Violada de nuevo , en mi casa
Aquí les describo cómo, al llegar a mi casa, caliente, me siento atacada por el vigilante encargado de cuidar a mis hijos, quién me doblega y abusa de mí en un principio, pero termino por excitarme, por complacerlo en sus peticiones, y por violarlo yo a él, complaciéndonos mutuamente.
Resumen anterior:
En un primer relato anterior (“Violada al salir de una boda”) describí cómo me violaron un par de tipos al salir de una boda. Yo andaba demasiado excitada, pero ellos me violaron amenazándome con hacerle daño a mis hijos. Uno de ellos también me sodomizó, pero al final, terminé disfrutando de aquella violación, sobretodo porque me gusta que el hombre sea activo durante el coito, muy activo, y en este caso, ambos lo fueron, por lo que quedé satisfecha, aunque con algo de ira en mi ser, debido a la violación a que había sido sometida por esos dos tipos. Al terminar de violarme, me quedé rendida sobre de un sillón y me dormí por un tiempo. Al despertarme, estos hombres me condujeron hasta mi casa. (Y…, luego de ser violada…). Ahí dejamos dormidos a mis hijos y me convencieron de que fuéramos a una fiesta “de caridad”, en donde me presentaron al presidente municipal (alcalde) con el que, después de haberme forzado al principio, terminé teniendo relaciones sexuales, pero, a pesar de haberlo hecho muy rico, me quedé todavía muy caliente.
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Entré a la casa; estaba prendida la tele, en la sala. Ahí estaba Rolando, un muchacho que “ayudaba” a los otros dos guaruras. Era un muchacho de unos 18 a 20 años, que se había quedado en la casa, por instrucciones de Pedro, el “jefe guarura”.
Me asomé a la sala y lo vi durmiendo: ¡así cuidaba a mis hijos!. No le di importancia; apagué la tele y me fui a la recámara de mis hijos, que también estaban durmiendo.
Me fui a mi recámara. Me quité mi vestido; lo deslicé por debajo de mis pies. Me quedé solamente con mi brasier, pues tampoco llevaba pantaletas, ya que el presi se había quedado con ellas; estaba solamente con mis zapatillas blancas, de tacón alto.
Fui, colgué mi vestido en el armario y me senté en la orilla de mi cama matrimonial para quitarme las zapatillas. Estaba inclinada hacia el suelo cuando sentí que alguien (Rolando) me tomaba de los cabellos y trataba de obligarme a mamarle su pene, muy erecto.
Rolando estaba completamente desnudo y…, ¡seguramente me había observado cuando yo me desvestí, por eso andaba con el pene parado!.
Traté de defenderme, de rechazarlo, de quitármelo de encima, pero…, aunque era un jovencito, estaba muy fuerte y me había tomado por sorpresa completamente.
Me jalaba del cabello y me llevaba mi cabeza hacia su pene, pidiéndome que se lo mamara:
= ¡Mámamelo…, ándale…, mámalo…, yo se que te gusta…, me lo contaron Pedro
y Morales…, no te hagas…, mámamelo…!.
- ¡No…, aaayyy…, no…, estate quieto…, aaayyy…, suéltame…, aaayyy…,
voy a ponerme a gritar…, aaayyy…!.
= ¡”Pior” pa’ ti…!, ¡nadie te puede escuchar…!, ¡solamente tus hijos…!,
¡y los vas a asustar…!.
¡En eso sí tenía razón el muchacho!.
El muchacho me empujaba su pubis contra mi cara, su pene buscaba mi boca, pero yo me negaba a mamarlo, aunque había llegado caliente por las caricias que me había venido prodigando el Sr. Presidente.
La lucha continuó por un rato, hasta que el muchacho me echó todo su cuerpo por encima de mi cabeza, tratando de que le mamara su pene.
- ¡No Rolando…, aaayyy…, ya suéltame…, no…, estate quieto…!.
Caímos sobre mi cama; yo debajo de él, boca arriba, él encima de mí…, con su pene sobre mi cara, tratando de introducirlo en mi boca.
Yo trataba de no violentar el asunto ni de hacer mucho ruido, pues no quería despertar a mis hijos y menos a mi hija, que ya había tenido la mala experiencia anterior, asustada y ¿volverla a asustar…?, ¡no…, para nada!. Trataba de convencer al muchacho de que me dejara, pero él andaba como drogado: ¿lo estaba?, no lo se…, no lo supe, el caso fue que el muchacho se deslizó un poco más abajo, acomodándome su pene en mi pecho, enmedio de mis senitos; me los tomó con sus dos manos y comenzó a frotarme su pene, a masturbarse enmedio de mis dos senos, en el canalito que forman los senos, usándolos como satisfactores de su apetito sexual.
Los apretaba contra su pene, “apuntaba” mis pezones contra su glande y trataba de acariciarme dichos pezones con la cabeza del pene.
Este tratamiento…, ¡yo lo miraba…!, acostada... Esa mirada y esas sensaciones que me producía su pene contra mis pezoncitos, ya tremendamente parados y erectos, ¡comenzaron a calentarme!, ¡más de lo que ya estaba yo!, bastante caliente a esas horas.
Dejé de resistirme y comencé a tomarlo de sus caderas, con mis dos manos, a seguirlo en sus movimientos, sin dejar de mirarlo, de mirarle su pene, cómo sobresalía de entre mis dos senos, con sus pezones erectos.
Ese pene se salía de por enmedio de entre mis dos pechitos; parecía que me sonreía y se regresaba a ocultarse entre ellos.
Rolando seguía aferrado de mis cabellos, jalándomelos, obligándome a acercarme a su pene, tratando de convencerme que lo mamara, que se lo chupara, que le diera de besos, a mirarlo, ¡pero yo ya lo estaba mirando!, me tenía hipnotizada con ese ir y venir de su pene por enmedio de mis senitos!.
Estuvimos un rato, no se si mucho si poco, creo que fue por un rato mediano, en que ya no pudo resistir por más tiempo el muchacho y comenzó a vaciarse su pene, a venirse en mi cuello, mi boca, mi cara, mi pecho…, ¡me inundó con su esperma!, caliente, abundante y espeso.
¡Yo nunca lo solté de sus caderas!, y los chorros que me cayeron en la boca, en mis labios y al alcance de mi lengüita; terminé por devorarlos de manera inmediata!. ¡Me encanta el sabor del semen!. ¡Siempre he sido adicta a ese sabor, a esa textura, a su consistencia, a lo morboso de la situación!.
Rolando me miró devorando su esperma y él mismo comenzó a frotarme lo que quedaba en mi cara, a recogerlo con su dedo y llevarlo hasta mi lengüita, para que yo lo tragara.
Cuando no quedaba gran cosa, comenzó a embarrarme en mi cara lo que quedaba de esperma, a embarrarme el esperma que quedaba en mi pecho, esparciéndolo por encima de mis senitos, de mis pezoncitos parados, a frotarlos completamente de esperma y…, ¡consiguió que me calentara!, ¡de manera tremenda!.
No pude contenerme. Lo aprisioné de su cuello y lo jalé contra de mí, para besarlo en la boca, de manera cachonda, de manera viciosa, completamente aprisionada por la lujuria:
- ¡Bésame Rolando…, bésame mucho en la boca…, prueba tu propio semen…!,
¿a qué te saben tus mocos…, te gustan…, te gusta probar de tus mocos…?.
¿Vas a cogerme Rolando…, vas a meterme tu verga…, quieres que te la mame?
De inmediato que dije aquellas palabras, Rolando se zafó de mi lado y de inmediato me puso su pene en la boca. ¡Ya estaba parado de nuevo!. ¡La calentura y la juventud de Rolando nos ayudaban en ese momento!.
Me puse dos almohadas en mi cabeza y me puse a mamarlo muy rico, a chuparlo, toda su cabecita, su glande, su tronco, sus huevos, hasta que Rolando comenzó a empujarme con fuerza, su tronco, hacia adentro de mi boquita, llegando casi hasta mi garganta:
= ¡trágalo…, trágalo todo…, completamente…, hasta adentro…, quiero meterte
todito…, hasta meterte mis huevos…!,
vociferaba el muchacho, presa de la emoción, de la excitación, de la lujuria que nos embargaba a los dos.
Me la dejaba ir hasta muy adentro, tocando mi campanilla. Me la empujaba con fuerza, haciendo que sus vellos púbicos chocaran contra mi boca y nariz, y luego recargándose de nuevo, con fuerza, y así se quedaba un ratito, hasta sentía que me ahogaba, entonces se retiraba un poquito, me la sacaba completamente; me dejaba tomar un poco de aire, y luego volvía nuevamente a la carga, metiéndola muy adentro de nuevo…
= ¡Mamas requete rico…, la mamas bien rico…, te la tragas completamente….
¡Nunca nadie me había mamado de esta manera…,ni las putas del “Gato
Negro”!. ¡Solamente lo había visto hacerlo en las películas porno…!.
¡Ahí sí…, se lo tragan todito…, hasta adentro..., así como lo haces…, cabrona…,
tan rica…!.
¡Deja que te lo meta…, Pedro y Morales me platicaron mucho de ti…, que coges
muy rico…, que aprietas rete sabroso…, bien fuerte…!. ¡Tengo que darte
p’adentro…!, ¡no me lo puedo perder…!.
Y zafándose de mi boca, fue acomodarse enmedio de mis piernas, enfrente de mi rajadita caliente, caliente y mojada, cogida ya varias veces en ese día, en esas últimas horas, y que aun estaba “babeante” y suspirante por más.
Se me acomodó por enmedio de mis piernas, en el centro de mi rajadita; me introdujo su glande, traspasando los labios exteriores e interiores de mi vagina, despacio.
En cuanto sintió que había acomodado su glande en una buena posición, de inmediato, con un golpe de sus caderas, muy fuerte, me la dejó ir hasta adentro, con muchísima fuerza, haciéndome soltar un pujido, y luego una serie de gemidos de puritito placer:
- ¡Ppppjjjmmm…, aaaggghhh…, gggmmmbbb…, gmb…, gmb…, aaaggghhh…!.
Él también soltó sus gemidos:
= ¡Aaaaggghhh…, uuufff…, agh…!. ¡Estás re-sabrosa…!. ¡No me mintieron
aquellos…!. ¡Vale la pena cogerte…, de veras…!.
Me estaba diciendo en ese preciso momento, cuando se abrieron las compuertas de mi vagina y comencé a tener yo mi orgasmo, ¡uno múltiple!, ¡tremendamente abundante!:
- ¡Aaaaggghhh…, no te salgaaaggghhhs…, no te vengaaaggghhhs…,
no termineeeggghhhs…!,
le gritaba, mientras que yo sí me estaba viniendo, mojando tremendamente mi cama, ¡como si eso fuera pipí…!. ¡Me le estaba viniendo a lo grande…, de manera muy deliciosa!, y lo apretaba fuertemente con mis piernas alrededor de su cintura y con fuerza también con mi brazos y manos, jalándolo con fuerza contra de mí…, enterrándole las uñas de mis manos en sus espaldas, de la desesperación que tenía en ese momento, de orgasmos tan placenteros que me estaban llegando.
- ¡Aaaaggghhh…, Rolando…, agh…, Rolaghndo…, aggh…, qué rico…, Rolando!.
El muchacho se puso a besarme en mi boca, jalándome de los cabellos, jalándome de mi cuello, apretando mis dientes contra sus dientes, ¡en un beso tremendo…, por pasional!.
Cuando logré controlar mis resoplidos y mi respiración volvió a ser normal, de inmediato le pregunté:
- ¿Te veniste…, Rolando…, terminaste…?.
El chico, un tanto sacado de onda, amoscado, me contestó con un:
= ¡No…!,
muy tímido y reservado, con miedo, sin saber si había hecho bien o mal de no haber terminado.
- ¡Qué bueno Rolando…, tengo ganas de “cabalgarte” un ratito…!.
¡Acuéstate boca arriba…!,
le dije, zafándome de su pene, incorporándome y…, luego de que se colocó boca arriba, le vi nuevamente su pene, parado. ¡Se me hizo de verdad delicioso!, y eso que no era uno de esos penes descomunales, más bien del tipo común y corriente, de dimensiones muy “normales”, pero eso sí, muy erecto y muy tieso, con una gran rigidez.
No pude aguantarme las ganas y me lancé a mamarle su verga, su pene, con una gran avidez, hasta que, me volvieron las ganas de empalarme yo misma y cabalgarlo como si fuera un “rodeo”.
Dejé de mamarlo y yo solita me subí sobre de su cuerpo, pasándole una pierna a cada lado y colocándome su pene en la mejor posición para que me penetrara, hasta adentro, como me lo había estado haciendo hasta ese momento.
Me senté por encima de su pene y poco a poco me lo fui deslizando hacia adentro de mi vagina, hasta que se toparon pelo con pelo y sus testículos le dieron de besos a los labios de mi sexo:
- ¡Te tengo hasta adentro, Rolando…!. ¿Te gusta…?.
= ¡Sí Profesora…, se siente bien rico…, hasta adentro…, completamente hasta
adentro…!.
En ese momento comencé yo a moverme; primero de manera muy lenta, de arriba hacia abajo y de nuevo hacia arriba, despacio, verificando que estuviera todo en su posición.
Luego de eso, comencé a moverme a los lados, sin sacarla de adentro, a los lados, en círculos, girando yo mis caderas. ¡Sentía cómo me estaba batiendo el interior de mi sexo, recorriéndome todos mis “rinconcitos”, hasta los más escondidos, batiéndome mi lechita, que ya se me había derramado:
= ¡Profesoraaa…, qué rico lo haces…, maestraaa…, qué rico…!,
me dijo, deteniéndome mis caderas, con sus dos manos, con fuerza:
= ¡Espera…, espera tantito…, deja recuperarme, pues no me quiero venir…,
estaba ya por vaciarme…, y quiero durar otro rato…!.
Me incliné sobre de él y le dio un gran beso en la boca. ¡Me encanta besar en la boca, especialmente cuando estoy teniendo un buen sexo!. ¡Lo sentí bien sabroso ese beso, muy largo, sentido, cachondo!.
- ¿Ya te recuperaste…, ya estás mejor…?.
= Mmmjjjuuu…,
asintió, con un gemido muy simple, y así le seguí.
Comencé a moverme de atrás p’adelante y de adelante p’atrás, moviendo yo mis caderas con fuerza, y también con gran rapidez. ¡Me hacía de atrás p’adelante y de adelante p’atrás, sintiendo cómo su pene se me desplazaba en el interior de mi vientre, cómo me acariciaba toda mi panochita, todos sus rinconcitos y sobretodo mi punto G, que cada que lo tocaba, me hacia gritar con gran gusto:
- ¡Agh…, Rolaaahhhndooo…!,
y me quedaba quieta un instante y volvía a mover mis caderas, hasta que me volvió a venir otro grande, otro orgasmo, ¡muy rico!:
- ¡Aaaaggghhh…, Rolando…, agh…, Rolaghndo…, aggh…, qué rico…, Rolando!,
y me quedé rendida, por encima de su pecho, con sus brazos por mis espaldas, abrazados los dos.
Nuevamente recuperada, le di un gran beso en la boca, y entonces Rolando me preguntó:
= ¿Me dejas darte por tu colita…?
- ¿Cómo…?.
Le pregunté, yo intrigada:
- ¿No terminaste aún…?.
= No…, es que…, he estado aguantando las ganas…, porque me contó Pedro de
tu culito…, dice que lo tienes bien rico también…
No se que tantos miles de cosas pasaron por mi cabeza, pero sentí una descarga en mi vientre y creo que hasta un nuevo orgasmo se presentó:
- ¡pero…, déjame ponerme cremita…, quedé muy rozada…, de Pedro…!.
Me embarré de crema mi ano, mi esfínter; me acomodé una almohada debajo y quedé con las nalgas p’arriba, con las caderas muy levantadas, y con la cara hacia abajo, hacia el colchón de la cama.
Sentí que se me acomodaba por mis espaldas, que me acariciaba las nalgas, me las separaba, me metía uno de sus dedos por mi agujero de atrás; me le daba vueltas, como tratando de ampliarlo.
Luego creo que me metió otro dedo u otros dos más, no se, pero el caso fue que siguió dándoles vueltas, hasta que finalmente sentí que me acomodaba su pene por encima de mi ano. Él también se había embarrado de crema y…, comenzó a empujarme, despacio pero sin detenerse, haciendo un poco de fuerza, hasta que:
- ¡Aaaaggghhh…, gggmmmbbb…, despacitooohhh…!,
alcancé yo a gritarle, sintiendo que me había penetrado, ¡hasta adentro!.
El chico se quedó detenido, ya no se movió; dio tiempo que me acostumbrara a su pene que, como ya mencionaba, no era nada extraordinario, pero tampoco era ni delgado ni corto.
Estuvimos un rato de esa manera y luego comenzó a pistonearme, a meterlo y sacarlo, con fuerza, hasta adentro. ¡Me apretujaba mi punto G, del otro lado de mi panocha!. ¡Sentía que me masturbaba, que me hacia dilatar mi esfínter, que me estaba gustando!, ¡y a él también!, pues me daba con fuerza y empezó a imprimirle velocidad, hasta que:
= ¡Ya voy a venirme, maestra…, me viene, maestra, me vengooo…!,
y lo mismo me pasó a mí también…, comencé a vaciarme todita, a venirme muy fuerte, a soltar mi lechita, a empapar de nuevo la cama, pues me salían muchos fluidos, con una gran profusión.
No pudo aguantarse parado detrás de mí y se dejó caer por encima de aquel colchón, a mi lado.
Yo terminé de vaciarme, así como estaba, mojando la cama, las colchas, las sabanas, las almohadas, y luego, haciéndolas de lado no más, me dejé caer también sobre del colchón, sobre de la cama mojada.
Nos quedamos dormidos, hasta casi las siete de la mañana, en que este chico me despertó:
= ¡Profesora…, ya tengo que irme…, tengo que reportarme con Pedro…!.
- ¡Ahhh…, sí…!. ¿Ahhh…, qué…?.
= ¡Ya me voy, profesora…, quiero pedirle un favor…, no me acuse con Pedro…,
guárdeme ese secreto…, no me vaya a echar de cabeza…, se lo pido nomás…,
por favor…!.
¿Me lo jura…, me promete que no me va a echar de cabeza…, sí…?.
- ¿Eeeehhh…?, sí…, sí…, está bien…, sí…
= ¡Gracias profesora…, muchas gracias…, la quiero mucho…!,
me dijo el muchacho, y terminó por darme un gran beso en la boca, al que yo casi no respondí, pues me encontraba dormida, pero luego del beso me dijo:
= ¡También quiero pedirle otro gran favor…!.
- ¿Eeeehhh…?,
le preguntó, tratando de terminarme de despertar:
= ¡Quiero que me deje terminar en su boca…!,
- ¿Eeeehhh…?,
traté de preguntarle algo, pues creí no haberle entendido, por lo adormilada que estaba, pero su respuesta me lo confirmó:
- ¿Quéeeehhh…?,
= ¡Que quiero que me lo mame, y vaciarme en su boca…, profesora…!,
¡por si no lo volvemos a hacer…!, ¡quiero conservar el recuerdo…!,
¡el recuerdo de usted…!.
- ¿Eeeehhh…?. ¡Aaaahhh…!, ajaaa…, sí…
Le dije, sin terminar de despertarme completamente; aún me encontraba acostada y el muchacho ya estaba con su pene en mi cara, muy erecto, frotándomelo contra de mi boca.
Apenas si pude abrirla, para que este chico me la metiera. No le di más que unos cuantos besitos; no creo ni siquiera el haberla mamado. El chico me dio dos o tres bombeadas de pene, y de inmediato comenzó a aventarme su esperma en mi boca, llenándola de inmediato, por lo que tuve que deglutirme un primer chorro de semen y luego el muchacho se puso a besarme en la boca, y a tragarse su propio semen, compartiéndolo conmigo también.
Cuando terminamos el beso, el muchacho se salió a la carrera, no sin antes pedirme de nuevo:
- ¡Guárdeme ese secreto, maestra…!.
Y volví a quedarme dormida otra vez.