Violada en la cocina
Os voy a contar lo que me pasó un verano que me quedé sola en el piso con un trabajador. Mi primer relato.
Tengo que confesar que siempre me han gustado los relatos no consentidos, de violación, sobre todo si hay algún viejo gordo implicado. Todas las cuentas que tengo en páginas porno están llenas de vídeos de viejos follándose a adolescentes, e intento buscar a chicas que se parezcan a mí (pálidas, delgadas, ojos claros y morenas) para poder fantasear que soy yo la que está siendo usada por un gordo.
Actualmente vivo en un piso de alquiler, tengo una habitación reservada con una empresa que busca alojamientos a estudiantes. Por eso en verano me suelo quedar un par de meses sola siempre en casa, y en septiembre suelen aparecer mis compañeras del curso académico.
Al vivir en una ciudad donde el verano es tan caluroso, y aprovechando que estoy sola en casa, me paseo siempre desnuda por las habitaciones. Me masturbo viendo esos vídeos asquerosos en el salón, con el volumen puesto (ya que mis vecinos están medio sordos) y muchas veces incluso aprovecho para tener sexo por cam con desconocidos, solamente busco a hombres de más de 50 años. Me pone a mil que me vean masturbándome, que me den órdenes y ver sus caras regordetas y sudorosas mirándome con lujuria.
Una mañana de agosto estaba en una de mis sesiones de cam con un viejo desconocido cuando sonó la puerta de casa. Con el susto, cerré la pantalla del portátil y me puse la ropa que tenía al lado: un tanga azul con encaje, para poder quitármelo delante de esos babosos y enseñarles mi coño depilado. Escuché atenta cómo insistían en llamar a la puerta, y casi se me sale el corazón de la boca cuando escucho unas llaves: podría ser una nueva inquilina o alguien de la empresa pasándose por el piso y comprobando que las antiguas estudiantes no habían roto nada antes de irse.
Corrí a mi habitación y me puse por encima la primera camiseta que encontré, una negra de tirantes un poco ajustada, justo en el momento en el que entró alguien por la puerta. Me miré en el espejo y maldije: estaba despeinada, con las mejillas sonrojadas y la piel pálida que tengo brillante por el calor. Tenía los pezones erectos, menos mal que tengo unas tetas de tamaño modesto y pezones rosados y pequeños, como de niña buena. Una voz de hombre saludó y preguntó si había alguien en casa.
- Sí, perdón, estaba encerrada en mi cuarto y no te he oído entrar. Soy Marta, estoy en esta habitación viviendo. Tú debes de ser de la empresa, supongo.
Mi explicación sonó bastante serena, o eso esperaba. Me apoyé de forma casual en el marco de la puerta y miré al hombre. Tendría unos 40 años y aspecto normal: moreno, altura media, gafas y un poco fondón por no decir gordete. Me miró de arriba abajo con una expresión rara.
- Hola, es verdad, me han dicho los del trabajo que todavía había alguien en la casa. Soy Marcos, vengo a ver las habitaciones vacías por si hay algún problema antes de que lleguen otras.
- Genial, adelante.
No sé por qué pero le seguí hasta el salón. Estaba con el subidón por el susto de ser casi pillada y rezaba por poder actuar con normalidad. Me miró antes de entrar en una de las habitaciones y yo le sonreí dulcemente, cosa que con mi carita de ángel no es difícil. Cuando entró me giré y maldecí. No podía encerrarme en el baño o en mi cuarto, sería de mala educación y un poco raro, así que fui a la cocina y empecé a fregar platos que tenía por allí tirados. Entonces me di cuenta de que olía a mis flujos, no demasiado, pero notaba el olor ya que hasta hacía un momento estaba masturbándome como una loca y tenía el tanga y los dedos llenos de flujo. Me lavé las manos pero estaba muy incómoda por si el señor lo había olido al estar tan cerca antes.
- Ya he echado un vistazo. Necesito ver el resto de la casa por si hay algo que no funcione bien, ¿te importa decirme qué tal va la tele, los enchufes, los grifos…?
- Claro, aunque no hay nada que decir.
Empecé por la terraza, le enseñé un par de cosas rotas del tendedero y de un armarito. Al ser la casa tan pequeña, estábamos prácticamente pegados, y yo empecé a ponerme roja por la situación. Un par de veces nuestros brazos se rozaron y los crucé por debajo de mis pechos. La verdad es que era la situación perfecta de todas mis fantasías, una chica indefensa con un desconocido en su casa a solas. Me empecé a poner cachonda, lo que no ayudó a mis ya erectos pezones. Al pasar al baño, nos quedamos delante del espejo y vi por el rabillo del ojo que me miraba las tetas y que tragaba saliva. Eso me puso aún más cachonda, pero al ser tan tímida estaba muy incómoda y quería escapar de esa situación. Le dirigí de nuevo al salón y le dije que a una silla estaba medio rota. Me agaché para enseñarle el desperfecto y me di cuenta de que le estaba enseñando, literalmente, mi culo en pompa, con un tanga de fantasía.
- Ya veo, voy a hablar con mis jefes a ver si podemos cambiarla.
Se acercó a mí con la excusa de ver el cojín y me rozó la pierna por detrás. Me puse tiesa como un palo, pero no me moví de sitio. Su mano se quedó en mi pierna un momento.
- Creo que nos queda la cocina.
Retiró la mano y le seguí hasta la diminuta cocina. Abrí la nevera y le enseñé el hielo que se formaba y que tendría que quitarlo la de la limpieza.
- Con el calor que hace, me gustaría meterme dentro por las noches – intenté bromear.- No soporto el calor, me tengo que dar duchas cada media hora con agua fría.
- Por eso vas así vestida, me imagino.
Me miró con los ojos entornados, mejor dicho, me devoró con la vista. Yo me estremecí e intenté taparme las tetas con los brazos un poco.
- Sí, no esperaba visita, siento estar tan poco presentable.
- No te preocupes Marta, pero ten cuidado a quién abres la puerta así vestida. Algunos hombres perderían la cabeza al ver un cuerpo tan bonito como el tuyo.
Sentí un escalofrío por sus palabras pero me quedé en silencio, con los pezones marcándose en la camiseta. Notaba el tanga húmedo con mis jugos, restregué una pierna con la otra y una ola de placer me recorrió. Marcos se acercó poco a poco hasta quedarse delante de mí y me acarició el brazo. Bajé la mirada y vi un bulto entre sus piernas.
- No hace falta que seas tan tímida. ¿Sueles tener muchas visitas?
Negué con la cabeza.
- Eso es una pena, ¿no tienes a ningún noviete que te haga compañía cuando vas así vestida por casa?
Su otra mano me agarró del tirante de la camiseta y empezó a jugar con ella. Tragué saliva, no podía apartar la vista de su miembro. Parecía enorme con el bulto que estaba formando en los pantalones, me excité más al pensar en que me podía follar un completo desconocido en casa. Pero me quedaba un poco de cordura así que me aparté. Fingí que tenía algo de orgullo y decencia, aunque yo misma dudaba de ello.
- Cómo voy por casa no te importa. La próxima vez avisad si alguien viene al piso que tengo alquilado, esto no es de buena educación.
Noté en su cara que se enfadaba. Se volvió a acercar.
- Perdona, preciosa, pero solo tienes tu cuarto reservado, las salas comunas son de la empresa. Así que podemos venir siempre y cuando queramos, niña.
Intenté pensar en algo pero me agarró de la cintura un brazo mientras que con el otro apartaba un mechón de mi pelo de la cara.
- Tienes los pezones tiesos desde que he entrado, y vaya olor a hembra que vas dejando por la casa. ¿No te estarías masturbando en el salón? Ya sabes que esa zona no es tuya, sino nuestra.
- Pero qué dices, déjame en paz.
- Así que no lo niegas, qué guarra eres… debería de decírselo a los de la empresa para que te echen por guarra.
- No te van a creer, cerdo. Les diré que me has estado acosando.
Me agarró con fuerza y me empujó contra la encimera, enfadado. Mi cuerpo se inclinó hacia atrás por su peso y bajó su cara hasta la mía.
- Escúchame, puta. Mis jefes me van a creer a mí, y tenemos el número de tus padres entre los contactos, podemos llamarles y decirles que te expulsamos por ser una zorra
que se masturba en el sofá a medio día, ¿quieres?
Negué con la cabeza y me intenté escapar, pero me tenía bien agarrada por la cintura. Sonrió con satisfacción y bajó la nariz hasta mis pechos.
- Mírate qué cachonda estás… qué pezones más adorables tienes, me encantaría verlos para poder lamerlos enteros.
Intenté apartar su cara hacia un lado, pero me agarró las dos manos con una mano suya y me las sujetó atrás. Nunca he tenido mucha fuerza, y él me sacaba muchos kilos.
- Estate quieta, no hagas como que no estás deseando que te coma las tetas. Si te portas bien, puede que te coma el coño.
Besó uno de mis pezones y abrió la boca para morderlo por encima de la camiseta. No me podía creer lo que estaba pasando, y tampoco lo que estaba sintiendo: lo que en el fondo quería es que me diese la vuelta y que me follase en la encimera, pero por mi dignidad no podía permitir que eso pasase, así que cerré la boca para que no escuchase mis gemidos. Marcos pasó al otro pezón, lo chupó y lo mordió con suavidad durante un tiempo mientras que con su mano libre tiraba del tanga hacia arriba, por lo que se me metía entre mi raja y rozaba mi clítoris.
- Mírate, qué húmeda estás ya -metió una mano en mi coño y lo sacó lleno de jugo espeso. Yo gemí de placer -y lo estás disfrutando, mira que eres guarra…
Levantó la camiseta y empezó a lamer mis pezones rosados con lujuria. Notaba su mano agarrándome fuertemente el culo y manoseándolo, y sus dientes clavándose en mis tetas. Le cogí de la cabeza y le apreté con fuerza contra mí, cachonda totalmente.
- Voy a tener que follarte, no puedo dejarte así de cachonda sola en casa, ¿no te parece?
Terminó de quitarme la camiseta y me agarró del pelo para obligarme a ponerme de rodillas. Mi cabeza quedó delante de su bulto, y con la mano libre se quitó el cinturón y se bajó la cremallera del pantalón. Cuando se sacó el pene, me quedé alucinada: era de color rosado, brillante por el semen que ya le chorreaba, con un tamaño y diámetro más que aceptables. Me mojé los labios fantaseando con ese pene en mi coño y le miré como pidiendo permiso. Él agarró mi cabeza y me obligó a tragarme su polla. Apenas podía tragarla entera, ya que casi nunca había hecho mamadas, pero de lo cachonda que estaba intentaba llegar hasta la base de su pene. En un par de ocasiones de la brusquedad con la que estaba agarrándome de la cabeza tuve arcadas, y eso me puso aún más caliente. Estaba follándome la cara sin piedad, movía su pelvis y me agarraba la cabeza con ambas manos y tiraba de mí como a él quería. Me liberó durante un segundo para que puede coger el aliento y aproveché a lamerle el tronco desde la base hasta la punta con ansia, tragándome todo el semen que había soltado.
- Madre mía, que bien la chupas, preciosa. Levántate.
Me levanté con las rodillas doloridas y de un tirón me quitó el tanga, dejándome totalmente desnuda. Me obligó a subirme a la encimera y a abrir mis piernas completamente.
- Mírate, que coñito más jugoso. Voy a follarte aquí mismo, eso es lo que quieres, verdad guarra.
Dijo mientras metía un dedo en mi raja, llena de flujos. Yo gemí, pidiéndole más, y él sonrió con lascivia. Se agachó para oler mi coño y pasó la lengua despacio, y fue suficiente para que mi espalda se arquease y un gemido fuerte escapase de mis labios. Entonces, con brusquedad, empezó a lamer mi clítoris y metió dos dedos en mi coño con rapidez y fuerza. Empecé a gritar y apreté su cabeza contra mi coño, estaba a punto de correrme. Siguió comiéndome el coño hasta que se puso de pie y, de un movimiento, enterró su polla en mi coño. Dejó escapar un gruñido de satisfacción y empezó a mover la cadera rápidamente mientras que me agarraba de la cintura con las dos manos para que no me pudiese mover. Yo cerré las piernas por detrás de su espalda, estaba a punto de correrme, no podía dejar de gritar y gemir.
- Mírate como gritas, puta, que se enteren los vecinos que eres una zorrita.
Me agarró y me obligó a bajarme de la encimera y a girarme. Me empezó a follar desde atrás con brusquedad, y de repente noté un intenso dolor en un lado del culo. Empezó a darme azotes con fuerza, y eso me puso tan cachonda que me corrí como nunca antes me había corrido. De mi coño salieron flujos disparados y grité mientras que él no dejaba de follarme y de azotarme. Segundos después, escuché unos gruñidos, y con un par de embestidas sentí su semen con fuerza dentro de mi coño. Nos quedamos unos segundos parados, recuperando la respiración. Después, se puso de nuevo los pantalones, me dio un último pellizco en un pezón y se fue hacia la puerta.
- Qué bien me lo he pasado, Marta. No hace falta decirte que si se lo cuentas a alguien, además de no creerte, te echaremos del piso y le contaré lo guarra que eres a tu familia y a tus amigos, ¿verdad?
Yo todavía tenía los fluidos cayéndome del coño y me ardía el culo, lo tenía completamente rojo. Asentí, sin poder hablar todavía. Me sonrió y me dejó así, follada brutalmente en la cocina.