Violada en fin de año. Capitulo II. El taxista

Después de haber sido violada por el vigilante del edificio donde trabajo, creo que llegaré con bien a mi casa, pero me espera una larga noche de más dolor y humillación. Mismas advertencias que en el primer capítulo

31 de diciembre 9:35 pm. Camino por la calle sola; tratando de alejarme lo más posible del edificio de oficinas, con las lágrimas escurriendo por mi rostro por el dolor que aun siento. No pienso en otra cosa que no sea llegar a mi departamento y darme un buen baño para quitarme de encima el sudor y el semen del maldito vigilante gordo.

Mi largo cabello castaño claro está desordenado, al igual que mi ropa, pues aunque intenté arreglarme lo mejor posible después de que el infeliz gordo me violara, no tenía a la mano lo necesario y cuando bajé al auto tuve muy poco tiempo.

Siento frio en mis torneadas piernas desnudas, que siempre he mostrado con orgullo y que sé que a todos los hombres les gustan;  pero sé que nada puedo hacer más que soportar el frío hasta llegar a algún lugar con algo de calor.

En días normales las calles y avenidas de esta zona de corporativos a esta hora es un hervidero de gente, de autos particulares y de transporte público; pero hoy no, todo mundo se fue a casa temprano para recibir el año nuevo (todos excepto yo). Circulan algunos autos a toda velocidad, es notorio que llevan prisa. Yo me encamino a la base de taxis que está a tres cuadras de mi trabajo. Mientras camino por la banqueta un auto se me empareja y escucho varias voces de hombres. Uno de ellos pregunta con voz de "niño bien":

  • ¿Te llevamos? ¿A dónde vas?

Sigo caminando sin voltear, como si no hubiera escuchado. Me vuelve a hablar:

  • Oye, que si te llevamos ¿Para dónde vas?

No hago caso, pero empiezo a ponerme nerviosa y acelero el paso. Aún falta media cuadra para llegar a la calle donde está el sitio de taxis y además de mí, no se ve un alma en la calle.

  • ¡No seas grosera, te estoy hablando!

Apresuro más el paso y me arrepiento de haberme vuelto a poner las zapatillas.

  • ¡Pinche vieja, está sorda; vámonos!

El auto acelera y se aleja toda velocidad. Respiro aliviada y camino más tranquila.

Por fin llego a la base de taxis. No hay unidades y solamente está el despachador adentro de su caseta color metálico viendo un periódico. Me acerco, pero tan absorto está el despachador viendo la foto de la mujer desnuda que viene en las páginas centrales del tabloide que no se percata de mi presencia. Al acercarme más y asomarme hacia adentro de la caseta veo con desagrado que el tipo sostiene el periódico solo con una mano y con la otra se masturba; tiene el miembro totalmente parado afuera de su pantalón. Me volteo hacia otro lado y con los nudillos golpeo la ventana de la caseta. El tipo se asusta y rápidamente avienta el periódico y trata de meter su larga verga en el pantalón. Después de unos segundos abre la ventana de la caseta y saca la cabeza. Me dice:

  • Buenas noches. Diga

  • Buenas noches, necesito un  taxi, respondo sin ocultar mi asco por la desagradable escena que acabo de ver.

El patán tipo me recorre con la mirada de arriba a abajo, prácticamente desnudándome con la vista;  fijándose principalmente en mis hermosas piernas Me incomodo, pero no digo nada.

El sujeto me dice:

  • Está difícil, no hay unidades.

  • Ya lo veo, pero usted puede llamar para que venga alguna, ¿No?, le digo en tono de molestia.

  • No creo, me responde cínicamente.

  • ¿Por qué no cree?, le digo cada vez más enojada.

  • Porque la mayoría ya se fue o está ocupado.

  • Pero cuando menos haga el intento, por favor ¿O no es ese su trabajo?

De nueva cuenta el me recorre con mirada morbosa de arriba a abajo y me dice:

  • A ver qué puedo hacer. ¿Para dónde vas?

Le digo el nombre de la colonia en la que vivo y él se asombra.

  • ¡Uy, está bien lejos! No creo que nadie quiera ir hasta allá, pero a ver.

Enseguida se mete por completo a su caseta, toma el radio y lo veo que se comunica con alguien, pero no escucho nada. Después de unos minutos que me parecen larguísimos el tipo abre la ventana de la caseta y me dice:

  • Solo hay uno que puede venir, pero se tarda como veinte minutos en llegar y le cobra quinientos pesos.

Estoy a punto de protestar por el abuso en la tarifa, pero veo que no tengo mejor opción, así que solo contesto:

  • Está bien

Camino unos pasos para sentarme en la banca que tienen para esperar el taxi; el tipo se vuelve a meter a su caseta, pero no cierra la ventana y alcanzo a escuchar que dice por la radio:

  • Lánzate, ya se hizo.

Supongo que se refiere a que acepté la tarifa y me siento a esperar.

El tipejo asoma la cabeza por la ventana y me dice:

  • Oye, hace mucho frío; ¿No quieres meterte acá?

  • No gracias, le respondo cortante

  • ¿Qué no tienes frío con esa faldita?, aquí hay espacio y tengo ponche caliente, insiste

  • ¡Qué no, gracias! Le digo enfadada.

  • Bueno, tú sabrás. Ahí te aguantas, me dice, se mete y cierra la ventana.

Mientras espero a que llegue el taxi me pongo a pensar en lo que me sucedió y al recordar la horrible cara sudorosa del gordo frente a mí mientras me violaba, me estremezco y me pongo a llorar en silencio. Volteo hacia donde no me puede ver el despachador, no quiero que nadie sepa lo que me sucedió.

El tiempo avanza, veo el reloj: Las 10:02 pm. Ya van casi diez minutos desde que me dijo el despachador que llegaría el taxi. Aun con mi grueso abrigo me muero de frío y pienso que hubiera sido buena idea aceptar el ponche caliente, pero sin entrar en la caseta. Pero no le voy a pedir nada al gañán de la caseta, no quiero ni voltear a verlo.

Empiezo a quedarme dormida; el cansancio de un largo día de trabajo más la violación que sufrí me agotaron. De repente siento que alguien me toca el hombro y me sacude.

  • ¡Hey, despierta!, me dice el despachador

Despierto a duras penas y veo a dos personas: el despachador que es un tipo flaco, un poco canoso, de cabello largo y nariz prominente y otro tipo: un sujeto alto, fuerte y corpulento, semi-calvo, que viste una chamarra de piel abierta, debajo se vislumbra una playera negra con logotipo de una banda de Heavy metal, jeans y tenis. Este último me mira con ojos libidinosos las piernas y sonríe de una manera extraña. Trato de cubrirme las piernas mientras el despachador me dice:

  • Ya llegó tu taxi.

Me levanto aún amodorrada y solamente veo un auto mediano de color oscuro;  no logro distinguir si es negro o azul marino. Desconcertada pregunto:

-¿Dónde?

-¿Dónde qué? , me pregunta el despachador

  • ¿Dónde está el taxi?

-¡Pues este es! Me dicen ambos tipos casi al unísono

Estoy a punto de decirles que no quiero el servicio e irme, pero el miedo a quedarme sola, el cansancio y el no tener otra forma de llegar a mi casa me hacen resignarme y camino hacia el auto. El taxista me abre la puerta trasera, pero antes de subirme el despachador me toca el hombro y cuando volteo me entrega un vaso de unicel con una bebida caliente; “es ponche calientito”, me dice; le agradezco con una sonrisa y me subo al auto; pienso que después de todo tal vez juzgué mal al despachador.

El taxista cierra mi puerta y se va caminando con el despachador hacia la caseta; ambos van platicando y ríen, pero no alcanzo a escuchar qué es lo que dicen. Tomo un poco del ponche y siento un sabor un poco raro, creo que tiene ron, pero no puedo afirmarlo; de cualquier manera agradezco el detalle porque siento como el líquido caliente entra a mi cuerpo que tiritaba de frío.

Miro el reloj: Las 10:34 pm. En eso el taxista abre la puerta del conductor, antes de subirse le grita al de la caseta:

  • ¡Entonces allá nos vemos!

Veo que el despachador sonriente levanta el pulgar en señal de aprobación y se mete a su caseta.

El corpulento taxista se sube al auto, se quita la chamarra de piel y puedo ver sus fuertes brazos tatuados. Enciende el carro y arranca; voltea un poco, me ve descaradamente las piernas y me dice:

-Ponte cómoda y disfruta el viaje.

-Gracias,  contestó tratando de ser educada y de que el tipo no note el miedo que le tengo; coloco mi bolso sobre los muslos para que no vuelva a verme las piernas.

  • ¿Si sabe a dónde me lleva?, le preguntó para confirmar si tiene el domicilio

  • Si, ya me dijo mi compañero;  ya cuando estemos cerca tu nomás me dices a que calle vamos.

  • De acuerdo,  contesto.

El taxista pone un CD de música muy relajante, a un volumen bajo y agradable. Me sorprendo que alguien como él escuche ese tipo de música; pero me alegro de que no lleve su cochina música grupera. También prende la calefacción, cosa que agradezco en silencio porque, aunque ya me acabé el ponche que amablemente me regaló el despachador, sigo sintiendo mucho frío.

El auto avanza a una velocidad media; quiero pedirle al tipo que avance más rápido, pero no deseo hacerlo enojar, pues me preocupa que reaccione de manera negativa y me deje en cualquier lugar.

El cansancio, aunado al ronroneo del auto, el calor de la calefacción y la música relajante producen en mí un efecto adormecedor; empiezo a sentir como me voy quedando dormida e intento evitarlo, pero cada vez me pesan más los ojos y no puedo aguantar el sueño. A duras penas veo el reloj: Las 10:56 pm. No me doy cuenta a qué hora me quedo profundamente dormida y eso es mi perdición.

Entre sueños siento que el auto se detiene. Trato de despertar, pero no puedo, me desespero, mi mente me grita que despierte, pero mi cuerpo se niega a hacerlo.

Medio dormida como estoy, me doy cuenta de que el taxista abre la puerta trasera contraria a la que yo utilicé para subirme al carro; él se sube y cierra la puerta, se sienta junto a mí, quita mi bolso de mis piernas y comienza a acariciarlas al mismo tiempo que empieza a besarme el cuello. Lo escucho decir:

  • ¡Qué rica estás mamacita!
  • ¡Bbbbbbb!, es lo único que logro balbucear
  • No te preocupes, relájate y disfruta; me dice él tranquilamente mientras sigue besando mi cuello

Me doy cuenta de que el tipo está muy seguro de que yo no haré nada por defenderme y aunque lo intento, no puedo, me es imposible espabilarme; sé lo que está ocurriendo y quiero evitarlo, pero estoy en un sopor como nunca antes lo había sentido. Creo saber que sucede: me imagino que el ponche no contenía Ron, sino alguna otra sustancia que me durmió y que aún no me deja despertar. Creo que el maldito despachador me puso en bandeja de plata para su amigo.

El infeliz taxista comienza a quitarme el abrigo, lo logra con cierta facilidad e inmediatamente después comienza a desabotonarme la blusa, con gran esfuerzo levanto las manos e intento retirar las suyas, pero él fácilmente quita mis manos y me las sostiene sobre el regazo mientras continúa desabotonándome la blusa con una sola mano; termina y con ambas manos desabrocha mi sostén y libera mis tetas, de inmediato comienza a acariciarlas mientras me dice:

  • ¡Ah que ricas chichis mamita, se ven deliciosas!

Sin que yo pueda rechazarlo, el desgraciado taxista me quita completamente la blusa y el sostén, los avienta y me deja semidesnuda, solamente con mi minifalda, mi tanga y mis zapatos de tacón puestos. Acto seguido baja su cabeza para lamer mi seno izquierdo mientras con una mano me acaricia el derecho y baja su otra mano para acariciar mis piernas; comienza a empujar para abrirlas y sube más su mano por mi entrepierna.

  • ¡No, pog favoggg!, logro decir por fin mientras intento inútilmente evitar que me obligue a abrir las piernas.

Pero él continúa haciendo lo mismo, me lame una teta, me acaricia la otra y con su mano libre comienza a jalonear mi tanga con tanta fuerza que la rompe.

Estoy desesperada, no puedo creer que me esté sucediendo lo mismo que me pasó con el maldito vigilante gordo, no es posible que me vayan a violar dos veces en la misma noche. Empiezo a llorar de impotencia.

Él me empuja y me hace recostarme sobre el asiento trasero del taxi; en ese momento me parece ver que hay alguien en la calle e intento gritar:

  • ¡Aucgggiiliiiooo!, no puedo pronunciar correctamente y mi grito no se oye más allá de los oídos del taxista, que entre amenazante y burlón me dice:
  • ¿Qué fue eso? ¿Un grito? ¡Más te vale que no lo hagas, porque si gritas me voy a enojar mucho y tendré que golpearte y no quiero hacer eso!, ¿entiendes?

No contesto y no es porque no quiera; deseo patearlo, morderlo, golpearlo y gritarle que me deje en paz, pero no puedo hacer nada.

El maldito desabrocha mi falda y con facilidad la desliza por mis redondas nalgas y la tira no sé en dónde. Después procede a quitarme los zapatos y cuando termina me deja completamente desnuda y a su merced. Hincado en el suelo del taxi junto a mí me dice:

  • ¡Ah que sabrosa estás mamacita, creo que nunca me había tocado una tan rica como tú!

Al parecer el efecto de la droga que me dieron se está terminando, casi estoy despierta, por lo que empiezo a defenderme y manoteo desesperada mientras le grito:

  • ¡No, no, ge agaban de diolar!, le digo tratando de que se compadezca de mí
  • ¿Qué dices? No te entiendo mamita, así que mejor cállate y vamos a disfrutar
  • ¡Qué me acaban de violar!, ¡Deténgase por favor!, le repito apelando a su conciencia y por fin hablando coherentemente

Él se detiene unos segundos y me mira con extrañeza; me repite:

  • ¿Qué te acaban de violar? ¿Quién?
  • ¡El vigilante del edificio donde trabajo! ¡Por favor lléveme a mi casa!

Contrario a lo que yo esperaba, el reacciona de manera morbosa y me dice:

  • ¡Bueno, entonces ya sabes lo que te va a pasar, ya tienes experiencia!

En seguida y sin que yo pueda hacer nada por evitarlo, él se sube al sillón en medio de mis piernas, obligándome a abrirlas. Yo intento cerrarlas, pero por más que lo intento no puedo; como puedo lo golpeo, pero mis golpes parecen no hacerle daño y con una sola mano me sostiene las dos mías por encima de mi cabeza y se me encima por completo, inmovilizándome totalmente.

El infeliz se ayuda con la otra mano para colocar su enorme miembro en la entrada de mi panocha y sin más ni más, sin darme tiempo a nada, empuja con fuerza y mete su asqueroso pene hasta el fondo de mi vagina, provocándome otra vez un dolor horrible y grito;

  • ¡Aaaaaaauuuugggg!

Él está encima de mí, aplastando mi frágil cuerpo con su enorme peso y es cuando comienza a meter y sacar su verga gigante de mi pobre panochita adolorida.

  • ¡Ah, ah, ah, eso es, eso es mamacita, estás apretadita, que sabroso mamacita, que rica estás, así así mamita, coge conmigo, así mamacita!, me dice mientras entra y sale ferozmente de mí
  • ¡AAAAIIIIIGGGGGGGGHHHHH AAAAAAIIIGGGGGHHHH!, grito con todas mis fuerzas
  • ¿A poco no te gusta mamacita? Si se nota que eres bien puta, con esa ropa y a esta hora, bien que te ha de estar gustando perrita. Ni quien te crea lo de la violación, se me hace que tú te cogiste al guardia. ¡Muévete, muévete como se lo hiciste a él puta, anda!
  • ¡NOOOOOO, NOOOOOO, NOOOO POR FAVOOOOR, ME DUELEEEE, AAAAYYYY! Grito sin poderme contener
  • ¡Cállate ya! Me dice él mientras con una mano cubre mi boca y me impide seguir gritando. Su otra mano sigue sosteniendo mis brazos por encima de mi cabeza.
  • ¡MMMMMMGGGGGFFFF, MMMMMMMGGGFFF!, sigo gritando, pues veo que hay alguien detrás el vidrio empañado de la puerta trasera, deseando que sea algún buen samaritano que venga a ayudarme.

El infeliz taxista sigue moviéndose inmisericorde, clavando cada vez con más fuerza su enorme verga, haciéndome sentir que me va a destruir la vagina y aplastándome con su enorme cuerpo.

Ya estoy totalmente despierta y sufriendo los embates del gigantón que goza con mi dolor.

  • ¡Ah, ah, ah, así mamacita, así, así, sabrosa, desde que te vi quise cogerte putita, ah, ah, ah, qué buena te veías con tu faldita de piruja, ah, ah, ah!
  • ¡MMMMMMNNNNNNGGGGHHH!, sigo gritando desesperada.

El tiempo sigue pasando y yo sigo siendo violada por el infeliz gigantón sin compasión alguna; además me lame el cuello y las tetas y las mordisquea, no deja de hablar diciéndome palabras hirientes como:

  • Has de ser bien puta, solo las putas se visten así.
  • Las putas como tú merecen ser violadas una y otra vez por varios hombres, eso te gusta ¿verdad?
  • De seguro ya has de haber cogido con todos los de tu trabajo, ¿verdad? ¿A quién te coges, al jefe, al mensajero, al de las copias o a los pendejitos de los escritorios?

Sus palabras me enojan, pero después de un rato ya no lo escucho, solo deseo que termine para que me deje en paz y me lleve a mi casa. Ya no lloro ni grito, ni siquiera intento soltarme, estoy cansada y sé que es inútil seguir esforzándome y que solamente me lastimará más; así que me quedo inmóvil y lo dejo seguir, aguantándome el dolor que me provoca con cada embestida.

El sigue y sigue violándome, entra y sale de mí sin misericordia hasta que por fin, después de un tiempo que me pareció eterno, me suelta las manos y la boca y arqueando su espalda me mete la verga hasta el fondo al tiempo que grita:

  • ¡AAAAAAAAHHHHHHHH, YAAAAAAAAA, AAAAAAHHHH, AAAAHHHH, YAAAAAAA!

En ese momento siento como suelta toda su asquerosa leche dentro de mí y entonces si trato de evitarlo, intento empujarlo y le grito:

  • ¡NO, NO, ADENTRO NO, SÁCALO, VENTE AFUERA, ADENTRO NO, NO SEAS DESGRACIADO!
  • Jajajaja ¡Gritas igualito que las pirujas!, me dice mientras sigue soltando chorros de semen dentro de mí

Es inútil, por más que lo empujo, él se viene adentro sin hacer caso de mis gritos hasta que se vacía y se queda unos segundos inmóvil, luego todavía tiene el descaro de sacudir su cuerpo sin sacar su verga de mí. Después, sin ninguna prisa me saca su verga chorreante y me embarra las piernas mientras se desliza hacia afuera del auto.

Me quedo acostada sin decir nada, estoy adolorida y asqueada; creo que no podré levantarme; el maldito taxista dejó la puerta abierta; empiezo a levantarme con lentitud cuando veo que por la misma puerta por la que salió el infeliz taxista se agacha y entra nada más y nada menos que ¡El despachador de la base de taxis totalmente desnudo!; con los ojos viéndome morbosamente y una sonrisa burlona me dice:

  • Es mi turno putilla
  • ¿Quéeeee? ¡NO!, grito y me hago hacia atrás para huir de él; no estoy dispuesta a que me vuelvan a violar.
  • ¡¿A dónde crees que vas?! ¡Ven acá piruja! Me grita mientras me jala del tobillo

Pataleo y logro zafarme de su mano que se me clava como garra; como puedo abro la puerta del otro lado y salgo totalmente corriendo y gritando:

  • ¡AUXILIOOOO, AUXILIOOOO, AYUDA POR FAVOR, ME QUIEREN VIOLAR, AUXILIOOOO!

No logro llegar muy lejos; de repente siento un tremendo jalón en mi cabello que me tira con violencia al piso, al mismo tiempo que escucho los gritos del taxista que me acababa de violar:

  • ¿A dónde crees que vas puta? ¡Ven acá!
  • ¡AAAAAAUUUUUCCCCHHH, NOOOO!, grito por el jalón y el golpe; desesperada trato de soltar la mano que me apresa el cabello con fuerza.

Casi arrastrándome, el fuerte tipo me devuelve hasta el auto y me hace levantarme mientras me dice:

  • ¡Párate puta, no te puedes ir, no hemos acabado contigo!
  • ¡Suéltame, déjame infeliz!

Él, sin hacer caso de mis súplicas me lleva hasta la parte de atrás del auto y hace que me empine sobre la cajuela, el otro tipo, totalmente desnudo, ya está ahí viendo sonriente cómo me obliga su amigo a quedar empinada sobre la cajuela del auto; mis tetas tocan el frío metal mientras mis piernas son abiertas por el desgraciado despachador que de inmediato se colocó detrás de mí.

Yo manoteo y grito pidiendo ayuda:

  • ¡AYUDAAAAAA, AUXILIOOO POR FAVOR, ALGUIEN QUE ME AYUDEEEE! ¡MMMMMFFFFGGG!

Una mano grande y con olor a vagina, pene y sudor me cubre la boca impidiéndome seguir gritando, otra mano me sostiene las mías en la espalda impidiéndome seguir manoteando, pataleo tratando de evitar la inminente violación, pero es inútil; de repente siento como el miembro erecto del despachador comienza a penetrar por mi adolorida vagina.

  • ¡MMMMMMMMMGGGGGGGGGG! ¡NNNNNNNNFFFFGGGG!, grito con desesperación

El enorme falo se abre paso fácilmente entre las paredes de mi panochita violada ya en dos ocasiones esa noche, de un empellón comienza la tercera violación.

La penetración es fuerte, salvaje; el tipejo se sostiene de mis caderas y mientras su fortachón amigo me mantiene inmovilizada, él mete y saca su verga con fuerza, como queriendo romperme; me provoca un intenso dolor nuevamente y comienzo a llorar sin remedio.

  • ¡Aaaaahhh, si estás bien rica mamazota, lo imaginé desde que te vi!, dice él mientras continúa con su violación salvaje.
  • ¿No te lo dije cabrón? ¡todavía aprieta esta putilla!, le dice mi nuevo violador al taxista que me sostiene con fuerza
  • ¡Así es! ¡Y espérate a que le demos por el culo!, le responde el taxista.

Esas palabras prenden la alarma en mi cerebro, ¡estos infelices también me quieren violar por el ano!, me agito desesperada tratando de que me suelten y de parar la maldita violación que cada vez es más dolorosa, pero me tienen bien sujeta; el despachador me la mete con furia salvaje sin soltar mis caderas, mientras que el maldito taxista me sostiene las manos y me tapa la boca impidiéndome siquiera moverme.

  • ¡Ah, ah, ah, que rico puta, si, ah, ah, así, que rico, ah, estás buenísima, ah, ah, que rica!, dice el infeliz que me viola

Yo deseo que se calle y que acabe para que me suelten; pienso humillarme delante de ellos para que se compadezcan y no me violen por el culo, pues creo que no tengo otra oportunidad de escapar, pero el infeliz sigue y sigue, no termina por más que la mete y la saca con fuerza y velocidad.

De repente se escucha mucho ruido en el ambiente: campanas, gritos y fuegos artificiales rompen el silencio de la noche. Es el comienzo del año nuevo.

  • ¡Feliz año nuevo putilla jajaja!, me dice el despachador burlonamente sin dejar de violarme
  • ¡Qué mejor manera de empezar el año!, ¿no zorrita?, me dice también burlándose el grandulón taxista
  • ¡MMMMMMFFFFFF, MMMMMFFF!, les digo yo queriendo que sepan mi furia
  • ¿Qué dice? Pregunta el despachador sin dejar de penetrarme
  • ¡Que feliz año nuevo y gracias jajajaja!, responde el taxista burlándose de mí.

La fiesta comienza en toda la ciudad mientras yo estoy desnuda en una calle solitaria siendo violada por dos infelices y sin posibilidad de escapar.

Unos segundos después, el maldito despachador grita con fuerza mientras se viene sin sacar su asqueroso pene:

  • ¡AAAAAAAHHHHHH, SSSSIIIIII, YAAAAA, PUTAAAAA, AAAAAAHHH, ME AAAAAHHH!

Yo pataleo intentando hacer que saque su asqueroso miembro, pero no logro nada, él me tiene bien sujeta de la cadera y su compañero no me permite moverme, se viene también entro de mí.

Ambos se relajan y me sueltan; caigo al piso junto a la llanta del auto adolorida, cansada y humillada; ellos sacan una cajetilla de cigarros y empiezan a fumar; descaradamente el taxista me ofrece uno:

  • ¿Quieres fumar?, me dice colocando la cajetilla frente a mi

Yo solamente volteo la cara en señal de desprecio

  • ¿No quieres? Bueno, tú te lo pierdes, me dice

De repente me vienen unas arcadas y vomito incontrolablemente, mi estómago no soporta más lo que me hacen los infelices.

  • ¡Oye, no seas puerca!, me dice uno de ellos

¡Cómo si lo hiciera a propósito!, pienso sin decir nada.

Mientras yo vomito, el corpulento taxista abre la cajuela el auto y saca una cuerda; cuando acabo de volver, él se agacha junto a mí y me toma con fuerza de una muñeca, yo trato de resistirme, pero él me tuerce el brazo y me dice:

  • Quieta putita, no quiero lastimarte.
  • ¿Qué vas a hacer?, le pregunto
  • Es para que no te vayas en lo que nos reponemos, me dice con el cigarro en la boca
  • ¡Por favor, se los suplico…!
  • Ssssshhhhh, no hables, no te vas a ir hasta que mi amigo y yo acabemos, ¿entendiste?, es mejor que te calles o tendré que retorcerte esas hermosas tetas. Es más, si te portas bien, te llevo hasta tu casa y no te cobro nada.

Pienso en lo descarado que es el infeliz, me amenaza y luego me dice que si me dejo violar me llevará gratis a mi casa, ¡qué desfachatez!

Me quedo quieta por el miedo mientras el procede a atarme la muñeca izquierda con el lazo; al mismo tiempo, su amigo se acerca con un pedazo de cinta y se agacha también frente a mí

  • ¡no, no, por favor, no gritaré lo juro, mmmmmmbbb!
  • Es mejor estar seguros preciosa, me dice el despachador mientras me coloca la cinta en la boca y la pega bien

El taxista ya me ató la muñeca izquierda, pasa el lazo por detrás de la llanta y procede a atarme la muñeca derecha; lo hace rápida y fácilmente, dejándome inmovilizada.

Ahí estoy, totalmente desnuda, sentada en el suelo de una sucia calle, con la espalda recargada en la cochina llanta, amarrada y amordazada, esperando el momento en que a los tipos desgraciados se les ocurra venirme a violar por el culo.

Ellos se levantan y se recargan del otro lado del auto, fuman y beben cerveza mientras platican sin que yo pueda escuchar lo que dicen y ven los fuegos artificiales: noto que están distraídos y veo la oportunidad para escapar; empiezo a mover los brazos, tratando de romper la cuerda, afortunadamente no es una cuerda fuerte y pronto empieza a romperse; mi mayor temor es que ellos se den cuenta por el movimiento que hago y trato de hacerlo con calma; me doy cuenta de que la cuerda empieza a ceder fácilmente y sigo jalando para soltarme.

Pronto se rompe la cuerda por la fricción con algo metálico que está detrás de la llanta, no sé que es ni me interesa, solo quiero irme de ahí; pienso echarme a correr en ese momento, pero pienso que estoy desnuda y sin dinero y así no voy a llegar a ninguna parte, me arriesgo un poco y sin que se den cuenta me acerco a la puerta abierta del auto arrastrándome, tratando de no hacer ruido, aunque me esté raspando el cuerpo contra el horrible suelo de la calle; me hinco afuera del carro; desde ahí veo que siguen los fuegos artificiales; me meto despacio un poquito para alcanzar mi bolso que está en el suelo del auto y un bulto que pienso que es mi ropa; el auto está oscuro por dentro y no logro distinguir bien que hay. Una vez que tomo algunas cosas, me deslizo hacia afuera despacio y veo que ellos siguen platicando, me parece que están muy seguros de que no podré irme. Sigilosamente avanzo un poco y de repente me levanto y corro a todo lo que dan mis adoloridas piernas, tratando de alejarme lo más posible; detrás de mí se oyen y se ven las luces de los fuegos artificiales; cuando creo que mi plan dio resultado escucho los gritos de mis voladores:

  • ¡Hey, detente, ¿a dónde vas?!

Corro más rápido y escucho sus pisadas tras de mí, asustada sigo corriendo desnuda sin rumbo mientras empiezo a gritar:

  • ¡AUXILIO, AUXILIO, AYUDA POR FAVOR, ME QUIEREN MATAR, AYUDÉME ALGUIEN!

La calle está totalmente desierta, no se ve ni un alma, noto que es una zona industrial que no conozco;  seguramente solo hay vigilantes dentro de las fábricas y no salen cuando oyen gritos porque solo se ocupan de cuidar los negocios, no la calle y puede prestarse a una trampa.

Escucho los pasos de mis violadores que corren detrás de mí y gritan:

  • ¡Párate puta, ven acá o será peor!
  • ¡Alcánzala pendejo!
  • ¡Pues para que la dejas ir, idiota!

Siento que les llevo una buena ventaja, pues tardaron en darse cuenta de mi fuga y además soy buena corredora; no quiero voltear porque me da miedo ver que estén demasiado cerca.

Después de correr por una larga cuadra en la que cada lote ocupa un largo espacio, pues solo hay fábricas, doy vuelta en una esquina de algo que parece ser un callejón y logro agazaparme detrás de unos apestosos botes de metal, esperando que no me vean. Los oigo acercarse corriendo y dejo de respirar para que no me oigan; afortunadamente ellos pasan de largo por la calle. Respiro un poco aliviada, pero preocupada, pues estoy completamente sola y sin saber en dónde me encuentro, además de que estoy segura de que regresarán por el mismo camino buscándome.

No sé qué hacer, ¿correr hacia el lado contrario o quedarme agazapada a riesgo de que me descubran? El ruido de los fuegos artificiales se va apagando poco a poco, se escuchan algunos tiros de pistola; me asusto, pero no hago ningún ruido, pues no quiero ser descubierta, casi no respiro.

Al poco tiempo escucho pisadas que se acercan hacia donde estoy, sin saber que hacer me hago ovillo y me escondo lo más posible en el rincón detrás de los tambos que despiden un nauseabundo olor. Oigo claramente a mis violadores hablar agitados mientras caminan:

  • Quién sabe a dónde chingados se fue la puta
  • Si, ca, corre como demonio
  • Pero se fue encuerada ¿no?, no creo que llegue lejos
  • Creo que sí, pero no sé si llevaba algo en las manos
  • No vi, pero si dejó la bolsa, ya chingamos, la buscamos en su casa o en su trabajo y nos la cogemos de nuevo
  • ¡no mames! ¿cómo en su casa?
  • Si, cabrón, mira…

Ya no alcanzo a escuchar cuál es el plan de los malditos violadores, pues se alejan caminando y jadeando. Nerviosa, abro mi bolso tratando de no hacer ningún ruido y busco mis identificaciones, no sea que se hayan quedado en el taxi. Respiro aliviada al encontrar mi credencial para votar y la del trabajo, aunque esta última no trae el domicilio, pero si mi foto y el nombre de la empresa, apenas alcanzo a ver, está muy oscuro.

Durante un buen rato no escucho nada cercano; a lo lejos se oye música y voces apagadas, imagino que la gente celebra el nuevo año y recuerdo a mi familia, ¿qué estarán haciendo mi padre, mi madre, mis hermanos, mis amigos, Roberto…? Comienzo a llorar en silencio al sentirme desamparada y pensar que nadie se habrá dado cuenta de que no estoy en mi departamento. Y si de casualidad alguien me llamó o me mandó un Whatsapp, no me enteré, pues mi celular está totalmente muerto… ¡Mi celular!, pienso y lo busco angustiada… ¡No está!, seguramente se quedó en el carro, maldigo a esos infelices, pero trato de consolarme pensando en que no sirve y no podrán usarlo.

De repente escucho el motor de un auto encenderse, estoy casi segura que es el taxi que me llevó hasta ahí; el auto arranca y se escucha como se aleja. Pienso en asomarme, pero ¿y si no eran ellos?, ¿si aún me buscan por ese lugar? Miro el reloj: 12: 26 del 1 de enero. Decido esperar unos minutos agazapada.

Aquí termina el Capítulo II, si desean una continuación en el Capítulo III por favor coméntenlo. Gracias por sus comentarios.