Violación
Violación
Eran las 8 de la tarde de un sábado cualquiera, cuando me dirigía a una cita cualquiera de las tantas que últimamente tenía. Mi agenda estaba repleta y no me extrañaba; mi fama con sólo 25 años iba en aumento y el boca a boca funcionaba perfectamente. Hace justo un año que empecé en el trabajo más antiguo del mundo y tengo que reconocer que al principio tuve mis dudas, pero con el cuerpo que Dios me ha dado, convenientemente cuidado con gimnasio regular y una dieta sana, eran garantías más que suficientes de éxito. Y las experiencias de todo tipo vividas en este último año, tanto con hombres como con mujeres, hacían de mí una máquina perfecta para el sexo.
Encaminaba con aquellos pensamientos por la calle Santa Engracia, para acabar en uno de los barrios más exclusivos de Madrid. Aquello prometía. El piso en el que me adentré, me pareció lo más cercano al paraíso que he estado nunca: techos altos como salas palaciegas, tapices en las paredes, muebles antiguos y seguro que muy caros… Todo era impresionante, y no menos lo era la cena que me encontré preparada. Las instrucciones habían sido claras: cenaremos antes de pasar al postre. Las estupendas viandas anunciaban lo que vendría después: ostras, caviar, marisco y todo regado con buen champagne, música relajante de fondo y velas por todo el salón. Fantástico.
Lo siguiente que recuerdo es oscuridad y un fuerte dolor de cabeza: ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? ¿Es posible que perdiera el conocimiento por tanto champagne? No, no lo creo, siempre he aguantado bien el alcohol y este dolor no es una simple resaca. Intento moverme y no puedo: unas cuerdas me lo impiden en pies y manos!!! ¿Qué pasa aquí? Un resquicio de luz se abre en la oscuridad y una figura entra:
- Hola cariño, ¿Qué tal te encuentras?
- Qué haces!! ¿A qué estás jugando!!!?
- No es ningún juego; simplemente desde ahora me perteneces, eres para mí. Te follaré de todas las formas posibles que se me ocurran…
- Por favor, suéltame, no me hace ninguna gracia estar así; puedes pedirme lo que quieras, puedo hacer todo lo que me pidas, pero esto se pasa de la raya.
- Te he dicho que me perteneces y haré contigo lo que me plazca, lo quieras o no lo quieras!!. Ah, por cierto, puedes gritar todo lo fuerte que puedas. Esta habitación está insonorizada y podría explotar una bomba que mis vecinos no se enterarían.
Era cierto, nuestra conversación sonaba a hueco y decidí no gastar energías en pedir auxilio.
- No podrás hacer nada conmigo, no me dejaré, no te será tan fácil.
- Bueno, eso lo veremos…
Unos minutos después los dos cuerpos desnudos acompasan el ritmo de la intensa penetración. Los barrotes de la cama siguen manteniendo firme las ataduras que reducen mis movimientos, pero a pesar de ello y aunque mi cabeza dice que no, todo mi cuerpo responde a lo contrario. “Joder, me están violando!!” Jadeo, sudor, arriba, abajo, más, más. El ritmo frenético lo marca mi rival, pero empiezo a responder a su misma velocidad, ya no puedo parar. La polla entra y sale sin que yo pueda controlar la situación, más rápido, más rápido y más profundo.
- Sigue, sí, sí, me corroooo!!!!
La insonorización de la habitación hace que se oigan cientos de voces gritar y gemir en eco, como si estuviéramos en una gran orgía. Ya no puedo más y exploto con una intensidad como hacía tiempo que no me ocurría; Los dos nos quedamos exhaustos, y yo agitándome sin poder mover brazos ni piernas, convulsionando mi tronco como si fuera la niña del exorcista. Respiración entrecortada y descanso.
Y de nuevo oscuridad… Esta vez sí que recuerdo un pañuelo en mi nariz un olor intenso y nada más. ¿Por qué me hacen esto? Me va a violar de nuevo!! Quiero que acabe de una vez, pero todavía siento escalofríos del último orgasmo, que contradicción. Pero ahora me doy cuenta de que mi posición es distinta: estoy boca abajo y como no, con los correspondientes arneses a la cama. Espero otra visita que no tarda en producirse.
Esta vez no hay conversación entre ambos; los dos sabemos qué pasará a continuación. Y de pronto siento como mi culo es penetrado lentamente por algo frio que enseguida se pone a vibrar en mi interior. Lo noto entrar y salir, poco a poco y cada vez más fuerte. El dolor es muy fuerte y le pido, le exijo que pare… Oh no!, vuelvo a notar que la excitación empieza a hacer mella en mí: no quiero, no debo, pero ¿Cómo se hace? ¿Cómo bloquear la mente y anular los sentidos? Para hacerlo más difícil todavía, una mano experta se desplaza por encima de las suaves sábanas de raso para llegar hasta mi sexo. Fricción salvaje delante y detrás, oigo a mi acompañante gemir de placer hasta correrse por el simple hecho de verme sufrir y gozar a la vez; la situación es superior a mis fuerzas y a mi voluntad. Aggg, no puedo más, sigue, no pares ahora por favor!!!!
…
La tercera vez acabé en un sillón tántrico, la cuarta en una silla bastante incómoda, la quinta en el suelo… y así hasta que mi mente dejó de recordar situaciones, posiciones y orgasmos. Perdí la noción del tiempo pero supuse que llevaríamos follando una semana más o menos. Ya me había acostumbrado a las visitas sexuales; es más, las esperaba con ansiedad (¿síndrome de Estocolmo?) y conté que se repetían con una frecuencia de 4 ó 5 veces al día, o lo que yo suponía que eran días; pero por otra parte deseaba recuperar mi vida anterior y darle un descanso a mi sexo que por aquel entonces estaba casi apagado. Por fin (o desgraciadamente), un día sucedió:
- Ten tu dinero, te lo has ganado. Puedes marcharte.
Y me arrojó a la cara 2.000 euros como el que no quiere la cosa. Eso me ayudó a saber que había estado 5 días secuestrado, violado y sometido por aquella loca.
- Por cierto, si piensas ir a denúnciame no tienes nada que hacer. Aquí sólo ha habido una transacción comercial por un trabajo: me has follado y yo he pagado tu precio, y además ¿a quién iba a creer la policía, a una reputada abogada o a un gigoló de tres al cuarto?
- Realmente me has follado tú, no yo. Pero sólo una cosa: ¿por qué has hecho esto? Yo hubiera colaborado contigo a este juego si me lo hubieras pedido.
- No lo dudo, pero yo no quería jugar. No me interesaba follar contigo sin más. Quería poseerte, que fueras mi posesión sin condiciones; tu voluntad no vale nada.
- ¿Me volverás a llamar?
No me respondió, sólo soltó una carcajada. No sé si me dolió más su desprecio o el saber que nunca más iba a ver a aquella increíble y exuberante mujer que según había calculado, podría doblar mi edad. Me vestí y mi historia acabó ahí, regresando a casa humillado pero con la sensación de haber vivido una experiencia increíble y por qué no decirlo, con los bolsillos llenos.
¿Os preguntáis cómo un hombre puede ser violado? Sólo bastan unas manos expertas, una boca jugosa y la reacción es inmediata, nada lo puede parar.
Después de aquello dejé mi trabajo de prostituto de lujo para dedicarme a algo más seguro: cajero en una sucursal de banco. Eso sí, cada vez que pienso en aquellos cinco días, no puedo dejar de agarrar mi polla y masturbarme pensando en mi secuestradora ninfómana.
No se lo he contado a nadie hasta ahora porque nadie me creería. Ahora me atrevo y os lo cuento aquí ¿Alguien me cree?