguna estupidez, porque no sabes de lo que soy capaz.-

Yo quedé estupefacta al oír aquello, pero extrañamente no sentí miedo. Pensé que lo mejor sería como me había dicho el tipo, quedarme quieta, para que así todo terminara más rápido y no me hiciera daño. Estaba yo meditando sobre aquello, cuando sentí que Alan me separaba las piernas sin que yo le ofreciera resistencia alguna. Cuando las hubo abierto a su gusto, procedió a tocar mi vagina y abriendo la parte superior de mis labios, encontró mi clítoris, que para colmo estaba ya bastante crecido.

Empezó entonces a comerse mi botoncito de una manera inolvidable. Yo antes había practicado el sexo oral con mis novios de turno, pero aquel tipo sabía lo que hacía; rozaba su lengua alrededor de mi botoncito describiendo círculos y logrando que me retorciera de placer con cada lametón. De vez en cuando lo succionaba además y con cada segundo que pasaba yo me ponía más y más caliente. Con sus manos, además tocaba mis caderas, que siempre han sido mi punto erógeno más fuerte; así que con todo aquello no tardé en correrme y de paso inundar la boca de aquel tipo con mis líquidos.

Él parecía satisfecho con mi recién consumado orgasmo, pues tenía una sonrisa en el rostro cuando se levantó para quitarse el pantalón y los bóxers, que eran las únicas prendas que tenía puestas aún. Cuando volvió a echarse encima de mi, tuvo un impulso y me quitó la mordaza. En aquel momento mi lado lógico me decía a gritos que hiciera algo: patalear, gritar, resistirme, tratar de zafarme. Pero sabía que nada tendría sentido. Mis muñecas estaban muy bien atadas y la música era muy fuerte aún y nadie me oiría porque además del volumen, aquel debía ser un lugar algo apartado de la discoteca como tal. Por otra parte, estaba demasiado caliente como para desear en realidad que aquella violación se detuviera. Aún podía sentir el interior de mi vagina ardiendo con los últimos residuos que mis líquidos recientemente expulsados.

Mi abusador me sacó de mis cavilaciones, cuando sentí la punta de su pene posarse en la entrada de mi aún húmeda cueva. Repare entonces en el tamaño del miembro y me percaté de que era mucho más grande y grueso que todos los que me habían penetrado con anterioridad, y por primera vez pensé en el dolor que un miembro tan bien proporcionado podría causarme. En aquel momento el tipo me embistió y de un solo empujón me penetró totalmente. Como mi vagina estaba tan húmeda y lubricada, no sentí dolor alguno y al contrario de lo que había pensado, el tener dentro de mi cuevita estrecha un pene tan grande, me producía una satisfacción plena.

Enseguida comenzaron las embestidas, hacia dentro y afuera, lo que de inmediato me provocó una nueva lubricación. Para colmo, el tipo se fijó después de todo ese rato en mis proporcionados senos y no perdió tiempo en abalanzarse sobre ellos con manos y boca. Lo que sentí con aquella experiencia fue de un éxtasis total. Mi violador debía ser un amante espectacular, pues al tiempo que bombeaba mi vagina con todas las fuerzas de su pelvis, tocaba mis pezones de una forma enloquecedora, para luego meterse mis pechos en su boca y comérselos a placer, con prolongados lametones y demostrando un hambre voraz por mi cuerpo. A los pocos minutos tenía toda el área de mis senos completamente mojada de su saliva y al parecer no se cansaba de comerme entera, pues la intensidad y el ritmo de sus embestidas no habían disminuido en absoluto.

Para colmo empecé a sospechar que aquel hombre era de los duraderos en el sexo, pues llevaba ya más de quince minutos manoseando y comiéndose mis senos, por lo que mis pezones habían adquirido la apariencia y el tamaño de dos cerezas enormes y rojas de tanto estar sometidos a sus toqueteos y lametones. Mi vagina aunque lubricada de forma tremenda, empezaba a sentirla irritada por la constante e ininterrumpida fricción de su miembro contra ella. Cuando completamos como treinta minutos, ya me había corrida más de tres veces y me sentía exhausta pero entregada a su abuso y sus caricias obscenas y posesivas. Cuando finalmente mi violador eyaculó, lo hizo dentro de mí, asegurándose de no derramar ni una gota de su semen por fuera de mi vagina, y aún le quedaron fuerzas para seguir metiéndome mano por todas partes durante un largo rato. Yo seguí sin oponer resistencia, por lo que volvió a comerse mi botoncito y mis senos sin piedad y obligándome a venirme dos veces más entre su boca y sus manos. Cuando finalmente se detuvo, se vistió por completo, me desató las manos e indicándome en donde estaba mi ropa salió de aquel lugar, dejándome aún tirada en medio de los cojines sobre los que me había violado y poseído a su antojo.

Después de algún rato me levanté y busqué mi ropa. Cuando comencé a vestirme, noté que mis senos y mi vagina, se irritaban aún más al contacto con mis prendas íntimas, pero no tuve más opción sino vestirme y salir de allí. Me di cuenta entonces de que aquel lugar de mi violación estaba dentro de la discoteca misma y que puertitas iguales estaban en todo el perímetro del lugar, sin duda con el fin de ofrecer a parejas deseosas la oportunidad de comerse allí mismo, pagando una suma extra al lugar. Traté de buscar a mis amigos, pero entre tanto gentío era prácticamente imposible encontrarlos, por lo que salí a la calle y tomé un taxi que me llevara a casa. Cuando llegué me desnudé por completo y luego de tomar una ducha caliente y regeneradora, me acosté con la esperanza de un sueño tranquilo.

Ahora ya han pasado varios años de aquel episodio, pero ahora puedo ir al sitio con frecuencia y aún a pesar de mi experiencia me sigue pareciendo tan encantador como la primera vez, que siendo una inocente colegiala lo conocí.