Violación en la oficina (1ª parte)

Lo que cualquier mujer más odia, sexo sin su consentimiento

Hola de nuevo, como bien sabéis me llamo Marta y desde hace más de 6 años que no he publicado ningún relato. Actualmente tengo 41 años, y este será mi sexto relato en esta fantástica comunidad que es Todorelatos.

El motivo de este abandono de mis experiencias, ha sido que la relación que mantengo con Anna, con la cual llevo más de 7 años, se ha estabilizado tanto, que somos una pareja la cual mantenemos una relación de convivencia tanto en el ámbito personal como el laboral, y mis escarceos sexuales con otras mujeres finalizaron al entablar esta relación con ella.

Para los que me conocéis veréis que este relato que expongo, no está en la categoría de lesbianismo sino en no consentido, el motivo creo que será claro, sufrí una violación. La experiencia que os explicaré sucedió hace poco más de 2 años, y la verdad que todavía no la he superado. La explico, porque Anna considera que es importante que la exponga, para poder así ahuyentar los miedos que tengo desde esa horrible experiencia.

Para los que son nuevos o no os acordáis de mí, vivo en Barcelona, trabajo en una empresa bursátil en el centro de la ciudad, y mi pareja es mi jefa. Y como siempre digo soy lesbiana convencida y no he tenido jamás ni interés ni relación por estar con un hombre.

Después de este preámbulo voy a centrarme en la vivencia es si. Era agosto de 2009, en pleno periodo vacacional, aunque no por ello sin actividad bursátil, coincidió que Anna y yo no estuvimos 1 semana sin compartir vacaciones juntas, por los turnos vacacionales de la empresa. En esa semana yo asumía la dirección de la compañía en Barcelona, hay delegación en Madrid y la central está en Nueva York. Eso implica que debido al cambio horario con Wall Street, algunos días tuviese que quedarme hasta la medianoche en la oficina. Como ya he dicho, la empresa está en un edificio de oficinas, el cual tiene parking vigilado al cual se accede por el ascensor.

Al ser época estival, las 4 personas que durante todo el año se encargan de la vigilancia del parking no estaban, y en su lugar habían contratado 4 hombres para el periodo eventual de ese mes los cuales rotaban en los diferentes turnos. Si durante el año los vigilantes son hombres de una media de unos 50-60 años, en este mes eran unos hombres de una edad no superior a los 30 años. Normalmente siempre había 1 vigilante y dependiendo de las horas laborales podían ser 2 para temas de refuerzo.

En definitiva, que en la madrugada del martes a miércoles y después de un día de alta volatilidad bursátil y una vez efectuado el cierre de Wall Street, me dispuse a ir a casa y encontrarme como siempre con mi amada Anna. Sería aproximadamente la una de la madrugada cuando salía del despacho, y me dirigía al ascensor para bajar al parking. Debido a mi trabajo, voy vestida casi siempre con falda, blusa o camisa, chaqueta y zapatos de tacón (no muy alto).

Al llegar al parking, éste estaba medio desierto de coches y no había ni un alma. Lógicamente la mayoría de vehículos son de profesionales, por eso a esas horas no había casi ni uno. Entré en mi Volvo S40, pero no lo conseguí arrancar, supongo que era un problema de la batería. Decidí llamar al seguro para que me enviasen un mecánico, pero al estar en la planta -3, no había cobertura. Volví a la zona del ascensor para ir a la planta baja y salir a la calle para poder llamar.

Pulsé el botón para llamar al ascensor, y escuché algo, en una milésima de segundo después, una mano me tapó la boca y sentí algo frío por la espalda.

  • No haga ninguna tontería le estoy apuntando con una pistola. - dijo una voz.

  • Y esto señora, es una navaja - añadió otra. Me quedé inmóvil, conteniendo la respiración.

  • Tranquila. Si colaboras, no te haremos daño. Déjame adivinar. - dijo la primera voz, pegada a su nuca, -¿A qué ya no queda nadie en la oficina?, volvió a preguntarme una voz que me resultaba un poco conocida

  • No, no hay nadie. - Dije tragando saliva y muerta de miedo.

  • Pues vamos a subir a tu oficina, a ver qué nos encontramos. Y espero que colabores. ¿Tiene que venir alguien esta noche a la oficina?

  • No.

Abrieron la puerta del ascensor y subimos. Los dos tipos llevaban la cara cubierta con un pasamontañas, pero muy fino pero no de invierno. El de la pistola era bajo, y el de la navaja era bastante más alto. Los dos delgados pero se les veía fibrosos al llevar camisetas de manga corta. Antes de salir del ascensor volvió a hablar el chico de la pistola.

  • Ahora saldremos rápidos a tu oficina, dame las llaves para abrirla, y sobretodo pon la contraseña de la alarma correcta, o te rajaremos aquí mismo.

¿Está claro?

  • Clarísimo, dije yo con la voz entrecortada

  • Al llegar, irás despacho tras despacho cerrando puertas y ventanas; te seguiremos y estarás encañonada todo el tiempo. No hagas tonterías, te lo repito. ¿Entendido?

  • Entendido - respondió en un estado de gran nerviosismo.

Al llegar, anulé la alarma, cerré todas las puertas y ventanas. Ellos desconectaron también los teléfonos y me confiscaron el móvil.

  • Bien preciosa ¿Hace falta que te ate?

  • No.

  • Bien. Dinos dónde está el dinero. Cuando acabemos con lo que nos digas, buscaremos nosotros. Y reza porque no se te "olvide" nada que vayamos a encontrar después.

  • En la oficina no hay gran cosa, la verdad, sólo hay una  caja fuerte con un poco de dinero, somos una oficina comercial, aquí no tenemos dinero.

Los llevé al despacho de Anna, ellos me seguían al entrar uno de ellos me dio una palmada en el trasero, me volví desafiante y le miré.

  • ¿Qué pasa? - Dijo él, alzando la navaja y con mirada amenazante. - Tira adelante – Seguí hacia la caja fuerte, y la abrí, habían unos 1.500 euros.

  • Vaya par de tetas – dijo de nuevo, alargando la mano para coger el dinero. - Anda, sal de aquí. - añadió. Me moví ligeramente a un lado, dejando poco espacio entre él y la pared. Cuando intenté pasar, me paró con la mano en el vientre, muy abajo, y se acercó a mi cuello para darme una lamida. - Porque nos tenemos que largar, preciosa... que si no te ibas a enterar de lo que es bueno.

Me di cuenta en que qué situación me encontraba. No hice ningún gesto de rechazo. Me quedé inmóvil hasta que él permitió que continuase para salir del despacho de Anna. El chico de la pistola no me permitió salir del despacho y se dirigió a su compinche.

  • Oye aún no nos podemos marchar, me acabo de asomar por la ventana y joder, justo en la entrada se ha parado un coche de los Mossos (policía de Catalunya).

  • Joder que mierda, ahora que hacemos... - parecía que el chico de la navaja comenzaba a ponerse nervioso.

  • Mira tío, no has visto que tienen ordenadores. Vete a mirar páginas guarras y te relajas.

  • Coño, mejor me quedo yo con ésta y me relajo más.

  • Venga en serio, nos tendremos que quedar aquí un rato, hasta que la poli se vaya, así que si quieres busca por los despachos, en los cajones si encuentras algo más de valor..

  • Vale, pero no hagáis nada malo sin mí.

Me quedé a solas con el de la pistola en el despacho de Anna, sus voces me resultaban familiares y también sus formas anatómicas. Estaba con la cabeza gacha, pensando mira tú qué casualidad, justo el día en que me quedo sola. Me descubrí a mí misma tranquila y templada. ¿Por qué no iba a estarlo?, me dije. Mi propio temple daba para eso y más. Sólo había que obedecer y esperar. No me habían golpeado, ni hecho el amago, todavía. Mi guardián  se paseaba por la habitación, seguramente intentando calmarse. Se me ocurrió una idea.

  • La policía patrulla mucho por aquí. No creo que os estén buscando.

  • Cierra el pico, golfa – respondió él, airado. Hasta ese momento parecía el más calmado, amén de dar órdenes al otro. - Me gano la vida así, de manera que no me tomes por imbécil -.

  • Bonita forma de ganarse la vida – se me escapó en voz no lo suficientemente baja como para que él no la oyese.

Se quedó parado mirándome, yo me retraje, bajando la mirada consciente de mi error.

  • Quítate la blusa.

  • ¿Qué?

  • Que te la quites, por bocazas. - dijo, apuntándome –Vas a pasar vergüenza por lengua larga–

Me quité la blusa, sin poder evitar una actitud desafiante.

  • Buena delantera.

  • ¡Que te follen! – Le dije en un momento de arrebato

  • Cuidado con lo que dices, a ver si te tengo que tapar la boca.

En esos momentos apareció de nuevo su compinche

  • Oye, tío, que te he dicho que no hicieras nada –

  • No hemos hecho nada, y no me toques los cojones- .

  • Oye no he encontrado nada, y por cierto otro coche patrulla se ha parado al lado del otro y están de cháchara.

  • ¿Y qué coño hacemos, eh? Me acojona salir-.

  • Pues nos quedamos aquí esta noche, y ya saldremos antes de que amanezca, en algún momento se han de ir. Nos turnamos para dormir y ya está. El chico de la pistola lo aceptó con absoluta confianza y cambió su expresión cuando él acabó de hablar. .

“Mierda”, pensé “¿Toda la noche aquí?” y Anna seguro que no sospecharía mi retraso, sabe que estos días salgo muy tarde y además estará durmiendo.

  • Al final vas a pasar la noche acompañada, golfilla. Sácanos algo de beber, seguro que tienes algo para los clientes.-

Me levanté hacia un botellero que había en el despacho de Anna, obediente, pensando en toda la noche a solas con estos dos personajes. Supongo que todo puede pasar sin males mayores, me dije. Vienen, roban, pasan la noche y se largan. Si van con la cara cubierta seguro que no temen en que les pueda identificar. Pero en esos momentos me quedé petrificada, se sacaron sus pasamontañas, eran 2 de los vigilantes jóvenes que estaban en el parking durante el periodo vacacional. Mi expresión facial se convirtió en miedo, no les preocupa mucho que les identificase. Porque o se van muy lejos... o porque no me piensan dejar en condiciones de identificar a nadie.

En ese momento, al acercarme al botellero, sentí que alguien me paraba por detrás. Era Dani, ahora los reconocía por el nombre y por la cara, junto a José. Se habían levantado tras de mí. Me rodearon y Dani, con una mano, abrió el botellero. “A ver que tenemos aquí”, dijo él. Una mano se abrió paso por mi estómago hasta mis pechos. Dani, mirando con guasa el botellero, y añadiendo “no está mal, a ver...” mientras me agarraba un pecho y lo apretaba fugazmente. “Sácate el Whisky o el vodka, lo que quieras”. Me di cuenta de que él se retiraba. José aún, antes de seguirle, me pasó un dedo por el cuello. “Para mí la ginebra, si no es molestia, nena. Y sírvete algo tú también, que si no nos acompañas bebiendo algo me van a dar ganas de dar hostias esta noche”, terminó con una absurda salida de tono.

Miré el botellero, me concentré y di con las botellas solicitadas. Me dirigí con ellas a la sala de reuniones.

  • Voy a dar otra vuelta por la oficina mientras tanto, dijo José.

Dani pasó un rato hablando de estupideces conmigo, mientras yo servía las bebidas entre palmadas en el culo y besos lanzados e intentaba sentarme lo más lejos posible de él. Intentaba llevarlo todo con la mayor indiferencia. De igual forma, pensaba, voy a estar asustada... cuanto menos se note fuera, mejor.

“¡Hey!” se oyó la voz de José a través de los pasillos, “¡Mira lo que he encontrado!”. Yo bajé la cabeza. Cuando llegó a la sala, sonriente, llevaba en la mano unos juguetes: una caja con un par de vibradores, unas bolas chinas y una polla doble, de esas que tienen la punta del pene por ambos extremos. Para juegos de chicas. Era lo último que me podía pensar que se podía encontrar en nuestras oficinas. Estaba claro que no eran mías ni de Anna.

  • Vaya con las niñas de esta oficina... y eso no es lo mejor. En un armario de un despacho he encontrado un cajón que sólo tiene ropa súper sexy, de esa que no se compra en lencerías normales.

  • Vaya, vaya, guarrilla – añadió Dani, cogiendo el pene doble -... así que en esta empresa además de trabajar hay chicas salidas.

Yo no tenía ni idea de donde había salido todo eso, no era de Anna ni tampoco mío. José se acomodó junto a Dani y se sentaron junto a  mí, examinando los juguetes. Aunque enseguida los dejó de lado para comenzar a dirigirse a mí, “¿me vas a enseñar cómo se usan estas cosas, belleza, eh?” “Tú te lo pasas bien con tus juguetes y yo mirándote, eh? ¿Qué dices?”.

Yo bebía pensativa, la cabeza gacha, como ignorándolo todo hasta que fuese irremediable. Casi no tenía duda de lo que me esperaba. Hice una mueca de furia pensándolo.

  • ¿Le puedo tocar las tetas otra vez?

  • Si ella se deja, claro.

  • ¿Te dejas?

  • No.- repliqué

  • ¿Y si no se deja?

  • Pues también puedes.

Dani alargó su mano y la metió dentro del sujetador. Yo di un respingo. José se levantó con la pistola en la mano, apuntándome. Se puso frente mío.

  • Venga, coño, que no va a hacerte daño. Déjale tocar un poquito. O se pone la cosa fea de verdad. Lo que tú quieras.

Yo sentía en el cuello el aliento de Dani mientras me sobaba ambos pechos a dos manos, yo me retraía y parecía que me encogiese.

  • ¿Cómo podéis tener ganas de fiesta esta noche, con la que está cayendo?

  • Hay que afrontar las cosas con optimismo y calma. Y lo que calma, calma. – respondió José. Este se sentó a mi lado, y me acarició rudamente la cabeza.

  • Quítale el sujetador, coño, que se las vas a desgastar sin que pueda vérselas.

Yo me intenté levantarme. José me sentó de golpe.

  • Quieta... no te vamos a hacer daño, preciosa. Si colaboras no nos propasaremos demasiado.

Yo recibía el sobe de Dani lo mejor que podía. José se agachó y me abrió ligeramente las piernas, paseando la pistola por el interior de las mismas y mirándome fijamente a los ojos. Yo le aguanté la mirada por un momento, pero en un chispazo de lucidez miré al techo, tratando de adoptar una actitud como impasible ante el repaso que me estaban dando, y que incluso me hacía tambalear sentada en el sillón. Empezaba a estar muy nerviosa, y una lagrima recorría mi mejilla.

  • Quiero verte bien el culo, nena. Venga levántate. - respondí con una mirada colérica, pero me levanté. Dani se levantó al unísono y sacó mis pechos fuera del sujetador, yo sólo podía mirar con odio - Date la vuelta que te vea bien, coño... - añadió José, empujándome para que me voltease.

Levantó un poco la falda, y se agachó. Metió su cabeza entre mis nalgas, oliéndome. Me agarró de los tobillos sin quitarme los zapatos de tacón alto, y subió acariciando las rodillas, los muslos, apretando cada vez más el tacto, hasta llegar a las bragas, levantando la falda. Una vez ahí, me separó las piernas y me agarró mi sexo con una mano, mientras me levantaba la falda y me sobaba el culo como un cerdo. Dani no había parado de masajear mis pechos, y ahora me daba pequeños besos y lamidas.

  • Una falda facilita de quitar, eh? - me siseó al oído - Se apoyó la mano en mi espalda, y de un fuerte tirón arrancó la mitad de las bragas. Cerré os ojos y me impulsé hacia delante, empujada y huyendo, contra Dani, que me sostuvo contra su cuerpo. Pude notar por primera vez una enorme erección.

  • ¿A qué te estás poniendo mojada? ¿Eh? - me dijo José al oído. - ¿O te estás mojando más?

Para decir esto se me pegó completamente, acercándome a él. Dani agarró mi pecho y bajó la mano hasta mi entrepierna, besándole el cuello.

-De... dejadme...por favor, os lo suplico - dije con voz entrecortada y temiendo lo peor.

  • No quieres que te dejemos... y si quieres dejarás de querer, ya lo verás preciosa. Si no te portas esta noche como una buena puta y nos dejas a gusto no vas a ver el amanecer, ¿te enteras?

  • Por favor, no, por favor, dejadme…..- en esos momentos me di cuenta que iban a pasar de darme unos leves tocamientos y manoseos, a ser una violada y ultrajada.

  • Claro que no te dejamos preciosa... - dijo José, metiendo de repente sus dedos dentro de mi sexo. - Vaya, qué buena chica. - José sacó los dedos de mi coño y me volteó de nuevo, poniéndome de frente a él, mientras Dani contemplaba mi culo y me quitaba la falda.

  • No, déjala - le interrumpió José. Bajó su mano de nuevo a mi entrepierna. José empezó a tocarme por el clítoris como si me masturbase, y Dani me sobaba el culo y los pechos desde atrás, pegándose a mí con todo su bulto en apogeo. José me masturbaba más rápidamente y Dani se apretaba más y más. En un momento, José creyó que parecía que me relajaba ligeramente, y que incluso movía mi cuerpo ligeramente al compás de la masturbación. Pero no podía estar seguro, porque veía cómo Dani me follaba virtualmente (“será capaz de correrse ya”, pensé).

Él metía sus dedos con facilidad. De repente los sacó. Y al verlo le vi con una incipiente sonrisa, triunfal. Inmediatamente se acercó a mi cara y volvió a hundir sus dedos en mi sexo.

  • Estás mojada, eh zorrita. Te gusta que te soben, no lo niegues. – me decía José.

  • No, no, no me gusta que me toques tú ni tu amigo, sois unos cerdos.

  • Mentira no te hagas la estrecha, seguro que te gusta que tu maridito te folle, o no, o quizás buscas alguien como nosotros, jóvenes, que te acaricien y…..

  • ¡No! – grité con todas mis ganas, no sabían nada de mí. Yo me sentía sucia, con miedo, los tocamientos de esos 2 jóvenes me repugnaba.

  • Pues qué mala suerte tienes, porque nos perteneces esta noche... esperaba que disfrutases. - y diciendo esto empezó a meter sus dedos por dentro de mi sexo, moviéndose por dentro como si estuviera follándome con su falo.

  • A ver cuánto aguanta la zorrita, Dani. Vamos a comérnosla a ver si se le pasa el enfado. – ordenó José. Acto seguido, Dani se agachaba lamiéndome la espalda hasta llegar a mis nalgas.

(continuará)