Violacion navideña

Soy una mujer madura, divorciada, con un hijo, secretaria en una empresa fabril. El día previo a las vacaciones de diciembre, luego de una fiesta muy pasada de alcohol, tres jovencitos, ex compañeros y amigos de mi hijo, se aprovechan de mi borrachera y me violan, como regalo de navidad.

Violación navideña

Resumen: Soy una mujer madura, divorciada, con un hijo, secretaria en una empresa fabril. El día previo a las vacaciones de diciembre, luego de una fiesta muy pasada de alcohol, tres jovencitos, ex compañeros y amigos de mi hijo, se aprovechan de mi borrachera y me violan, como regalo de navidad.

+++++++++

Mi nombre es Elvira, tengo treinta y siete años, y trabajo como secretaria de la dirección en una empresa fabril que produce plásticos. Yo soy casada, con un hijo de 18 años, estudiante, que estaba terminando su bachillerato.

Bueno…, ya no estaba casada, tenía poco de haberme divorciado, poco menos de un año, y a raíz de ello me tuve que meter a trabajar, por lo que también tenía poco tiempo de haber entrado a trabajar a esa empresa, aunque había entrado a un buen nivel.

Había invitado a trabajar en esta empresa a tres ex compañeros de mi hijo, que habían dejado de estudiar pues habían tenido problemas en la escuela y los habían expulsado, a los tres.

Ese día era diciembre; era el último sábado que trabajábamos. El lunes era 24 y navidad caía en martes. Nos íbamos de vacaciones hasta el día 2 de enero, e íbamos a celebrar el fin de año, por lo que íbamos a hacer una fiesta en la oficina, luego del trabajo.

La mañana se desarrolló de manera normal, sólo con una sonrisa añadida en mi cara y en mis grandes ojos negros, por la proximidad de las vacaciones y por la fiesta que íbamos a tener.

Se hizo la reunión; hubo comida, baile y por supuesto, bebida. Yo departía con todo mundo, pero especialmente con los tres chicos que yo había invitado a trabajar conmigo, los ex compañeros de mi hijo. Las risas eran por todos lados, el buen ambiente y el baile. Habíamos comenzado después de las 14 h, en que normalmente salíamos de trabajar; eran ya casi las 4 de la tarde, y ya casi todos se habían despedido. Quedábamos solamente yo (la organizadora de la fiesta) y mis tres ayudantes, los ex compañeros de mi hijo: Luis, José Angel y Arturo.

Ya casi habíamos terminado de recoger los “sobrantes” de la fiesta, cuando me llamaron. Habían abierto una botella de sidra y me invitaron a brindar con ellos en la sala de juntas (tenía una mesa para diez personas, y luego, en un apartado, una mesa baja, que bordeaban dos sofás grandes, para varias personas).

= ¡Véngase a brindar con nosotros!,

me dijo Arturo,

= ¡para agradecerle que nos haya metido a chambear…!.

Un tanto eufóricos brindamos nuevamente, ahora con sidra. Yo ya había estado tomando, primero tequila y luego unas cubas, y ahora la sidra…, llevaba ya una buena combinación.

Brindamos, reímos, platicábamos; me preguntaban adonde me iba de vacaciones. Les dije que a mi casa, pues no tenía dinero para irme a ningún lado. Todos rieron y como la música sonaba, Arturo me invitó a bailar con él.

Nos pusimos a bailar mientras los otros recogían lo que había sobrado, platos, cajas, botellas, etc.

Por mi trabajo, solía ir bien vestida; ese día llevaba una falda recta, negra, bordeando las rodillas, y una blusa blanca. Mi aspecto, modestia aparte, es elegante. Soy morena clara, bonito cuerpo, bonitas piernas, pechos de medianos a pequeños, y aunque no soy alta, los hombres siguen mirándome cuando paso cerca de ellos.

Estando bailando sentí como si mis músculos me flojearan. No sabía muy bien qué estaba pasando, pero sentía que mi cabeza me daba vueltas, y me sentí – al mismo tiempo – muy caliente, muy excitada, muy ardiente. El alcohol siempre ha obrado en mí como un afrodisiaco y…, me sentí con muchos deseos, especialmente ahora, pues, desde que me había divorciado, hacia ya casi un año, no había yo “estado” con nadie, y creo que mi cuerpo me lo comenzaba ya a reclamar.

Mi cabeza me daba vueltas y sin querer, quise agarrarme de algo, y me abracé al cuerpo de Arturo, quién me tomó entre sus brazos y comenzó a pegarme su cuerpo a mi cuerpo,  su mejilla a la mía, su pecho a mis senos y…, sentí como comenzaba a meterme sus piernas por en medio de mis piernas: ¡me sentía muy  caliente, pero sobretodo…, tomada.

  • ¡Ven…!,

le dije, jalándolo de la mano, invitándolo a que me acompañara a sentarme, pues sentía que no podía ya caminar.

Nos fuimos hasta uno de los sillones, en donde nos sentamos y me tuve que abrazar de Arturito, pues me sentía muy mareada, y Arturito me dijo:

= Elvira…, ¿se encuentra usted bien, señora…?.

  • ¡Arturito…!,

le dije, sin poder casi pronunciar las palabras. Me encontraba con la cabeza recargada sobre del hombro de Arturo. Mis músculos no me respondían.

Arturo me malinterpretó y comenzó a besarme en la boca, y aunque yo no le respondía a sus besos, él continuaba besándome y recostándome sobre del sofá, comenzó a tocarme mi cuerpo. Me metió la mano por debajo de mi blusita y comenzó a acariciarme la espalda, desnuda, al tiempo que también me acariciaba mis pechos, por encima de mi blusita.

Yo me encontraba recostada sobre el sofá; trataba de decirle que me dejara, que yo no quería, pero sólo alcanzaba a pronunciar yo su nombre:

  • ¡Arturito…!,

y no decía nada más, por lo que el chico se envalentonó y comenzó a deslizarme su mano por debajo de mi falda. Comenzó a acariciarme las piernas y finalmente comenzó a acariciarme mi sexo, por encima de mi pantaleta.

Intenté rechazarlo, pero no podía yo moverme y Arturo comenzó a desabotonarme mi blusa. Me la sacó del entalle que llevaba en la falda. Los otros dos chicos me incorporaron para que pudiera sacarla por mis brazos, dejando a su vista mi brasier.

De inmediato, Arturito comenzó a tocarme mis muslos, buscando el cierre de mi falda, que no tardó en encontrar, y luego de ello, comenzó a bajarme la falda, hasta sacármela por debajo de mis tobillos y dejarla tirada en la alfombra.

Ese día yo llevaba unas pantaletas blancas, tradicionales, coquetas, con encaje en el frente y los lados, lo mismo que un brasier que hacia juego con las pantaletas: blanco, calado, elegante pero coqueto. ¡Me tenía semi-desnuda, solamente con mi ropa interior, y yo no podía pronunciarle ni media palabra, ni tampoco levantarme de ahí; mis piernas no respondían y mi boca tampoco, pues no podía articular mis palabras, sólo alcanzaba a medio pronunciar el nombre de Arturo.

= ¡Elvirita…, siempre he deseado tenerla…, no sabe…, voy a quitarle el brasier...!.

Intenté por todos los medios moverme, cerrar los brazos, pero no podía, estaba completamente carente de fuerzas, y además excitada.

Arturo me desabrochó el brasier y me lo pasó entre mis brazos: primero uno con el brazo izquierdo, y después con el derecho,  dejando a la vista mis pechos, que tenían los pezones tremendamente parados: ¡me sentía muy caliente!, creo que estaba deseando que me cogiera.

& Tiene unas tetas chiquitas…, ¿verdad?.

Dijo alguien, desde un poco más lejos, parado, mirando cómo me desvestían: ¡era José Angel, que nos estaba mirando!. ¡Me dio mucha pena y me quise cubrir, le quise gritar, le quise correr, pero no pude más que mirarlo, pues no tenía yo fuerzas de nada.

% Siempre me pregunté cómo serían las tetas de Elvira, y la verdad,

la realidad supera la imaginación: ¡las tiene chiquitas pero muy ricas…!,

¡tiene sus pezoncitos parados…, debe de estar bien caliente Elvirita…!.

Dijo otra voz, la de otro mirón, la de Luis, que también estaba mirando cómo se “despachaba” Arturito conmigo.

Los comentarios, me molestaban tanto o más que estuviera Arturito abusando de mí, aprovechándose de mi borrachera.

% Estoy deseando mirarle su chocho.

Dijo el pinche de Luis, muy emocionado de estarme mirando, por lo que Arturo le contestó:

= Ciérrenle las piernas para que pueda bajarle las pantaletas.

Y en ese momento, jaló de forma rápida de mis pantaletas y me dejó totalmente desnuda. ¡Estaba a la disposición de esos tres muchachos!. Mi sexo se encontraba muy abierto, recubierto solamente por mi vello púbico y aunque podía ver y sentir todo, no podía articular ni movimientos ni las palabras, por la borrachera que yo traía. ¡Estaba totalmente abierta de piernas!, y sin poder hacer nada para que no me violaran esos muchachitos de la edad de mi hijo, ex compañeros y amigos de mi hijo.

Arturo me acercó su cabeza a mi sexo y comenzó a mamarme bien rico por ahí. ¡Me gusta muchísimo que me mamen!, y aunque no lo sentía yo correcto, ¡estaba sintiendo bonito cómo me mamaba mi sexo!, aunque al poco rato ya no siguió.

Arturo se quitó la ropa y se acercó a mí. Notaba su aliento. Comenzó a besarme en los labios, aunque yo nunca le contesté. Después fue a mis pechos y su lengua caminó por mis pezones, que fruto de la excitación y de la tensión a la que estaba siendo sometida se encontraban parados, erectos.

Su boca regresó otra vez a mi cuerpo, hasta llegar a mi sexo:

  • ¡aaaggghhh…!,

¡Solté un gemido al sentirlo en mi sexo!. Jugó con mi clítoris, lo mordió, lo lamió.

  • ¡aaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

Sus manos comenzaron a acariciarme mis piernas, mis muslos, hasta llegar a mi sexo, que se encontraba totalmente abierto. ¡Ya estaba muy lubricada…!, aunque estaba abusando de mí…, ¡me tenía muy caliente…!, me gusta mucho el sexo, siempre me ha gustado tenerlo, y con esta abstinencia que ya llevaba de hacía casi un año…, no le costó ningún trabajo meterme primero su dedo y luego otros dos, dentro de mi vagina.

  • ¡aaaggghhh…!,

me volví yo a quejar, tratando de decirle que no, que parara, pero no podía articular las palabras.

Arturito continuó colocándose encima de mí; intentaba meterme su lengua en mi boca. Yo quería mantenerla cerrada, pero finalmente consiguió meterme su lengua en mi boca, y se puso a besarme con mucha pasión.

= ¡Elvirita…, siempre he deseado tenerte…, no sabes…!,

volvió a decirme Arturito, muy emocionado, y volvió a besarme con pasión en la boca, antes de penetrarme con su pene mi sexo.

Su pene rozaba mi sexo. Sus manos tocaban y acariciaban mis pechos.

Arturito siguió jugueteando mi sexo con su verga, que a veces hacía intención de penetrar en mí, hasta que en una de sus embestidas se me escurrió muy adentro:

  • ¡aaaggghhhrrrcooosss…!,

Alcancé yo a decirle, con una mezcla de placer y coraje. ¡Me sentía sucia y caliente, a la vez!; ¡me sentía yo violada, pero sobre todo humillada!, pues me estaban observando los amigos de Arturo, los compañeros de mi hijo, “los amigos de mi hijo”.

Arturo comenzó a moverse; primeramente despacio, de adelante hacia atrás. Luego con un poco de más confianza, de adelante hacia atrás y luego francamente violento, bombeándome de adelante hacia atrás, haciéndome sentir rete rico:

  • ¡aaaggghhhrrrcooosss…!,  ¡aaaggghhhrrrcooosss…!, ¡aaaggghhhrrrcooosss…!,

gemía, sin poder articular aun las palabras, tratando de decirle algo, que ya no sabía qué cosa era, si reproche o pedirle que me diera más duro, pero solamente gemí y le pujé:

  • ¡aaaggghhhrrrcooosss…!,  ¡aaaggghhhrrrcooosss…!, ¡aaaggghhhrrrcooosss…!,

hasta que:

= ¡me vengo…, me vengo…, me vengo…!,

comenzó a gritar el Arturito, tremendamente excitado, en el punto exacto de su eyaculación.

Sentí sus chorros, calientes y espesos, irrigarme el fondo de mi vagina, inundándola con esa joven simiente que me inyectaba, y solamente pude gemir,

  • ¡aaaggghhhrrrcooosss…!,  ¡aaaggghhhrrrcooosss…!, ¡aaaggghhhrrrcooosss…!,

no se si de coraje o agradecimiento, pues me hacía mucha falta la copula, ¡me hacía mucha falta el sexuar…!.

++++++

Arturito se quedó encima de mí, reposando su eyaculación y dejándome reposar bien mi orgasmo, hasta que

= ¿Quién sigue…?,

les preguntó a sus compañeros, a los mirones que teníamos ahí.

¡Yo me inconformé de inmediato, pero no podía yo moverme, no tenía fuerzas en las extremidades, no tenía fuerzas ni para gritarles dos groserías, y así fue como sentí que se levantaba Arturito, y se recostaba Luisito por encima de mí.

Comenzó a tocarme la cara; bajó hasta mis pechos donde se entretuvo acariciándolos con sus manos; bajó por mi estómago, mis caderas, mis muslos..., hasta que al final, con una de sus manos alcanzó a tocarme mi sexo.

  • ¡Aaaaggghhh…!,

alcancé yo a gemir, tratando de protestar, sin poder articular la palabra.

Luisito me besaba mi cuello, ¡me le daba de chupetones, caliente!, jugaba con mis pechos, ¡también les daba de chupetones!, y comenzaba a mover su pene junto a mi sexo.

& ¡Elvirita…, estás rete rica…, sabrosa…, jamás me lo imaginé que te pudiéramos dar

p’adentro…, estás rete sabrosa, Elvirita…!.

  • ¡Aaaaggghhh…!,

Y enseguida me la metió, pero a diferencia de Arturito, que me lo metió poco a poco, Luisito me lo dejó ir hasta adentro, ¡de golpe!, y notaba como su verga iba creciendo a ritmos agigantados, al igual que sus jadeos, sus besos y sus chupetones: ¡me estaba chupeteando todo mi cuerpo!.

  • ¡Aaaaggghhh…, luuuiiisss…, luuuiiisss…, luuuiiisss…!.

Alcanzaba a gritarle, queriéndole pedir que parara, que yo no quería, pero no alcanzaba a articular las palabras, y Luisito creía que yo lo estaba animando, aunque, el que me estaba animando era él, con esas embestidas tan fuertes y tan profundas, así como con esas chupeteadas que le daba a mi cuerpo:

  • ¡Aaaaggghhh…, luuuiiisss…, luuuiiisss…, luuuiiisss…!,

seguía yo gritándole, o tratándole de gritar, pero me encontraba excitada…, terriblemente excitada por esa penetración tan profunda que me estaba brindando, hasta que lo sentía que ya le faltaba muy poco para terminar, y sus gritos me lo confirmaron:

& ¡Elvirita…, me vengo…, Elvirita…, estás rete rica…, me vengo…, Elviritaaa…!.

Y comenzó a llenarme de semen mi sexo, al igual que el muchacho anterior, que Arturito.

  • ¡Aaaaggghhh…, luuuiiisss…, luuuiiisss…, luuuiiisss…!,

alcancé yo a gritarle…, sintiendo que también me llegaba mi orgasmo, aunque ensombrecido por ese fantasma de violación que me andaba rondando, pues sentía que estaban abusando de mí, que me habían emborrachado a propósito, para propasarse sexualmente conmigo, para que manteniendo mi consciencia, mi cuerpo no pudiera responder a sus abusos, pero que mi mente sí  pudiera vivir el sometimiento al que me estaban sometiendo estos chicos, muy amigos de mi hijo.

¡Mi humillación era total!: había sido violada por dos de los tres muchachitos, ¡que podían ser mis hijos!, y que eran de los mejores amigos de mi hijo. ¡Estaba abierta de piernas, expuesta a sus miradas de deseo y lubricidad!.

Cuando Luisito se levantó, luego de haberse venido dentro de mí, pensé que mi tortura había terminado, pero nada más lejos de la realidad: ¡de inmediato José Angel tomó su lugar!, pero, pidiéndole ayuda a sus compañeros, diciéndoles:

# ayúdenme a ponerla volteada…, apoyando su cuerpo encima de este sillón,

y los dos compañeros me colocaron como José Angel les había sugerido. Mis senos se apoyaban en el sofá y temí lo peor: ¡iba a ser sodomizada por José Angel…!, algo que pocas veces había yo probado, y eso ante las borracheras y bajo los golpes de mi marido.

José Angel aprovechó el momento para acariciarme por atrás, mi pelo, mi espalda, ¡mi culo...!.

# ¡Siempre se me antojó su culito de Elvira…!, tan respingado. Les tengo que agradecer

esta fiesta…, sin duda…, ¡nunca la olvidaré!.

José Angel se colocó de rodillas, detrás de mí. Noté su pene, muy rígido y levantado.

  • ¡Nooo…ooosé…, nooo…ooosé…, nooo…ooosé…aaangeeel…!,

intenté gritar, pero creo que no lo logré, no logré pronunciar más que un gemido de nuevo.

  • ¡Nooo…ooosé…, nooo…ooosé…, nooo…ooosé…aaangeeel…!,

Me perforó mi ano de forma muy lenta, pero me dolía más la afrenta que la parte más física de la violación:

  • ¡Nooo…ooosé…, nooo…ooosé…, nooo…ooosé…aaangeeel…!.

El muchacho, una vez con todo su miembro adentro de mi culito, comenzó a perforarme de forma cada vez más rápida, y comenzaba a estimularme mi instinto, con una fuerza tremenda, que me hizo sentir ya mi orgasmo, antes de que el muchacho comenzara a venirse, y comencé a gimotear:

  • ¡Aaaangeeel…, aaangeeel…, aaangeeel…!.

¡Notaba que mi esfínter se dilataba!, al igual que su verga, y en breve noté que un cálido líquido invadía mi trasero, a la vez que su miembro se desinflaba.

  • ¡Aaaangeeel…, aaangeeel…, aaangeeel…!.

Me quedé desguanzada sobre de aquel sillón, con las rodillas sobre la alfombra y mis pechos y cara sobre de aquel sofá. ¡No podía ni moverme!, mi borrachera continuaba tremenda.

Sentí que José Angel me sacaba su verga y de inmediato los comentarios:

= ¡mira como se le salen tus mecos…!

# ¡es que yo andaba…, cargado…!. ¡Siempre se me habían antojado sus nalgas…, su culo!,

tan respingón. ¡Lo tiene requete rico…, sabroso…!. ¡Lo tiene todavía apretadito…!.

-  La verdad que también su panocha…, y eso que fui yo el segundo en entrar por ahí…

= Sí…, está de verdad apretada la Elvira…, a pesar de su edad…

# Pues no se lo que piensen ustedes, pero yo todavía tengo pa’ rato, y siempre he soñado

que la Elvirita me mama.

Ahora fue José Ángel quien dio las órdenes a los demás para que me colocaran a su gusto. Le pidió a sus dos compañeros que lo ayudaran a sentarme en el sillón, nuevamente y me acercó su camote a mis labios. ¡Lo tenía todo batido de mis secreciones y de su venida…, de mis productos fecales…!, y…, comenzó a metérmelo por la boca.

Me tenía fuertemente agarrada por el pelo, y con sus movimientos le estaba dando una muy buena mamada, hasta que por fin se vino en mi boca. ¡Quería yo escupir…!, expulsar su semen, pero mi cuerpo no me respondía y sólo pude, después de varios intentos, tragarme toda su leche al interior de mi cuerpo, solo que eso…, a mí me gusta…, ¡siempre me ha gustado tragarme el semen, la leche…!. ¡Cada hombre tiene un sabor diferente, particular, igual que los helados o las golosinas!.

Estaba en mis pensamientos cuando Luisito me distrajo con lo que decía:

# Pues luego de mirar a José, ya me dieron de nuevo más ganas, pero…,

quiero darle de nuevo igualito…, me gustó mucho el otro palito que eché:

Entre los tres, me dieron la vuelta sobre aquel sillón, y me colocaron de nuevo mirando hacia el techo, mientras que el propio Luisito separaba mis piernas para perforarme mi sexo otra vez:

  • ¡Elvirita…, estás rete buena, me cai…, voy a meterlo de nuevo…!,

¡vale la pena volverte a coger otra vez…!.

Y de inmediato Luisito se recostaba por encima de mí, colocando su pene en mi rajadita, batida, de sus secreciones, de las de Arturito y de las mías.

  • ¡Aaaaggghhh…!,

alcancé yo a gemir, al sentir esa verga clavarse en mi sexo. ¡Ahora la sentía más adentro!. Ahora ya se me estaba pasando la borrachera y…,  Lusito comenzaba a menearse por adentro de mí:

  • ¡Aaaaggghhh…, Lui-si-to…, más fuer-te…, Lui-si-to…!,

lo animaba, ya algo menos borracha, y Luisito me bombeaba con muchísima fuerza, volviendo a darme de chupetones por todo mi cuerpo, pero muy especialmente en el cuello y mis hombros.

  • ¡Aaaaggghhh…, luuuiiisss…, luuuiiisss…, luuuiiisss…!,

alcanzaba a gemirle, muy excitada, sintiendo que me sacaba un orgasmo tras otro con aquella penetración tan tremenda, tan rápida y fuerte, tan sostenida y sin tener para cuando acabar.

¡Quería yo pedirle que ya terminara, pero tan sólo alcanzaba a balbucearle su nombre!:

  • ¡Luuuiiisss…, luuuiiisss…, luuuiiissscitooo…!.

Los otros dos mirones nos veían copular y hacían comentarios, variados, pero uno de ellos me llamó la atención, porque era exactamente lo que yo estaba sintiendo:

= ¡Te la vas a acabar…, te la estás cogiendo re-duro…!.

  • ¡Es que no me salen los mecos…, no me puedo venir…, me quedé sin parque hace rato…,

se los eché todititos…!.

Gritaba Luisito, dándome la explicación de su comportamiento, que me llevaba y me regresaba al mismísimo cielo, con esa penetración fuerte, rápida y sostenida con la que me estaba bombeando.

Quise pedirle que ya parara, que ya me estaba doliendo, que yo ya estaba rozada y, haciendo un máximo esfuerzo, aprovechando que ya me pasaba un algo la borrachera, apena pude gemirle:

  • ¡Ya acababa, Luisitooo…!.

  • ¡ya voy, ya voy…, siento que ya mero vienen…, ya voy…!.

  • ¡Yaaaggghhh…, luuuiiisss…, yaaaggghhh…, luuuiiisss…, yaaaggghhh…!,

seguía yo gimoteando…, terriblemente excitada, hasta que:

  • ¡Elvirita…, ya vienen…, Elvirita…, ya salen…, me vengo…, Elviritaaa…!.

Y comenzó a llenarme nuevamente de semen mi sexo, aunque fueron apenas algunos chorritos, y después de reposar su venida, por encima de mí, se levantó de mi cuerpo y:

= ¿Quiere que la ayudemos a vestir…?.

Me preguntó Arturo, atento.

Le hice un movimiento de mano, que no se si fue sí o fue no, o todo lo contrario.

Traté de levantarme de ese sofá y me resbalé, por lo que los tres, solícitos, se me acercaron para ayudarme.

  • ¡Baño…!,

alcancé a musitar, y ellos, me ayudaron a llegar hasta el baño,

  • ¡Ropa…!,

volví a musitarles, pidiéndoles que me trajeran mi ropa.

Me encerré en ese baño para arreglarme. Me senté en el escusado y comencé a orinar y a expulsar los litros de semen con que me habían obsequiado esos chicos, mi regalo de navidad: una

violación navideña

.