Violación

Una experiencia traumática de mi niñez que deseo compartir...

Cuando tenía 10 años era un niño no muy gordo, pero tenia un poco de pancita y las piernas si las tenía mas bien gordas.

Aún no me había salido vello, así que tenía el cuerpo totalmente liso. Recuerdo que siempre tenía mucha ansia sexual. Me excitaba mucho cuando veía mujeres con piernas anchas en la televisión, ó en la calle. Tengo una prima que en ese entonces frecuentaba mi casa, era rellena y usaba faldas cortas. En las tardes se acostaba en una de las camas de mi recámara a ver la televisión, así que claro, yo no batallaba mucho para acostarme a su lado, y cuando menos pensaba ya la tenía agarrada de sus muslos. Le ponía las manos suavemente por todas sus piernas, de una manera que pareciera ingenua, y ella no sospechaba nada.

Cierta tarde estaba sólo, estaba pensando en ella, pero ella no iría en esa ocasión. Siempre que estaba solo me gustaba mirarme al espejo sin ropa, por que, como tenía las piernas gordas, y sin vello, parecían de mujer. Solía masturbarme, pero aún no eyaculaba, solo sentía un ardor desesperante. Me ponía los shorts de la escuela y me los jalaba hasta metérmelos entre las nalgas. Me recostaba y me acariciaba una y otra vez. Me encantaba ponerme pantimedias, a veces, hasta me iba con ellas puestas a la escuela, bajo el pantalón. Era una sensación deliciosa. Pero, volviendo a esa tarde, se me ocurrió ponerme unas medias que encontré por ahí en un cajón, y una tanga de una hermana mayor.

También aproveché para calzarme sus sandalias. Eran negras. Como estaba sola, así paseaba por el comedor, sin miedo alguno. Sin embargo, teníamos un vecino que a veces pasaba por el frente de la casa, y pasaba a saludar. Era un señor de unos 35 años, alto. Para mi sorpresa comenzó a tocar la puerta cuando yo estaba sentada en un sillón, y como la luz estaba encendida, temía que al moverme me pudiera ver. El abrió la puerta y sentí que el mundo se me venía encima. Su cara de sorpresa al verme no se hizo esperar. Notó que yo me asusté y me dijo cerrando la puerta: ¡Cálmate! No pasa nada.

El también se puso nervioso, y como que, mas bien pensó de inmediato en aprovechar la situación. Cerró la puerta tras de sí cuidando que nadie lo hubiera visto. Se sentó junto a mí. Cálmate chiquita, no te voy a hacer nada- me dijo. ¿Desde cuando te vistes de mujercita? –me preguntó. Hace poco –le dije. No vaya a decir nada por favor –le supliqué. No te preocupes, me dijo, pero tu tampoco vas a decir que vine a tu casa. Bajé el rostro, y el suavemente me tomó la barbilla y me hizo mirarlo. Sabía que me tenía en sus manos. Me abrazó y con su mano derecha me levantó una pierna. Te quedan muy bien esas sandalias -me dijo. Pasaba sus manos por mis piernas una y otra vez apretándolas. Se abrió el pantalón. Tenía una gran erección.

De pronto se desesperó. Violentamente me tomó del cuello y me inclinó pegando mi cara a su miembro. Nada podía contra su fuerza. Abre la boca perra –me dijo molesto. La abrí y me metió todo su miembro, me llegó hasta la garganta. Con su mano izquierda me tenía tomada del pelo moviendo bruscamente mi cara de atrás a adelante para succionar su pene. Su mano derecha recorría mis nalgas y me metía un dedo en el ano. Se tornaba mas violento. Ahora me daba palmadas en el muslo, ya no me estaba tratando con cariño. De pronto gritó fuertemente y me dio una fuerte cachetada.

Me tomó con las dos manos de la cabeza y me apretó contra el respaldo del sillón. Lo siguiente que sentí fue un liquido espeso y caliente resbalando por mi garganta. Luego me aventó en el sillón. Se levantó, se cerró el pantalón, y al salir me dijo: Ya eres una mujer, otro día vendré a visitarte con más calma chiquita. Espérame.