Violación (1)

Una chica despierta en un sitio desconocido.Esta a disposición de tres hombres dispuestos a divertirse.

La puerta de la habitación se abrió y la figura de un hombre se perfilo en la luz que entraba por ella. Pulsó un interruptor situado en el pasillo y al instante se encendió la luz, reflejándose en los gigantescos espejos que decoraban las paredes.

Llevaba una semana a oscuras en esa habitación, encerrada, sin poder salir, con ese extraño traje formado por un top y una falda de velos de tonalidades violetas. Las cadenas que se agarran a sus muñecas y tobillos impidendole escapar de él, que a cada paso, estaba más cerca.

Tras su figura entraron en la habitación varios hombres. Todos son iguales, visten exactamente igual. Altos, fornidos, de piel oscura. Larga gabardina negra, sombrero… al más puro estilo de ganster de las películas antiguas. Uno, dos, tres... tres hombres. Hay cuatro hombres en la habitación. Cierran la puerta tras ellos, y sueltan sus cadenas.

Está asustada. Es una kunoichi (ninja chica), fue entrenada para luchar, pero no puede moverse. No es capaz de mover un solo músculo. Es como una muñeca, como un perro obediente. Solo hace algo cuando su dueño lo ordena.

Con mano firme, en silencio, la obligan a ponerse en pie y caminar hasta el centro de la celda. Uno de los hombres se sienta enfrente, mirándola fijamente bajo el gran ala de su sombrero. Parece el jefe, el mandamás. Conclusión que no saca hasta tiempo después de que todo haya terminado. Pero por ahora, nada lo ha hecho. Sigue en el presente. Encadenada a él.

-Aquí tiene señor, la joya más bella de nuestra colección. Temari de la Arena.

"¿Temari? Sí, ese era mi nombre... Temari… la chica de los abanicos…"

-No veo nada de especial en ella. Mona, sí. Pero nada más. No es lo que busco. Me dijiste que tenía carácter.

-Y lo tiene señor – el que hablaba apartó el cabello de los hombros de ella. Se colocó a su espalda, rodeándola con los brazos -. Solo que ahora esta… asustada. La oscuridad nos asusta a todos alguna vez en la vida – mientras hablaba deslizaba las manos por debajo del top de la muchacha -. Las sombras son terroríficas – A esta mención, un recuerdo despertó en lo profundo de la chica. Llena de una mezcla de sorpresa y terror, se dejó llevar por un instinto animal de supervivencia y lanzó el codo hacia atrás golpeando con las pocas fuerzas que le quedaban el pecho del hombre.

"Sombras…Ellas nunca han sido terroríficas… Nunca fueron malvadas, nunca me atacarón… Siempre me protegieron"

Retrocedió hasta una de las esquinas de la habitación, bajo la atenta mirada de los cuatro hombres. El jefe sonrió complacido. Eso era lo que el buscaba, lo que él quería era a ella no a la muchacha que le habían mostrado hacía un momento. Porque ella no era la misma chica asustada que temblaba una vez liberada de las cadenas. Algo había cambiado dentro de ella, en el fondo de sus ojos.

" Hubo una vez alguien… Hace no mucho… Alguien que me protegió… Alguien que dominaba cielo e infierno, nubes y sombras… Alguien que sonreía solo para mi… Alguien que luchaba solo por mí"

Era la seguridad de que ya no estaba sola. El saber que alguien la esperaba en algún sitio. Alguien que la quería y apreciaba, alguien que la consideraba como algo más que un objeto en venta. Y ese alguien tenía un nombre… un nombre relacionado con los ciervos

-Maldita puta… Ahora verás – el que la sujeto sacó de su bolsillo un puño americano y se acercó a ella a paso firme. En los ojos de él brillaba la furia, en los de ella, la determinación -. Tiene razón, señor. No es lo que busca. Le presentó mis más sinceras disculpas, le buscaré una mejor – habló el hombre con voz suave, mirando a modo de disculpa por encima de su hombro. Se volvió hacia ella y observó como, al igual que en un ratoncillo asustados, su vista se dirigía incontrolablemente hacía la puerta. Esa era la única salida.

Ahogó un grito de sorpresa cuando el hombre desapareció de delante suya, apareciendo a su espalda, golpeándola en el estomago y obligándola a caer de rodillas. Llevaba casi desde que había llegado sin comer, no tenía más que fuerza de voluntad para poder debatirse.

-Me la quedó. – susurro el jefe.

-¿Perdón? Creo que no le he entendido.

-He dicho que me la quedo. Me gusta.

El hombre la sujeto por los brazos y la levantó. Con la mano izquierda le sujetaba las muñecas y con la derecha, le tiraba del cabello hacía atrás.

-Muéstrame el paquete completo.

La rubia hizo un movimiento brusco, intentando soltarse, pero su secuestrador la tenía firmemente apresada. El segundo de aquellos hombres se acercó y con aquellas manazas ásperas y rudas la despojo de la ropa de un solo tirón. Cuatro miradas lascivas recorrieron el cuerpo desnudo de la chica.

Estaba desnuda frente a aquellos hombres, pero su mirada no había cambiado. No se había intimidado, seguía decidida a no mostrar su temor a aquellos monstruos, aunque un rubor tiñó sus mejillas... No estaba asustada, no lo estaba porque aún en esa esfera de luz, existía oscuridad. Porque las sombras la protegerían… como lo hacían desde los quince años.

El jefe se levantó y se acercó a ella. Le sostuvo un instante la mirada, deslizándola luego hasta sus pechos. Le apretó uno de los pechos. Sus manos eran más suaves y pequeñas, surcadas por finas arrugas, pero terriblemente frías. Deslizó después la mano hasta la ingle femenina donde la exploró entera, sin penetrarla, sirviéndose tan solo de dos dedos. Se separó de ella y se dirigió a la salida, se volteó a mirar su compra una última vez.

-Parece que el carácter del que me hablaste, Ichiro, está comenzando a aparecer – Su rostro se mantenía inexpresivo, pero Temari supo por el brillo de sus ojos, que disfrutaba con la situación, aunque no encontró ningún deseo físico en ellos -. Disfruten de ella pero ya saben la norma.

-Claro, Techiro-sama. Nada de marcas visibles.

La puerta se cerro con un ruido sordo y se encontró allí sola, con los tres hombres. Respiró profundamente, tenía que trazar un plan, tal vez aún tenía alguna posibilidad por escasa que fuera. Un fuerte golpe la sacó de sus pensamientos.

-Te he preguntado si vas a colaborar, zorra.

-Que te follen, cabrón! – tenía fuerza, ese golpe le había partido el labio. Estaba asustada, por mucho que le pesará e intentará negarlo.

Un golpe seco en la nuca la hizo caer al suelo. Su vista se nubló y por un momento los tres hombres se convirtieron en seis. Solo una ilusión optica derivada de la contusión.

-Oh, por dios, señores!! Es una dama, conténganse – el más bajo de los tres se quito la gabardina, y se agachó frente a ella. Le apartó el cabello que le tapaba el rostro. En el rostro del hombre había una sonrisa tranquila, casi bondadosa. Pero tan rapido como el día se convierte en noche, el se convirtió en demonio. Le echo la gabardina sobre la cabeza, y envuelta por aquella oscuridad, noto como unas manos le apresaban las manos y la obligaban a incorporarse hasta quedar de rodillas. Con un cable o algo semejante le aprisionaron las manos a la espalda.

La mantuvieron un rato a oscuras, bajo la tela. Cuando se lo quitaron, vio como uno de ellos se arrodillaba frente a ella con los pantalones bajados. Vio, con asco, como agarraba su pene endurecido y palpitante, mostrándoselo con burla.

Con movimientos bruscos, la agarró del pelo y la obligó a agacharse de manera que solo unos pocos centímetros la separaban de su miembro. Cerró los ojos, sintiendo como las lágrimas acudían a sus ojos.

" Fui entrenada para soportar eso... Es una de las formas clásicas de tortura para las kunoichis... Debo aguantar y no suplicar..."

Otro de los hombres se colocó a su espalda. Observó con deleite el culo virgen que se mostraba ante él. Sonrió con deleite al escuchar los gemidos de dolor de la chica al introducirle un dedo. Lo movio primero en circulos, muy lentamente.

Le introdujo un segundo dedo. El cuerpo de ella se estremeció, cuando el comenzo a meterlos y sacarlos rapidamente. Cuanto más rápido movía los dedos, más crecía la polla que tenía delante suya. Al cabo de un momento el hombre paro y Temari supo lo que se avecinaba. Apreto fuertemente los dientes cuando sintió como un par de manos le separaban las nalgas y algo se apoyaba contra la entrada de su culo. Oyo un susurro a su espalda.

-¿Preparada? – no contestó-, si hubieras querido colaborar te hubiera puesto vaselina pero ya que quieres esto por las malas...

El hombre se separo unos centímetros, para a continuación embestir con fuerza a la chica. El dolor había sido demasiado para poder resistirlo y un grito de agonía salió de su garganta. Cuando abrió la boca, su compañero aprovecho la ocasión para meterle la polla hasta la garganta.

Sin darle tiempo a acostumbrarse a lo que le parecía un miembro gigantesco, el hombre comenzó a proferirle fuertes embestidas por detrás, produciéndole un dolor inhumano. Como consecuencia, su cuerpo se movía involuntariamente obligándola a chupar el miembro del otro hombre. No sabía donde estaría el tercero, lo que le producía pavor.

Con un alarido, el que la tenía dentro de su boca llegó al orgasmo, obligándola a tragarse todo el semen para poder respirar. El segundo de ellos, tardó un poco más en llegar al orgasmo. Siguió montándola, cada vez más frenéticamente, hasta que minutos después se sintió a punto de explotar. Se la sacó del culo, y la volteó de manera que quedó tumbada en el suelo. Se sentó sobre su vientre y descargó sobre sus pechos todo su semen.

Con la vista nublada por las lagrimas, vio como por detrás de él, aparecía el tercero de los hombres.