Vino a Medias

La prisa, sus tacones y una botella de vino para acercarse a él...

VINO A MEDIAS

Corría, corría calle arriba sabiendo que volvía a llegar tarde. Siempre llegaba tarde…remangaba su falda estrecha sastre con una mano dejando ver el principio de una blonda negra de una media tupida que terminaba en el tintineante sonido de los tacones vertiginosos de sus famosos zapatos rojos. Su otra mano estrangulaba nerviosa el cuello de una botella de vino exquisito.

Agitaba en el aire la botella intentando parar un taxi, pero nada… por fin

  • ¿A dónde vamos señorita?

Le dio la dirección al conductor que la miraba insistente a través del retrovisor. Soltó sobre el asiento la chaqueta del traje y la botella de vino para recomponerse coqueta la posición de las medias y la falda. Movía el espejo para ver con más precisión sus piernas mientras intentaba distraerla preguntándole de nuevo la dirección a la que iban.

Llegaba tarde…tardísimo

Por fin, a unos pasos el portal. Toco el timbre y una voz severa contestó al otro lado:

  • Tienes llave, llegas tarde. No importa, sube de una vez.

La esperaba con la puerta abierta, escondido en una bata ligera que dejaba intuir su inminente ducha por los pliegues de tela adheridos a fragmentos de su piel. Caminaba diligente y a su espalda ella recorría con una mirada dichosa el cuerpo maduro cubierto de tela inútil. Al llegar al salón el se plantó con la firmeza de una columna griega, ella dejó la botella de vino en la mesa y se acercó evitando su mirada inquisitoria. Pese a los exagerados tacones él seguía siendo mucho más alto así que tuvo que ponerse de puntillas para poder decirle al oído:

  • Voy a hacerte brindar como nunca.

Desabrocho el cinturón de la bata, que resbaló sobre el cuerpo desnudo y nervioso. Ahora era ella la que se afianzaba sobre los tacones agujas, le robaba gradualmente la seguridad y él se dejaba hacer. Acarició su cuello, la parte superior de su pecho, la línea de su ombligo…volviendo hacia sus hombros para retirar definitivamente la tela que le cubría. Se colocó a su espalda y mientras él sentía las caricias de una de sus manos intuía su desnudez por el ruido que producía la otra. La vio entonces andar hacia la mesa, lencería negra que podía reconocer. Se la había regalado tiempo atrás y ella se empeñaba en guardarla hasta una supuesta "ocasión especial". La ocasión había llegado.

Descorchó la botella, se acercó a él y comenzó a rociarle con el espeso licor de color granate desde la curvatura de su cuello, se apoyaba con una mano en su hombro para mantener el equilibrio que la hacia estar a su altura. Él tiritaba, nervioso, incontrolado. Quería gritarla por aquel despropósito inundando su preciado suelo de madera pero le resultaba imposible articular palabra. Agarrándole cariñosamente, con la botella descansando en el suelo, le recostó sobre la madera húmeda. Se sentó sobre sus caderas, inmovilizándole. Dio un trago a la botella dejando con el recorrido de su lengua sobre sus labios el sabor áspero y consistente. Él la miraba desencajado, sus tacones arañaban ahora la superficie pulida y brillante sobre la que él descansaba, quería gritarla que parara, que dejara de torturarle así. Pero ella, lejos de querer entender sus miradas articuló su cuerpo en descenso hacia su boca, le beso lento y húmedo compartiendo con él aquel sabor intenso, lento, tan lento que él perdía toda posibilidad de respuesta. Volvió a rociarle pero esta vez repartía por igual el contenido de la botella con ambas manos sobre su piel. Se acercó a su oído y le susurro:

¡Salud!

Entonces le bebió entero, todo su cuerpo, la piel lisa y tersa del torso, las curvaturas principales y recónditas y su sexo, un sexo turgente, teñido de granate… su amante se convulsionaba bajo su cuerpo… entonces se incorporó:

  • He decidido utilizar tu llave.

No dijo nada más, de pie en medio del salón, él la miraba pasearse con aquella frialdad suya . Entonces se levantó feroz, la agarró por las caderas y la atrajo hacia si:

-Esta vez no vas a escaparte, este vino va a medias

Giro la cara hacia su amante con una sonrisa de felicidad en su rostro que él jamás había visto antes.