¡Violada!

Una jovencita regresa a casa en una noche solitaria, sin sospechar lo que le espera.

¡VIOLADA!

Era una noche calurosa y mis amigas y yo habíamos salido de fiesta, en compañía de unos muchachos. Yo había conseguido que mi madre me diera permiso de asistir, prometiéndole regresar a casa temprano. Comimos, bailamos y, por qué no decirlo, también bebimos. Después de un baile especial y de haber consumido varios tragos, me sentía caliente y deseaba que alguno de los chicos se propasara conmigo. Pero, lamentablemente, no sucedió. Todos se comportaron como unos caballeros.

Era casi la media noche, cuando los muchachos decidieron llevaronos de vuelta a nuestras casas. Pasamos dejando a Mónica, luego a Lorena y después fue mi turno.

Debido a que las calles de mi colonia eran muy estrechas, el vehículo en que íbamos no me podía llevar hasta la puerta de mi casa y hube de descender a unas cuadras de distancia, para terminar la ruta a pie. Los chicos querían acompañarme, pero yo los disuadí ya que el lugar era tranquilo y les aseguré que no me pasaría nada. Un tanto a regañadientes, me dejaron ir sola.

Las calles estaban solitarias a aquella hora. De pronto, sentí algo frío en el cuello. La hoja de un chuchillo lastimaba mi piel. ¡Alguien me estaba asaltando!

  • ¿Qué sucede? -le pregunté. - ¡Cierra la boca, mierda! -me dijo. - ¿Pero qué...? - ¡Calla si no quieres que te mate!

Hice silencio y me condujo debajo de un enorme y muy frondoso arbol. Enseguida él presionó el filo del arma contra mi cuello, me tomó de un brazo e hizo que me arrodillara, al tiempo que me decía:

  • Ahora, ¡chúpamela!

Me quedé de una pieza. Nunca creí que algo así me sucediera: ¡Iba a violarme!

Intenté razonar con él, pero todo fue inútil. Se sacó su verga erecta y me hizo señas de ponerla en mi boca. Quise resistirme, pero el brillo amenazador del puñal, me persuadió. Me acerqué a él y tomé su herramienta con mi mano. Me puso el puñal frente a la cara, al tiempo que ordenaba:

  • ¡Chupa!

Su pene despedía olor a macho en celo y, sin decir más me lo introdujo en la boca y comenzó follarme, provocando que me dieran arcadas. Se percató de ello y empezó a hacerlo más lentamente. Su verga era bastante grande y medianamente gruesa. Tras un par de minutos, aceleró el ritmo, jadeando fuertemente, lo que me indicó que estaba a punto de acabar. Casi enseguida, lanzó su primera descarga entre mi boca, sacó su verga y los demás espasmos lanzaron su semen sobre mi pelo y mi cara.

El se retiro de mí y se apoyó en el árbol. Yo me puse de pie y al notarlo, me amenazó nuevamente con el arma.

Me miró y blandiendo el puñal, me obligó a quitarme la blusa y los pantalones. Contempló mi cuerpo casi desnudo y, con una sonrisa malévola, me ordenó quitarme el sujetador y ponerme en cuatro patas sobre el césped bajo el árbol.

Enseguida se bajó los pantalones y el calzoncillo y se acercó a mí, por detrás, mientras con su mano libre se masturbaba enérgicamente. Estando ya junto a mí, intentó introducirme un dedo en el culo, lo que me hizo dar un respingo. La situación me tenía alterada de los nervios, pero debo confesar que también me excitaba. Hasta entonces sólo había copulado con chicos que me gustaban, pero dentro demí latía, muy profundamente, un secreto deseo de ser tomada por la fuerza, algún día.

Me echó un salivazo en la abertura del ano y, con su pene, comenzó a esparcir el líquido por mi culo, bajando por el perineo hasta mi vulva. Sin decir nada, comenzó a metérme su verga, poco a poco, en la vagina. Al comienzo fue difícil porque yo le oponía cierta resitencia pero él, sin importarle el tamañode su imstrumento, empujó con fuerza y la cabeza penetró.

Sentí algo de dolor y una sensación de excitacióna nunca antes experimentada. Echó más saliva y poco a poco, fue metiendo más su verga, y mi vagina fue aceptándolo, al tiempo que comencé a sentir cierto placer, al grado que, que yo misma me movía hacia adelante y hacia atrás, logrando que su pene entrara y saliera de manera consecutiva.

Era increíble lo que me estaba sucediendo. Nunca antes me habían poseído por la fuerza y, ahora, aquel hermoso ejemplar de verga me estaba cabalgando y, lo más sorprendente, me estaba proporcionando placer.

Con un dedo comenzó a explorar el orificio de mi ano y, sentí que me venía, cuando él me introdujo un dedo hasta lo más profundo. Continuó en su mete-saca por unos minutos más y, de pronto, sacó su verga y lanzó otro escupitajo, esta vez directo a mi ano. Sin mucha ceremonia, colocó su glande a la entrada de mi culo y empujó con fuerza. Mi ano estaba lubricado por su saliva y su pene estaba cubierto por mis propios líquidos vaginales.

Empujó con fuerza y la cabeza de su verga penetró en mí. Sentí dolor y grité. Él se detuvo y con voz enfadada me dijo:

  • ¡Cállate o te mato!

Hice silencio y, pese a las molestias, no opuse resistencia al ingreso total de su verga en mi recto. Comenzó a moverse con violencia, follándome de manera fenomenal. Era tan fuerte su vaivén, que su pene se salió de mi ano. El hombre tomó su miembro con una mano y, de un golpe, me lo introdujo en la vagina.

Dio dos, tres, cuatro estocadas y lo sacó, para clavármelo de nuevo en el culo. Nuevamente dio dos, tres, cuatro estocadas y lo sacó, para regresarlo a la vagina.

Así fue cambiando, una y otra vez, haciendo uso ora de mi culo, ora de mi vagina. Para entonces, yo estaba ya sumamente excitada. No pude soportar más y, en poco tiempo, tuve un orgasmo realmente feroz. De pronto, él dio un suspiro enorme, sacó su pene de mi vagina y me lo clavó hasta el fondo del culo y tiró todo su semen, en fuertes chorros, hasta el interior de mi intestino.

Me sacó su verga y yo caí derrumbada sobre la hierba. Él me lamió el culo unos segundos y luego desapareció. Cuando me incorporé, ya no estaba. Sólo pude escuchar, en la oscuridad de la noche, el ruido de sus pisadas que se alejaban velozmente.

Me vestí, miré hacia todos lados y me alejé de allí. Mientras caminaba hacia mi casa, recordaba lo sucedido y ello me excitaba nuevamente.

Confieso que yo había tenido relaciones sexuales anteriormente, pero ésta era la primera vez que me poseían así. Sintiendo en el ano algo de molestia, seguí rumbo a casa, pensando en la excusa que le daría a mi madre, por llegar más tarde de lo prometido.

Autor: ANASO anaso111@yahoo.com