Vino.
Allí estaba, la vendimia había llegado al fin con los albores del otoño.
Allí estaba, la vendimia había llegado al fin con los albores del otoño. Todos se afanaban por terminar la dura jornada de trabajo que había comenzado al amanecer para evitar los rigores del sol y el calor, cortando racimos, probando uvas y separando las que irían directas al lagar de las que se servirían como postre. A pesar de ser una actividad mecánica, si bien salpicada d
e notas de humor, comentarios y chismorreos, constituía el momento más interesante de la época ya que era difícil encontrar una reunión multitudinaria sin salir de la comarca. Para Julia el atractivo estrella de la jornada residía en poder observar a las tres hijas del vecino libremente, unas genuinas “Ángeles de Charlie”, deambulando entre parras y simulando ser auténticas expertas.
Resultaba, cuando menos curioso que, siendo de madres diferentes, de ahí la discrepancia en la tonalidad de sus cabellos y pieles, dejando claro a la vez que su padre se había casado en tres ocasiones, sus caracteres fueran tan similares.
Las tres sonreían con timidez fingida ante los comentarios de los muchachos que se congregaban para vendimiar. Sin embargo, Julia observaba con especial atención a la morena, Clara, ¡qué contradicción!, que rehuía el contacto con el resto en la mayor parte de la jornada. Era la única de las hermanas que sí parecía poner especial empeño, aunque no la dejaran explayarse, en cortar racimos.
Y por supuesto, como toda jornada multitudinaria que se preciara tenía su momento festivo y estelar, el almuerzo. Sus padres se esmeraban para ofrecer un almuerzo digno a todos aquellos que participaban, desinteresadamente o no, sin reparar en gastos ni botellas de vino descorchadas. Como contrapartida al ir y venir incesante de gente con vasos y platos repletos, la sobremesa se había convertido en un momento especialmente tedioso, las mujeres recogían, limpiaban y los hombres se abalanzaban sobre el padre de los “Ángeles” que repartía habanos de segunda, cargando el ambiente con una espesa nube de olor rancio que la ligera brisa era incapaz de diluir.