Violaciones medievales II (2)

Comienzan las vejaciones y los castigos para la joven guerrera prisionera, amplificados por la saña heredada de la batalla. Por otro lado, una niña aprendiz emprende el camino desde la pubertad hacia el deleite sexual...

Violaciones medievales II (parte 2)

Los grilletes le apretaban hasta dejarle marcas sangrantes, ardientes como brasas al rojo vivo. Sin embargo, sus gestos no habían cambiado, el rostro de Patrice se mantenía petrificado en el recóndito rincón entre el cinismo y la rabia, como si no le hubiera hecho mella las múltiples agresiones soportadas.

Los testigos momentáneos se regocijaban al verla, luciendo algunos sus prominentes bultos detrás de las vestimentas de guerrero por las sádicas situaciones venideras. No podían aguardar más. Las ansias de violencia sexual y física contra su contrincante estallaban en sus mentes de vejadores impiadosos, recordando la contienda mortal de una hora atrás y demandando una revancha por eso. En sus pensamientos, entonces, merodeaban acciones horrorosas de todo tipo, llevadas a cabo por los instrumentos de martirios corporales alojados en ese mugroso cuarto que servía de celda.

Entre otras cosas.

--Te mantendremos viva, hermosa—alzó la voz Kronos--Esa es la mala noticia para ti.

--Y la buena para nosotros—agregó alguien entre el gentío.

Los demás rieron con saña.

--Te lo preguntaré una vez más: ¿qué dirección les dijiste a tus compañeras que tomasen? ¿Hacia dónde queda el campamento de la guardia del reino?

Uno de los rebeldes le propino una patada en la espalda, provocando que se cayera de rodillas.

--Vamos, muchos de aquí están esperando a que te niegues a informar. ¿Tienes idea de lo que desean hacerte?

Patrice elevó su cabeza para mirarlo a los ojos.

--¿Eso se lo dices a todas, amor?—sonrió de manera tétrica, con sangre entre sus dientes.

--Vaya, qué ternura de muchacha—carcajeó el líder, mientras observaba a sus subordinados.

“Cuanto más luchadora, mejor…” se escuchó decir “ya la quiero escuchar gritar” “la desgarraremos por completo” “le sacaremos la valentía por los ojos” “…y lo que comió por la boca…”

Al escuchar esto, un miedo ineludible comenzó a inundar el alma de la joven guerrera, pero no podía permitir que eso la amilanase ni la hiciese retroceder.

--¡¿Qué es lo que estamos esperando?!—bramó uno.

--Esperen, esperen…--ordenó Kronos—Quiero que me sea útil al menos, no sólo como un desperdicio de carne. Te daré una últim…

--¿Por qué tardan tanto?—la joven les echó una mirada lujuriosa a todos--¿Que no ven que me estoy enfriando?—se manoseó la vagina con increíble descaro.

Con esa escena, la excitación de varios llegaría a la cima de lo soportable. Y eso lo advertiría el oficial superior con un vistazo a su alrededor, temiendo que la insistencia del freno a la liberación de los bajos instintos pudiera dañar su carismática figura.

--Como quieras, niña demente, tú te lo has buscado. Es toda suya, hagan que se deleite como sólo ustedes saben.

--¿Acaso te irás, Kronos?—intentó derretirlo con la visual--¿Me dejarás así de mojada? Eso es de mala persona…

--No te preocupes, belleza, me volverás a ver—le siguió el juego macabro-- Aunque puede ser que para entonces hayas enloquecido o estés vomitando esperma.

--Qué delicia—se relamió los labios—Nunca llegué a tragar tanto como para eso. ¿Creen que me hará mal al estómago?

Tanto Kronos como muchos de sus soldados se echaron a reír, dándose cuenta de que quizás jamás llegarían a intimidar a tal personalidad de mujer.

--Sólo asegúrense de mantenerla respirando y en una pieza—les dictaminó a sus hombres antes de abandonar la celda.

--Quizás esa sea la misión más difícil de cumplir, jefe—le contestó el que salvaguardaba el portón.

--Pero háganlo, no olviden que es la última que nos queda—saludó a su enemiga con un ademán mordaz.

Patrice, ni bien se encontró a solas y rodeada por más de una docena de enemigos e instrumentos tanto de tortura como de violación, trató instintivamente de retroceder, pero vislumbró enseguida que no había forma alguna de escabullirse hacia ningún sitio.

--Bueno, aquí me tienen—pretendió que su voz no sonara temblorosa.

Al no encontrarle salida a tal pavor, lo combatió con bravura.

--Les ahorraré un paso.

Y desbarató con fuerza en un instante toda su vestimenta superior primero, seguida de sus pantalones de batalla, quedándose completamente desnuda luego de despojarse también hasta de los retazos sobrantes.

Las miradas de asombro de los futuros victimarios no tardaron en presentarse.

--¿Quién será el primero en forzarme?

Ante los dichos pervertidos de varios, uno de los de mayor tamaño del grupo se adelantó con su ropaje inferior bajo, divulgando su enorme miembro erecto como una roca.

--Así me gustan—musitó--: bien locas…

Y cuando iba a sostenerla de las muñecas con grilletes para transportarla hacia una de las mesas de madera, Patrice meneó su cuerpo como un relámpago y le propinó en un segundo dos golpes de puño y dos movimientos de artes marciales con sus piernas, ultimándolo luego mediante la quebradura de su cuello.

--Así me gustan—rebatió--: bien imbéciles…

La aglomeración quedó en completo silencio.

--Acabó muy rápido, quedé insatisfecha…--dijo sosegadamente, con una sonrisa diabólica.

Los murmullos de ira y pasmo se desataron hacia todas las esquinas.

--¿Quién es el siguiente?

**

**

Era increíble el paso del tiempo. Como los días no se diferenciaban demasiado en cuanto a rutina de entrenamiento, los meses y hasta los años transcurrían casi sin preaviso. Sólo mi físico era el que me advertía de la larga estadía allí, siendo aumentada la masa muscular de mis extremidades hasta límites nunca pensados.

Por suerte no había recibido cicatrices deformantes en el transcurso ni tampoco la distorsión de mi figura. Aún conservaba mi belleza de nacimiento, incrementada, según mi humilde opinión, por el bello corte de cabello que me habían hecho y mantenido siempre. Y más allá del peligro constante en los ejercicios de instrucción y de los embates psicológicos sufridos por parte de varios de mis compañeros--simplemente por la circunstancia de ser mujer adolescente--, me sentía plena allí. Por vez primera en mi vida le encontraba un sentido a mi existencia. Y eso era lo que le había informado a mis seres queridos mediante cartas escritas con cariño hacia ellos, sin comunicarles mi paradero por temor a que me viniesen a buscar. Además, había encontrado también a personas en quienes confiar, en quienes brindar mi amistad y considerarme resguardada, sea por el aprecio hacia mí o por cualquier otra causa.

Personas a las que creía que podría llegar a amar.

--¡Levántate!—me dijo Igor, luego de que él mismo haya provocado mi caída—Esto se pondrá aburrido, sino.

Acepté su mano estirada y me reincorporé al campo de instrucción.

Ante muchas miradas curiosas por la lucha entre diferentes sexos, mi visual poco amistosa se posó esta vez en sus hombros y brazos, con el objeto de captar sus movimientos.

Pero no serviría tampoco de mucho ese cambio de estrategia.

Al besar por cuarta vez consecutiva la tierra de una zancadilla, mi humor dejó de ser el mismo, cambiando todo luego al advertir el acercamiento de nuestro gran líder de escuadrón, Jari, con su acostumbrado paso tan sigiloso como imponente.

--¡Arriba!—me ordenó mi amigo.

Le hice una señal como para que aguardase y busqué la mirada de mi superior. Al encontrarse nuestros ojos, una energía reparadora inundó mi ser y dejaron de importarme las dolencias del entrenamiento, como si quisiera que observara mi evolución en la lucha.

--Así me gusta, Aikarn—sonrió Igor, después de verme incorporada y en guardia—Eso es lo que deseo ver en…

No lo dejé terminar. Arremetí contra su cuerpo, intentando conectarle golpes de puño y patadas como para derribarlo automáticamente.

--Vaya, ¿qué te pasó?—gritó mi compañero, mientras se defendía.

Después de estar casi un minuto con la agresividad al máximo, logré cansarlo y abatirlo de un empujón poco ortodoxo, ganándome un tibio aplauso por parte de los presentes. Pero de quien me esperaba una reacción carismática, nada ocurrió: el líder simplemente me observó fijo, cruzado de brazos, con sus dedos tamborileando en su propia epidermis.

Aquellos dedos que tantas sensaciones forzosamente inolvidables me habían arrancado en forma brutal casi dos años atrás.

--Muy buen trabajo, amiga—se adelantó Wendell a la concurrencia--¿Viste que podías hacerlo?

No le presté demasiada atención.

--Gracias—le dije con poca emoción.

Jari se percató de que estaba aguardando de él algo en especial. Sin embargo, lo que llevó a cabo en consecuencia no fue exactamente lo anhelado por mí: habiéndose consumado mi victoria, divisó entre el gentío a un compañero en particular, uno de gran porte, terriblemente desagradable para mi persona y mis recuerdos, llamándolo luego a que se presentase en el terreno de la competencia.

Cuando Wendell, Igor y yo nos dimos cuenta de lo que planeaba que sucediera a continuación, nos sorprendimos ingratamente.

--Señor…--alcancé a musitar, con voz apenas audible.

--Bien hecho, aprendiz—me interrumpió, con palabras recias—Prueba ahora con este contrincante.



La acción era inminente. Sólo bastaba saber quién sería el que inauguraría la cacería sexual…o encontraría su propia muerte.

Patrice se posicionó en guardia, con sus puños manchados de sangre en alto, adornados con pesadas cadenas de hierro oxidado.

“¡Estás muerta, pequeña!” “te vamos a romper todos los huesos” “y te seguiremos violando después” “no quedará de ti ni para los perros” fueron varias de las amenazas que recibió a los gritos.

Más allá de su valentía y de la naturaleza de sus planes, la guerrera aún seguía siendo una muchacha, con todos los temores que podía llegar a acarrear un ser humano. Inconscientemente buscaba una y otra vez la forma de escaparse de todo el eventual infierno físico, pero su creencia en el deber era más poderosa que su instinto de supervivencia.

Y su forma de disimular sus sentimientos, todavía más.

--Vayan viniendo de a uno, que me agrada más así—provocó a la afluencia de sádicos rebeldes.

“Te abriremos un nuevo agujero, perra” “ruégale a los dioses que mueras enseguida” “no dejaremos que te suicides” “sentirás muy adentro hasta el último de nosotros” escuchó que le contestaban desde todos los rincones.

--¡¿Qué esperan, niñitas?! ¡¿Que no iban a hacerme gozar?!

Ni bien terminó de bramar esas palabras, se le abalanzaron al unísono dos soldados por flancos distintos, a los que derribó con varios movimientos de patadas voladoras. Pero, para su infortunio, enseguida la agredieron tres sujetos más, teniendo que utilizar toda su agilidad para apartarlos apenas, luchando inmediatamente luego contra otros dos, que terminarían de vencer su resistencia reteniéndola de ambos brazos con fuerza bruta.

--¡Déjenme, malditos! ¡Suéltenme, que les enseñaré…! ¡¡IIAAAAAAHHH!!

Antes de que llegase a escupir más insultos, le inmovilizaron dolorosamente sus brazos y cabeza con una especie de trampa compuesta por dos pesados maderos, uno encima de otro, dejándoles sólo las manos y su rostro a la vista.

--No gastes tus cuerdas vocales, que esto ni ha comenzado—le dijo uno.

Y la empujaron contra la pared, provocándole un agudo dolor en su espalda por el choque recio de su columna contra las rocas filosas.

Con el enorme peso cargado sobre sus hombros, Patrice no pudo siquiera defenderse de la aproximación de sus enemigos en busca del motín carnal. En consecuencia, la sostuvieron entre dos de los brazos recluidos y la posicionaron contra el muro, como si se encontrase prisionera con ganchos nacientes de tal construcción.

--Veremos qué paisaje nos muestra tu cuerpito, linda—expresó el primero en acercarse para manosearla.

Al tiempo en que sus compañeros la mantenían en el aire, el abusador se dedicó a abrirles las piernas con el objetivo de mostrarles a todos los futuros violadores el valioso tesoro que acabarían devastando.

--La tienes más peludita de lo que nos gustaría, pero creo que nadie se quejará—se rió.

--Es que nos estábamos acostumbrando a las muy jóvenes—se oyó decir a alguien.

--Sí, eran más manejables, no daban tanta batalla como tú. Pero desafortunadamente para ti, a las violentas nos agrada tratarlas como tal.

La sujetaron de los cabellos y la arrojaron como para que se caiga torpemente hacia delante con el peso de la trampa, pegándose así un importante porrazo contra el suelo y quedándose en posición de cuatro patas, exhibiendo por completo sus dos orificios lascivos a la muchedumbre.

--¿Qué es lo que habías dicho antes? ¿“Quién será el primero en forzarme”, quizás?—se burlaron de ella.

Ante la humillación de no poder hacer nada para evitar la vejación futura, Patrice frunció el entrecejo y juntó con rabia sus dientes, aguardando lo inevitable al notar la presencia de un bulto caliente entre sus muslos.

--Vaya, miren esto—anunció el beneficiado del primer turno al abrir sus nalgas y mostrarle su ano a todos—Qué sorpresa, muchacha. Lo tienes arruinado como el coño de una yegua. ¿Acaso eras la meretriz del ejército real?

Cada uno de los presentes se echó a reír, expresando degradantes bromas groseras.

--Cómo tendrás tu vaginita entonces…

Y al palpar morbosamente su parte sexual más sensible, se desconcertó incluso más.

--Increíble…—le susurró al oído—Estas toda empapada. Eres una asquerosa cerda inmunda.

Le echó un vistazo a sus camaradas, radiante, como si hubiera descubierto una fortuna en monedas de oro.

--¡¡Está excitada la muy perversa!!

El vitoreo indecente terminó por destruir su jactancia de mujer digna. En ese momento odió su cuerpo y todo lo relacionado con su corrompido sistema nervioso sexual.

--Al parecer no era broma lo que decía—rió el victimario--Tendremos que esforzarnos para satisfacerla…

**

**

--Pero señor…--quiso objetar Igor, ya incorporado.

--¿Hay algún problema, muchacho?—se molestó nuestro líder.

--Sabe que sí—frunció el seño—Es Jörg. Usted conoce todo lo que ha pasado entre él y nosotros.

--¿Tienes miedo de que la lastime, idiota?—mi futuro contrincante se adelantó para agraviarnos verbalmente.

--¿Porqué mejor no lo arreglamos tú y yo de una vez?—lo desafió mi amigo.

--Porque ya no es divertido pelear contra ti, debilucho. Prefiero un poco de sangre femenina en mis nudillos.

Yo me encontraba callada, no sabía cómo reaccionar. No comprendí en un primer momento el objeto de hacerme combatir contra quien en más de una ocasión había intentado violarme. Sabiendo, además, que físicamente no tenía oportunidad: me duplicaba en peso y en masa muscular.

Pero…¿en realidad no tenía ninguna oportunidad?

--Despeja el terreno, Igor—dije con voz seria.

Tanto él como Wendell me observaron extrañados.

--¿Qué es lo que estás intentando demostrar, Aikarn? ¿Quieres salir lastimada?

--No—lo miré con furia--, quiero que sepa de una vez que ya no soy una niña indefensa.

Y lo afronté con la mirada.

--Y demostrarle que le será conveniente no volver a intentar propasarse conmigo.

Nunca supe si Jörg alcanzó a escucharme, pero tampoco me importó. Simplemente aguardé a que se apartasen todos del cuadrilátero improvisado para comenzar lo que sería el combate más importante de mi corta vida.

--Creo que entendí el propósito del líder—fue lo último que le expresé a mis amigos antes de ponerme en perspectiva de ataque.

Lo primero que divisé de mi contendiente fue su lengua al posarla por sobre sus labios, haciéndome una mueca pervertida y provocando, en consecuencia, un mayor desprecio por parte de los observantes.

Se me acercó poco a poco, con sus puños amenazantes, esperando a que su figura me intimidase y empezara a retroceder.

Pero no le di esa satisfacción.

--No me moveré—dibujé en el aire un círculo con mis manos y me coloqué en posición de defensa--, ven cuando quieras.

Me agredió primero con un golpe de puño que evadí con destreza, pero enseguida me propinó una patada en la zona costal que apenas si llegué a verla, quedándome adolorida y tambaleante, lo cual aprovechó para conectarme inmediatamente tres trompadas seguidas que me hicieron sangrar el rostro.

--Así te quería ver, niña.

Con velocidad lenta, creyéndose vencedor, me sostuvo con sus fuertes brazos y me zarandeó sarcásticamente durante unos segundos como si fuera una muñeca de trapo, apresándome después contra su torso.

--Y así te quería tener—musitó sonriente en mis oídos, respirándome en la nuca--¿Estás excitada tanto como yo?

Llegué a apreciar un bulto a la altura de mi cintura.

--¡Asqueada!—le dije con sangre en mis labios—Porque eso es lo único que me das: asco.

Intenté liberarme una y otra vez, pero su poderío bruto era demasiado para mis músculos.

--¿Quieres experimentar algo que te dará verdadera repugnancia?—y me refregó su miembro erecto en las nalgas—Supongo que seguirás siendo virgen…

Varios entre la muchedumbre expectante se indignaron con tal acción, murmurando frases de repulsión entre ellos. Tanto Igor como Wendell observaban al líder, preguntándole con la mirada hasta cuándo permitiría todo esto.

Jari ni siquiera atinó a devolverles la vista.

--Dime, preciosa, ¿y de aquí atrás también lo eres? ¿O para preservar tu castidad se lo has entregado a…?

Tan compenetrado estaba Jörg en sus palabras soeces, que no logró notar la aproximación del bestial nucazo proporcionado por mí, el cual le ocasionó la rotura de su nariz.

--AAHHHJJJJ, maldita pu…--me gritó, cometiendo el error de liberar mis manos.

--¡¿Por qué no tratas de violar a tu madre?!—fue lo único que se me ocurrió vociferarle.

Y le propiné una serie de puñetazos de derecha e izquierda, abriéndole las cejas y los labios, siendo vivazmente animada por casi todos para que le destrozase hasta los huesos. Pero después de más de una docena de trompadas dadas, simplemente dejé que se cayera al piso semiinconsciente, con algunos de sus dientes sueltos.

La espontánea ovación recibida por tal éxito a continuación, manifestó mi perfil más emotivo.


El reflejo en el espejo mostraba a mi rostro lastimado, mi belleza arruinada momentáneamente por la herida cocida en mi parietal derecho y mis mejillas inflamadas, a punto de volver a sangrar. Esa antiestética imagen, lejos de afligirme, me exaltaba como si fuera un trofeo de batalla, evocándome a los eventos ocurridos pocas horas atrás, cuando fui felicitada por mis dos amigos y los demás compañeros.

Sin embargo, a quien más me hubiera encantado verlo contento, ni se inmutó.

“Al menos me podría haber aplaudido” me disgusté, dolida.

Pero más que disgustada, estaba confundida nuevamente, sin saber qué sentir al recordar su silueta parada allí, firme como su espada en el fragor de la beligerancia.

“Muy buenos movimientos, los aprendiste bien” me dije frente al espejo, emulando su tono de voz. “Eso no te lo he enseñado yo” seguí jugando, “es una lástima que hayas quedado en ese estado, pero quería decirte que con esas lastimaduras pareces toda una guerrera” reí, “una hermosa guerrera”.

Me di cuenta de que me había ruborizado y me detuve, visualizando durante largos segundos mi contorno de adolescente virginal.

“¿Cómo seguirá todo esto, ahora que ya no existen peligros, que ya he demostrado que puedo lograr vencer a cualquiera de mis camaradas?”

Se produjo un silencio.

--¿Ahora que he llamado tu atención, líder Jari?—me encontré observando la pronunciación de mis labios.

Suspiré y me senté en el lecho solitario de mi pequeño cuarto apartado, el cual me había llevado a soportar varios berrinches por parte de mis compañeras mujeres, llegando a denominarme como “la consentida” del superior.

“Consentida”

Incluso alguna hasta me había nombrado “puta del líder”.

“Qué gran mentira”

Me sentí avergonzada de nuevo, apreciando mis cachetes al rojo vivo.

Con movimientos pausados por los dolores, me acosté boca arriba, contemplando en el techo ciertas sombras danzando por los vaivenes del único candelabro apoyado en la mesita del rincón. Mi imaginación comenzó a volar, planear y estrellarse sobre una única figura: aquella que se perpetuaba en mi mente y me obligaba a repasar la ocasión en la que se había excedido conmigo, consiguiendo que me abochornara de mi mismo descaro.

Ya era la enésima vez que la rememoraba.

“¿Qué me está pasando?”

Mi corazón se aceleró tanto como mi respiración, y fue ahí cuando empecé por vez primera a experimentar verdadera humedad en mi entrepierna. Le eché un ojo a mis vendadas y doloridas manos e increíblemente me estimulé aún más, como pensando en lo que podría llevar a cabo con ellas si mi pudor me lo permitiese. Luego de dejar a un lado cualquier análisis de decoro, me froté los dedos índice y pulgar derechos entre ellos para advertir sus asperezas, transportándolos después, de forma muy calmosa, hacia la sensible parte empapada de mi cuerpo, cubierta por la ancha ropa interior cortésmente obsequiada que llevaba puesta bajo el camisón.

--Dios, ¿qué estoy haciendo…?—susurré muy bajito.

Ni bien se concentraron en mis labios inferiores, pude conocer por fin la sensación escalofriante de jugoso goce. No creía ni yo misma lo que me había estado perdiendo por tener la opinión de que una señorita impoluta no debía de hacer eso jamás.

Sin tapujos ya, los roces de tela fina se fueron transformando en manoseos inmorales con la utilización de todos mis dedos, provocando que ya no quedase ninguna porción de lencería con sequedad.

--No haga eso, líder, por favor…--me hallé gimiendo en voz baja.

Mis resuellos ya eran suspiros y jadeos, cada vez más apresurados.

--No me toque ahí…no se atreva…

Al cabo de unos minutos, directamente introduje mi mano por debajo de los interiores y toqueteé mi vagina en su totalidad, denotando el perímetro estimulado de toda mi zona nerviosa de mayor placer.

--N…no…no me meta sus ded…aaaahhh…

Con suavidad, penetré media falange en mi inmaculado orificio hasta sentir la pequeña barrera virginal que me impedía seguir.

--¿Q…qué no ve…que soy…virgen…?

Después de experimentar el cielo unos segundos, llevé mi mano regada con mi vergüenza hacia mi boca.

--No…no…no sea pervertido…no me lo haga lam…--y me introduje de ficticios malos modos mis propios fluidos para descubrir su sabor.

--Mmmmfff…no…mmmfffffff…--agité mi lengua para un lado y para el otro, al tiempo en que mi otra mano se posaba sobre mis pezones rígidos.

--Mald…maldito…violador…déjeme…en paz…

Ya mi cuerpo temblaba de la excitación como nunca antes, y los movimientos de mis extremidades demostraban estar dominados por el torrente de lava que recorría mis venas, más que por mi mente. Mis propias nuevas caricias vaginales, con el pasar de los segundos, habían dejado de ser tales para convertirse en fricciones agresivas, restriegues que hacían sacudir de pasión a mi ser como si estuviera poseída.

--Bast….basta….por favor….no siga…..me duele….me está lastimando…

Cerré mis ojos y mordí parte de la almohada, casi hasta arrancarle el relleno.

--Mmmmm…..mmmm….deténgase….me dejará deshecha…--zarandeé el colchón--…espere…no…¿qué va a …hacer?...

Junté tres dedos de mi mano izquierda, diseñando una especie de cilindro con ellos.

--No…no me hag…

Y comencé a penetrar mi cavidad bucal con tal figura, llevándomelos hasta el fondo de mi garganta, generándome así algunas placenteras arcadas pequeñas.

--Mmmfff…no…lo tiene sucio…con mis…

Jamás hubiera sospechado que a tan poco tiempo de haber entrado en la pubertad, tendría momentos tan apasionantes y me volvería tan libertina con mis fantasías, gritando en voz baja semejantes palabras y enardeciéndome sólo con imágenes mentales.

--Mmff…no me…gusta…mmmmffffff…--balbuceé con grandes hilos de saliva corriéndome por el rostro, casi orinándome del deleite--…quítese…no acabe…en mi boca…

Y cuando me hallaba cerca de terminar tal descontrolado período de mi vida púber inicial, una situación inesperada me interrumpió de la manera más inoportuna.

--Discúlpame, Aik, ¿estás despierta?—se adentró Igor en la habitación, sin golpear la puerta—El líder quería saber si nos…

El gesto que dibujó su cara al verme en la cama semidesnuda, separada de piernas y con mis manos en lugares tan obscenos, no lo olvidaré en toda mi existencia. Nuestras miradas se encontraron en lapsos mudos, generando los instantes embarazosos por excelencia. Mis ojos horrorizados ni siquiera pudieron comunicarle a mi cerebro que como mínimo modificase tal escabrosa postura, quedándome como hipnotizada y paralizada totalmente por la indecente escena.

--P…perdón…--apenas masculló mi amigo.

.

.

.

.

El soberano grito que pegué lo debieron de haber escuchado hasta en mi aldea.



En esa posición, Patrice sólo lograba resignarse a ver una porción del gentío que iba a someterla sin ningún remedio. Porque, por más esfuerzo que hiciese para incorporar su cuerpo, no podía siquiera intentar luchar contra sus enemigos con algo tan pesado atrapando sus hombros. Como último intento, para mostrar lo que le quedaba de orgullo, revoleó sus piernas hacia todos lados, con el propósito de que les costase, al menos, acercarse a ella y así retardar unos segundos la deshonra que le aguardaba.

--Te ha llegado la hora, pequeña indecente. No hay nada que puedas hacer al respecto.

Y su enemigo no mentía. Poco tardaron en inmovilizarla y abrir sus extremidades al máximo posible, facilitando la vista desde esa perspectiva del estado estropeado de sus labios vaginales, visiblemente usados por varios en anteriores oportunidades.

--Aquí voy…--dijo uno al azar.

Lo siguiente que sintió Patrice fue el roce de un glande de importante tamaño en su orificio vaginal, el cual saboreó primero, con malicia, la humedad reinante en esa zona.

--¿Quieres decir alg…?

--¡¿Qué esperas, maldita basura?! ¡¿Que te ruegue para que no lo hagas?! ¡Comienza a violarme de una vez, si eso te hace sentir el hombre que no eres!—bramó la joven, como prueba de que quedase en claro que su suficiencia jamás cedería.

Contrariado por la personalidad no quebrantada, el primer victimario empujó con fuerza bruta su pelvis y la penetró salvajemente.

La respuesta por parte de la guerrera no fue otra que un suspiro ahogado.

--Conocemos muchas formas para hacerte callar—le expresó, al tiempo en que agredía sus nalgas con vehementes palmadas.

Y así empezó a violarla en la postura de cuatro patas con ferocidad creciente, provocando que su cuerpo se sacudiese al compás de las embestidas y de los alaridos groseros de los observantes.

Al cabo de varios minutos, el primer vejador empezaría a molestarse por el poco rozamiento, quejándose en voz alta sobre la dilatación del agujero abusado y de cómo ya casi no experimentaba ningún retorcido placer.

--Esta perra está muy arruinada ya. Sólo un caballo podría hacerla gemir.

--Tendremos que ser sádicos, entonces—se rieron varios.

Patrice temió lo peor al escuchar eso, pero otro parloteo la apaciguó.

Si es que podía ser usado ese término en tal situación.

--Prueba la otra entrada, que suelen estar más cerradas.

--Según quiénes. ¿O acaso te olvidas de…?

--Imposible olvidarla.

--Bueno, querrás decir salida también, ¿no?

--Más le vale a ella que sea sólo lo primero.

--Por el bien de su garganta y estómago…

Después de carcajear sobre las circunstancias y los dichos, el que la vejaba llevó su dedo índice hacia el ano de la guerrera, enterrándolo sin miramientos ni piedad.

--Vaya, ni siquiera saliva necesité—se glorificó, mientras le inducía un estremecimiento a la muchacha—Esta perra debe de haberse hecho varias veces encima.

Hurgando entre sus paredes anales como si quisiera ensancharlas todavía más, el rebelde continuó realizando su sádica faena morbosa de trasgresión vaginal hasta que, pasados cinco minutos de arremetidas, aulló de regodeo y descargó su hombría en la cintura de la víctima, ensuciándola con esperma y sus propios jugos sexuales.

--Está…húmeda como…una yegua en celo…--exclamó apenas pudo recuperar el aliento.

Levantaron el rostro de Patrice del suelo para observárselo y visualizaron sus ojos inyectados en ira, bastante alejados de los desconsolados de aquellos numerosos mártires femeninos ultrajados en masa, obtenidos como botín de victoria.

--Al parecer, nos odia—se rió el que le alzaba el mentón.

--Sigamos dándole razones para eso—vociferó el siguiente, posicionándose como para reanudar el vejamen—Por mi parte, quiero probar qué tan abierto le dejaron el culito, quienes sean que hayan sido…

Acercó su miembro a su parte trasera y jugueteó entre sus posaderas unos instantes, chapoteando con el semen heredado.

--No me interesa si gritas de dolor o aúllas de placer—la sujetó de los cabellos, trasladando su cabeza hacia atrás para susurrarle al oído--, pero lo único que te aseguraré es que: si te me haces encima, me encargaré personalmente de que te lo comas.

Y perforó su ano de un único impulso efusivo, haciéndola chillar al sentir semejante tamaño de aparato hundirse sin lubricación en lo más profundo de su recto.

--No te pondrás a llorar, ¿no?—se burló de ella, junto a los clamores de sus compañeros—O a sangrar…

Dicho esto, se apoyó en los maderos que la inmovilizaban y emprendió una serie de penetraciones salvajes, con la esperanza de que emanara sangre de su orificio quebrantado.

--Es cierto lo que decían…perra…--rugió en la vorágine—, con lo arruinado que lo tienes…puedo estar horas así…

Tolerando las carcajadas de fondo y el ardor anal, Patrice mostró sus dientes por la furia de saberse subyugada, pero también por el descontrol que yacía dentro de su sistema nervioso, estimulándose visiblemente sus genitales con cada recia nalgueada y brutal estocada recibida.

Luego de acelerar la frecuencia de las arremetidas por la cercanía del orgasmo, el violador se apartó de la parte trasera de la joven y se dirigió hacia el otro extremo, donde se hallaba su rostro agotado por la sesión incesante.

--Todo esto es para ti—la agarró de los pelos y eyaculó cuatro veces en toda la superficie de su cara—Saboréalo bien, y agradece que no te haya obligado a que me limpiases tu porquería.

Después de cerrar los ojos para que el esperma desparramado no le produjera un mayor escozor, Patrice volvió a dejar caer su cabeza con el propósito de que no vislumbraran su humillación, advirtiendo cómo las degeneradas líneas blancas pegajosas se paseaban por su frente, mejillas, nariz y labios.

--¡Maldito imbécil!—tronó alguien risueño, desde la retaguardia femenina—Tendrías que haber sido uno de los últimos.

Y señaló, entre risas malignas, el orificio anal agraviado para que entendieran lo enunciado.

--Si antes estaba destrozado, ahora se lo has reventado. Puedo ver todo su interior desde aquí.

--Perdón—contestó perversamente el satisfecho—Pero no te quejes, ya están acostumbrados a los agujeros abiertos…¿Quién sigue?

Y sin concesiones, en las siguientes tres horas, la desdichada muchacha tuvo que sobrellevar todo tipo de vejámenes retorcidos, siendo continuamente violada en grupo en varias posiciones y doblemente penetrada hasta que el hartazgo de los presentes se hubo consumado; no quedando ninguna parte de su cuerpo sin estar cubierta de semen enemigo, ni tampoco permaneciendo rastros de su ira momentánea contenida, sofocada por la excesiva extenuación y por la sensación de que el infierno no había hecho otra cosa que comenzar.

--¿Cuántos ya han repetido?—preguntó una voz grave camuflada.

Por la cantidad de respuestas positivas recibidas, coincidieron, mediante efímeras charlas, en que la noche carnal debía dar un macabro cambio de rumbo, decidiendo por lo bajo utilizar algunos de los instrumentos alojados en la habitación.

Al no entender la abatida guerrera la razón por la cual habían dejado de abusarla, levantó su apesadumbrada mirada en dirección a uno de los grupos reunidos.

--¿Crees que hemos terminado contigo, preciosa?—le dijo un rebelde de temible aspecto, mostrándole adredemente un largo látigo de cuero negro con pequeñas puntas afiladas.

--Estás muy equivocada…--añadió otro, con un rebenque de gran dimensión.

Agudizando la vista, pudo advertir con aprensión que eran varios lo que se acercaban con disímiles elementos de castigo como fustas, varas de madera, cadenas de gruesos eslabones, cuerdas con nudos y guantes con marcados relieves puntiagudos.

Imaginando lo evidente, sus nervios experimentaron diversos tipos de apremios.

--Observen este hermoso panorama—indicó quien empuñaba el látigo--: se ha orinado encima.

--¿Nos tendrá miedo al fin? ¿Tan rápido la hemos quebrado?—se inició una conversación encubierta entre la aglomeración.

--¿O será que la muy perra ha tenido un orgasmo?

--Si eso es cierto, le agrada todo esto que le estamos haciendo.

--Tendremos que darle un fuerte escarmiento, entonces.

--¿Quieren que le tapemos la boca o desean escuchar sus aullidos?

--Déjala así, que me gustaría oírla llorar.

--Pero procuremos que no se desmaye…

Encontrándose tirada boca arriba como se hallaba, con sus senos y partes sexuales extremadamente maltratadas y expuestas, Patrice cerró finalmente sus vidriosos ojos, como entregándose al sinfín de situaciones sádicas y violentas en su porvenir.

**

Los alaridos femeninos, junto con los sonidos de latigazos y azotes, llegaban hasta sus oídos en forma acallada, ahogados por el grosor de los muros y las pocas aberturas de ventilación. Aunque eran lo suficientemente audibles como para darse cuenta de que le resultaban familiares, que le traían a la mente algunos recuerdos siniestros de su pasada gloria no muy distante. Apoyado como estaba en aquella pared, grilletes de por medio, el magno prisionero no tenía demasiadas maneras de pasar el tiempo, salvo conmemorar ciertas situaciones de lucha, terror y perversión sexual, puntualizando acciones particulares que lo habían llevado a su miserable presente.

Ya casi ni lo estimulaban los mencionados gritos, como sí lo habían hecho en los tiempos de reciente comienzo de su lastimosa existencia como cautivo. Había escuchado demasiadas veces tales melodías crueles como para que le siguiesen induciendo esa desviada fogosidad digna de una vil persona descarriada del camino de la sanidad, tal cual se había considerado a él mismo.

Demasiadas veces.

¿Cuánto había pasado desde el primer flagelo? ¿Una hora? ¿Dos? No lo sabía. Había perdido el sentido del tiempo y la distancia desde aquel sangriento motín, desconociendo incluso el verdadero motivo por el cual sus anteriores subordinados habían decidido dejarlo con vida.

Pero no todo era soledad y ensimismamiento para él. También ocurría que, cada tanto, alguno del grupo se acercaba para el suministro de comida y agua, trayendo consigo novedades y burlas en igual proporción.

--¿Tan débil te has vuelto que ya ni te excitas con estos magníficos sonidos?—le dijo uno de los rebeldes que solía encontrarse con él a menudo, desde el exterior de la celda.

El prisionero se incorporó lentamente y abandonó su rincón para arrimarse a los gruesos barrotes.

--Créeme que no te hará más hombre el disfrutar todo esto. Yo lo sé muy bien.

--¿Y quién te dijo que quería sentirme más “hombre”?—sonrió diabólicamente, mientras le dejaba un recipiente con comida en el infecto suelo—Sólo pretendo divertirme y pasarla bien. Algo que tú has olvidado bastante tiempo atrás, al parecer.

El cautivo rió penosamente.

--Pregúntale a ella si lo está pasando bien.

--Está bien, se lo preguntaré. Pero creo que la respuesta podría llegar a sorprenderte—se relamió—Es una preciosa muchacha algo desquiciada, del estilo de las que más te gustaban a ti. Si la vieras, con ese cabello castaño enrulado todo pegajoso…

El prisionero alzó la mirada de repente y observó a su interlocutor con mesura.

--¿Qué edad tiene?—le preguntó sin más.

--No tengo idea ni me interesa—mostró los dientes—Mira si voy a indagar sobre sus edad mientras le estoy rompiendo el…

Al extrañarse por el gesto repentino que le hizo, el rebelde decidió mejorar la descripción.

--No lo sé…menos de treinta seguro. Aunque, a juzgar por cómo tenía sus partes sexuales, debió de haberse dedicado a la prostitución desde los diez años.

Y carcajeó depravadamente.

--¿Nombre?—le interrumpió la maligna alegría.

--¿A quién le importa? Es sólo una guerrera ordinaria entre tantas otras—se fastidió.

--Por la revuelta que escuché hace poco, tan ordinaria no es.

El soldado había comenzado a impacientarse con la plática, teniendo que recordar recientes eventos nada gratos para su orgullo belicoso.

--Nos costó doblegarla algo más de lo usual. Pero ahora, como la oyes, chilla como una…--frunció el seño súbitamente--¡¿Qué te tengo que estar dando explicaciones, imbécil?! ¡Agradece que te traiga comida!

--¿Sus ojos son verdes?

Se produjo un efímero silencio, sólo interrumpido por los lejanos bramidos incesantes de sufrimiento.

--Vaya—esbozó una sonrisa lúgubre--, intuyo que la conoces.

Lo miró con altanería por varios instantes.

--Está bien, si tanto te intriga, escuché que murmuró que se llamaba Patrice cuando la obligaron a pronunciar su nombre, latigazos mediante. ¿Eso es todo?—se burló con una fingida reverencia--¿O desea saber algo más, nuestro antiguo gran líder Vessel?

El prisionero comenzó a reírse a sombrías carcajadas, sin razón aparente. Lo cual no le agradó a su acompañante.

--¿Dije algo gracioso, acaso? Porque tú no estás en posición de ridiculizar a nadie, miserable patético.

No le afectó para nada el insulto, sólo siguió riéndose hasta calmarse.

--Aplaudo que aún tengas momentos de júbilo—ironizó—Eso me reconforta en verdad, ¿sabes? Pero ahora, ¿me dirás cuál era la gracia?

El cautivo inclinó su vista hacia los muros y delineó una tétrica sonrisa de satisfacción.

--Todos vamos a morir…