Violaciones medievales (6)

Para acceder a su anhelo más preciado, la joven tendrá que entregar su cuerpo a todo un violento ejército.

Violaciones medievales (parte 6)

La gotera había dejado de destilar, dejando huérfana a la pequeña acumulación líquida en los peldaños. Aikarn no sabía la causa de su origen ni le interesaba, pero al cortarse su efímero entretenimiento, su mente estaba obligada a recordar las realidades vividas en los últimos tiempos lascivos.

Ya había perdido la cuenta exacta, calculaba que habrían pasado entre catorce y diez y seis días desde aquella derrota en batalla y sus posteriores secuestros. No anhelaba conmemorar todas las penurias, humillaciones y vejaciones, pero el ocio ineludible por la quietud de la celda le jugaba una mala pasada a sus pensamientos. Y las huellas de amarres de soga en sus muñecas la trasladaban forzosamente a esas pesadillas padecidas boca abajo en aquel inmundo lecho.

El techo sombrío ya formaba parte del repetitivo panorama diario, siendo observado en varias ocasiones al divagar entre odios, vergüenzas y sentimientos de desazón. Los ladrillos antiguos que lo constituían mostraban sus grietas creadas tanto por la humedad como por la erosión de incontables años de abandono y falta de conservación. Pero si bien no instituían un espectáculo artístico, no quería apartarlos de su vista, debido a que le servían para concentrarse en la nada misma y mantener ocupados a sus sentidos en describir colores siniestros o insectos movedizos rondando por los recovecos. Al menos ya no sentía frío. Las vestimentas de mujer que Vessel personalmente le había conseguido y puesto la abrigaban bastante bien, cubriendo además su desnudez dañada con los sellos de la lujuria y el libertinaje.

No procuraba imaginar de dónde las había sacado. La respuesta era bastante obvia.

Se odiaba a sí misma. Sobre todo porque en ciertos momentos de cada tarde—o lo que sea que fuere, ya que la luz natural jamás rociaba el lugar—se atrevía a admitir que la estaban tratando en forma benévola en comparación con las primeras noches sádicas. Y a aceptar que el líder finalmente había cumplido con su palabra, dejándola reposar, tal cual lo prometido, luego de aquél tremendo esfuerzo. Más allá de que esos cuatro días de descanso no le hayan servido más que para sanar las roturas de su cuerpo en medio de terribles espasmos de dolor.

Tenía miedo, miedo en verdad, pero no ya del padecimiento ni del mal trato, sino de la sanidad de su propio espíritu. Las últimas vejaciones continuas, dictámenes de Vessel mediante, no habían sido tan extremas, por lo que su mente estaba comenzando a entrar en una peligrosa especie de acostumbramiento tenebroso. Había escuchado relatos sobre mujeres sobrevivientes a ultrajes incesantes de todo un ejército durante meses, pero luego supo que ellas nunca volvieron a ser las mismas, cambiando sus semblantes de manera drástica y opuesta: convirtiéndose algunas en una clase de ermitañas ajenas a todo contacto, y otras en ninfómanas enfermizas. Y eso era lo que más temía: que no pudiera llegar a controlar su instinto consciente. Temor infundado en el contexto de que, sabiéndose abusada de cien formas distintas durante todos esos días, ya no sentía dolor o repugnancia hacia su ser, ni tampoco pesadumbre y desesperanza; sino sólo un sentimiento de conformismo acompañado por una molesta sensación crónica de querer evacuar aunque no tuviera nada en sus intestinos.

"¿Qué ocurrirá conmigo?" era la pregunta que se formulaba con mayor frecuencia. "¿Qué sucederá con nosotros?" se volvía a cuestionar mirando a sus amigos. "Sé cómo me encuentro y cuáles son los límites de mi infierno. Los he soportado y no me importa mi muerte. Pero no sé cuánto más resistirán Igor y Wendell"

Todas las reflexiones oscuras de su mente fueron interrumpidas por el movimiento circular de una llave y la posterior entrada de una figura en la celda. Para Aikarn eso no significaba nada fuera de la rutina: era sólo el prólogo anterior a la violación en masa. Pero grande fue su sorpresa al distinguir al individuo entre la penumbra y las sombras.

--Debo hablar contigo—le exclamó Vessel, cerrando el portón con sigilo, procurando que el sonido no despertase a los prisioneros encadenados.

La muchacha lo observó con su acostumbrada mirada antipática, fulminándolo con los ojos.

--¿Qué mierda quieres?—le preguntó en un tono grave--¿Vienes a oprimirme todavía más? ¿O decidiste matarme de una vez por todas?

--Estás lejos de acertar, querida. Tendrías ya que haberte dado cuenta de que asesinarte es lo último que deseo.

--¿Y pretendes que te agradezca por eso? Bueno, gracias, basura—ironizó--Te agradezco que les hayas ordenado a tus hombres que me "traten" bien y que sólo me violen hasta cansarse. Eres una gran persona.

--Tu ironía y cinismo cada día me simpatizan más. Y para serte sincero, también admiro tu valentía.

--Tráeme mi espada y batámonos a duelo tú y yo. De esa manera la conocerías a fondo.

--Eso no está en mis planes por el momento—ahora el que satirizaba era el líder—Solamente vine porque quiero relatarte una historia real, que ocurrió no hace mucho.

--¿No me digas? ¿Es un cuento para dormir?

Un pequeño silencio adornó la tensión entre ambos.

--No creo que sigas burlándote cuando termine de contar.

Era como una guerra sin palabras ni violencia. Ambos observándose, como tratando de descubrir uno a otro sus puntos débiles.

Vessel no portaba armas a la vista ni escondidas, y eso lo sabía la muchacha. Pero reculó antes de pretender llevar a cabo un ataque sorpresa debido a que había tenido suficientes experiencias decepcionantes en ese campo.

--¿Te acuerdas que la primera noche que estuviste aquí mencionamos a una niña rubia?—comenzó a narrar, esperando al menos una respuesta positiva o negativa.

Ni siquiera eso le brindó Aikarn.

--Seguro que lo recuerdas. No importa—se contrarió—Cierto tiempo antes de luchar contra ustedes y su batallón, devastamos unas cuantas aldeas por diversión con la excusa de que estaban ocultando información sobre el ejército del reino.

La joven frunció el entrecejo.

--Eso sí que no me puedes negar que lo sabías. Mis espías son tan buenos como los tuyos—esbozó una ínfima sonrisa de costado—Aunque nosotros no somos hipócritas, tenemos en cuenta lo dementes y perversos que somos. No como ustedes.

--¿Qué mierda tienes que decir de nosotros?

--Que se enorgullecen diciendo que defienden al territorio libre del rey, pero cuando se enteran de que existen villas masacradas, sólo planean en cómo utilizar de carnada a la próxima.

Aikarn se quedó callada, pensando la réplica más tiempo del que recomendaba su sentido común.

--¿No dirás nada ahora?

--Su crueldad llevó a que tengamos que tomar medidas extremas.

--Disculpa, ¿te estás excusando conmigo?—la arrastró donde quiso—¿Con el líder de la legión de rebeldes bastardos más sádicos que se recuerde?

--Vete al infierno y púdrete ahí.

--Lo haré seguramente algún día. Pero quizás encuentre a varios de tus compañeros allí.

--Y yo los estaré guiando para destruir la última chispa de tu alma.

Vessel carcajeó.

--Ahora recuerdo…ahora lo recuerdo. Cada vez que hablamos me haces recordar las respuestas a preguntas que me hago a mí mismo. Preguntas que me están trayendo problemas con mis propios dirigidos.

Esperaba a que en el rostro de la muchacha se dibujase un gesto de duda. Pero no, tampoco en eso lo complació.

-Pero me estoy yendo de tema. No es de lo que iba a hablar—suspiró—Continúo: aquella pequeña que te mencionaba la habíamos secuestrado en una de las aldeas atacadas. Era la única que habíamos dejamos con vida y no por azar. Hacía bastante tiempo que no lográbamos complacer nuestros apetitos voraces. Verás, en esos momentos sólo nos dedicábamos a asaltar caravanas y demás vasallos del rey. No eran demasiado atractivos.

--Me dan asco. Llegar a sentirse orgulloso de ser criminal es lo más bajo que puede caer un ser humano.

--Puede ser, no te lo niego. Pero es nuestra forma de existir.

Aikarn bajó la vista, indignada.

--Esa niña rubia era aún más joven que tú, hasta tenía rasgos de infante. Imagínate que eso de nada les importó a mis hombres, sino todo lo contrario.

La muchacha levantó la visión para manifestarle su mirada de aborrecimiento.

--Como no era una guerrera ni mucho menos, no paró de gritar ni de llorar durante el traslado hasta aquí. Ni que hablar cuando le contamos lo que le iba a ocurrir.

Vessel hizo un momento de silencio para adivinar lo que estarían pensando aquéllos hermosos ojos oscuros.

--Y obviamente cumplimos con lo dicho, lo cual seguramente supondrás qué fue. Aunque no del todo. En tu mente no cabría tal bestialidad—volvió a callarse por unos segundos, antes de proseguir—Como no había manera de enmudecer sus chillidos insoportables, mis subordinados llegaron a perder la paciencia con ella. Eso no es recomendable. La niña se enteró cuando se dio cuenta de que lo que sería un simple desfloramiento, terminó siendo un espectáculo siniestro de torturas inenarrables. Bueno, al menos sobrevivió…para diversiones venideras. Y vaya si las hubo. Por varios meses más...

El gesto de temor de la joven fue imposible de ocultar.

--No olvides que nuestro escuadrón era el doble de numeroso antes del enfrentamiento con el tuyo. Imagínate a todos esos animales…—mostró los dientes-- Tendrías que haber visto el rostro de la pequeña en los últimos días: estaba irreconocible de tantos magullones, pero luciendo una extraña mueca de insano disfrute pervertido.

Aikarn se hallaba pálida. Vessel, finalmente, había cumplido con su cometido.

--Y ese regocijo de la víctima no les agradó para nada a mis muchachos—se mostró fingidamente contrariado—Eso recién lo entendí cuando me contaron que en una de las sesiones de tortura, Kronos se excedió con el látigo de tres puntas filosas y la desolló.

Las piernas de la muchacha comenzaron a temblar. Bastantes días habían pasado desde la última vez.

--Bien…de todas maneras, no iba a quedarse mucho tiempo más con nosotros. Ya estábamos planeando venderla a una de las tribus de bárbaros que habitan los bosques, en donde sabemos que practican rituales orgiásticos con las esclavas hasta su muerte—juntó los labios--En fin, no fue la primera vez que el desenfreno de mi segundo al mando perjudicó mis finanzas.

Las palabras no le salían a Aikarn. Tenía intenciones de interrumpir la narración con acotaciones, pero sólo un insulto pudo escupir entre balbuceos.

--M…malditos….engendros

El líder aguardó unos instantes por si su interlocutora le vociferaba algo más. Pero como no sucedió tal cosa, fue al punto.

--¿Quieres saber porqué te he contado todo esto?

No hubo contestación.

--Lo sospechas, ¿no?

Aikarn miró hacia el piso, pensando en todo lo analizado anteriormente.

--¿Qué crees que ocurrirá contigo de acá a un tiempo?—le preguntó sin esperar respuesta--Por más que sigas siendo violada por un grupo diferente cada noche, sospecharás que mis hombres no son lo que podríamos llamar "personas rutinarias". Tarde o temprano se cansarán de ti y no tienes imaginación suficiente para deducir lo que sucederá en ese entonces con tu cuerpo—se puso serio-- Y yo no podré hacer nada al respecto.

Los labios de la joven emblanquecieron de tanto que los oprimió.

--¡¿Qué es lo que quieres entonces?!—bramó, ocultando su aprensión--¿O sólo viniste para verme asustada, hijo de puta?

--Deseo hacerte una última proposición.

--Déjame adivinar…¿quieres que sea tu esposa?—se burló.

Vessel sonrió.

--Confieso que esa idea cruzó mi mente, pero supuse que antes que eso preferirías ser el reemplazo de la yegua inseminada del establo por el resto de tu vida.

--Eres un genio suponiendo.

--Gracias—le siguió la corriente—Bueno, lo que iba a proponerte es la manera de quedar en libertad junto con tus amigos, si es que eso te interesa.

--Sí, claro, ¿volviéndotela a mamar?

--Por supuesto que no, nada es tan barato en esta parte del planeta—trató de sonar lo más cínico posible—Dime, ¿conoces al escuadrón "cóndor sangriento"?

Ya ni ganas de ironizar tuvo Aikarn. Ese nombre pertenecía a la lista de los batallones más peligrosos.

Y sobre todo para ella, por ser mujer.

--Por tu cara, es obvio que sí.

La muchacha volvió a fruncir el entrecejo.

--Bien, te cuento: estamos tratando de hacer negocios desde hace bastante tiempo con ellos. Nos interesa su total apatía por las emociones humanas y su gran fidelidad a quienes tienen dinero.

--Desde luego, no podía ser de otro modo: la basura de igual color se amontona en la misma montaña.

--Tal cual—sonrió--Me gustan tus frases hirientes. No sabes cuánto me lastiman.

--El acero filoso lo haría mejor, sin dudas.

Vessel le mostró los colmillos, en lo que pareció ser una expresión de picardía.

--Más allá de tus amenazas, yo seguiré demostrándote que me agradas planteándote lo que te anticipé: la posibilidad de conseguir tu liberación a cambio de cumplir una última tarea.

La joven se vio venir la situación al deducir lo peor.

--Me impusieron que una de las condiciones para poder concretar el pacto sea que te sometas a la voluntad de todos ellos el tiempo que digan.

Aikarn tragó saliva.

--En realidad no fue exactamente así—se rió insolentemente--Fui yo quien se los propuse para convencerlos de nuestra unión. Y lo logré cuando el líder del escuadrón vino a verte mientras dormías.

--¿C..cómo…pudis…?—se interrumpió a sí misma. Le parecía bastante estúpida la pregunta.

--¿No quieres ser libre? Es lo que te estoy ofreciendo.

--¡¿"Ofreciendo", sádico enfermo?! ¡Son más de ciento cincuenta dementes consumidos por la violencia! ¡Preferiría que me asesines ahora mismo, antes que morir en un charco de…!

--Pero sabes que no te mataré, niña. Seguirás estando aquí hasta que lo único que desees sea el suicidio—se apartó del perfil jaranero--Contéstame una cosa: ¿cómo te sientes físicamente en este momento? ¿Te duele? ¿Te agrada ese dolor?

La joven lo fulminó con sus ojos.

--Si tienes la suerte de que diariamente a mis hombres le siga cautivando tu orificio trasero, ¿cómo crees que te encontrarás dentro de un mes? ¿O dentro de un año?

Ningún vocablo salió de sus labios.

--¿Y qué me dices de ellos?—le señaló a sus amigos inconscientes—Como verás, no están recibiendo el mismo trato privilegiado temporal que tú.

"Trato privilegiado…" pensó Aikarn, sin saber si ponerse a reír o a llorar.

--¿Cuánto tiempo podrán resistir de esta manera?

--¡No te atrevas siquiera a señalarlos!—gritó rabiosa--¡Darían la vida por mí, a diferencia de cualquiera de tus vasallos!

--Entonces, ¿no lo harías tú por ellos?

La muchacha se quedó unos segundos en silencio, analizando profundamente todo el contexto siniestro. Al fin y al cabo estaría contribuyendo a que dos bandos enemigos se aliasen, y eso le resultaba repulsivo. Pero por otro lado, Igor y Wendell merecían tener una oportunidad de terminar con sus sufrimientos, de disfrutar de sus futuros.

--¿Cómo diablos puedo confiar en que los dejarás libre suceda lo que suceda conmigo?

--¿Alguna vez te he mentido?

El gesto atrevido de Vessel la irritó aún más. Apretó los dientes, cerrando el puño con la ambición de estrellárselo contra el rostro, pero se contuvo pensando en la humillación que le generaría un nuevo intento fallido.

--¡¿Y cómo sé que esto no es un engaño y que no me traerás aquí de nuevo si sobrevivo?!

La duda de la guerrera tenía fundamentos: al liberarlos y dejarlos regresar a sus tierras, el líder se estaría arriesgando a que ellos comunicasen el paradero de la guarida. Pero luego de pensarlo, concluyó que seguramente esa premisa habría sido analizada, recordando que raramente el ejército rebelde se asentaba en un territorio por un período extenso.

--¿Y para qué querríamos a una chica violada por todo el escuadrón "cóndor sangriento"?—se escuchó a una voz proveniente de detrás del portón.

Ante las sorpresivas miradas, el individuo de aspecto andrajoso pero imponente se adentró en la celda exhibiendo una sonrisa diabólica.

Cuando la tenue luz detalló su rostro, la muchacha retrocedió unos centímetros instintivamente al evocar salvajes recuerdos.

Era Gaal.

--Tan arruinada quedarías que ni los caballos te querrían como hembra—completó.

Aikarn suspiró de hartazgo. Al parecer nunca se terminarían las diversas maneras de ofenderla.

--¿Qué haces aquí?—le preguntó su líder.

--Me gustaría ser yo quien la traslade hasta el salón principal. Pagaría por ver su rostro de terror al entregarles su

--Te quedarás con las ganas—dijo la joven, contestando la humillación con impulsos sediciosos como era usual--, no pienso aceptar. Mátenme si quieren, pero no me rendiré ante sus perversos deseos.

Un súbito silencio envolvió la celda por unos segundos.

--Como quieras—exclamó con calma Vessel.

El líder extrajo la espada de la funda de Gaal y se aproximó a los jóvenes encadenados.

--¡Espera!—rugió Aikarn--¿Q…qué haces? ¡¿Qué estás haciendo?!

--Teniendo piedad.

--¡¿Qué?!

--Es mejor terminar con sus miserias ahora y que no soporten las decenas de sesiones de torturas que escuché que les tienen preparados. Eso es lo que tú deseas, ¿o me equivoco?

--¡No! ¡No lo hagas!

Vessel se detuvo cuando estaba por perforar el torso de Wendell.

--No lo hagas.

El lloriqueo de la muchacha puso de manifiesto su perfil sensible una vez más. Cerró sus ojos como un intento de disimular su lacrimógeno semblante y apartó la visual.

--Estoy esperando una respuesta clara, niña. ¿Qué es lo que harás?

Luego de unos instantes de sollozos y soplidos, Aikarn bajó la mirada dejándose vencer por las terribles circunstancias.

--¿Puedo tomar esa postura como una aceptación a lo que te propuse?

Gaal rió para sus adentros al observarla indefensa y sumisa, muy alejada de aquélla chica subversiva y orgullosa que había soportado múltiples sodomizaciones en los últimos días sin emitir demasiados quejidos.

Ese orgullo es lo que tuvo que dejar de lado Aikarn para asentir con la cabeza, en una respuesta sin lugar para segundas interpretaciones.

--Bien, ven con nosotros—dijo Vessel, mientras la tomaba del brazo--Les dije que esta tarde cuanto antes

--¿Pueden dejarme un rato a solas, por favor?

El pedido de Aikarn sonó tanto a una súplica lastimera que llegaron a sorprenderse. Nunca antes la habían visto así.

--Lárgate, Gaal—ordenó enseguida el líder, sin pensar en que tal cumplimiento del anhelo podría ser tomado como una debilidad—Infórmale al escuadrón sobre esto.

El guerrero se quedó tieso, sin poder creer tal reacción.

--A la orden, jefe—acató luego a regañadientes, con una risa fingida—Creo que se pondrán felices, me contaron que hace mucho que no consiguen mujeres.

El portazo del subordinado se oyó a bastante distancia.

El líder advirtió la extrema pesadumbre de su cautiva. La contempló de abajo hacia arriba nuevamente, recorriendo su figura cubierta con ese bello vestido azulado, estudiando los gestos apagados de su rostro que dibujaban tristeza donde casi siempre hubo arrojo. Y fue allí cuando se dio cuenta de que iba a ser la última vez que la vería, de una forma u otra.

--Tienes una hora.


Ya lo había asumido. Su mente y su cuerpo se acoplaban en una sola comprensión: la del destino marcado. A pesar de tener que confiar en alguien totalmente siniestro y digno de la absoluta desconfianza, los acontecimientos le dictaban que en teoría todo lo propuesto sería cumplido. Más que nada porque era verdad que ya no les servirían en ninguna forma, por más tenebrosos que sonaran esos pensamientos.

Aikarn observó sus extremidades cuidadosamente, como si la virtual despedida de su figura como tal la alejase de la realidad o la entretuviera para no enfrentar el presente. Es que no quería pensar en lo que iba a sucederle, ni siquiera se atrevía a analizarlo ni imaginarlo. Sólo se limitaba a excusar su horrible sacrificio con la esperanza de libertad de sus amados amigos. Y la de su espíritu también. Porque, siendo sincera consigo misma, no ambicionaba sobrevivir. Si le dieran la chance de elegir, optaría por sucumbir ni bien empezada la barbarie venidera, quedando en la memoria como una heroína recordada por su brío y valentía.

Cerró y abrió los ojos varias veces seguidas, implorando que todo fuera una vil pesadilla, pero sabía que eso no era más que una infantiloide quimera. En una de esas vueltas a la realidad, se sintió en paz al contemplar a sus camaradas vivos, más allá de estar inconscientes y lastimados, porque estaba por entregar su alma para salvarlos, y eso la llenaba de aquella suficiencia tantas veces perdida en esa prisión viciada.

Se acercó a ellos y, con pequeñas lágrimas en sus mejillas, les acarició el rostro cariñosamente, como llevando a cabo una apesadumbrada despedida.

--Son libres, chicos—dijo con un nudo en la garganta—Vivan

No llegó a estallar en llanto debido a que un fuerte ruido tronó en el portón de la habitación.

Era nuevamente Vessel, ingresando con un extraño perfil serio.

--Ya es tiempo—le expresó con voz gruesa.

Aikarn secó sus lágrimas y se dirigió con la frente en alto a la salida. Al abandonar la celda, advirtió que no había venido solo, sino que había traído consigo a cuatro soldados más, contando a Gaal. La muchacha les dedicó un vistazo de odio, al tiempo que dirigía su atención hacia el líder.

--Júrame que los liberarás—le dictaminó mirándolo a los ojos.

La respuesta inmediata fueron las carcajadas malignas de sus otros enemigos presentes.

--¿Es que todavía no crees en mi palabra?—contestó Vessel, forzadamente risueño.

El silencio y la seriedad desafiante de Aikarn lo incomodaron.

--Vaya, después de todo lo que he hecho por ti—resopló--Además, no puedes negar que he cumplido con el acuerdo que teníamos: todavía sigues siendo virgen. Lo que hagan ahora esos dementes no cuent

Ni lo vio venir. Por alguna razón, el puñetazo que la muchacha le propinó a su rostro fue tan veloz y certero que ni siquiera llegó a reaccionar.

--Perra de mierda—bramó Gaal, sujetándola de los hombros, a punto de pegarle una feroz bofetada.

--¡Déjala!—lo contuvo su oficial, con el labio sangrando—Creo que me lo merecía

Gaal sonrió depravadamente al tiempo en que le acariciaba el mentón a la muchacha.

--Te felicito, preciosa, hiciste algo que varios intentamos—casi todos se rieron--Saboréalo, porque dentro de poco saborearás otras cosas.

La agarraron agresivamente entre dos y comenzaron a recorrer el camino hacia la perversión pura.

--Aikarn…--escucharon a sus espaldas.

Detuvieron la marcha y se dieron vuelta.

--Espero que sobrevivas—le dijo Vessel, como si le hubiera pedido un favor.

Por unos momentos nadie habló. Sólo la joven cautiva interrumpió el mutismo.

--Rézale al Diablo para que eso no ocurra.


Aborrecía al sendero con todo su aliento, y vaya si tenía razones para hacerlo: fue siempre el maldito testigo de la larga caminata hacia el averno.

En sus recuerdos quedaron grabados los rostros de sus violadores, diferentes día a día, pero con el mismo factor de salvajismo insaciable en sus mentes. Por lo que tristemente conocía el sentimiento previo a tal extremo escenario hostil, y mal o bien se había habituado a soportarlo mostrando lo que le quedaba de arrojo.

Pero en esta ocasión no sucedía nada de ello. Por más que lo intentase, le costaba horrores a su cuerpo seguir encubriendo sus sentimientos. Sin embargo, se esforzaba al máximo para continuar aparentando toda la valentía mostrada a lo largo de su cautiverio y no darle un motivo adicional a sus captores para burlarse de ella.

"Qué terrible manera de morir" pensaba mientras caminaba rodeada de enemigos mortales, tratando de no caer en la depresión del miedo.

Al llegar a la entrada de un lugar nunca antes visto por ella, abandonó su lado sensible inflando su pecho con fuerza y entregándose sin clamores.

Una vez abierto el portón, un congestionado hedor a bebida proveniente desde dentro le dio asco, a lo que le sumó las arcadas nerviosas provocadas por lo que vio.

--Rayos…—sólo dijo, con un tono deprimente.

Ante sus ojos se presentó una especie de habitación gigante rectangular, fuertemente iluminada por faroles de aceite en las paredes, en donde se encontraban no menos de sesenta hombres fornidos y malolientes apoyados en maderos o sentados en sillas, bebiendo jarras y barriles completos; quienes, al verla asomándose por el pórtico, comenzaron a gritar y vitorear por la diversión venidera.

--Como seguramente sabrás, niña, no son ni la mitad del escuadrón—le informó Gaal con malicia—Los demás están aguardando impacientemente en otro lado porque no entran todos aquí. Vendrán después, no te preocupes. Aunque sospecho que para cuando lo hagan, ya te habrás vuelto loca.

--Algún día te arrepentirás de todo esto—amenazó seriamente la joven, tratando de no sonar ridícula.

El soldado sonrió.

--Pero no hoy—la miró fijo—Hoy disfrutaré escuchando tus gritos durante horas. Tantas que creo que me terminaré aburriendo

Se relamió el labio superior.

--¿Me permites una despedida a tu hermoso traserito?—le preguntó al tiempo en que le penetraba el ano con un dedo a través del vestido.

Aikarn se estremeció por la intrusión, al tiempo en que cerraba sus ojos para que no le vieran las lágrimas de impotencia y odio.

Un hombre de gran porte se acercó de entre los demás y la saludó en forma depravada, haciéndole luego un guiño a Gaal.

--Por fin apareces, estábamos empezando a desesperarnos—bromeó siniestramente--Hasta tuve que intervenir para que mis muchachos no se dieran entre ellos.

--Siempre cumplimos con nuestra parte, Ian. Es toda suya, procuren hacerla gozar.

El oficial del escuadrón observó la silueta de la prisionera de abajo hacia arriba.

--Siempre les gustaron las pequeñas y jóvenes, ¿no?

--Si supieras

Gaal se acordó de ocasiones de abusos todavía más atroces.

--Los felicito, es mucho más bella de lo que creí haber visto en la penumbra—la jaló suavemente del vestido—Acompáñanos, bebé.

Aikarn rechazó su mano de pésimos modos.

--Haremos un poquito más que tocarte—sonrió—Yo te recomendaría que a partir de ahora no te resistas.

Las miradas se cruzaron en un hilo invisible de ira, pero sin ningún tipo de sublevación cierta. Ian aprovechó esa muestra de incapacidad para posar obscenamente sus dedos sobre la parte inferior del vestido.

--Yo creo que lo disfrutarás—le dijo susurrando—Bueno, quizás no al principio si lo que me dijeron

Ante el aclamo de sus expectantes subordinados, el líder del escuadrón introdujo su mano por debajo de la vestimenta y hurgó entre sus partes pudendas en forma ladina una y otra vez. Al observar el gesto asqueado de su víctima, saboreó la victoria con una expresión de lúgubre deseo.

--Sí, no me mentiste, Gaal—exclamó en voz alta como para que todos lo escuchen—Tiene el culo como la boca de un aljibe, pero aún es virgen. Lo acabo de comprobar.

Las carcajadas hirientes se hicieron sonar, ayudadas por la desinhibición de la bebida.

De repente, uno de los que se encontraban sentados se apersonó con una jarra llena hasta el tope.

--¿Quieres un poco, chica?—le preguntó con claro tono de embriaguez.

Aikarn apartó la vista por la repulsión.

--¿Ya tiene edad para beber?—dijo Ian.

--Quizás no agua ardiente—contestó Gaal--, pero en cosas más viscosas es toda una exper...

--¿Y por qué no la obligan a tragar ésto?—una voz gruesa de ultratumba los sorprendió.

Al ver hacia el portón de entrada, todos saludaron a Wagner, aquél enorme guerrero que los había socorrido en más de una ocasión.

--¿Qué quieres decir con "ésto"?—preguntó Gaal.

El musculoso soldado se adentró en la habitación con un recipiente de tamaño considerable, colmado de un líquido oscuro.

Aikarn se percató enseguida de lo que se trataba y retrocedió un paso.

--Tranquila, preciosa, no es lo que piensas—carcajeó como si fuera un demonio—Es la última demostración de piedad que Vessel te brindará.

--¿Q..qué es...a qué te refieres?—balbuceó la muchacha.

--Te ofrece el paraíso antes de entrar en el infierno.

Aikarn enarcó una ceja, al igual que muchos de los presentes.

--Es para ti. Bébelo.

Comprendió todo enseguida. Y se le anudó la garganta.

--¿Es alguna clase de somnífero?—cuestionó enojado Ian—Porque yo le aclaré específicamente a Vessel que no la queríamos adormecida ni

--No, idiota, es exactamente lo contrario.

La joven enfocó su mirada al piso con vergüenza.

--Lo he verificado yo mismo, y puedo decirles que es una experiencia alucinante.

--Bueno, ya es hora de que termines con todo este misterio, ¿de qué mierda estás hablando, "puro músculo"?

--De que esta cantidad de líquido la convertirá en una perra maniática en celo—sacó la lengua y la contrajo nuevamente--Hace varios días me lo dieron a probar a mí y que te cuente ella qué sucedió.

Unos cuantos murmullos y risas comenzaron a manifestarse. Ian observó a la muchacha cabizbaja y no tuvo que preguntarle nada para corroborar su sospecha. Se imaginó enseguida las salvajes situaciones a las que habría sido sometida con sólo ver su rostro retraído.

--Interesante…--sonrió—Anda, niña, hazte un favor y tómalo. Queremos descubrir algo diferente

Los soldados apoyaron la sugerencia de su oficial con frases y ademanes libertinos.

Aikarn realmente no sabía que hacer. Todo su orgullo y cordura le decía que no aceptase tamaña indicación, que jamás permitiera que la vieran de semejante forma indigna, que sobrellevase sin deshonra todo aquél padecimiento de ser abusada hasta la muerte. Pero en su subconsciente también se encontraban las voces crueles que le gritaban a pleno que aprovechara la única oportunidad de poder disfrutar antes de morir.

"Disfrutar" pensó, mientras se reía tristemente para sus adentros.

No podía negar que en el fondo le atraía la idea de al menos sentir un rato de goce profundo, por más macabro que fuera. Después de todo, ¿quién la juzgaría?

"¿Cómo puede ser que este pensamiento cruce siquiera por mi mente?"--se enfadó consigo misma—"Tiempo atrás les hubiera escupido la cara al momento, pero ahora…"

Cerró los ojos, a punto de sollozar.

"Es cierto…es cierto el temor que tenía…está ocurriendo…"

--Sabes lo que te pasará—le indicó Gaal, con voz paternal fingida—No hay modo de que cambies la realidad. Está en ti decidir cómo la soportarás.

"…está ocurriendo…"

--Por mí, haz lo que quieras—añadió Ian—Me da igual escuchar en una mujer gemidos de lujuria o gritos desgarradores.

"…me estoy volviendo loca…"

Y como si fuera una reacción por instinto, ante la sorpresiva contemplación de todos, la muchacha le sustrajo enérgicamente la jarra a Wagner y bebió la totalidad de su contenido amargo de un trago.

Lo que siguió a continuación fue un aplauso irónico de parte de la aglomeración.

--Los mejores atributos para una chica—se rió el líder--: bella y pervertida.

Aikarn, ni bien terminó de tragar el brebaje, le lanzó el recipiente a la cara, tomándose revancha por las palabras ofensivas.

--¡Puta reventada!—gritó el injuriado, y se preparó para aplicarle un golpe de puño.

--¡Ian!—lo contuvo Gaal—No olvides las ordenanzas de Vessel.

--¡Vete a la mierda! ¡El no está aquí!

--Pero yo sí.

--¡¿Y quién diablos eres tú?!

--Respondo por él.

--Entonces dile que le destrozaré la nariz antes que el coño.

Se trenzaron en un duelo de vehementes acusaciones que prosiguieron por varios segundos. Pero para cuando Wagner prudentemente se preparaba para separarlos, otro individuo de gran porte sacudió el portón e hizo su acto de presencia.

--Parece que habrá más diversión de la esperada—se escuchó.

Era Vessel.

--Y no me invitaron...

La multitud completa se llamó a silencio. Su aparición no estaba en los planes.

--¿A qué viniste, Vessel?—riñó Ian--Pensé que ya habíamos arreglado todo. No quedó nada por discutir.

--Es cierto—entró en la habitación y se dirigió hacia donde estaba la muchacha--, pero hay un pequeño cambio de planes.

Aikarn, por primera vez en mucho tiempo, sintió algo de alivio en su cuerpo. Un gesto de gustosa incertidumbre se dibujó en sus facciones. ¿Existía todavía la esperanza de la salvación?

--Seré yo quien la desvirgue.

El abatimiento en el fango de la desazón ya era una parte habitual de su vida de prisionera. Derrumbada como nunca, dejó caer sus párpados para no ver el ambiente caldeado de altercados, confiando en que quizás el consuelo del desmayo la atacase.

Pero paradójicamente a sus deseos, sus extremidades le jugaron una mala pasada y comenzaron a apreciar los efectos del líquido bebido en demasía. Un calor infernal empezó, entonces, a recorrer los labios de su entrepierna, obligándola a entrecerrar los ojos y respirar agitadamente por la excitación.

Al darse cuenta varios de tal escena, los griteríos sobre poder, mando y reglas acordadas fueron apartados a un costado y dejaron su lugar a erecciones masivas.

--Oh, Dios…--susurró Aikarn, en medio de sensaciones ardientes.

--Por fin te escucho gemir, perra—la agredió Wagner.

La muchacha se dejó caer de rodillas, tomándose la cintura con las manos, presa de su propio éxtasis.

--Me gustaría ver cómo te masturbas, cerda—dijo Gaal maliciosamente—Quiero que me quede un bello recuerdo de ti.

Vessel se le aproximó lentamente y se arrodilló junto a ella.

--Es la última elección que te ofrezco—le musitó al sujetarle suavemente el mentón--: ¿Quieres que sea yo tu primer amante verdadero?

Ian protestó.

--Ya dije que acordamos que

--¡Tu adelanto en monedas de plata se encuentran en el mismo sitio donde lo dejaste! ¡Sólo tienes que buscarlo e irte, si no te agrada!

El líder del escuadrón calló sin más. Las historias sobre insubordinados muertos bajo su espada estaban comprobadas.

--Al diablo…--apartó la mirada—Descósela completa si tanto te importa. Ya le dejaremos sus agujeros inservibles después

El líder de los rebeldes le palpó las mejillas húmedas a Aikarn.

--Dime, con todo esto que viste, ¿hace falta que te repita la pregunta?—le murmuró al oído--¿A quién de los dos prefieres?

--¿Y qué…hay…de tu maldita "palabra"?—intentó hablar claramente Aikarn, entre jadeos--¿No era…que...no me ibas…?

--Sólo lo haré si tú me lo pides.

--Muérete…hijo de

No podía resistirse más, el fuego en su interior la estaba colapsando.

--Aaaahhhh

Apretó con toda la fuerza de sus manos la parte del vestido que cubría su pelvis, como una manera de aguantar las infinitas ansias de acariciar descaradamente su empapada vagina.

Pero sabía que no le daría resultado por mucho tiempo más.

--Me tendiste….una trampa…, maldito

--No exactamente. Realmente quería que tomases ese brebaje para que tengas al menos un lapso de felicidad absoluta. Te quería ver feliz—la miró a los ojos—Pero no puedo negar que también esperaba con ganas este momento.

--Basura…--le escupió el rostro--…te…odio

--Lo sé—se limpió con el dedo pulgar—Es una lástima.

La totalidad de su cuerpo se hallaba en llamas. Sus fluidos íntimos se expelían de tal manera que hasta se filtraban en su vestimenta, humedeciéndola e impregnándola con su olor a sexo. Y para colmo, el vitoreo perverso del amontonamiento de hombres que tanto la había asqueado siempre, la enardecía aún más, llevándola al umbral de la locura carnal intolerable.

--Todavía me duele el labio

Todos los frágiles velos que había tejido se rompieron de repente, siendo suplantados por el rugido de su instinto animal más primitivo.

Aikarn, sin control ya de su ser, se abalanzó sobre Vessel, atenazándolo con sus brazos y besándolo con salvaje pasión.

Ninguno de los presentes llegó a imaginarse siquiera que la antesala de tamaña violación masiva sería tal espectáculo erótico.