Vino. 13

A veces le gustaría que no fuera tan obstinada, qué expresará más sus preocupaciones, pero suponía que necesitaba sentirse adulta y tomar sus propias decisiones: - Prométeme al menos que darás una vuelta por ahí.- Julia asintió con un movimiento de cabeza y sin abrir los ojos.- Y lleva mi coche, que

A veces le gustaría que no fuera tan obstinada, qué expresará más sus preocupaciones, pero suponía que necesitaba sentirse adulta y tomar sus propias decisiones: - Prométeme al menos que darás una vuelta por ahí.- Julia asintió con un movimiento de cabeza y sin abrir los ojos.- Y lleva mi coche, que ha refrescado. Julia decidió seguir el consejo de su padre, no en vano le lle

vaba algunos años de ventaja en experiencia, y puso rumbo calle arriba en su coche. Hacia la mitad de su recorrido comenzó a vislumbrar dos figuras y, aunque la luna y las farolas iluminaban el camino, no pudo asegurar con rotundidad que una de las siluetas era Clara hasta que no estuvo justo a su altura y se vio en la obligación de parar ante la insistencia de sus señas. Le pidió que la llevara a su casa al final de la calle, sintiéndose agradecida de que alguien pasara por allí y no tener que soportar la compañía de aquel sujeto, que Julia reconoció como uno de los jornaleros que habían trabajado en la vendimia el día anterior. Clara se decidió a terminar con el incómodo silencio que se había instalado entre las dos, consciente de que le debía una explicación a su amiga:

  • ¿Has vendido tu moto? - No, este es el coche de mi padre. Casi no lo usa, por eso está reluciente. - Siento no haberme despedido esta mañana, pero dormías tan profundamente que no quise despertarte. Lo cierto es que llamé a tu casa pero tu madre me dijo que estabas muy ocupada. Después mi padre me retuvo con sus líos de boda.- Julia le restó importancia y paró delante de la casa de sus vecinos. Clara insistió, necesitaba recuperar la complicidad que habían conseguido la noche anterior, incluso en los momentos de silencio.- ¿A dónde vas? - Pues a un local de ambiente supongo, donde no conozca a nadie preferiblemente y nadie me salude como si me conociera de toda la vida. - ¿No vas a invitarme? ¿Ya no piensas que soy gay?- Julia arqueó una de sus cejas y miró con descaro a Clara.- ¿Crees que podrás resistir tantas mujeres, bueno, algunas no tan mujer, juntas? - A cualquiera que no sea de mi familia.- Pusieron rumbo a la ilustrísima ciudad universitaria de San Cristóbal de La Laguna, Patrimonio de la Humanidad para más boato y pompa de sus habitantes, sobre todo los de nacimiento, y entraron en uno de los locales de ambiente tras dar multitud de vueltas buscando aparcamiento que escaseaba incluso un jueves como aquel.