Vino. 15

- Bromeas. Hablas con la reina de la noche.- Salieron del local y se dirigieron a un pequeño apartamento alejado algunas calles del bullicio nocturno. Entraron en un mundo silencioso salvo por el ligero maullido de un siamés gordo que se alegraba de que alguien se acordara de su comida: - ¿Este apar

  • Bromeas. Hablas con la reina de la noche.- Salieron del local y se dirigieron a un pequeño apartamento alejado algunas calles del bullicio nocturno. Entraron en un mundo silencioso salvo por el ligero maullido de un siamés gordo que se alegraba de que alguien se acordara de su comida: - ¿Este apartamento es tuyo? - No, no tengo esa suerte. Es de un amigo. Me lo presta con

la condición de que cuide a su gato cuando se va de viaje, que es bastante a menudo. Le saldría más rentable no tener gato.- Dejaron que aquel gordo peludo diera buena cuenta de su comida y se sentaron en el sofá con dos copas de vino. Se miraron en silencio, hasta que el deseo venció la timidez y a los besos les siguieron las manos acariciando la espalda, colándose bajo la blusa. El pulso y la respiración se iban acelerando conforme se deshacían de prendas de ropa y recorrían la piel desnuda con manos y labios: ¿Es suave?- Clara asentía con una ligera sonrisa mientras se dejaba arrastrar mansamente hacia una cama donde Julia la tumbó suavemente, colocándose a horcajadas sobre ella. Se contemplaron sin prisa, regocijándose en pequeños detalles que delataban su excitación, la respiración agitada, los pezones hinchados, el rojo intenso de los labios, la humedad de sus sexos.

Clara se dejó besar la piel con la misma docilidad, sintiendo los labios de su amante en cada pliegue, cada hueco, hasta detenerse en su pubis. Julia se incorporó ligeramente y la contempló de nuevo, como su excitación iba creciendo mientras abría sus piernas recorriéndolas con las yemas de los dedos. Se dejó embriagar por los gemidos ahogados que se escapaban mientras mordisqueaba suavemente y lamía la cara interna de sus muslos, ascendiendo lentamente por ellos, deleitándose en cada diminuto avance de su boca. Los gemidos se hicieron más intensos y perceptibles cuando empezó a lamer su sexo con el mismo ritmo lento, que fue incrementando al llegar al clítoris, guiada por la tensión de los músculos de su compañera, por su respiración agitada hasta sentir su estremecimiento descontrolado, de intensidad desbordada debido a su entrega. Dejó que recuperara el equilibrio de su respiración tumbada entre sus piernas mientras acariciaba su vientre, mientras sentía el tacto de sus dedos enredándose en su cabello.

Clara se dejó besar la piel con la misma docilidad, sintiendo los labios de su amante en cada pliegue, cada hueco, hasta detenerse en su pubis. Julia se incorporó ligeramente y la contempló de nuevo, como su excitación iba creciendo mientras abría sus piernas recorriéndolas con las yemas de los dedos. Se dejó embriagar por los gemidos ahogados que se escapaban mientras mordisqueaba suavemente y lamía la cara interna de sus muslos, ascendiendo lentamente por ellos, deleitándose en cada diminuto avance de su boca. Los gemidos se hicieron más intensos y perceptibles cuando empezó a lamer su sexo con el mismo ritmo lento, que fue incrementando al llegar al clítoris, guiada por la tensión de los músculos de su compañera, por su respiración agitada hasta sentir su estremecimiento descontrolado, de intensidad desbordada debido a su entrega. Dejó que recuperara el equilibrio de su respiración tumbada entre sus piernas mientras acariciaba su vientre, mientras sentía el tacto de sus dedos enredándose en su cabello.

Continuará...