Vino. 14
El local que no era demasiado amplio y no se caracterizaba por lo moderno ni novedoso de su decoración, sí que ofrecía cierta calidad en la música, allí era posible librarse del temible reggaetón que lo había invadido todo y de la más usual salsa barata.
El local que no era demasiado amplio y no se caracterizaba por lo moderno ni novedoso de su decoración, sí que ofrecía cierta calidad en la música, allí era posible librarse del temible reggaetón que lo había invadido todo y de la más usual salsa barata. Julia se dirigió a la barra a pedir unas copas y se desentendió momentáneamente de Clara que, valientemente y sin hacer cas
o a los ojos que la observaban divertidos y voraces alrededor, bailaba al otro lado del local. Miró con detenimiento a la joven que vegetaba en la barra a su lado mientras esperaba por las bebidas. Podría dirigirse a ella con el recurrente “vienes a menudo por aquí, no te había visto antes”, aunque le habría gustado más invitarla a bailar, si no fuera por el ínfimo detalle de que la mayoría de las lesbianas no son muy partidarias de mover el esqueleto. Además, si aceptaba siempre corría el riesgo de que saliera su novia de alguna sombra y le pidiera explicaciones, así que dejó correr su impulso y pagó sus copas. Al levantar la vista pudo comprobar el éxito que tenía Clara entre una serie de mujeres, de corte de pelo típicamente varonil que la rondaban como si de una bandada de buitres se tratara.
Se debatió unos instantes entre el deseo de venganza de abandonarla a su suerte o ir a rescatarla. Decidió esto último con la esperanza secreta de recibir alguna recompensa. Le tendió su copa y la acompañó en el baile, espantando a aquella molesta banda. Tres copas más tarde Clara se sintió lo suficientemente valiente como para pedirle un beso a Julia, que lógicamente aceptó encantada. No sabía si aquella chica sentía lo mismo, pero a ella se le hacía un nudo en el estómago cada vez que sentía sus labios, su lengua, su ansia y su calor. Sintió sus labios suaves deslizándose por el mentón y el aliento cálido que dejaba escapar con sus susurros en la oreja: Sabes qué me gustaría averiguar.- Julia hizo lo propio y le contestó con un simple no al oído para que la magia de aquel momento no se diluyera.- Me gustaría comprobar si el resto de tu piel es tan suave como tus labios.- Julia se separó ligeramente para mirarla a los ojos un instante y se acercó a su oído de nuevo para susurrarle: ¡Vaya! No eres tan tímida después de todo.