Violaciones medievales (7)

Unos momentos de goce profundo antes del infierno. Una tortuosa relación consumada de la más siniestra forma. La historia se está acercando a su fín...

Violaciones medievales (parte 7)

El néctar de su lengua lo degustaba como si fuera un elixir celestial. Vessel no recordaba cuándo había sido la última vez que una mujer lo había besado de esa forma, con tanta pasión latente. Es más, al ahondar en sus recuerdos, no aparecía la imagen de ningún afecto sensual por parte del sexo opuesto que no haya sido llevado a cabo por obligación. Y esa era una de las causas más importantes por la cual se estaba regocijando con aquella boca de niña, sin importarle los fluidos ajenos que la hayan transitado forzosamente durante tantos días.

Los brazos de Aikarn oprimían su cuerpo como queriéndolo estrujar, tomando contacto frenéticamente con su espalda y luego con su cuello, haciendo aún más vehemente el encuentro entre labios. A lo que el líder le respondía con manoseos feroces en su bajo vientre, adornados con palabras de recóndito deseo.

"Te odio…te odio…" eran los murmullos que, entre susurros y suspiros, se introducían una y otra vez en sus oídos, entendiéndolos como una suave declaración de principios y orgullo, más que como una verdad absoluta.

En cierta forma siniestra, disfrutaba las miradas observantes de los integrantes del escuadrón "cóndor sangriento" y de su vasallo Gaal, tomando la demostración carnal de la cual era protagonista como evidencia de que podía conseguir cualquier cosa que se le ocurriese, no importando si el triunfo se lograra obligando a alguien o, como en la presente ocasión, todo lo contrario.

--Realmente eres bella—le musitaba a su amante—Nunca he conocido a nadie como tú.

La respuesta de Aikarn eran soplidos de lujuria, acompañados por el rubor formado en sus mejillas y el descarado rozamiento adrede de su entrepierna contra el bulto de su enemigo.

--No hace falta que digas nada, niña. Solamente quiero amarte

Y le destrozó frenéticamente el escote de su vestido, abriéndolo centímetro a centímetro con fuerza bruta hasta que sólo su vagina quedó cubierta por la tela azulada, liberando así sus senos en todo su esplendor para el regocijo de la muchedumbre.

Al tiempo en que los suspiros apagados de la muchacha se tornaban progresivamente en gemidos de placer, Vessel comenzó a lamerle y succionarle los pezones de manera apasionada y gentil, provocando que varios de los guerreros movieran sus lenguas sobre sus paladares, saboreando el momento futuro en que les tocase el turno.

Al llegar con sus caricias orales a las partes más calientes y lubricadas del cuerpo de Aikarn, desechó de un tirón el sobrante de la vestimenta y posicionó su nariz próxima a la herida de placer íntimo, olfateando su aroma esencial.

--…no…no lo hagas…--murmuró la joven, tratando de mostrar algo del respeto propio ahogado en el fondo de aquella jarra.

--¿Estás segura?—le preguntó silenciosamente, mirándola a los ojos y mostrándole la lengua.

La muchacha se retorció en forma pausada, como si se estuviera librando una batalla dentro de ella entre la cordura de su mente y sus extremidades.

--Hazlo…--finalmente cedió, luego de cerrar sus párpados.

Sin más, ante el festejo perverso de los mercenarios expectantes, el líder de los rebeldes posó su lengua sobre los empapados labios vaginales y empezó un recorrido lento y profundo, induciendo a que de la garganta de Aikarn se escapasen los primeros sollozos de lujuria de la noche.

La deleitable viscosidad del abundante fluido femenino, junto con su fuerte olor a sexo, lo llevaron a transitar la más hermosa de las delicias carnales, teniendo como sonido de fondo los gritos contenidos de éxtasis de quien en varias ocasiones había fantaseado con seducir.

Las piernas de la beneficiada se cerraron alrededor de su rostro, aprisionándolo contra ella y enviándole el caluroso mensaje de que no tenía que abandonar lo que estaba haciendo.

--No hace falta que me obligues…--sonrió Vessel reanudando la faena, pero con mayor brutalidad.

Aikarn ya no podía seguir ocultando los alaridos de placer que deseaba esbozar bajo la mordedura de su labio inferior.

--..mmmmmm…..mmmmmm………mmmmmmmm….

Y toda su resistencia se derrumbó al fin cuando el líder se atrevió a succionar su clítoris.

--..mmmmmmaah….aaaaaaaahhhhhhh—gimió con los ojos abiertos por la enajenación.

Luego de varios minutos en los que la joven guerrera experimentaría el paraíso, Vessel se detuvo en su afán y acercó su boca a la de ella, traspasándole el residuo de líquidos lubricantes desprendidos de su lengua.

--¿Quieres probar los míos ahora?—le dijo, lamiéndole las mejillas.

No se contuvo ni un segundo. Ni bien su secuestrador la liberó, Aikarn se abalanzó contra su entrepierna, despojándola frenéticamente de las vestiduras y atenazando el poderoso miembro con sus manos.

Varios en la habitación aplaudieron groseramente el ímpetu de la pequeña.

--Trátalo bien—le advirtió el líder, sonriendo en forma depravada--, que él te tratará mejor.

Una vez culminado el trabajo manual, la muchacha engulló sin recelo el ardiente falo hasta lo más profundo de su garganta, arrancando de Vessel un suspiro agradable. Acto seguido, comenzó una serie de succiones con movimientos continuos descendentes y ascendentes, aumentando paulatinamente la velocidad.

--Vaya, niña….al final…tienes talento para esto…--resoplaba el envidiado por todos.

Las lamidas eran tan feroces que hasta se le formaban gruesos hilos de baba a los costados de sus labios y en el mentón. El líder, a modo de agradecimiento, acompañó los vaivenes bucales apoyando su mano en la cabeza de su amante, arrullándole el cabello corto cabellos con tiernas caricias.

--Así, Aikarn…eres increíble.

Luego de degustar cada centímetro del miembro, la muchacha se enderezó y observó como hipnotizada los ojos de su captor, exponiéndole impúdicamente sus ansias al saborear su propia saliva mezclada con líquidos preseminales.

--Ha llegado el momento—pronunció Vessel.

Era justamente lo que quería oír.

Sin que nadie le diera ninguna orden, Aikarn se recostó por sí misma en los fríos peldaños de la habitación, esperando la satisfacción prometida que le ayudara a extinguir, al menos por unos instantes, la llamarada viva en su piel.

--Abre

No hizo falta que terminara la oración. Con sólo el acercamiento de su cuerpo, la muchacha automáticamente abrió sus piernas en forma pausada, dejando al descubierto su virginal y jugoso orificio.

Con una romántica sonrisa, Vessel apoyó su dedo índice en la entrada y empezó a juguetear con los labios vaginales de la joven, trazando redondeles imaginarios en medio de estremecimientos.

--Estás empapada, linda—le dijo, al tiempo en que posaba su miembro en la pequeña abertura casta—¿Tienes apetito de algo en especial?

Los gestos de Aikarn contestaron sin pronunciar palabra.

--Disfrútame, entonces

Y empujó suavemente con su inmensa cabeza como para doblegar la tierna resistencia de la membrana inmaculada.

--Lo haré despacio—susurró el líder, ante las impacientes miradas de los futuros violadores.

--No…--gimió la joven, para sorpresa de todos--, destrózame de una v

No dejó que terminase su depravado pedido. Con gran fuerza, la penetró de un solo tirón, venciendo con violencia todos los estrechos obstáculos.

--Ah...ah……AHHHHHHHH…—gritó por la repentina y dolorosa intromisión.

La salvaje muchedumbre se unió en un irónico y perverso encomio.

Los párpados cerrados de Aikarn dejaron caer un par de lágrimas, las cuales Vessel nunca pudo saber si se debieron al padecimiento, al retorcido placer o a la vergüenza que podría llegar a tener en ese momento. Aunque poco le importó en realidad, ya que se encontraba en el olimpo de sus deseos ocultos, haciéndole el amor a aquella extraña guerrera que con tanta valentía lo había desafiado.

Y confundido.

Un grueso hilo de sangre entremezclado con fluidos lubricantes se desprendió de la entrepierna violentada, atravesando el estropeado orificio anal hasta posarse como destino final en el inmundo suelo.

--Te encuentras bien, ¿no?—le musitó al oído.

Sólo suspiros entrecortados de pasión tuvo como respuesta, por lo que el líder dejó de lado las sutilezas y dio rienda suelta a su perversión comenzando a penetrar brutalmente y sin concesiones el sangrante orificio.

Aikarn tuvo que apretar con ímpetu sus dientes para no aullar por la mixtura paradójica que le provocaban el placer y el dolor juntos. Abrió los ojos con la intención de encontrar la imagen de su amante, pero otro beso ardiente en su boca le permitió distinguir solamente una sombra borrosa entre imprecisas emociones.

Con sigilo, en medio del vigor de los embates, la muchacha liberó su lujuria atenazando la cintura de Vessel con sus talones y dejando escapar de su garganta gimoteos de goce cada vez más audibles. Lo cual fue la excusa perfecta para que el cúmulo de presentes que no se encontraba embriagándose en los recovecos, comenzara a experimentar erecciones en masa.

Pasados largos minutos de sexo vertiginoso, el líder cambió de posición sentándose sobre los peldaños y levantando el cuerpo de la prisionera, colocándolo sobre el suyo e incitando de esa manera a que las embestidas sean en forma de cabalgue.

--No me puedes decir que no estás gozando—musitó, mientras le lamía la oreja izquierda—Tu calor no miente.

Y para aumentar aún más el libertinaje, relamió su dedo índice y lo condujo hacia la entrada posterior de ella.

--Quiero hacerte un último favor, niña—lo introdujo sin esfuerzo alguno por unos segundos, moviéndolo dentro como si quisiera ensancharlo, antes de extraerlo y dárselo a probar.

--Me lo agradecerás después.

Dicho esto, la sujetó de ambas manos y la dio vuelta, arrojándola al piso con cruenta efusión, quedando su ser por encima de su espalda.

--Dudo que sientas dolor.

Y sin ningún tipo de preaviso, la sodomizó vehementemente, a lo que Aikarn reaccionó con una conmoción espontánea.

Ante las violentas sacudidas que siguieron a continuación, los sádicos espectadores pronunciaron pervertidas acotaciones típicas de su personalidad barbárica, tratando de apresurar el forzoso espectáculo sexual previo al que habían sido obligados a presenciar.

Cercano a la cúspide del placer, Vessel aceleró los embates sobre el ano de la muchacha, reteniéndola impetuosamente de los hombros y abriéndole las piernas hasta el máximo posible.

--..ah…ah..ahh..aaaahh..e…espera…no….no...—farfulló Aikarn, entre jadeos.

Al líder poco le interesó la supuesta súplica.

--No…puedes…negarlo…..linda—le indicó.

--V...Vess…espera…p…para

La guerrera acercó su mano al libidinoso encuentro de caderas, intentando detenerlo.

--No lo harás…--se la apartó enseguida—No quieres…hacerlo

Y en esa incómoda postura prosiguieron por algunos instantes más hasta que, de un profundo movimiento, el líder descargó todo su esperma en el dañado recto de la joven en medio de bufidos de regodeo.

Un nuevo aplauso mordaz se escuchó entre carcajadas.

--Fue hermoso…--le susurró Vessel, como si estuviera conversando con su nuca—En verdad lo fue.

Hubiera querido contemplar el rostro de su amante reciente para guardarlo como uno de los mejores recuerdos de su vida, pero no pudo hacerlo debido a que Aikarn no quiso despegar su frente del suelo por la humillación de saberse quebrantada por el disfrute.

Aunque, para su desgracia, otro importante detalle la delató.

--¿Qué es…?—se sorprendió el oficial al apreciar humedad en una de sus rodillas--¿Acaso…?

Aguzó su vista y descubrió un pequeño charco bajo la entrepierna de la muchacha.

--¿Es posible que hayas tenido tu primer orgasmo anal, preciosa?—le preguntó sonriendo cínicamente.

Las risas malignas generales fueron muy hirientes. Vessel, al percatarse de la situación indigna para ella, sintió un poco de lástima, pero no pudo hacer otra cosa más que proseguir con la degradación.

--Vaya, y yo que pensé que te estaba haciendo un favor lubricándotelo por dentro.

Al tiempo en que el oficial se incorporaba y vestía, Ian, el jefe del escuadrón "cóndor sangriento", tomaba con ansias su lugar, sujetándola de los brazos y rotándola de manera poco gentil en un mar de groserías.

Fue en ese momento en que las miradas de Aikarn y Vessel se encontraron por última vez, dedicándose extraños vistazos de disímiles sentimientos entre ellos, adornados por lo extremo de las circunstancias.

Nunca supo el líder de los rebeldes si aquellos últimos gestos pícaros dedicados a su persona fueron llevados a cabo por el incentivo del brebaje o no. Pero algo llegó a comprender al divisar la acción anterior a su salida de la habitación: el acatamiento presuroso por parte de la muchacha de la orden de Ian de abrir las piernas.

Lo último que oyó fue el gustoso quejido de ella al sentirse nuevamente penetrada.

Lo que ocurrió luego no quiso saberlo ni presenciarlo.

E hizo bien, porque tanta locura enferma hasta a él lo hubiera incomodado.


Nota: antes de fin de año publicaré la octava y última parte de esta historia. Gracias por todos sus comentarios.