Violación e incesto
De cómo fuí instigador y partícipe de una noche de total depravación.
Violación e incesto
Un sábado tuve una visita inesperada en mi oficina: como no había hecho planes para nada en particular. Ya avanzada la tarde, pensé que la semanita dichosa (realmente pésima para mi pequeño negocio), había llegado a su fin y que ese día nada en especial pasaría. Nada más lejos de la verdad: casi cuando pensaba en cerrar la oficina, aparecieron ellos, Milagros y su hermano Carlos. Ambos eran muy jóvenes: ella tenía 19 años, ella, apenas 18. Caminaban juntos, tomados de la mano, el hermano parecía resuelto a proteger a su hermanita, más ambos mostraban en sus rostros un inmenso temor hacia lo que les deparaba el destino. Entraron y conversaron conmigo. Buscaban trabajo. Cualquier tipo de trabajo. Habían escapado de su casa en un pequeño pueblo de la costa, hartos de vivir con un abusivo padre que les golpeaba, por puro gusto a Carlos, y por unos celos enfermos a Milagros.
Desde entonces, más de tres semanas, habían tratado en vano de sostenerse a sí mismos, trabajando prácticamente de todo, aunque siendo muchas veces engañados a la hora de cobrar. La ciudad puede ser muy dura con los inocentes recién llegados a ella, como me contaron después.
- .¡Por favor, ayúdenos!-me rogó Carlos-, no tenemos para comer y si no pagamos el cuarto mañana, nos van a botar!.
Desde el primer momento que los tuve frente a mí, no dejaba de observarlos atentamente. Se podría decir que parecían gemelos casi idénticos: rasgos finos en el rostro, los cuales hacían que Carlos pareciese más un andrógino que un muchachito. Ambos eran de piel clara y con el asomo de algunas pecas principalmente en el rostro, teniendo también casi la misma estatura, la misma contextura, el mismo color de cabello castaño oscuro y uno intensos ojos cafés. Quién más me llamaba la atención era la pequeña Milagritos, su talle delgado, pequeñas e incipientes caderitas y dos senitos pequeños y muy paraditos que se asomaban poco por su chompa, me tenían embelesado. Ella, tímida, se recogía en la silla que en que se hallaba sentada, casi temblando de miedo cada vez que yo posaba mi mirada de deseo sobre su pequeño ser.
-Pero acá yo no necesito a nadie les respondí, tras pensarlo un momento-, yo me basto solo para mi trabajo. No tengo trabajo que ofrecerles.
La desazón que mostraron ambos era inmensa, pero se notaba que su desesperación lo era aún más, así que Carlos decidió insistir:
-¿No hay algo que podamos hacer por usted?, en verdad necesitamos el dinero .
Para ese instante, yo ya había decidido ver si podría sacarle provecho a la situación, así que decidí arriesgarme:
-Mmm ..¿y cuánto necesitan para pagar su cuarto? pregunté.
-....Debemos todo el mes .-me respondió Carlos, casi muerto de la vergüenza, muy quedo-, son 120 Soles, .y no tenemos nada ..
Dejé que pasasen algunos segundos para dar mi respuesta, logrando el efecto que deseaba: los tenía a ambos a mi merced.
-¿120 Soles?, eso es mucho ..
Los ojos de Carlos y Milagros me rogaban que de una vez les diese la respuesta que tanto anhelaban, alguna solución a sus problemas.
-Ayúdenos por favor- intervino de pronto Milagros, que hasta ese momento se había quedado callada-,si nos da la mano, le estaremos agradecidos por siempre.
-La verdad es que si tengo un trabajito que pueden hacer los dos para mí"- le respondí a la pequeña, que ahora me miraba fijamente, encendiendo su hasta ese momento carita de perrito sin hogar, con una radiante sonrisa-, pero es para más tarde en la noche. Así que primero los llevaré a comer algo. Me imagino que estarán muertos de hambre.
No hace falta contar cómo los hermanitos se deshicieron en elogios, agradecimientos y promesas de no defraudarme tras esas palabras. Esperando que algo de provecho saliese del asunto, mientras trataba de maquinar mi próximo movimiento, los llevé rápidamente a comer a un restaurante. Esquivando convenientemente las preguntas de Carlos sobre qué tipo de trabajo les haría hacer, casi de pronto no tuve la necesidad de seguir haciéndolo, al entrar en un restaurante de comida del mar, los hermanitos entraron en un abrupto silencio, tal vez preocupados desde ya en la cuenta. No me hizo falta tampoco de mucho esfuerzo para evitar más preguntas indiscretas cuando trajeron la comida, pues ambos simplemente comenzaron a devorar todo lo que se les ponía al frente, mientras yo daba cuenta de un ceviche de conchas negras, lo más adecuado par el plan que tenía en mente. Mientras tomaba una cerveza y los hermanitos se animaban a tomar algunos vasos, me fueron contando sus vidas. Se podría decir que en unas horas los comencé a conocer como si fueran conocidos míos de toda la vida. Tras la opípara comida, no fue difícil que Carlos animase a Milagritos como él le decía y como también yo comencé a decirle-, a que deje su habitual timidez y tomas unos buenos vasos de cerveza, en consideración por su amable anfitrión, o sea, yo.
Como era de suponerse, ambos chiquillos no tenían muy buena cabeza para tomar, que digamos, por lo que no tardé mucho en tenerlos lo suficientemente borrachos para seguir con mi plan. Tras pagar la cuenta, los animé a ir a mi departamento, para descansar un poco, y de paso hablar del trabajo. Al llegar, Carlos y Milagritos no dejaban de verlo todo extasiados, tal vez soñando con algún día, llegar a tener la tranquilidad de poseer algo propio. Ya acomodados en la sala, comenzamos a charlar de banalidades, de paso que les hacía tomar varios "Long Island Ice Tea", los cuales aceptaban complacidos, y totalmente ignorantes de que su dulce sabor los pondría rápidamente a tono para lo que deseaba hacer.
-No sé cómo agradecerle por todo dijo Carlos, casi sin poder mantenerse recto, sentado en el sofá-, y vamos a trabajar muy duro para usted. Dígame, ¿cuál es el trabajo?.
Como había llegado finalmente el momento de la verdad, decidí ir poco a poco para lograr lo que quería:
-¿El trabajo?, bueno, les diré: sé que necesitan mucho dinero para sostenerse, así que pensé más bien en hacerles una propuesta. ¿Qué les parece ganarse de un solo golpe los 120 Soles?
Ambos se alegraron mientras trataban de acabar cada uno el quinto vaso que les había puesto en frente.
-¿Y qué hay que hacer?-, preguntó Milagritos.
Después de mirarla atentamente, finalmente les lancé la oferta:
-Sólo bailar los dos para mí.
Los dos rieron por efectos de la embriaguez, para luego verme, sentado frente a ellos, tan serio.
-¿Sólo bailar? -, preguntó su hermano.
-No, no sólo bailarme, .quiero que ambos me bailen desnudos.
No necesariamente se diría que se les quitó la borrachera de golpe, pero Carlos se quedó frío, de una pieza, mientras que su hermana Milagritos abrió sus hermosos ojos muy grandes, y puso la carita de miedo que tenía cuando la conocí horas antes.
-No pienso hacer nada enfaticé-, sólo quiero verlos bailar desnudos. Prometo no tocarles ni hacer nada parecido.
Desde el restaurante me había dado cuenta que Carlos tenía mucha influencia sobre su hermana, así que mi jugada iba a que él convenza a Milagritos. A pesar del miedo que la propuesta causó en la pequeña, sabía que era cosa de mover bien el asunto:
-Piénsenlo bien. Un rato y resuelven su problema de golpe. La otra opción es que uno de ustedes reparta volantes por la mañana, pero sólo pago 15 soles por día, como a todos-, agregué.
- . ¿Sólo bailarle?" , me preguntó Carlos para sorpresa de su hermanita. Le respondí afirmando con la cabeza y repitiéndoles la oferta.
La chica se sorprendió por la repregunta de su hermano:
- .Es que yo no hago eso ."-, dijo tímidamente, colorada de vergüenza, mientras frotaba una pierna con la otra, sentada.
Ya había yo descubierto que era posible que aceptasen, por lo que les propuse que lo conversaran mientras yo esperaba su respuesta. Sentado frente a ellos, comenzaron a discutirlo: por un lado, Carlos tratando de convencer a su hermana con argumentos como que me yo había portado bien hasta ese momento, y que así aún tendrían dónde dormir hasta que mejorasen las cosas. Milagritos escuchaba los argumentos de su hermano mientras negaba asustada con la cabeza, temiendo que les engañase. La verdad es que tuve que decir nada más, puesto que en pocos instantes más Carlos terminó minando la resistencia de su hermana, prometiéndole que sólo sería un momento.
- .¿Y podría ser con las luces apagadas? -, me preguntó Milagros, ya prácticamente aceptando mi oferta.
Viendo que ya tenía todas las de ganar, le propuse que sería a luz tenue. Ambos finalmente aceptaron, para mi felicidad, de una nueva experiencia que iba hilvanando conforme salían las cosas.
Ya resuelta la función privada que iba a disfrutar, inicié los preparativos: preparé dos vasos más para los hermanos, en los cuales disolví astutamente un poco de un afrodisíaco mezclado con un hipnógeno, que un amigo con pocos escrúpulos me había regalado hacía poco, el cual tomaron ambos, "para animarse" como les dije y sin que ellos sospecharan nada. Tras acomodar los muebles de la sal para tener una buena vista y, tras apagar las luces y prender una lámpara de pie, me senté en el sofá tras poner algo de música, con una copa en la mano, animando a mis jóvenes placeres a iniciar el show.
La luz de la lámpara daba una iluminación sutil, pero adecuada para la situación. A los primeros acordes de una música caribeña, ambos hermanos comenzaron a moverse, algo tímidos al principio. Comprendiendo su total inexperiencia es estas lides, comencé a sugerirles primero, y luego a ordenarles, que hacer, esperando que el "coctelito" hiciera su efecto.
-Ahora quítense la ropa, pero lentamente .-les sugerí, excitado por la idea-, pero con gracia, y mirando para acá.
Ambos, mirándose sin saber que hacer, continuaron bailando mientras trataban de atreverse a quitarse la ropa. Carlos comenzó quitándose el polo que llevaba, mientras haciéndole señas a su hermana, le pedía que hiciese lo mismo. Milagritos, ya algo más decidida, se quitó la chompita de hilo que llevaba puesta, dejándome ver que debajo llevaba un polito blanco y que no usaba sostén, dejando transparentar sus pequeños y paraditos senos puntiagudos. Conforme los animaba, iba avanzando el doble striptease: Carlos, algo más decidido, comenzó a quitarse los zapatos para luego seguir con el pantalón, quedándose bailando en calzoncillos y medias. Su hermana, dudaba aún en continuar, quitándose apenas los zapatos.
-¡Milagritos!, sigue "-, le dije, a lo cual ella volteó a verme, quedándose petrificada en el acto: excitado por el espectáculo que prometía mucho más, yo me encontraba masturbándome, teniendo en ese momento mi enorme verga tiesa en la mano.
La pequeña Milagros abrió sus ojos muy grandes, mirando mi aparato: era obvio que era la primera vez que tenía ante su vista la verga erecta de un hombre. Dado su asombro, su hermano y yo tuvimos que motivarla de nuevo para que prosiga el baile y desnudarse. Para ese momento ya el cóctel empezaba a hacer efecto, y progresivamente ambos hermanos comenzaban a desinhibirse. Carlos ya estaba totalmente desnudo y bailaba más animado. Viendo su cuerpo blanco, parecería más el de una niña que la de un niño. Su pequeño pene asomaba sin nada de vello a su alrededor, y sus nalguitas blancas me excitaban como si fuesen las de una mujer. Milagros, algo atontada por la droga, comenzaba a seguir indicaciones como un robot: al pedido de Carlos de que se mueva más, comenzó a mostrar más desenvolvimiento. Finalmente se sacó el polito, dejándome ver sus riquísimas tetitas adolescentes, que se mostraban con los pezones y las aureolas totalmente erectas. Vaciló un momento en mostrarlas del todo, ocultándolas con el polito, pero finalmente su propio hermano se lo quitó de las manos, dejándome verla. Poco a poco ambos comenzaban a reír, algo chispeados por la combinación de alcohol y droga; finalmente, Milagritos se quitó el pantalón, poniéndose a bailar sólo con su calzoncito blanco, algo suelto, que trasparentaba una pequeña matita de vello. Conforme la música se volvía más fuerte, ambos hermanitos comenzaron a bailar con más sensualidad. El incipiente erotismo de Milagritos que comenzaba a exacerbar, por lo que casi le grité ordenándole que se quite el calzón. Finalmente lo dejó caer al suelo, mostrándome al fin su diminuta rajita virgen y sus nalguitas redondas y firmes.
Al poco rato, la música cambió y se dejó escuchar un ""perreo: nunca me gustó esa música, pero los chiquillos, ya desnudos y excitados por el afrodisíaco, comenzaron a bailarlo, para mi mayor placer. La lascivia propia de este tipo de baile permitía que se contorsionasen cada vez más cerca, riendo y disfrutando ahora sí el baile. Carlos se pegó atrás de su hermanita, tomándola por sus caderitas. Milagritos seguía el ritmo, meneándole muy sexualmente su culito a su hermano, mientras no dejaba de mirarme, sonriendo y sin despegar sus ojos de mi pene erecto a tope, ansioso ya de penetrar su vagina virgen. El calor del baile había erectado el penecito de Carlos, mostrándolo ahora como una lancetita apuntando al sexo de Milagritos desde atrás. De rato en rato, el baile se interrumpía un poco, cuando los movimientos del perreo hacían que el pene de Carlos se acercase demasiado a la vagina y al ano de Milagros, haciéndola dar un brinco hacia delante, haciéndola incluso salir de golpe de su atontamiento, temerosa de que su hermano la penetrase. El espectáculo que veía era lo mejor de lo mejor, pero no podía detenerse ahí: yo quería llegar hasta las últimas consecuencias. Los hermanos estaban algo lejos de donde yo estaba sentado, así que les sugerí que se acerquen más. Apenas se acercaron más a mí, estiré mi mano, tomando con total confianza el culito de Milagros: era realmente delicioso. Durito, firme y tan suave al tacto como un durazno. Milagritos dió un brinco de repente cuando sintió uno de mis dedos deslizándose por su rajita que se sentía un poquito húmeda ya en ese momento. Carlos se detuvo de golpe, abrazando a su hermanita, que se le acercaba asustada, tratando ahora de tapar su desnudez:
-¡Dijo que no nos iba a tocar!-, se quejó la pequeña.
Como la cosa podía quedarse ahí, les hice otra propuesta. Les propuse a los hermanitos que les pagaría el doble si me permitían tocarlos. Para ese entonces, el efecto de la droga ya era casi total así que no tuve que insistir: aceptaron de inmediato, pero les pedí que sigan bailando, y que les tocaría de a pocos.
Reiniciado el show, seguí disfrutando de ver a los dos hermanos bailando; a mi sugerencia de que se acerquen más entre ellos, los dos comenzaron a acercarse más, frotando sus jóvenes cuerpos, primero tímidamente: luego, paulatinamente, más cerca y con confianza. Milagritos suspiraba, cerrando los ojos, disfrutando el frotamiento. Carlos se pegaba a ella, pareciendo que poco a poco, iba deseando más.
- .Noo, nooo, -, decía la pequeña muy quedo.
Yo por mi parte, me apoderé de las nalgas de Milagritos, las cuales acariciaba a mi gusto. A continuación, comencé a acariciar el culo de su hermano, que tembló un poco ante la sensación. Poco a poco, la música y el baile dejaron de ser importante: los pasos de baile se convirtieron en un frotamiento de piernas entre los dos hermanos. Ya totalmente excitado, me levanté de mi asiento y, me coloqué en medio de los dos, abrazándolos. La frotación de los cuerpos de los dos hermanos ahora tenían en medio mi pene erectísimo, permitiéndome disfrutar a ambas pieles frotándose contra ella. Los quedos suspiritos de Milagritos se acrecentaban cada vez que masajeaba con insistencia su culo paradito, introduciéndole de cuando en cuando mis dedos entre sus nalguitas, hasta frotar su rajita que comenzaba a mojarse deliciosamente. Carlos, excitado y atontado por la droga, frotaba su pequeño pene erecto con el vientre de su hermana, ansioso por tener sexo, aunque a veces bajaba la vista y observaba mi enorme aparato con el cual también se frotaba, preocupado por su enorme tamaño con respecto al suyo. Poco a poco comencé con mi otra mano a acariciar también las nalgas casi femeninas del muchachito, excitándome de tener e mis manos a la vez, los culitos de ambos hermanos. Carlos trataba de separarse de mí, asustado al sentir mi mano apretándolo contra mí, obligándolo a frotarse más contra mi pieza, y sintiendo mi dedo tocándole e ano, introduciéndoselo yo apenas. En una pequeña pausa, me quité la camisa, dejando ante los ojos extasiados de Milagritos mi pecho velludo, que a partir de ese momento fue centro de toda su atención, al compararlo la chiquilla con el pecho imberbe de su hermano. La pequeña abría y cerraba alternadamente los ojos, excitándose cada vez más cuando sentía la pierna de su hermano introduciéndose en medio de las suyas. Yo aproveché uno de esos instantes en que gemía con los ojos cerrados para acercarla y plantarle un profundo beso. Su boca era pequeñita, pero me las ingenié para introducirle toda mi lengua, mientras ella correspondía tímidamente con su suave lenguita. Su hermano se sentía algo intimidado por lo que hacía en ese momento, así que tomé su pene con confianza y comencé a masturbarlo, haciendo que casi de inmediato que el muchachito se excitara y me dejara actuar a mis anchas, mientras él se quedaba pasmado, sintiendo gran placer por la nueva experiencia.
Milagritos casi estaba a mi total merced, así que comencé a acariciarle sus pequeños pechos, para luego bajar mi mano hacia su vagina; cuando la cogí con toda mi mano, ella trató de retroceder y empezó a gemir más fuerte, siendo acallada por mi lengua dentro de su boca. Yo seguía bombeando el pequeño pene de Carlos, quien ya demostraba que estaba a punto de estallar. Como yo no quería que eso pase en ese momento, me detuve y rápidamente le tomé otra vez de sus nalgas y sin darle tiempo a nada, le estampé un beso en la boca. Paralizado por la sorpresa, el muchachito no pudo reaccionar, y se dejó llevar al poco rato, correspondiendo a mi beso. Milagros se hallaba sorprendida ante el espectáculo que su hermano y yo le dábamos en ese momento, por lo que comencé a frotarle con más fuerza la vagina, haciéndola gemir con más fuerza, mientras ella apoyaba ambas manos sobre mi pecho, en parte tratando de que me detenga, en parte sintiendo deseosa mi pecho velludo.
Con el pantalón abajo, mi pene erecto ardía en medio de los cuerpos de hermano y hermana, haciéndome desear poseerlos a ambos de una buena vez por todas. Alternando los besos en la boca a uno y a otro, les fui diciendo muy quedamente: "vamos a adentro" , refiriéndome a mi dormitorio.
- .Nooo, .no quiero hacer esooo .-, respondió Milagritos, sumamente excitada, pero aún consciente de la situación, pese a estar borracha y drogada.
-Sólo íbamos a bailar .-, agregó su hermano.
Tras continuar besándolos y acariciándolos, sólo tuve que proponerles que les pagaría el triple de lo que les prometí al inicio para que aceptaran en el acto.
-Vamos .-, fue la simple respuesta de Carlos, mientras su hermanita asentía con la cabeza, sin saber qué aceptaba.
Caminando despacio, apretándolos y apoyándolos contra mi cuerpo, llevé a los dos hermanos hacia mi dormitorio. Ya casi totalmente idos, los tumbé en la cama uno tras otro, casi sin esfuerzo. Milagritos cayó suavemente, boca arriba y con las piernas abiertas, dejándome ver en su totalidad su vagina muy mojada y aún virgen. Carlos, su hermano, cayó al costado e hizo lo posible por incorporarse, quedando sentado junto a su hermana. Yo me quité el pantalón que llevaba, y ya desnudo me preparé a disfrutar de los dos adolescentes. Separándole bien las piernas a Milagritos, comencé a lamer con destreza los labios vaginales de la pequeña, que ya comenzaban a entreabrirse, deseosos. Milagritos comenzó a suspirar y gemir con fuerza, tratando con las pocas fuerzas que le quedaban, de cerrar las piernas ante los embates de mi experta lengua, que se introducía más y más dentro de ella. Sus jugos comenzaban a salir con fuerza, mojando toda mi barba: eran muy dulces, casi como la miel. Su cuerpecito desnudo se arqueaba sobre la cama, tratando en vano de seguir recibiendo la oleada de placer intenso que sentía. Su hermano se quedó mirando a un lado, y comenzó a masturbarse con el espectáculo. De rato en rato, me empujaba con la mano, en parte tratando de que deje en paz a su hermanita, en parte por que deseaba participar.
Ya había visto, cuando le besé, que el chico tenía facilidad para inclinarse a la homosexualidad, así que decidí darle algo más para que esté tranquilo un rato, para luego gozar a mis anchas de su hermanita. Dejando por un momento la rajita de Milagritos totalmente expedita para penetrarla, me abalancé sobre el pene de Carlos y me lo introduje en la boca: como era pequeño y delgado, no fue problema para mí comérmela completamente. Creció un poco más, pero no mucho; se lo comencé a chupar, ensalivándosela casi hasta sus pequeños testículos. Carlos jadeaba con fuerza, sumamente excitado, disfrutando con enorme placer al sentir mi lengua acariciando la cabecita de su pene al rojo vivo. Milagritos se hallaba para ese entonces tumbada a su lado, ajena a lo que hacíamos, buscando insistentemente taparse con una almohada. Carlitos no aguantó mucho y tras un contenido grito, soltó su esperma en mi boca: era algo salada pero muy abundante; se notaba que era su primera eyaculación. Tras limpiarme, lo besé en la boca un buen rato, acariciando su pechito, dejándolo rendido.
Ahora había llegado el momento de Milagritos; ella estaba casi dormida, tapando a medias su cuerpecito desnudo con la almohada. No tuve que hacer esfuerzo para quitársela, observando con placer su piel blanquísima, totalmente cubierta de pecas. Era un detalle del cual no me había percatado hasta ese momento, pero que fue una deliciosa sorpresa. Tomando con firmeza sus piernas, se las abrí y las mantuve así, viendo por un último instante su rajita virgen; mi pene estaba listo para hundirse en su carne. Milagritos despertó de pronto, quedándose un rato mirándome, cómo le cogía de sus piernas bien abiertas, mirándola con lujuria, y exhibiendo frente a ella mi pieza parada, con su cabeza roja que dejaba caer una lágrima se semen por mi escroto. Viendo a su lado a su hermano, desnudo también y recostado, comenzó a gemir y a lloriquear:
-¡ .Noo, por favor nooo .! repetía una y otra vez, en medio de sollozos-, ¡ .no me poseas .no me poseas!-luego se dirigió a Carlos-, ¡hermanito: no quiero hacerlo, .no quiero hacerlooo!.....
Los lamentos de la pequeña no me intimidaban en lo más absoluto, y una mirada mía a su hermano haciéndole recordar acerca de cuánto habíamos quedado, logró que él tampoco interviniera. Milagritos lloraba a lágrima viva, pero tenía tan poca fuerza, que no pudo hacer nada para evitarlo. Levantándola sostenida por las piernas, acomodé mi gran pene en la abertura de su rajita que temblaba y la penetré. El grito de la muchacha fue intenso y prolongado, y duró mientras iba introduciendo en su tierna carne mi pieza caliente. Era sencillamente delicioso; mi pene se introducía lentamente dentro de ella, como si ingresase muy ajustadamente por un húmedo guante. La vagina de la pequeña Milagritos se adaptaba perfectamente a mi pieza, haciéndola crecer dentro de ella aún más, haciéndola gritar y que le temblasen muy fuertemente las piernas, colgadas de mis brazos. Después de introducirle toda mi pieza hasta lo más profundo, haciendo así que la pequeña gritase sin parar, con el rostro surcado de lágrimas, ante el inicial dolor que le ocasionaba tener toda mi pieza, grande y ardiente, hundiéndose en los más profundo de su vientre.
Ya acostumbrándola a estar así ensartada, comencé a bombearla, entrando y saliendo de ella acompasadamente. Mi pene entraba y salía sin parar, rojo de sangre, encendiendo más mi placer, mientras que Milagritos dejaba poco a poco los sollozos por fuertes gemidos de placer, mientras yo sentía con delicia, cómo mis bolas golpeaban sus suaves nalguitas. Sus piernas colgaban ahora de mis antebrazos rendidas, pero sus caderas comenzaban a moverse rítmicamente con mis embestidas, demostrándome que la pequeña ya comenzaba a disfrutar el mete y saca; los gritos y gemidos de placer de su hermana, hacían que Carlos se excitara cada vez más, mostrando nuevamente su pene erecto. El hermano estaba sentado ahí, viendo a su hermana desnuda, abierta de piernas, conmigo encima de ella, penetrándola. Carlitos se masturbaba incesantemente, observando los pechos sudorosos de Milagritos, subiendo una y otra vez al ritmo de su agitada respiración. Tras tres fuertes embestidas que le arrancaron fuertes alaridos de placer, finalmente terminé de vaciarme dentro de ella; el chorro de esperma caliente golpeó con fuerza su útero, haciéndola gritar aún con más fuerza. Ya rendida, Milagritos se dejó caer extenuada sobre la cama, respirando agitadamente, aún con las piernas abiertas. Ambos nos dedicamos por un rato a contemplarla, a ella y su vagina abierta, sangrante, y cómo se iban deslizando para afuera de ella sendos borbotones de mi semen, mezclados con su sangre y sus fluidos, cayendo lentamente por sus entrepiernas temblorosas.
Carlos no dejaba de ver con deseo a su hermanita, y sabiendo yo que él seguía bajo el efecto de la droga, le sugerí que lo hiciese con su hermana. La droga que les dí a ambos los excitaba y a la vez hacía que accediesen a cualquier petición, . pero en este caso no fue necesario: él estaba tan excitado que no tardó en montarse encima de su hermanita. Milagritos se sorprendió al ver a su hermano encima suyo y dispuesto a penetrarla; viendo cómo su propio hermano se echaba encima de ella, separándole las piernas: aterrada, reaccionó en parte y comenzó de nuevo a llorar:
- .¡Por favor, no hermanito .! gemía temblorosa-, ¡ no está bien, .no está bieeen! ...
Así como en mi caso, las lágrimas de Milagros no surtieron ningún efecto, pues Carlos comenzó a penetrarla. Los gritos de pavor de Milagritos fueron aún más fuertes en esta ocasión, al saberse estar siendo violada por su propia sangre.
Es espectáculo en mi cama era realmente excelente y decadente: estaba ahí recostado viendo a mi costado cómo los dos hermanos cometían incesto frente a mis ojos. Carlitos jadeaba frenéticamente, encima de ella, penetrándola, mientras apagaba el llanto de su hermana besándola e introduciéndole la lengua en la boca. Milagritos, ya dejándose llevar, comenzaba otra vez a moverse rítmicamente. Yo por mi parte, disfrutaba acariciando los pechos de la pequeña con una mano, y masturbándome con la otra. Al rato me aburrí de eso y tomé la mano de Milagros, y poco a poco le enseñé a masturbarme. La diminuta manito de la chiquilla apretando mi sexo, aunada a los gemidos de ambos, me motivó nuevamente, en demanda de más sexo. Para ese momento, Carlos y Milagritos continuaban ensartados en un cada vez más rápido frenesí; Milagritos ya estaba fuera de sí y ya no sentía ningún pudor de estar teniendo sexo con su hermano, aunque de rato en rato exclamaba, en medio de fuertes gemidos.
- ..¡NO ACABES DENTRO MÍO, .NO ACABES DENTRO MÍO, .NOO .!"-, esa era su única súplica mientras él disfrutaba a pesar de su temor-, inflingiendo el más grande de los tabúes.
Su hermano no le contestaba, más bien la cogía de las piernas, arrastrándola hacia sí, haciendo que las recoja, para apoyarlas en sus propias caderas, para así penetrarla mejor. Milagritos se dejaba hacer eso y más, mientras yo veía el culito de niña de su hermano subir y bajar al ritmo de sus embestidas. Eso fue lo que me dio la idea. Ellos estaban tan cerca de llegar, que no se dieron cuenta que me incorporaba y me coloqué en silencio detrás de Carlos. Milagritos repetía insistentemente su súplica, temerosa quizás de un posible embarazo de su propio hermano. Ya con mi mente totalmente obnubilada por sexo, me puse atrás del muchacho, acariciándole el culo; él apenas se percató. No le permití ni un segundo para reaccionar: cogí al chico de la cintura y de un solo envión, comencé a abrirle su virgen ano con mi, en ese momento, inmensa pieza. Sus nalgas cedieron, mientras él soltaba un fuerte grito de dolor; casi al instante, su hermana hizo lo mismo, soltando un lastimero "¡NOOOO!!!!!", al sentir cómo el chorro de semen de su hermano la inundaba por dentro.
Estaba hecho y ambos hermanos, aún ensartados, lloraban ante la situación. Yo por mi parte, con apenas dos embestidas más, introduje todo mi pene en el ano de Carlitos y también descargué mi semen en su orificio irritado, haciendo que continuase quejándose de dolor. Fue un momento supremo de depravación: había desvirgado a dos hermanitos, los había introducido en un salvaje incesto y al final, casi se podría decir que me había vaciado dentro de ambos al mismo tiempo. Milagritos se volteó, llorando, mientras yo seguía ensartado a Carlitos; su estrecho ano aprisionaba aún mi pene todavía erecto, así que continué metiéndosela un rato al chico, hasta que caí rendido, junto con él.
Los tres nos quedamos finalmente dormidos en la cama; como habíamos comenzado muy temprano aquella noche de locura, no fue raro que despertara más tarde. El resto de la noche, Carlitos se la pasó abrazándome, frotándose contra mí, en busca de cariño. Ya que su hermana no salía del profundo sueño, me dedique buena parte de la noche a seguir penetrando una y otra vez a su hermanito, que ahora me ofrecía su ano abierto con gusto, deseoso de seguir sintiendo mi pene dentro suyo. Casi al amanecer, iluminados por la luz azulada de la mañana, mientras yo lo penetraba en la pose del perrito sobre la cama, junto a su hermana, ordenándole que no dejase de decir mientras tanto que yo era su hombre, sentí la mirada de Milagritos, mirando fijamente la escena. Había ya despertado y me observaba, atenta, mientras su hermano gozaba con mis embestidas. Sus ojos claros me miraban fijamente, mientras con una de sus manos se acariciaba su entrepierna, masturbándose con la escena. No dijo nada, solo nos miró. Cuando acabé, Carlitos se acostó junto a ella, rendido. Yo me acosté entre los dos, acariciando los pechos de Milagros. Ella me miró con dulzura, apoyó su cabeza sobre mi pecho y se durmió.
Varias horas más tarde, Carlitos me despertó. Se había vestido y me pidió casi susurrando el dinero convenido. Como me lo había imaginado, sólo me pidió el doble: no recordaba nada del resto. También me pidió que si su hermana podía dormir hasta que volviera:
Voy a pagar lo que debemos del cuarto, .y también voy a comprar unas cosas, . ¿puede quedarse?, tardaré una hora .el cuarto queda muy lejos ..
Tras voltear y comprobar que Milagritos aún dormía, le entregué el dinero y acepté. El chico salió tras darme un beso en la boca. Una vez que salió, me quedé pensando en que, si hubiesen sido otro tipo de chicos, pudieron haberme robado algo mientras dormía. Volteé un momento a ver a Milagritos y me dí con la sorpresa que ella ya estaba despierta, acostada a mi lado, mirándome fijamente, mientras con su manita jugaba con su recién descubierto clítoris.
- Quiero, enséñame - fueron sus tímidas palabras, entrecortadas por suspiros de placer.
Su hermano tardó casi dos horas, las cuales dediqué a coger con Milagritos en todas las poses posibles mientras ella, despojada ya de toda vergüenza, se me entregaba gustosa, gritando, disfrutando como una loca, rogándome a gritos que la haga gozar más. Le enseñé también a chuparme la verga tragándosela toda, pero dejé intacto su anito para otra ocasión mejor. Ella aceptó si le compraba un celular a cambio. Eso pasó una semana después, y ya pudiendo contactarla cuando quisiese, nos pasamos varios meses disfrutando de alocadas sesiones de sexo, los dos solos, ó incluso, con la compañía de mis amigos. Al tiempo, Milagritos consiguió un trabajo y se puso a estudiar; comenzamos a vernos cada vez menos hasta que desapareció. Quizás consiguió un mejor amante, se enamoró ó encontró alguien que le regalaba cosas más caras, no lo sé. Aún la extraño. En cuanto a su hermano, nunca llegó a tener una figura más masculina, pero no le importaba, pues se volvió totalmente homosexual. Al poco tiempo entró a trabajar en una discoteca de ambiente. Sus caderas se ensancharon y comenzaron a delineársele unos perfectos pechos, casi idénticos a los de su hermanita cuando la conocí, a los 16. Se dejó crecer su cabellera castaña y comenzó a atender la barra de la discoteca vestido de mujer; tenía toda la apariencia de una hermosa chiquilla a decir verdad: se comenzó a hacer llamar "Giselle". De tiempo en tiempo me venía a visitar vestida así, y nadie notaba la diferencia. Me rogaba que lo poseyese nuevamente; decía que yo era el amor de su vida, su primer amor. Accedí a que me chupe la polla varias veces, demostrándome "Giselle"cuánto había aprendido. Pero en verdad, lo que yo anhelaba era volver a repetir esa noche con él y su hermana; se dio finalmente esa oportunidad después de varios años, pero esa, es otra historia.