Violada en el autobús

La hija de Tamara decide probar algo que ha visto en un vídeo y la ha excitado. Pero las cosas se truncan y nada será lo que ella había imaginado.

Me miré en el espejo y pincé mis labios nerviosa.

Ya estaba hecho, había elegido el atuendo especial que me llevaría a cumplir la fantasía que llevaba pululándome por la cabeza, desde que descubrí aquel vídeo en el ordenador de mi padre.

En él una chica japonés de mi edad, era manoseada en un autobús por un hombre trajeado. Tras varios intentos infructuosos de que la dejara en paz, el hombre terminó masturbándola mientras ella lloraba compungida.

Me había excitado tanto que tuve que subir a mi cuarto y tocarme imaginando que era ella.

Me planteé qué haría yo en una situación así, y cada vez que lo pensaba me excitaba y tenía que tocarme.

Así que aprovechando que mi madre estaba de vacaciones en Cádiz, y mi padre había tenido que regresar por negocios y estaba todo el día fuera, me vestí lo más provocadora que pude.

Me llamo Zoe, tengo dieciocho años, soy morena, pelo largo, ojos grises. Uno sesenta y siete de estatura y peso 52 kilos. Soy delgada pero he heredado las tetas de mi madre.

Repasé el atuendo.

Falda de cuadros a la que di dos vueltas para acortarla. Camisa blanca del año pasado, que me iba estrecha anudada en mi abdomen, sin sujetador para que se marcaran mis pezones oscuros. Tanga de hilo para que si me manosean no le cueste. Calcetines de media por encima de las rodillas acompañados por unas manoletinas y dos coletas que me dieran un aspecto de Lolita provocadora.

Me compré un chupa chup de cereza para ir lamiéndolo durante el camino.

Los hombres me miraban cuando pasaba por su lado, unos obreros me piropearon y les sonreí.

Llegué a la parada del autobús segura de que lograría mi objetivo.

Soy de una familia acomodada y pocas cosas se me resisten. Si me qedé en Madrid, fue porque pasaba de ir con mis padres de vacaciones. Prefería disfrutar con mis amigas y salir de fiesta.

No era virgen, pero tampoco es que tuviera excesiva experiencia, había tenido un novio con quien perdí la virginidad y que me duró tres meses. Después de él me había enrollado con alguno pero no había mantenido relaciones.

El autobús llegó a la parada, subí nerviosa sin perderme los ávidos ojos del conductor al ver mis tensos pezones.

Le pagué el billete sonriente y me situé en una barra pegada a la ventana. No había demasiada gente, pero es que yo vivía en la zona alta, a medida que nos acercáramos al centro irían subiendo más pasajeros.

Esperé agitada a que fueran subiendo, pero no obtuve éxito, nadie me metía mano y eso me enfadaba. Quizá no estaba mandando el mensaje adecuado. Le di otra vuelta a mi falda, se veía el inicio de mis nalgas, estaba segura.

El autobús arrancó sin darme tiempo a agarrarme a la barandilla.

Choqué contra un torso masculino que acababa de subir. Mi culo dio contra la generosa entrepierna y el sorprendido pasajero me agarró como pudo cubriendo con la mano mi pecho.

—Pe- perdón —murmuré, viendo su reflejo en la ventana. Debía rondar los cincuenta, no era guapo, ni feo tampoco, un hombre normal que eso sí, llevaba traje como el del vídeo. Siendo verano debía estar pasando mucho calor. Olía bien, a colonia o after shave.

—No pasa nada, es lo que tiene ajustarse la ropa mientras el autobús arranca —susurró demasiado cerca de mi oído, pasando el pulgar por mi pezón.

No podía tener tan buena suerte. No me aparté, seguí con el culo en su entrepierna y cuando el autobús se incorporó al tráfico me atreví a frotarme un poco contra él.

Su mano se desplazó hasta mi cintura. Me agarré con una mano en la barra  y con la otra sujeté mi chupa chup para sorber sonoramente.

—¿Te gusta chupar?

Preguntó el desconocido.

—Me gustan muchas cosas.

—Ya veo, también te gusta provocar, por eso te has subido la falda y vas marcando tetas.

—Puede.

Jugueteé con él haciendo suaves ondas con el culo.

—¿Te gusta ponérmela dura, nenita?

—Sí.

—¿Cómo te llamas? —preguntó pasando la mano de mi cintura a mi trasero desnudo.

—Zoe.

—Zoe —repitió— tienes nombre de zorra. Los dedos apartaron mi tanga y se embadurnaron en los jugos que ya estaba expulsando—. Lo ves, eres una zorrita buscona. Lo supe nada más te vi. Ahora zorrita vas a desabrocharte la camisa, pegar tus tetas de buscona al cristal y dejar que todo Madrid vea lo puta que eres.

La imagen me excitó terriblemente.

—Pero…

—No hay peros zorrita. Hoy vas a ser mi puta y lo vas a disfrutar porque es lo que venías buscando así que obedece. Desabrocha los botones y pega tu cuerpo de puta al cristal.

Aunque por un lado me daba cierto pudor, el sentirme usada como aquella japonesa del pc pudo conmigo. Le hice caso desabroché los botones y pegué mi torso al cristal. Él tiró con fuerza para que se abriera bien la camisa provocando que gimiera cuando el frío perforó mis pezones.

—Ahhhh.

—Eso, es, no dejes de mirar, enséñales tus tetas de zorrita a todo aquel que mire y sigue lamiendo ese caramelo como si fuera mi polla.

Un dedo largo me penetró con fuerza arrancándome otro alarido, lo rotaba y formaba una especie de gancho. Parecía que quisiera rebañarme.

—Lo tienes bastante estrecho para ser tan puta, así que vamos a dilatarlo, metió el segundo sin avisar. Causándome un poco de dolor.

—Me duele.

—No cariño, esto no duele, no tienes ni idea de lo que es el dolor.

Me folló con violencia y yo me removí, lo único que logré fue que un camionero y su ayudante se quedaran perplejos mirándome. Sacó los dedos con brusquedad y antes de que apartaran la mirada apartó el chupa chup y me los metió en la boca repletos de jugos.

—Chupa esto, saborea lo zorra que eres putita Zoe.

Me los metió tan dentro que me dio una arcada.

—Relaja, sino nunca la chuparás como Dios manda, seguro que eres una de esas mediocres que no la maman entera. Has de aprender a engullir.

La otra mano me arrancó el tanga, lo mostró a los camioneros y se lo metió en el bolsillo. Ellos hicieron un gesto obsceno que me calentó. Con mi sexo liberado se puso a frotarme el clítoris. Y Yo a chupar los dedos dejando que me follara la boca y llegara a acariciarme la campanilla con ellos. Algo de baba cayó por mis pechos.

—Así, zorrita, eso es, habitúate, cuanto antes aprendas en mejor puta te convertirás y ahora vamos a darte lo que venías buscando.

Sacó la mano y sin avisar me apartó la nalga e introdujo un dedo por mi apretado culo.

Chillé. Me había dolido y él como reprimenda lo sacó casi del todo y lo volvió a meter.

—Calla, zorrita, o todos sabrán lo que te estás dejando hacer.

—Por ahí no, yo nunca…

—Tú harás lo que yo quiera, por eso eres mi puta.

Lo movió con fuerza, haciendo que involuntariamente apretara.

—Si aprietas te dolerá más, lo tienes demasiado tenso, tenemos que abrirlo.

—No, te lo ruego.

La experiencia empezaba a no ser tan divertida como la había imaginado. A mi desconocido parecía no importarle y con ímpetu acompañó al primer dedo con el segundo.

Las lágrimas se agolpaban en mis ojos, me quemaba, me ardía y él no dejaba de meter y sacar girando aquellos dedos.

—Por lo menos mastúrbame.

Necesitaba entretenerme con lo que fuera para no pensar en lo que estaba ocurriendo.

—Suplica puta.

—Por favor, por favor, mastúrbame.

—Más.

—Te lo suplicooooo, ay, me duele. Por favor, por favor, haré lo que sea.

La otra mano buscó mi clítoris y se puso a golpearlo con contundencia.

—No, así no.

—Tú no mandas puta, ¿no te gusta que te azote el coño?

—No.

—Pues mala suerte porque es lo único que vas a recibir.

Lo golpeó y golpeó, ya no estaba segura de qué dolía más. Sentía el coño hinchado y el ojete reseco.

Quitó los dedos y los llevó a mi cara.

—Chupa.

—No, qué asco, huele mal.

—Así hueles tú por dentro, es tu hedor, tu mierda de puta, abre la boca.

Frotó los dedos contra mis labios y con fuerza los encajó dentro para repetir la operación de antes y llegar al fondo de mi garganta.

Me iba a desmayar y encima no dejaban de mirarme los conductores por el cristal, incluso algunos los vi con móviles.

No tuve más remedio que obedecer, porque si seguía metiéndolos tan profundamente vomitaría.

El sabor y olor eran muy desagradables, pero aquello no fue lo peor. Dejó de golpearme y pasó la palma abierta por mi coño depilado, haciéndome sentir todos los jugos que estaba echando.

Humedeció mi ano y le noté desabrocharse el pantalón.

—Ahora vas a tener lo que buscabas.

—Yo no quería esto.

—Oh, sí, ya lo creo que sí.

La punta roma de su polla empalmada me perforó por detrás sin contemplaciones.

Aquello sí que dolía. Tuve que tragarme el grito y las ganas de salir corriendo. Seguro que todos los pasajeros sabían lo que estaba haciendo, pues sus acometidas eran brutales. Pero nadie decía nada. Nadie me socorría, porque yo misma me había metido en aquel embolado.

Las lágrimas corrían por mis mejillas, mordí el interior de mi mejilla para no aullar. Y le dejé que me violara hasta que su leche me inundó las tripas.

El autobús se detuvo y él salió de mi interior limpiando los restos de su corrida con mi falda.

—Siento no haber podido alargarlo más, pero es mi parada. Gracias por el servicio puta. Aunque te recomiendo que practiques, he probado a zorritas más entusiastas y mejores.

Se apartó de mí y yo con disgusto cerré mi blusa y bajé la falda.

Me sentía sucia, sola, humillada, con la leche de aquel tipo brotando de mis nalgas.

Bajé a la siguiente parada y busqué un taxi para ir a casa. No quería arriesgarme.

Cuando llegué me di una ducha con agua hirviendo tratando de olvidar el suceso. Quizá lo mejor fuera que le pidiera a mi padre que el chófer me llevara a Cádiz.  Necesitaba olvidar y puede que unas vacaciones con mi madre fuera justo lo que necesitaba.

Cuando vino a casa se lo planteé y él pareció encantado.

—Claro princesa, así ocupas mi plaza, que yo tengo mucho trabajo. Prepara tu maleta que mañana empiezas tus vacaciones con tu madre. Y ahora descansa, haces cara de fatigada.

No tenía ni idea de lo que hacía cara.

Le di las gracias y pensé en olvidar, solo en olvidar. Mañana sería un día diferente… O eso creía.

Continuará…

Espero tus comentarios.

Miau