Violación en la oficina (1)

Una ejecutiva solicita un servicio técnico y acaba violada en su propia oficina.

Violación en la oficina

Era temprano, Eva estaba trabajando como de costumbre en aquella aplicación informática que últimamente le había quitado el sueño. Llevaba una temporada de stress total porque no estaba terminada del todo y el cliente no paraba de protestar.

Era festivo, el teléfono no iba a sonar en todo el día, ni nadie vendría a ofrecer nada… ideal para trabajar sin molestias. Tan solo esperaba una visita a primera hora de un técnico informático que debía instalar una red para conectar los ordenadores. La oficina era pequeña, pero la compartía con otra chica y pensaron que les hacía falta una red informática.

Eran las 10 cuando sonó el timbre. Eva se levantó y abrió, un poco distraída, pensando en aquel error que le salía constantemente al hacer una determinada consulta. Era un chico de unos veintipocos, alto, moreno, tenía buena planta. Llevaba un maletín y un rollo de cable bajo el brazo.

  • Hola, buenas, vengo a….

  • Si, si, el de la red. Anda, pasa y tu mismo. Las tomas van aquí a la derecha y debajo de mi mesa. Tu mismo. Si no te importa… tengo trabajo.

El chico se quedó un poco sorprendido con el recibimiento, pero ya estaba acostumbrado. Mientras Eva volvía a sentarse en su mesa, él empezó a sacar todas las herramientas y a desenrollar el cable para empezar su trabajo.

Primero hizo la toma de la entrada y luego fue a la mesa donde estaba Eva muy concentrada. La toma debía ir justo en el suelo, debajo de la mesa. Antes hubo una ahí y querían aprovechar parte de la instalación. Eva estaba de frente a la mesa, mirando el ordenador fijamente y tecleando sin parar. El chico se arrodilló y se puso debajo de la mesa, como pudo, ya que Eva casi ni se movió.

Ese día Eva llevaba una blusa blanca, medio transparente y una falda negra ajustada. Medias de malla y zapatos de tacón. Llevaba un conjunto de ropa interior muy provocativo, con un sostén blanco que realzaba sus pechos y unas braguitas negras que volvían locos a los chicos.

Se sentó en el suelo, justo debajo de la mesa, a escasos centímetros de sus piernas. Empezó a desenrollar cable y a preparar las tomas. Observó como la chica estaba concentrada con su trabajo, y no tenía cuidado de lo que el chico podía observar: Eva movía constantemente las piernas, en señal de nerviosismo. El chico se tomó más tiempo de normal porque no paraba de deleitarse con el panorama, sobre todo cuando ella separaba las piernas y él podía apreciar sus braguitas negras que asomaban por debajo de las medias… aquello empezó a ponerle muy caliente. Además, con tanto movimiento de ambos, los roces eran constantes; ella ni se daba cuenta, él se iba poniendo a 100 por momentos.

Al cabo de un rato salió, como pudo, de debajo de la mesa no si antes dar un buen repaso a los muslos de la chica… impresionantes; se veía claramente que hacia deporte y, a pesar de no ser una chica delgada, sus curvas eran muy interesantes.

El chico observo que de vez en cuando Eva dejaba caer sus brazos a los lados, y se perdía mirando la pantalla durante unos instantes. Luego seguía tecleando y maldiciendo al analista que le pasó el estudio del programa.

Mientras tanto, él trabajaba detrás de ella. En un momento determinado empezó a sacar más cable que fue preparando disimuladamente en trozos pequeños, de 1 metro cada uno aproximadamente.

De pronto, cuando Eva se despistó y dejó sus brazos inertes, él se acercó y le sujetó rápidamente las muñecas por detrás de la silla. El instante que tardó Eva en reaccionar por estar sumergida tanto en su trabajo sirvió para que la atara sin problemas las manos a la espalda, por detrás del respaldo.

¡Pero que coñ…! – No le dio tiempo a decir nada más. Con un rápido movimiento le puso en la boca una de estas bolas rojas que usan en las películas de sado, con unas tiras de cuero que se atan detrás de la cabeza. Ella se resistía, evidentemente, pero al estar atada no pudo evitar que se la pusiera rápidamente y dejara su boca completamente abierta y sin poder decir ni palabra.

Acto seguido cogió otro trozo de cable que enrolló con un par de vueltas a su cuello y lo ató al cable que unía sus muñecas, dejandolo bastante tenso, de forma que su cabeza quedaba relativamente erguida, sin poder mirar hacia abajo.

Una vez la tuvo parcialmente inmovilizada, cerró las cortinas para que no les vieran desde el exterior. Ella seguía mirando hacia la puerta, con el ordenador delante. De pronto empezó a ver volar prendas de ropa que pasaban por encima de su cabeza: un jersey, una camiseta, los zapatos y los pantalones.

De pronto unas manos empezaron a tocarla por los hombros, lentamente, bajando por sus brazos… notó su aliento en la nuca, justo en el momento que empezó a lamerle el lóbulo de la oreja, lentamente….

La tocaba con mucho cuidado, con movimientos pausados pero precisos. Poco a poco le fue dando la vuelta a la silla (era giratoria) y quedó justo enfrente de él, sin poder decir ni media palabra.

El chico era bastante atlético, con los músculos bastante marcados. No era especialmente guapo, pero resultaba atractivo. Llevaba unos slips que escondían un paquete más que considerable, en plena erección.

Por un momento Eva se estaba entregando a su violador, pero reaccionó e intentó golpearle con las piernas. El chico se movió rápidamente y esquivó las patadas y los zapatos que salieron despedidos ágilmente. Acercándose por un lado, al mismo tiempo que se quitaba uno de sus calcetines, se arrodilló y le cogió el tobillo. Sin darle tiempo a reaccionar (realmente el chaval tenía mucha fuerza) le sujetó el pié a una de las patas de la silla, con el calcetín que llevaba en la mano; inmovilizar la otra pierna fue más sencillo, ya que Eva se medio ahogaba al moverse bruscamente y prácticamente no ofreció resistencia.

La tenía totalmente a su merced, atada, jadeante, con ojos de odio y lista para ser torturada de una de las formas más agradables que puede existir.

Con otro trozo de cable le ató las rodillas bien juntas, de forma que el chico se pudo sentar encima de sus piernas. Lentamente le fue besando toda la cara, lamiéndole cada milímetro de su rostro. Sus labios calientes y húmedos se paseaban de un lado a otro provocando en Eva una sensación de agradable desespero. Se entretuvo un buen rato en sus orejas, en su cuello… lentamente fue desabotonando su camisa hasta dejarla totalmente abierta. Su pecho se agitaba rítmicamente, su respiración provocaba que de su amordazada boca salieran jadeos de desesperación.

Utilizando una de las llaves para cortar cables, le cortó el sostén justo entre los dos pechos. Las gotitas de sudor resbalaban lentamente por ellos; El chico se entretuvo un buen rato lamiendo cada una de ellas, haciendo especial hincapié en sus pezones, que aumentaban por momentos de tamaño ante los ojos excitados de aquel hombre.

Eva se daba cuenta que su cuerpo reaccionaba ante tal ultraje sin poder hacer nada para evitarlo.

Cuando se cansó de torturarla sin que pudiera, ni de lejos, llegar a un momento de desahogo, le desató las rodillas y le separó las piernas. Eva no tenía fuerzas ni para resistirse. Lentamente le levantó la falda hasta la cintura, quedando sus pantis a la vista del violador, semiocultando unas bragas de encaje negras, muy sexys.

Lentamente el muchacho se arrodilló ante ella, y mientras acariciaba sus piernas desde los pies a las inglés, besaba lentamente las bragas a través de las medias y pasaba su lengua una y otra vez empapándolo todo (más de lo que ya estaba) provocando oleadas de placer a la chica que no podía más que sufrir esa agradable tortura sin poder ni si quiera moverse.

Una vez consideró que ya era suficiente, el chico le desató los tobillos y le fue bajando las medias muy lentamente, intentando que sus manos contactaran con la piel de Eva en todo momento, haciendo que notase la presión de sus fuertes manos.

Una vez la tuvo con las piernas desnudas, le apartó la braguita y empezó a jugar con su clítoris suavemente, al mismo ritmo que había hecho todas sus acciones hasta el momento. El olor de la excitación le provocó una erección aún mayor, si cabe, a este técnico que estaba haciendo "la instalación de su vida".

No tardó Eva en llegar a un orgasmo que la hizo gritar tras su mordaza, y a soltar hilos de saliva por la comisura de los labios, impotente ante el placer que le estaba proporcionando ese extraño.

Mientras se recuperaba, él cogió el rollo de cable y se lo puso justo en su espalda, entre el respaldo y el culo, de forma que le obligó a tirar su cuerpo hacia delante, y separar las piernas apoyándolas sobre el suelo para no caerse, y al mismo tiempo no descoyuntarse los hombros que seguían forzados al tener las manos atadas al respaldo de la silla.

De la misma forma que le había quitado las medias, procedió con las bragas que se fueron enroscando a medida que bajan hasta salir por cada uno de sus pies. Se las puso en la muñeca, en forma de trofeo. Previamente las olió inspirando fuertemente, para darse otra dosis de olor femenino caliente deseoso de recibir placer. Volvió a subir por sus piernas con suaves besos que empezaron en la punta de sus pies, recorrieron su empeine y planta, se recrearon con sus pantorrillas duras y redondas, se entretuvieron debajo de la rodilla y se comieron por completo sus muslos duros y fuertes, que estaban en tensión por el esfuerzo de soportar parte de su peso ya que su culo estaba justo al borde de la silla.

Empujó la silla hacia atrás de forma que sus brazos quedaron tocando con el borde de la mesa. Él se apoyó también en el borde y poniéndose totalmente rígido, con el cuerpo inclinado, fue bajando como si estuviera haciendo una flexión para acercarse al cuerpo de Eva.

Con movimientos circulares empezó a restregar el bulto de sus slips por el coño de la chica, lentamente, de forma que ésta volvió a soltar flujos vaginales que indicaron que estaba apunto para la estocada final. Entonces el chico se bajó los slips y volvió a adoptar la misa postura de antes, pero esta vez con un ariete de cabeza púrpura que apuntaba directamente al coño de Eva.

Lentamente fue encarando la entrada y se introdujo hasta el fondo sin ningún tipo de resistencia. Sus rostros quedaron a escasos milímetros uno del otro, respirando con dificultad ambos. Eva cerró los ojos y soltó un gemido que ni la mordaza pudo apagar.

Entonces el chico empezó moverse lentamente para que ella sintiera en todo momento que ese aparato la estaba follando impunemente, marcando el ritmo que él quería y ella tan solo recibiendo, padeciendo, sufriendo y gozando con cada penetración del violador.

Poco a poco fue aumentando el ritmo hasta que se vació por completo en su interior, soltando un grito de placer que llevó a Eva también a su segundo orgasmo de la mañana, quedando los dos completamente extenuados, él encima de ella, recuperándose del esfuerzo.

Pasaron unos minutos cuando él se levantó, la besó en la mejilla y se fue a buscar la ropa que había tirado por el suelo. Eva no sabía si reír, llorar, pedir auxilio o suplicar que la volviera a follar… Así la tuvo unos 20 minutos más, mientras termino su trabajo.

Tranquilamente le extendió un albarán, se lo dejó en la mesa y le dijo:

  • Si vas moviendo tus muñecas de arriba abajo, acabarán por aflojarse los nudos y podrás soltarte. Aquí te dejo el albarán; como no me lo puedes firmar, volveré de aquí a dos días a buscarlo… espero que estés tan sexy como hoy. Para que no me olvides fácilmente, te dejo este regalito; espero que te guste.

Se acercó a su maletín y sacó un consolador a pilas, de un tamaño considerable. Separó las piernas de Eva, totalmente chorreantes, y se lo introdujo lentamente. Seguidamente se sacó las braguitas de la muñeca y se las puso, cuidadosamente, para que el consolador no pudiera salir por su cuenta. Le dio la vuelta a la base y éste empezó a funcionar.

Los ojos de Eva se salían de sus órbitas implorando piedad al desconocido, ya que no sabía cuando podría soltarse y estaba completamente agotada. Él sonrió, le besó de nuevo en la mejilla y la dejó de cara al sol, para que no pasara frio y que disfrutara del paisaje mientras "soportaba" una serie de orgasmos que duraron todo el día.

Finalmente, a eso de las 8 de la noche se agotaron las pilas y Eva pudo por fin soltarse una de las manos, pudiéndose liberar así de su accidentada instalación de la red que, por cierto, pudo comprobar al día siguiente que funcionaba perfectamente.

Justo antes de salir de la oficina Eva pensó que había sido una de las experiencias más excitantes de su vida, pero lo que no sabía el desconocido es que a Eva le gusta llevar el mando en el sexo, y que por tanto hoy había sufrido una humillación difícil de perdonar, por lo que si volvía verdaderamente a buscar el albarán… se llevaría también una propina que nunca olvidaría. Con una media sonrisa que daba miedo cerró la puerta y se fue a su casa, necesitaba un baño y meterse en la cama porque estaba destrozada.