Violada en el taxi de vuelta a casa

Dolida por la infidelidad de mi novio decido salir de fiesta con una amiga para aclararme las ideas. Vestida rozando los límites de la provocación y con mucho alcohol acaba sucediendome algo inesperado de vuelta a casa

Tenía pensado relatar la continuación de ‘Mi novio expuso mi culo a sus amigos’ pero antes de hacerlo voy a contar otra experiencia que he tenido. La razón es bien sencilla, me ha sucedido este mismo fin de semana.

Antes de nada me presento por si no han leído mi relato anterior. Me llamo Laura, morena, con el pelo largo, carita dulce de niña buena, mido 1,63 cm, delgadita pero con muchas curvas y con mención especial a mi trasero que, en más de una ocasión, ha propiciado comentarios subidos de tono y…algo más. Bueno comencemos…

El cabrón de Álex, mi novio, se había enrollado con otra, me había enterado por un amigo en común y había decidido que irme de fiesta era lo mejor que podía hacer para tranquilizarme y no darle vueltas a la cabeza.

Llamé a Lucía, mi mejor amiga, y quedamos para tomar unas copas y salir a bailar. Esa noche quería verme bonita y deseable y puse todo mi empeño en conseguirlo. Una blusa  blanca de encaje semitransparente, con varios botones desabrochados, dejando entrever un escote de infarto, ayudado por un sujetador también de encaje que realzaba aún más mis pechos. Debajo llevaba un tanguita blanco con una imagen de Hello Kitty y una minifalda azul marino, bien cortita, que remarcaba mi culito y con la que tendría que ir con ojo toda la noche para evitar que se subiera y mostrara más de la cuenta. Para rematar, unas medias de rejilla que finalizaban casi donde empezaba la mini falda y unos zapatitos de tacón.

Ese día opté por ponerme un par de coletas en el pelo en plan Lolita, y pintarme los labios de un rojo intenso. Me miré al espejo y me vi, modestia aparte, fenomenal.

Puesto que todavía no era demasiado tarde, opté por acudir en autobús al pub donde me esperaba Lucía. Durante el trayecto estaba de pie y sentía la mirada de todos los hombres clavadas en mí, incluso chicos con su pareja al lado no se cortaban en guiñarme un ojo o desnudarme con la mirada. Yo, que siempre he sido bastante juguetona, les sonreía e incluso hubo un valiente que se atrevió a darme un suave cachete en el culo cuándo se disponía a bajar del autobús. Me sentía deseable y eso, después de la noticia que me habían dado de Álex, me encantaba.

Una vez me reuní con Lucía nos pasamos la noche hablando, bebiendo, riendo, espantando mocosos y dejándonos magrear un poquito por algún chico guapo durante algún baile. Había conseguido desconectar y me sentía genial.

Pasadas ya varias horas y con el alcohol recorriendo todo mi ser, me percaté que mi sujetador había desaparecido, la blusa semitransparente y con casi todos los botones desabrochados poco podía hacer para cubrirme los pechos y, para colmo de males, la falda estaba un poco más subida de la cuenta y dejaba ver parte de mi culito. Lucía se percató de que había demasiados hombres mirándome y estaba jugando con fuego.

Me abroché los botones de la blusa, me bajé la falda lo que pude, le dí un último trago a mi copa y salimos del pub. Me despedí de Lucía, ya que ella vivía en esa misma calle, dándole un abrazo y agradeciéndole la compañía y yo, bastante perjudicada, me subí a un taxi.

Me senté delante, en el asiento del acompañante y le indiqué la calle a donde me tenía que llevar. Me percaté de que el taxista, un chico rumano o de algún otro país de Europa del Este, jovencito y atlético, no me quitaba ojo. Realmente era un chico muy guapo, con unos preciosos ojos claros y empezamos a entablar algo de conversación:

  • ¿Qué tal ha ido la noche? ¿Mucha fiesta? – me dijo mientras intentaba conducir a la vez que me miraba los pechos. Entre la pérdida del sujetador, la blusa semitransparente y pegada al cuerpo por el sudor de los bailes y los pezones que habían cogido un tamaño considerable, la visión que le daba era demasiado excitante.

  • Bien, aunque he bebido mucho y….el cabrón de mi novio me la ha pegado con otra – le dije con cierto tono de embriaguez en la voz.

  • No me lo puedo creer, hacerle eso a una chica tan bonita… - y mientras me decía eso sentí como su mano se posaba en mi muslo. En ese momento el pulso se me aceleró, mis mejillas se sonrojaron y una gota de sudor bajo por mi cuello, no me creía lo que me estaba pasando. La falda, al sentarme en el asiento del taxi, se había vuelto a subir más de la cuenta y el chico quería aprovechar la oportunidad. Lo único que me atreví a hacer fue abrir ligeramente mis piernas.

Continuó el trayecto hacía mi casa. Su mano acariciaba mi muslo y subía con suavidad rozando ligeramente la fina telita de mi tanguita con un dedo. Lo notaba muy seguro en sus movimientos, como si no fuera la primera vez que hubiera hecho algo así y su mano la sentía como fuego al contacto con mi piel.

Tan concentrada, y borracha, estaba con sus caricias que tardé en darme cuenta de que mi casa ya la había dejado atrás y nos adentrábamos en una zona de polígono. El corazón me iba a cien, estaba muy excitada y a la vez algo asustada por lo que me pudiera pasar.

  • ¿Dónde me llevas? – le dije sin impedirle que siguiera tocándome.

  • Estate tranquila pequeña, voy a dejar el coche en un sitio tranquilo para que no nos molesten

Paró el coche en una calle sin apenas iluminación y se abalanzó hacía mí, besándome con pasión, y sin dejar de tocarme el coñito sobre la tela de mi tanga. Su boca sabía a tabaco y cerveza y me introducía la lengua hasta la tráquea, le sentía muy excitado.

Tras estar unos minutos en los que me acariciaba cada vez con más intensidad y aprovechaba la otra mano para acariciarme las tetas sobre la blusa, se salió del coche, abrió mi puerta y quedándose de pie frente a mí, se sacó la polla y me dijo:

  • Chupamela zorra – con tono un tanto agresivo y firme.

  • No sé cómo se hace – le dije rebelde con mirada de niña mala y traviesa.

  • No te preocupes que yo te enseño – y en ese momento apuntó su miembro a mi boca y empezó a meterla no con excesiva suavidad. La polla le olía muy fuerte, al principio me costaba respirar y me entraron por momentos ganas de vomitar, también motivado por el revoltijo de alcohol que llevaba en mi interior.

  • Por favor, no quiero más…- le dije algo mareada.

Él paró de introducirme la polla en la boca y pensé que aquí acabaría pero, estaba muy equivocada. Me saco del coche con brusquedad, me apoyó sobre el frontal del coche, de espaldas a él, acabó de levantarme lo poco que me quedaba de la falda y, tras quitarme el tanga de un tirón, se puso detrás de mí y me metió la polla de un empujón.

  • Te gusta que te follen, ¿verdad guarra? – me decía el taxista mientras me follaba y me abría la blusa de un tirón, arrancando los botones y posteriormente agarrándome las tetas con sus manos calientes.

  • Mmmmmm…..uuffffff…..ca…cabrón.. – no era capaz de articular palabra, por un lado estaba muy excitada pero por el otro sentía algo de miedo porque, en cierta medida, estaba siendo violada.

  • Sólo te estoy dándo lo que te mereces por puta – gritaba el taxista a la par que gemía brutalmente y me pellizcaba los pezones.

  • Ahhh dame más ufff  hijo de..putaaa! – le gritaba mientras él me mordía el cuello con fiereza.

Siguió durante varios minutos más follándome en esa posición, con dureza, mientras me cogía con fuerza del pelo, me mordía y me escupía. El cabrón no me respetaba lo más mínimo y eso, en parte, era lo que más me excitaba. Finalmente noté como se estremecía, pegó un fuerte gemido y se corrió dentro de mí con abundancia; hasta ese momento no me había percatado que me estaba follando sin protección alguna.

  • Ahhhh hijo de puta, te has corrido dentro – le dije mientras me daba las últimas embestidas para asegurarse de que toda la leche quedaba bien adentro.

  • No te preocupes zorra, tú ya estás acostumbrada – me dijo mientras sacaba definitivamente su polla de mi interior y me daba un fuerte cachete en mi culito.

Nos subimos de nuevo al coche y me llevó, esta vez sí, a casa. Durante el trayecto intenté abrocharme la blusa como pude, ya que le faltaban varios botones y me bajé la falda lo máximo posible, ya que el tanguita de Hello Kitty me lo había arrancado este cabrón.

  • Hasta la próxima cariño – me dijo cuándo me alejaba del taxi.

  • ¡Que te jodan! – le dije sin girarme, mientras caminaba hacía mi casa, sintiendo como me palpitaba todavía el coñito y parte de su semen se escurría hacia mis muslos.

Tras ducharme y ya en la cama una sonrisa se dibujó en mi rostro y me dije para mí misma:

  • Jódete Álex, hoy he follado con otro.