Violación en la sala de juntas
Una reunión de altos ejecutivos y una sola mujer. Ella es la única que no sabe lo que va a pasar.
La reunión estaba programada para las 10 de la mañana, una hora relativamente tardía, pero así daría tiempo a que los miembros del consejo pudieran dejar todos los asuntos prioritarios en manos de los diferentes miembros de los departamentos. No era una reunión rutinaria, había que tratar temas muy importantes, como la posible adquisición del accionariado principal de una de las mayores empresas alemanas de componentes químicos, además de que el resultado de la votación final podría afianzar o debilitar enormemente a algunos de los miembros de la junta, por lo que en la reunión se iba a decidir mucho más que una simple adquisición.
La empresa para la que trabajaba Lorena, filial de Milán, era una de las mayores multinacionales del sector y sabía que la competitividad y los resultados lo eran todo en esa empresa. Y a ella le parecía bien, se sentía totalmente cualificada para el puesto de ejecutiva que ostentaba y desde que había conseguido ese puesto estaba dedicada en cuerpo y alma a conseguir beneficios a toda costa. Todo lo que beneficiara a la empresa repercutiría en su carrera y en su vida privada, y gracias a ese trabajo había alcanzado un estatus social que no estaba dispuesta a abandonar, costara lo que costase.
Por eso se había convertido en una de las mayores depredadoras del ambiente empresarial en el país. Su carácter fuerte y su falta de escrúpulos la habían llevado a la posición de poder en que se encontraba ahora, y los comentarios a sus espaldas, de los que era muy consciente, eran algo que no la preocupaban lo más mínimo. Y es que no sólo en su propia empresa, sino en el mundo empresarial, Lorena era conocida como "la puta de hielo", un mote que la encajaba como un guante, pues en sus venas la sangre corría helada, sin un atisbo de calor humano, y en cuanto a lo de puta, no era por sus inclinaciones sexuales, de las cuales prácticamente nadie fuera del trabajo tenía idea, sino por su falta de sentimientos y escrúpulos a la hora de tratar a empleados y subordinados, o cuando era necesario despedir personal. Pero mientras su cuenta corriente aumentara con beneficios anuales y pudiera así seguir permitiéndose su nivel de vida, lo que los empleados e incluso superiores suyos la llamaran a sus espaldas era algo que la traía sin cuidado.
Relativamente joven, sólo tenía 34 años, Lorena era bastante atractiva, y quizá eso era lo que intimidaba a buena parte de los ejecutivos de la empresa, que alguien con una apariencia tan sexual y atrayente pudiera ser tan fría y despiadada. Alta, morena, con el pelo muy largo y liso, que solía llevar en coletas o moños, Lorena tenía una figura delgada y firme que machacaba casi a diario en el gimnasio de la empresa, lo que la daba un aspecto sano y vigoroso; sus piernas largas y perfectamente depiladas y sus senos firmes y turgentes, y su forma de vestir eran lo primero que atraía a los hombres en su profesión, hasta que la trataban un poco y entonces se daban cuenta de la clase de víbora que podía llegar a ser. La expresión de loba con piel de cordero la encajaba perfectamente. La mayoría de los ejecutivos de base temblaban cuando oían el repiqueteo de sus tacones por los pasillos y más de uno la miraba con odio cuando la veía acompañar a algún cargo directivo de alguna otra empresa a un despacho para alguna reunión, toda sonrisas y zalamerías. La última bronca que había soltado en el departamento de finanzas aún resonaba en los oídos de los aterrados ejecutivos.
Como siempre que se trataba de una reunión importante del consejo directivo, Lorena fue una de las primeras en llegar a la sala de juntas. Saludó educadamente a dos miembros del consejo que ya estaban allí y se sirvió un café de la mesa que había en una esquina de la sala con un pequeño bufete de desayuno. La sala de juntas era muy grande, con una alfombra persa de las más caras que amortiguaba las pisadas, estaba decorada con cuadros originales de un conocido autor neo-modernista, y con una gran mesa de caoba en el centro y sillas modernas con estilo clásico alrededor; los grandes ventanales daban a un parque, lo que proporcionaba una vista magnífica, aunque durante las reuniones, lo que menos tenían en cuenta los consejeros, directivos y demás ejecutivos era contemplar la vista. La iluminación era perfecta, y a pesar de que la sala tenía un aire clásico, contaba con las últimas tecnologías para realizar video-conferencias o poder manejar ordenadores desde los propios asientos.
Lorena vio que la mesa estaba preparada para la reunión, con carpetas individuales delante de cada asiento con el programa del día y jarras y vasos de agua para cada uno. Poco a poco el resto de asistentes fueron llegando, organizándose en pequeños corrillos antes de sentarse todos a la mesa para empezar la importante reunión. Lorena llevaba uno de sus mejores trajes de chaqueta y falda, negro plisado con sutiles líneas blancas, un diseño hecho a medida para ella en una de las más exclusivas boutiques de la ciudad; la falda por encima de las rodillas, dejando al aire sus apetecibles muslos envueltos en las suaves y finas medias de seda; una blusa color marfil con pequeños botones blancos y abotonada hasta el cuello; medias negras, al igual que los zapatos de tacón, brillantes, impolutos, relucientes, y más altos de lo que suele ser normal en las ejecutivas; la ropa interior también era negra, tanto las braguitas como el sujetador, insinuándose este último bajo la blusa. El conjunto era tremendamente sugerente, sexi y elegante, cosa que no dejaron de notar y admirar todos los asistentes a la reunión, y es que Lorena podía ser una gran hija de puta en cuestiones profesionales, pero sabía cómo vestir y tenía un cuerpo deseable.
Lorena era la única mujer en la reunión, ninguna otra mujer tenía un cargo lo suficientemente importante en la empresa como para asistir a esta reunión, pero en modo alguno la intimidaba estar en una sala con 17 altos ejecutivos y directivos masculinos, sabía perfectamente cómo desenvolverse en los ambientes directivos masculinos.
Llegó el director ejecutivo de la filial de Chicago, que se encontraba en el edificio precisamente para asistir y presidir la reunión, y todo el mundo ocupó sus asientos. Ninguno se quitó la chaqueta, la reunión era demasiado seria e importante, y nadie quería causar mala impresión al director de Chicago, además de que se esperaba una video-conferencia con el director de Londres para una hora más tarde. La reunión discurría por sus cauces habituales, cuando se puso a votación una cláusula de la que Lorena estaba totalmente en contra. Su voto negativo, aunque fuera ella sola, podía echar al traste muchos de los objetivos de algunos de los directivos de la multinacional, dado el poder como accionista de Lorena. Por esa razón, de repente el ambiente en la sala se enrareció.
Lorena se fijó en cómo muchos de los consejeros clavaban sus miradas en ella con una mezcla de odio y evidente desprecio. Pero había algo más y Lorena no era consciente de ello. Desde hacía algunas semanas la animadversión hacia Lorena había crecido exponencialmente entre buena parte de los ejecutivos más altos, que no sabían cómo quitársela de encima debido a su gran influencia y poder. La tensión había aumentado en la empresa, también debido a algunas recientes decisiones suyas que habían levantado ampollas entre muchos miembros del personal, y parecía como si Lorena fuera la única que ignorase lo que ella misma estaba provocando. Los directivos sólo necesitaban una excusa para bajarla de su pedestal, sólo una gota que colmara el vaso de resentimiento y rencor que había crecido peligrosamente las últimas semanas. Y su voto en contra en una de las reuniones más importantes de los últimos meses se convirtió en esa gota.
Lorena miró al director ejecutivo desafiante, no pensaba echarse atrás sólo porque su voto fuera el único en contra y menos aún porque fuera la única mujer en la sala. Llevaba años manejando a los hombres en estos ambientes, y ellos no eran nada para intimidarla.
-¿No piensas cambiar tu voto, Lorena?
La voz de uno de los consejeros más senior sonó fría como el hielo. La respuesta de Lorena fue más fría todavía.
-Por supuesto que no. ¿Crees que me voy a dejar intimidar por vosotros? Todos en esta sala saben perfectamente que mi voto es crucial para que la votación salga adelante. Como se dice vulgarmente, tengo la sartén por el mango, y no voy a daros mi voto para que os beneficiéis a menos que yo consiga algo realmente sustancioso a cambio. ¿Me explico con claridad?
En ese momento el director ejecutivo se levantó y caminó hasta los grandes ventanales, dando la espalda a los reunidos.
-Tu actitud en los últimos tiempos no está siendo todo lo beneficiosa para la empresa como debería, Lorena. Tu arrogancia está empezando a ser tema de discusión y debate entre los miembros de la junta. Quizá es hora de que alguien te haga cambiar de actitud.
-Y quién va a hacerlo ¿tú? No me hagas reír. Ninguno en esta sala tiene el poder ni los huevos para amedrentarme. Jajaja. Tengo yo más huevos siendo mujer que todos vosotros juntos.
El director de la filial de Chicago no perdió la calma ante la respuesta de Lorena, sino que con calma sacó un puro de su chaqueta y lentamente lo encendió.
-¡Y apaga esa mierda ahora mismo! Sabes perfectamente que está prohibido fumar en todo el edificio, y que además me molesta especialmente el olor de los puros.
El director ejecutivo la miró sonriendo y dando grandes bocanadas, llenando todo el espacio a su alrededor de humo.
-Lo que tú opines ha dejado de importarme y creo que todos en esta sala opinamos de la misma manera.
Lo había dicho sonriendo de una forma perversa que a Lorena por un momento la intranquilizó. Algo raro estaba pasando y no era capaz de captar qué era. Todos la miraban como si compartieran un secreto del que la hubieran excluido a ella, y no eran unas miradas agradables. Algo flotaba en el ambiente que la inquietaba, así que decidió dejar la reunión e irse a su despacho.
-No me gusta nada vuestra actitud amenazante y casi chantajista. No pienso cambiar mi voto y no tengo nada más que decir. Estaré en mi despacho si me necesitáis.
Se levantó pero rápidamente el ejecutivo que se sentaba a su derecha se levantó de un salto y agarrándola con fuerza de los hombros, la empujó hasta sentarla nuevamente. La reacción fue tan repentina y violenta que Lorena se quedó sin habla, totalmente sorprendida. El director ejecutivo se acercó lentamente a ella y sus palabras sonaron entre el humo del puro, que exhaló hacia la cara de Lorena.
-La reunión todavía no ha terminado, Lorena, y no lo hará hasta que todos y cada uno de nosotros te demos el escarmiento que mereces.
Los ejecutivos que tenía Lorena sentados a ambos lados la cogieron cada uno de las muñecas con fuerza. Lorena no perdía la compostura ni la arrogancia, pero empezaba a asustarse, y su voz, aunque agresiva, no sonaba tan firme y tranquila como siempre.
-¡No sé qué coño está pasando aquí, pero esta broma está llegando demasiado lejos!
-¡Esto no es ninguna broma, puta!
Lorena se volvió hacia el consejero que la había insultado. No lo podía creer, la había llamado puta delante de todos. Pero lo que la asustó de verdad fue que nadie la defendió, y al mirar alrededor todas los ojos brillaban con odio y con algo más que no pudo identificar. Varios de los delegados se habían levantado y se estaban situando poco a poco por detrás de Lorena. Ésta forcejeó para intentar soltar las muñecas, pero no pudo, y los que la agarraban empezaban a hacerla daño. La levantaron de golpe y la dieron la vuelta, pegando con fuerza su culo al borde de la mesa y dejándola de frente a todos los reunidos, que se habían levantado ya todos y agrupado delante de ella haciendo corrillo.
-No sé que pretendéis, pero
No pudo acabar la frase, un brazo salió de entre el grupo y la propinó una violenta bofetada, que si no hubiera estado agarrada con fuerza por las muñecas y apoyada contra la mesa, la habría tirado al suelo. La sorpresa fue tan grande que ni siquiera gritó, sintiendo cómo la mejilla le ardía y se le ponía roja.
-¿Aún no comprendes lo que vamos a hacer, puta?
Sin darle tiempo a responder alguien le rasgó la blusa, dejando al aire el sujetador negro, que rápidamente otro se encargó de arrancárselo para que todos pudieran contemplar sus tetas. Lorena empezó a gritar.
-No te canses, hija de puta, ¿no recuerdas que esta sala está insonorizada? Nadie oirá tus gritos, pero puedes hacerlo si te apetece, nos excitará más.
-¡No lo hagáis, por favor, sabéis que cuento con la confianza plena del presidente, y cuando se enteré os acordaréis de él y de mí!
El director de Chicago no se inmutó. Le acercó el puro encendido a la cara y la ahumó. Y habló con su tono más irónico, lo que preocupó muchísimo a Lorena.
-Sí, tienes razón, deberíamos avisar al presidente. ¿Puede alguien conectar la pantalla para que podamos tener una video-conferencia con el presidente de la multinacional?
Dos delegados se encargaron de ello y en unos minutos la imagen del presidente, sentado cómodamente en una cómoda butaca en su enorme despacho de Nueva York, apareció nítidamente en la pantalla gigante. Fumaba y sonreía burlonamente.
-Hola Lorena, espero que me proporciones un buen espectáculo, no sabes cuánto tiempo hacía que deseaba contemplar algo así. No me decepciones. Y por cierto, tus tetas son como me las había imaginado, perfectas.
Un coro de risotadas surgió tras estas palabras, ante la incrédula Lorena, que empezaba a comprender que todo esto era una conspiración, que lo habían planeado todo, y que ya no había nada ni nadie que pudiera evitar que fuera violada. Como si la hubieran leído la mente, alguien dijo.
-Te vamos a violar, puta, todos los aquí reunidos vamos a joderte por lo mucho que nos has jodido tú a nosotros.
Todos se rieron otra vez ante la ocurrencia, excepto Lorena, que cada vez estaba más aterrorizada. Sin dejar de agarrarla con fuerza de las muñecas le fueron arrancando y desgarrando el resto de la ropa, la falda y las bragas, hasta que sólo quedó vestida con las medias y los zapatos. Lorena sintió una vergüenza y humillación terribles al verse desnuda frente a sus compañeros y por sus risas y comentarios vulgares y soeces.
-¡Mirad qué cuerpazo tiene la puta!
-¡Ya os dije que Lorena tenía un polvazo!
-¿No se le han puesto duros los pezones a la hija de puta?
-Eso es porque sabe lo que la va a pasar y su cuerpo se ha excitado.
-¿Cuánto hace que no te echan un buen polvo, puta?
-Pues hoy vas a quedar saciada, te lo aseguro.
Lorena intentó suplicar una vez más, hacer que todos aquellos hombres entraran en razón, pero apenas musitó un entrecortado "por favor" la cogieron de los brazos y la dieron la vuelta apoyándola contra la mesa. La inclinaron de modo que sus pechos quedaron presionados contra la madera. Le separaron las piernas y oyó el inconfundible sonido de braguetas al bajarse. Dio un grito cuando la primera polla entró dentro de su coño. No estaba totalmente erecta ni era muy grande, pero aún así sintió cómo la penetraba, cómo ese trozo de carne entraba en lo más sagrado de su cuerpo, sin ningún respeto.
Después de algunos empujones se salió y otra polla ocupó su lugar, esta más dura. Con la cara apoyada contra la mesa Lorena no podía ver nada, sólo sentir cómo violaban su cuerpo e intuir lo que estarían haciendo el resto, todos estarían con las pollas fuera de los pantalones, pajeándolas lentamente hasta que les llegara el turno de utilizarlas. No les veía, pero les oía. Les oía alabar su cuerpo, insultarla, y todas las cosas que prometían hacerla. Uno a uno los 17 asistentes a la reunión se fueron turnando, todos querían participar, nadie quería quedarse sin probar su coño. Alguno de los consejeros decidió violar su culo en lugar de su coño. Lorena era virgen del culo, nunca había dejado que nadie la follara por ahí, le daba asco, y cuando sintió la polla entrar lentamente en su ano, forzándolo a medida que entraba, suplicó y gritó como no lo había hecho antes, pero sólo sirvió para que las risas y los insultos aumentaran.
-Joder, es virgen del culo, nunca lo habría creído.
-¡No, por favor! ¡Por el culo no! ¡Os lo suplico!
-Cállate, puta, ya verás cómo te gusta. Sólo te dolerá un poco cuando te lo rompamos. Jajajaja.
El dolor fue terrible, creyó que se lo habrían desgarrado, cuando esa primera polla sólo se lo había dilatado, y no sería la última. Siguieron follándola, eligiendo cada uno el agujero que más le apetecía.
Cuando Lorena sintió cómo el primero de ellos se corría, llenándola el coño de semen, ya no la quedaban fuerzas para gritar ni forcejear. Se habían turnado todo el tiempo para que siempre sus brazos estuvieran bien sujetos, y aparte de gritar o maldecirles, Lorena no podía hacer nada más. Uno más se corrió. Y otro. Su coño se empezaba a llenar de semen mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y apretaba los dientes de rabia e impotencia. Notaba su culo y su coño cada vez más mojados y pringosos, a medida que se iban descargando los consejeros, doloridos e irritados. Se habían asegurado además de que su cara quedara mirando en dirección a la pantalla de video y así pudiera ver cómo el presidente, desde su despacho en Londres, se masturbaba delante de la cámara contemplando el espectáculo.
Pero entonces pasó algo. El cuerpo de Lorena se reveló y reaccionó en contra de su propia dueña. O quizá fue su subconsciente. O algo en su mente que Lorena ni siquiera sabía que estaba allí. Según arremetían contra su cuerpo, penetrándola y corriéndose en su coño y su culo, su cuerpo reaccionó y empezó a moverse de forma muy sutil al ritmo de las embestidas, como si quisiera recibir a la polla y acoplarse a su ritmo. Fue un reflejo instintivo y nadie se dio cuenta, igual que nadie notó que Lorena ya no forcejeaba.
Todos se habían corrido, todos la habían regado con su semen, pero la situación era tan lujuriosa que todos querían más. Agarrándola entre todos la enderezaron, semen goteando de sus agujeros y resbalando entre sus muslos, por sus piernas, la quitaron los zapatos y las medias, la querían completamente desnuda, totalmente humillada, y la obligaron a arrodillarse. El ano le dolía muchísimo, y el coño lo tenía totalmente irritado y escocido. Se pusieron a frotarle las pollas húmedas y mojadas por la cara y el pelo, y la obligaron a chuparlas. Al principio Lorena se resistió pero los insultos y las bofetadas y golpes que la propinaron la hicieron abrir la boca y engullir la primera polla. Estaba caliente y húmeda, y le dio asco, casi arcadas, pero la chupó lo mejor que pudo. Se la sacó de la boca para tomar aire, babeando saliva, y otro consejero aprovechó para metérsela en la boca. Esta segunda polla le supo mejor, y la chupó con más ganas. Ante el asombro de todos Lorena cogió con una mano la polla que tenía más cerca y la pajeó sin dejar de chupar.
-¡Parece que a la puta le está gustando!
-Y qué esperabas de esta perra, ¿te pensabas que esta zorra frígida no estaba deseando que la follaran como es debido?
Todos querían sentir la boca de Lorena mamando sus miembros y sus manos acariciando y masturbando sus pollas. Se iban turnando, cambiando los puestos para poder disfrutarla todos. Algunos la agarraban del pelo o de la cabeza y la follaban la boca con violencia, otros simplemente se dejaban mamar, cerraban los ojos y se corrían en su boca. Lorena fue recibiendo semen y tragando uno tras otro, pero la mayoría no podían esperar y se masturbaban con furia, corriéndose sobre ella. Pronto toda su cara y su pelo estuvieron empapados y pringosos de semen. Los chorretones de lefa resbalaban por su cara, por su barbilla, mojando sus tetas. La imagen era tan lujuriosa y morbosa que era suficiente para que nuevos directivos se corrieran entre aullidos e insultos, llenando más y más la boca y el cuerpo de Lorena.
-¡Hija de puta, vamos, traga! ¡Traga, puta!
Lorena ya no suplicaba, ni forcejeaba, ni gritaba, ni lloraba, ni maldecía. Lorena disfrutaba de todas esas pollas y todo ese semen entrando y deslizándose por su cuerpo. Mirando de reojo, con la boca llena, pudo ver cómo el presidente, en su despacho, se había corrido con violencia, pero seguía masturbándose enloquecido.
-¡Toma leche, zorra!
-¿Ves cómo te gusta, puta? Estabas deseando que te pasara esto. ¡Gózalo, guarra!
Todos los consejeros y directivos se habían corrido dos y hasta tres veces, estaban todos agotados, exhaustos, rodeando a Lorena, acariciándose sus pollas flácidas y húmedas, alguno utilizando las ropas desgarradas de Lorena para limpiarse, otros usando su pelo. Lorena seguía arrodillada, bañada en semen, goteándole del pelo, de la cara, de la boca, los ojos entornados, gimiendo débilmente, como en trance. El director ejecutivo fue el primero en recuperarse del éxtasis, se subió los pantalones, se encendió un nuevo puro, y dando bocanadas de placer, se acercó a Lorena.
-Bien, puta, ¿estás dispuesta ahora a cambiar tu voto, o nos veremos obligados a ponernos serios?
La voz de Lorena sonó ronca, entrecortada y muy débil.
-Cam cambiaré el el voto
-Así me gusta, Lorena. ¿Ves cómo las cosas se consiguen con facilidad cuando se hacen entre caballeros?
Lorena se levantó tambaleándose, entre las risas burlonas del resto de consejeros, cogió los restos sucios y rasgados de sus ropas y como pudo cubrió su cuerpo empapado de semen; salió de la sala de juntas con toda la dignidad que pudo y se dirigió a su despacho. Aún tenía que decidir si continuaría trabajando para la empresa o no.
Lorena no dejó la empresa, y curiosamente, pocos días después recibió un ascenso, convirtiéndose en la mano derecha del mismísimo presidente de la multinacional. La noticia de lo ocurrido aquella mañana en la sala de juntas corrió como la pólvora con distintas y variadas versiones, y pronto se convirtió en una de las más populares leyendas de la empresa. Nadie sabía con seguridad si lo que se comentaba en susurros era verdad, si realmente había pasado, o si no eran más que fantasías de pervertidos, pero una cosa si es cierta, a Lorena dejaron de llamarla "la puta de hielo", y empezaron a conocerla como "la puta de fuego".