Vino, fruta y placer
En aquella ocasión perdimos un colchón, pero ganamos una experiencia totalmente nueva, la cual les comparto ahora, como mis vivencias anteriores.
Hola a todos.
Aquí estoy de nuevo con otra de mis historias personales.
Depués de narrarles mis encuentros con mi amiga Marisa, he decidido hacerles llegar algo más intimo.
Como todas mis historias, esta tambén es 100% real, y fue un momento de exploración entre Mauricio y yo.
Aquel fin de semana Mauricio y yo estaríamos solos en casa. No teníamos programado recibir visitas, y mucho menos salir a departir con amigos. Queríamos estar solos; disfrutar de una buena cena, una botella de vino ver películas y tener sexo. No pretendíamos complicarnos, simplemente deseábamos descansar.
Me previne anticipadamente para este merecido descanso con mi esposo, así que durante la semana hice las compras; vino, fruta, buen queso, pan blanco y de centeno, etc. No había motivo para salir de casa.
Llego el anhelado viernes por la noche y nos apegamos al plan, tal como se los describí. El sábado nos levantamos tarde y nos dedicamos a pasatiempos que disfrutamos, tanto en forma individual, como en pareja. Decidimos reservar nuestro mejor momento para la noche de ese día sabiendo que a la mañana siguiente, el domingo, no tendríamos de que preocuparnos.
Sorprendí a Mauricio con una cena romántica; Pasta, pan y vino, obviamente la música no podía faltar. Durante la velada platicamos como siempre, bromeamos sobre nuestras vidas y nuestra relación, recordamos los grandes momentos que hemos compartido junto, y nuestras libertades en el tema del sexo. Conforme la noche avanzaba el vino nos iba haciendo el efecto correspondiente. Subimos a la habitación, dejamos la botella de vino y nuestras copas sobre la cómoda y nos tiramos sobre la cama. La experiencia nos ha ido enseñando que siempre es posible descubrir más combinaciones para el placer. El vino y los besos es una buena mezcla. Ya nos habíamos despojado de la ropa, estábamos desnudos jugando íntimamente. Mauricio me besaba, después su beso se transformo en un suave mordisco en mis labios. Recorrió mi barbilla, mi cuello y mi pecho con la lengua. Llego a mis pezones y repitió el procedimiento; los beso, los mordió ligeramente, los chupo. No podía evitar sentir como mi temperatura corporal subía y subía. No tardo mucho en llegar a mi ombligo. yo tenía los ojos cerrados tratando de evitar cualquier distracción que me alejada de la exploración que me hacia mi hombre, mi semental. Mi mente estaba lejos en el momento que sentí un líquido que caía justo en el centro de mi ombligo y se desparramaba por mi estomago. Abrí los ojos y descubrí a Mauricio que había logrado alcanzar la botella de vino y la vertió sobre mi vientre, sólo para después beber en esa formación natural.
¡¿Qué haces?! – le pregunte sonriendo.
-Bebo de ti – me respondió.
Son esos detalles de mi esposo los que me ponen al 100. Me derrite.
- ¡Pues bebe entonces.- le dije mientras separaba las piernas.
Él entendió rápidamente el mensaje. Pego su boca a mis labios vaginales y empezó a jugar con su lengua mientras me exploraba con ella. Sentía claramente como la introducía y la sacaba de mi húmedo coño. Yo me mordía los labios de placer y apretaba con mis puños las sábanas a esas alturas, ligeramente mojadas de vino. Mauricio separo sus labios de mi ardiente vulva y acto seguido me dejo caer un buen chorro de vino que se mezclo con mis fluidos. El rojo líquido ahora bañaba mi clítoris y corría como río por mi entrepierna hasta llegar más allá de mi ano, pero Mauricio no estaba dispuesto a desperdiciar una sola gota. Se pego y ataco nuevamente el caudal con su lengua, y de forma magistral trataba de capturar todo el cauce. Levante y separe mis piernas exhibiendo mi ano, donde mi hombre pego su boca y expulso el vino que contenía en ella. Yo me reía excitadamente y le decía:
¡Estás loquito mi amor!
Y no has visto nada – me respondió mientras con una de sus grandes manos me abría el ano y me introducía la boca de la botella.
Podía sentir claramente como el vino me llenaba el recto. En otras palabras me estaba aplicando un enema de Merlot. ¡No se imaginan que ricura!
- ¡Ahora puja cariño! – me dijo mientras pegaba nuevamente la boca a mi culito.
Yo le hice caso y sentí como evacuaba todo el contenido alcohólico mientras él lo bebía.
- ¡Que maravilla! – exclamaba mi esposo – esto es nuevo y delicioso.
Dejo la botella a un lado y se incorporo En ese momento me pude dar cuenta del tamaño de erección que tenía. Su pene estaba en su mayor expresión; las venas saltadas a todo lo largo y la punta hinchada. Me jalo de las piernas hasta la orilla de la cama y sin tardanza me penetro por la vagina. Mis pequeños pies quedaron a la altura de sus hombros, así que aprovecho mientras me penetraba, y los empezó a chupar. Me sentía la mujer mejor amada, mejor deseada y, obviamente, mejor penetrada. Me empujaba su duro garrote hasta el fondo y lo retiraba de nuevo hasta la entrada de mi vulva. Entraba y salía a ritmo acelerado y después lento. Experimente un gran orgasmo, y le pedí una pausa.
- Espera, por favor, espera. Dame tiempo de recuperar fuerza – le dije mientras me levantaba de la cama y me encaminaba a la puerta de la habitación.
- ¿A dónde vas? – me pregunto
- Yo también te puedo sorprender – le respondí mientras caminaba tambaleante por la fatiga y escurriendo, aún, vino por mi ano.
Regrese a la habitación ocultando a mis espaldas mis intenciones. Mauricio se encontraba de pie en el mismo lugar donde lo había dejado momentos antes. Frotaba su falo para no perder la erección. Tengo que reconocer que estaba a tope; largo y venoso, como me gusta.
Lo tome de la mano y lo conduje de nuevo a la cama. Lo hice acostar sobre su espalda y me senté sobre él, con mis mis piernas a sus costados.
- Cierra lo ojos y no los abras por ningún motivo – le indique.
- ¿Qué me vas a hacer? – preguntó con una fingida preocupación.
- Darte placer, ¿o no quieres?
- ¡Claro que quiero!
- Entonces obedece. Cierra los ojos – insistí.
Lanzo los brazos hacía atrás al momento que cerraba los ojos.
- Ahora relájate – le dije con voz dulce.
Extendí la mano que tenía oculta a mis espaldas, y empecé a deslizar sobre su pecho un mango Manila que estaba ensartado en un tenedor. Lo traje desde la cocina previamente pelado, sin cascara. Rocé los labios de Mauricio con aquella fruta sabiendo que eso le alejaría sus temores al probarlo y olerlo.
- ¡MMMMMM! Huele bien – expreso
- Relájate, no abras los ojos – le dije
Empecé a deslizar el mango por su rostro, su cuello, su pecho. Baje a su estómago y volví a subir. Lo pase por sus costados y sus brazos. Me recorrí un poco hacía a tras para liberar su falo que se encontraba justo debajo de mi, entre mis piernas, y lo pase a lo largo de se pene. Lo deslice por sus testículos y lo subí de nuevo a su pecho. Podía sentir como se estremecía con el leve frescor de la fruta. Baje del cuerpo de mi marido y me ubique a uno de sus costados, de esta forma podía tener todo su cuerpo a mi alcance.
Lo exploré con el mango centímetro a centímetro. El jugo humedecía su piel y el se excitaba más y más, lo podía notar en la dureza de su verga , la cual, a esas alturas, se había vuelto mi principal punto de atención para frotar la fruta. Le pedí que separara las piernas y cuando lo hizo pase el mango por ese pequeño territorio que tienen los hombres entre los testículos y el ano. Mauricio estaba enloquecido, jadeaba. Decidí acompañar el paso del mango con mi lengua. Por donde la pulpa pasaba mi lengua lo seguía. Obviamente nos estacionamos en su pene. Lo introduje en mi boca y empecé a succionarlo con fuerza. Cuando perdía el sabor del fruto lo embarraba de nuevo y lo volvía a chupar. No tengo que explicar que lanzaba una buena cantidad de líquido preseminal ¡delicioso!.
Mauricio perdió el control y se levanto, me tomo por la nuca y acerco mis labios a los suyos fundiéndonos en un beso mientras yo, con los ojos cerrados le seguía pasando el mango por el cuerpo, pero él me lo quito de de las manos y empezó a darme el mismo tratamiento mientras me besaba. Sentados en la cama, Mauricio, empezó a pasar el mango por mi espalda, cuello, rostro, pechos. Ambos estábamos batidos. Entre el vino, que aún me destilaba de las entrañas, y el mango, estábamos excitadísimos.
- ¡Por favor, ponte a gatas! – me dijo.
Lo obedecí y pude sentir aquel fruto recorrer mis caderas. Lo paso desde mi vagina hasta mi ano lentamente. Lo subía y lo bajaba. En un momento lo empujo levemente al interior de mi vulva, pero solo un poco, simulando entrar. Después lo llevo a la entrada de mi ano y repitió a operación. Ahí lo empujo un poco más y el fruto se exprimió. El jugo bajaba por la línea de mis nalgas hasta mi coño. Podía sentir las gotas que escurrían y llegaban a las sábanas. Mauricio se pego a mi y aplico la misma operación que yo había hecho con él; seguir el paso del fruto con su lengua, la cual me introdujo repetidamente en mi culito. Yo sabía a que algo estaba preparando y no me equivocaba. Se coloco detrás de mi e introdujo aquel ENORME falo en mi vagina, lo hizo hasta el fondo. Ahora me encontraba en una posición en la cual mi marido me empujaba su falo sin piedad, y mi ano quedaba expuesto a su voluntad.
- Prepárate cariño – me dijo con voz emocionada.
En ese momento sentí como el mango, aún sostenido por el tenedor que permitía manipularlo, empezó a entrar en mi pequeña cavidad anal. No puedo describir la sensación, era totalmente nueva. La textura de la fruta y el jugo que de ella emanaba, ayudaba a lubricar mi esfínter. Obviamente el mango era más ancho de lo que yo podía recibir, por ese motivo, entre más lo empujaba Mauricio, dentro de mis entrañas, más se escurría el jugo por mi entre pierna hasta llegar a su verga que entraba y salía de mi vagina. No puedo dar más detalles porque, créanme, que es indescriptible. Al orgasmo que experimente con el vino se sumaron otros dos gracias al mango en mi ano y al falo de Mauricio en mi vulva. Mis flujos escurrían entre el vino, que aún brotaba de mi culito y el jugo de la fruta. Mauricio, me tenía totalmente dominada. Desde su posición podía contemplar y manipular los objetos del placer a su antojo, él tenía el control de la situación. No fue hasta cuando se aseguro que yo había logrado el mayor placer que retiro su caliente verga de mi vagina, y el mango de mi ano. Me pidió que me girara, su pene estaba a la altura de mi rostro, y me dijo:
- Ahora es tu turno; ¡Penétrame!
Puso el mango en mi mano mientras, aún de pie, separaba sus piernas. Me ayudo a apuntarlo sobre su propio ano. Yo empuje la fruta al interior de su recto al mismo tiempo que me metía su gran pene en la boca. Solo tuve que darle unas pocas mamadas cuando pude sentir las palpitaciones de su próstata que sacudían la fruta en su interior y los disparos cargados de semen caliente que salían por la punta de su glande hasta el interior de mi boca. Mientras Mauricio gemía de placer y yo disfrutaba cada uno de esas cargas de leche espesa.
En aquella ocasión perdimos un colchón, pero ganamos una experiencia totalmente nueva, la cual les comparto ahora, como mis vivencias anteriores.
Espero que hayan gozado tanto como yo gozo.
Besos.