Violación en la playa

Una mujer es violada por cuatro jóvenes en una playa en el extranjero.

Laura era una mujer independiente. Por su trabajo viajaba bastante, incluso fuera de España.

Cuando le ofrecieron ese viaje, al principio lo vio más como un castigo que como un premio. Hablaba a la perfección varios idiomas. Se manejaba bien por Europa, por Norteamérica, incluso por los países asiáticos más desarrollados. Pero ese viaje a Marruecos, en el que debería moverse sola, con un vehículo de alquiler, no era de su agrado. Su marido, también ejecutivo, no veía con buenos ojos que Laura viajase tanto, y sobre todo, que tuviese que pasar las noches fuera de casa.

El día de la partida, todo fue como estaba previsto, y el avión aterrizó puntualmente, a primera hora de la mañana en el país de destino. Allí tenía que alquilar un coche, para hacer doscientos kilómetros, a través de carreteras no del todo bien asfaltadas.

Laura tenía un carácter fuerte, tal vez, por ello, haya llegado a lo más alto en una empresa multinacional. Era de trato agradable, aunque un poco estirada en la relación con sus empleados. Todo lo contrario en el entorno familiar y con sus amigos, quien la consideraban la mejor de las personas.

Casi cuatro horas tardó en realizar el viaje en su pequeño vehículo. Dos paradas y el mal estado de la carretera provocaron que no llegase a su destino hasta mediodía.

Tendría toda la tarde para acoplarse en su alojamiento. Dentro de lo pequeño del tamaño del pueblo, el hotel era modesto pero con cierto encanto. Muy próximo al mar, con una playa enorme, que en la fecha en la que se encontraba, principio de la primavera, estaba totalmente desierta.

Se registró y subió a su habitación. Hasta el día siguiente no acudiría a ver a su proveedor. Un marroquí que fabricaba unos componentes, que se podrían comprar a bajo precio, y de esta forma incrementar los beneficios de la sociedad a la que representaba, y de paso, sus comisiones.

Laura se duchó, y llamó para que le subieran algo de comer a su cuarto. Cuando terminó, pensó en dormir un poco para superar el madrugón de la mañana, pero viendo el mar, pensó que lo ideal sería ponerse el bikini y salir a tomar un poco el sol.

Laura era una mujer de 36 años, rubia de media melena, pecho exuberante, no muy alta, en torno a 1,60. Su forma de vestir no era provocativa, pero si muy elegante.

La mujer tomó una toalla del hotel, y decidió caminar un poco antes de sentarse. De esta forma, se quitaría de encima a los escasos mirones que podría haber en la cercanía del centro del pueblo y de la parte de la playa más próxima al hotel.

Laura caminó casi dos kilómetros. Apenas se veían ya casas, tan sólo alguna pequeña guarida de agricultores.

Tiró su toalla en el suelo, sacó un libro, y se tumbó, no sin antes quitarse la pequeña falda blanca y la camiseta que llevaba puesta. Llevaba un bikini color verde. Tanto el sujetador como la braguita, estaban sujetos por cordones. En el caso de esta última, las pequeñas cintas se ataban por el lado de las caderas.

Todo el conjunto, hacían muy provocativa a la mujer, aunque en principio, ante la lejanía de cualquier lugar con tránsito, tampoco necesitaba serlo. No obstante, en ningún caso, para evitar miradas obscenas, y conociendo donde se encontraba, se le pasó por la cabeza dejar sus pechos al aire y hacer top less en una playa desierta.

La agradable temperatura, el paisaje idílico, la soledad, el ruido de las olas llevaron a la mujer a un sopor que terminó por dejarla dormida sobre la arena.

Cuando despertó, ya estaba atardeciendo. El sol empezaba a ocultarse a lo lejos, apagándose en el mar.

Miró a su alrededor y vio a un grupo de chicos, eran cuatro, y ninguno de ellos pasaría de los veinte años. Iban en pantalón corto, y camiseta. No había nadie más en la playa, ni en los alrededores, sólo estaban los jóvenes y ella.

Se alisó el pelo, y pensó que lo mejor era ir de nuevo al hotel. Se volvió a poner la camiseta y la faldita.

Los chicos no cesaban de mirarla, por lo que comenzó a tener miedo. Se levantó rápidamente, agarró su toalla y el libro, cosas que guardó de forma desordenada en su bolsa, con la intención de poder iniciar con la mayor brevedad el camino hacia el hotel.

Comenzó a andar. Lo hacía junto al mar, para que su caminar fuese más sencillo, sin la incomodidad de la arena.

Los muchachos la llamaron, aunque no entendía su idioma, sabía que se referían a ella. La mujer los miró y vio como le hacían gestos obscenos, con sus brazos y manos.

La mujer miró de frente y su paso se aceleró, sin mirar a los chicos, empezó a andar deprisa. Su corazón palpitaba fuertemente, sabía que estaba en peligro.

Notó que las voces se acercaban, y directamente comenzó a correr, pero ya era tarde. Una mano agarró su brazo y Laura cayó al suelo.

La ejecutiva comenzó a gritar, aunque un cuchillo que mostró uno de los jóvenes y que arrimó a su cuello, la hizo callar de inmediato.

Laura lloraba ahora, les dijo que si querían dinero que se los llevase. Los chicos, que no hablaban español, entendieron perfectamente las indicaciones de la mujer, y abrieron su monedero, quedándose con los euros y billetes locales que llevaba.

Le arrancaron la medalla que llevaba colgada al cuello, y le quitaron dos anillos, uno de ellos el que le acreditaba como mujer casada, y una pulsera, todo de oro.

Dejadme marchar, suplicó. Todos rieron y el joven que llevaba el cuchillo pasó la punta por encima del pecho de la mujer.

Laura empezaba a temer las pretensiones siguientes de sus captores.

Uno de los chicos agarró a la mujer por las piernas, a la altura de las rodillas, presionándolas y dejándolas juntas, mientras que otros dos la sujetaron por los brazos. El propietario del cuchillo, estiró la camiseta y comenzó a rasgarla por el medio, dejándo la camiseta hecha girones, la retiraron de su cuerpo.. El grito de la mujer se vio apagado por una bofetada, y de nuevo, la amenaza del machete sobre su cuello.

Las manos se sucedían por encima del cuerpo de la chica. Buscaban sus tetas, pero se recreaban en el tiempo que tenían para poder disfrutarla.

La falda, que se abotonaba por delante, no tardó en ser desabrochada y sacada por debajo de las piernas de Laura.

La contemplaron con lascivia, no estaba desnuda, pero con su ajustado bikini se podían apreciar todas sus curvas.

Giraron a la chica, quedando de espaldas. Aprovecharon para acariciarle el culo, darle unos azotes posesivos.

El sujetador de su bikini, al igual que la braga, se agarraba a su cuerpo por unas cuerdas. Bastó tirar de ellas para que la parte de arriba quedara libre.

La volvieron a voltear y el sujetador quedó a sus espaldas, y sus pechos al aire, ante la atenta mirada de los chicos.

El muchacho que tenía el cuchillo se mostraba con el líder del grupo. A una orden suya todos obedecieron como si estuvieran perfectamente sincronizados.

Uno de ellos, se montó encima de sus rodillas, quedando estas atrapadas y juntas. Los otros dos muchachos la tenían agarrada por las muñecas, lo que le impedía moverse, y el jefe de los gamberros, cuchillo en mano tenía a su disposición a Laura.

Acarició la cara de la mujer. Sus pechos, aunque firmes, temblaban como dos flanes, dos grandes flanes como cazos. De la cara bajó lentamente su mano por su cuello, hasta llegar a sus tetas, de forma pausada, disfrutándolo. Su mano bajó lentamente por su estómago, hasta llegar al comienzo de su braga. Ahí se detuvo, se agachó y comenzó a besar sus pechos, centrándose en sus pezones. Absorbía, mordía, lamía sus tetas como si se tratase de un dulce.

Laura respiraba agitadamente. Uno de los chicos quedó agarrando las manos mientras que el otro que lo hacía pasó a agarrar una de sus piernas.

Entre los dos hombres, la separaron ligeramente sus rodillas. Los muchachos hablaban entre ellos, con voz sonriente, probablemente decían lo guapa que era la mujer, el buen cuerpo que tenía, o tal vez, lo divertido de quitarle su braga desabrochando los cordones que llevaban atados.

La mujer se limitaba a llorar. Sus lágrimas mojaban su cara, y sólo acertaba a suplicar que la dejasen marchar.

El líder del grupo, tocó descaradamente la braga del bikini por encima del sexo de Laura. El hombre giró su cabeza, riendo a la vez que tocaba el cordón que cerraba la prenda por el lateral.

La mujer negaba con la cabeza, suplicando y rogando que no lo hicieran. Con un suave tiro, desabrochó el lado derecho, provocando las risas del resto de sus compañeros, lentamente tiró también del lado izquierdo, quedando suelta la prenda, pero aún colocada en su sitio.

La lentitud del proceso, lo hacía aún más cruento. Laura tenía su cara casi enterrada voluntariamente en la arena, para intentar evadirse de la situación que vivía. Sus lágrimas caían de forma continua en la arena. El joven jefe, agarró el elástico de la parte inferior del bañador, y poco a poco la apartó. Cuando la vagina de la mujer estaba ya al descubierto, de un tirón retiró el trozo de tela. Laura estaba ahora totalmente desnuda, ante las miradas de tres jóvenes ávidos de sexo.

Su rajita estaba muy bien depilada. Tan sólo una pequeña cinta de pelo no más ancho que sus labios vaginales.

Los chicos se quitaron los pantalones o bañadores que llevaban puestos, quedando totalmente desnudos, con sus penes erectos.

Uno de los muchachos, puso el miembro a la entrada de la boca de Laura. Ésta intentó negarse, apartando su cara, pero la proximidad del cuchillo en su cara, la hizo volver la cabeza, y a duras penas abrir su boca.

No se introdujo en su boca más que la punta del miembro, pero la mano sobre su cabeza, con movimiento rítmico la obligó a realizar la felación. Las primeras embestidas, provocaron unas arcadas en la mujer, aunque el chico hizo caso omiso, y continuó con su autosatisfación a través de Laura.

Mientras esto sucedía, el resto de manos recorría el cuerpo de la mujer. La tocaban por todos lados, centrándose en sus pechos y buscando los dedos la abertura vaginal de la mujer. Tocaban su clítolis, metían el dedo dentro de su vagina, todo ello mientras la chica estaba sujeta.

No quiso eyacular en su boca, y prefirió presumir ante sus compañeros de la corrida haciéndolo sobre el rostro de la turista.

Los muchachos cambiaron de sitio, quedando de nuevo uno agarrando los brazos,mientras la ejecutiva continuaba estirada en la playa, y otros dos le separaban las piernas.

Se abalanzó sobre ella el que iba a penetrarla, de forma ruda y rápida, pero de nuevo el joven líder, intervino, empujando a su compañero y lanzando improperios contra él.

Laura no sabía que pasaba, en parte tenía un estado de shock. No obstante, el hombre colocó despacio su pene, en la entrada vaginal y la introdujo de forma lenta, sin provocar un mayor daño físico.

Las pollas de los dos chicos que aún no habían intervenido, estaban totalmente firmes. El trabajo del marroquí permitía que los jóvenes vieran como penetraba lentamente a su victima.

La mujer se movía, intentando zafarse de sus captores, aunque con poco éxito, y sólo provocaba que los hombres se excitasen más con sus movimientos. Su cara se intentaba ocultar en el suelo, y sus lamentos ya eran casi silenciosos. Agarradas sus piernas, y sus brazos, tan sólo podía desplazar su tronco y su culo hacia arriba, lo que provocaba un mayor placer de quien se la estaba tirando.

Unas mayores embestidas, y unos gemidos terminaron con la violación que ejercía el joven marroquí. Con solidaridad, se apartó, para dejar paso a quien anteriormente había retirado de malas formas.

El joven comenzó de forma lenta, igual que su antecesor, intentado que sus compañeros lo viesen, pero en cuanto introdujo su pene en el coño de Laura, perdió el control y comenzó a hacerlo de forma rápida y desordenada, besándole los pechos, agarrando su trasero. Mientras, ella sólo lloraba, e intentaba no mirar a sus verdugos.

Cuando iba a correrse, dio varios gritos lo que produjo las carcajadas de sus compinches. Tampoco sacó su pene de la vagina de la mujer mientras se corría, depositando todo su semen en el útero de la viajera.

Según terminó, como si estuviera todo estudiado, reemplazó al muchacho que la tenía agarrada las manos. Ahora era el turno de éste.

Era casi una réplica de su jefe. Probablemente, el grupo se dedicaba a violar de forma metódica, puesto que lo hacían de forma coordinada y subordinada ante su jefe.

También introdujo su polla lentamente, también permitió a sus colegas que lo vieran, también lo hacía despacio.

Los muchachos hablaban entre ellos, mientras poco a poco, el violador de turno fue alcazando su climax, y llegó al orgasmo.