Vini, vidi, vinci (y X): ¡Oh Fortuna!

Con este relato doy por finalizada esta serie y se presenta el desenlace trágico. A falta de una categoría mejor. Lo introduzco en Fantasías eróticas.

Vini, vidi, vinci (y X): ¡Oh Fortuna!

O Fortuna,

velut Luna

statu variabilis,

semper crescis

aut decrescis;

vita detestabilis

nunc obdurat

et tunc curat

ludo mentis aciem,

egestatem,

potestamem

dissolvit ut glaciem.

Oh fortuna, Carmina Burana (Carl Off)

La reina observaba desde la distancia la evolución de la batalla desde su navío. Marco Antonio insistió en que quería luchar en el mar a pesar de los consejos de sus segundos. A lo lejos se veía como los navíos ardían alcanzados por flechas de fuego, o eran partidos por la mitad, envestidos por otro trirreme. Era romanos contra romanos. Las tropas de Cleopatra eran en su grueso las legiones leales a su rey, antiguamente a ordenes de Julio Cesar. Secundadas por tropas egipcias. En aquella distancia de seguridad se apreciaba que los navíos con el estandarte rojo SPQR estaban aniquilando a sus tropas. Todo parecía estar perdido. Cleopatra veía horrorizada el funesto devenir de la batalla. Desolada hablo por fin a los sirvientes que le acompañaban en su barco.

  • Decidle al capitán, que nos marchamos. Volvemos a Alejandría.
  • Pero mi señora. La batalla aún no ha terminado. Aún hay posibilidades. Por lealtad a sus soldados debería quedarse hasta el ultimo momento.
  • Ya no hay nada que ver. Nos vamos. Obedece
  • Como usted ordene. Su majestad.

El trirreme empezó a girar dándose la vuelta. Las velas se recolocaron en posición para aprovechar adecuadamente lo vientos. La reina dejaba atrás, desolada, a todos aquellos hombres que luchaban y perecerían por ella.

El lugarteniente de Marco Antonio aviso del cambio de rumbo de la nave de Cleopatra. No era un buen momento para atender estas novedades porque a duras penas podía dar ordena sus hombres e incitarles a que siguieran luchando con todo su corazón.

  • ¡Mi general! La reina ha dado la vuelta. Se esta marchando.
  • ¡¿Como puede ser eso?!
  • ¡Mi general! Nos está abandonado. Nos esta traicionando.

Al rey se le estaba encogiendo el corazón y apretaba sus dientes y sus puños. Viendo como el barco de su amada se alejaba.

  • Todos los sabíamos. Pero nadie dijo nada. Mi general, siempre le fui leal. Pero era obvio que le estaba manipulando. Siempre miro solo por sus intereses. Hace años engatuso a su mentor, Julio Cesar para que le consiguiera el trono de Egipto. Él murió, y ahora le metió a usted en esto. Y fijase como se lo paga. Abandonándole
  • ¡Callate Escipion!
  • ¡No me callo mi señor! ¡Esa mujer es veneno! ¡Todo lo que toca muere! ¡Es una maldita zo...

Escipion no pudo terminar la frase. Un gladius se le había incrustado en el abdomen. Empuñado por Marco Antonio. Retiro su arma derrumbándose su más leal soldado en el suelo, muerto. El general observo su espada ensangrentada Y la soltó maldiciéndose a si mismo. En ese momento pareció comprender las palabras de su amigo. Todo lo que toca Cleopatra muere. Y su destino, por tanto, estaba sellado. Vio alrededor desesperado como sus tropas luchaban con el cuchillo entre los dientes. Pero ya todo lo daba igual. Estaba enfurecido, colérico, todo su mundo se había vuelto de un color más negro que la oscuridad más insoldable. Apretaba sus dientes que casi rechinaban. Ya solo quedaba la muerte.

  • Perseguid a Cleopatra. Ir tras ella
  • Pero mi general. Sus hombres
  • Obedeced, malditos
  • De al menos la orden de retirada
  • Ir tras Cleopatra. Poned los esclavos al máximo. No descansaremos hasta alcanzarla.

El capitán del barco dio las ordenes y los timbales marcaron un ritmo asfixiante para los condenados a galeras ocultos debajo de la cubierta. La proa comenzó a maniobrar dirección sur mientras los restantes navíos egipcios quedaron paralizados y anonadados viendo como su reina y la cabeza de su ejercito los abandonaban. Sin una guía eso implicaría la muerte segura para todos.

~ ~ ~ ~

  • ¡Estais arrestados!

Los esclavos levantaron los brazos en señal de rendición. Aquella patrulla estaba conformada por cinco miembros y uno de ellos era Numicius. A Charmión le dio un vuelco el corazón. El centurión reía de oreja a oreja.

  • Llevaros a estos dos a palacio. Pero de esta me encargaré yo personalmente de llevarla.- ordenó
  • Mi señor. Nos han dado ordenes de volver inmediatamente a las dependencias reales. Al parecer la reina ha regresado a puerto. Debemos enterarnos de lo sucedido.
  • Lo sé, lo sé. Volveremos todos. Pero tengo que interrogar a esta sirvienta. Creo que tiene información importante.

La comitiva regreso a toda marcha. Los esclavos se miraban descorazonados. Charmión siempre temió este momento. Habían sido estúpidos. El amor y la lujuria les nubló la mente y ahora seguramente pagarían un precio terrible. Al llegar Numicius la tomo violentamente del brazo y la separo a una habitación. No pudo evitar temblar de terror. Al cerrar la puerta, le dio un soberano bofetón que le provocó una leve herida en el labio.

  • ¿Eso es lo que te tenias entre manos? ¿No? Zorra.
  • No sé de que me hablas
  • Lo sabes perfectamente. Por eso te opusiste a que te follará. ¡Eres una puta esclava! Y si te ordeno que te abras de patas. Eso es lo que debes hacer.
  • ¡No!
  • Pero no. Estos manipuladores egipcios. Siempre maquinando sus mentiras. Corrompiendo las mentes de nuestros generales. Tú lo pagarás. Si que lo pagarás. En cambio preferiste follarte a uno de los sirvientes de la corte. ¿Es eso, verdad?
  • No he hecho nada. Iba , iba de …
  • Tardas mucho en buscar la excusa. Pero se que es mentira. Observé como mirabas a ese Shaabaka. Tus ojos brillaban cuando os cruzabais por los pasillos. No hay que ser muy avispado para adivinar que te lo follabas. Puta.
  • ¡Dejame en paz!
  • A mi no me das ordenes, zorra. Tu mentira ha sido puesta al descubierto y si los rumores que me llegan son ciertos tu reina está condenada. Ya nada te protegerá. Y serás mía. Claro que lo serás. Te domaré como a una yegua. Y harás de todo. Terminarás por adorar mi polla. Y me lo chuparas con gusto. Como tu dueño y señor.
  • Si me la acercas te la arrancaré.
  • No, no lo creo. Porque me encargare de que obedezcas. Y se como hacerlo. Conozco tu punto débil. Shabaka.
  • ¡No! ¡No le hagas nada! ¡Él no tiene nada que ver! ¡Esto es un asunto entre nosotros!
  • ¡Si que tiene que ver! ¡Con él follaste! ¡Y conmigo te negaste! ¿Sabes que les hacemos a los esclavos que fornican sin permiso con otras esclavas? ¿No? Les cortamos la polla y dejamos que se desangren. Pero tú puedes evitarlo. A cambio le enviaremos a galeras o a una mina de azufre.
  • Pero eso es casi matarle.
  • Cierto, en las minas de azufre la esperanza de vida es de 6 meses. Pero menos es nada. Tengo que hacerte otra pregunta. ¿Que hacia Iras con vosotros?

Charmión mantuvo silencio, desafiante.

  • ¡Habla o te lo arrancaré a latigazos!
  • ¡Basta!

Luxor, la capataz de los esclavos de la corte, entro en la habitación inquieta por los gritos.

  • ¡No te metas en lo que no te llaman , vieja!
  • Necesitamos a Charmión. La reina la precisa ahora mismo. Acaba de llegar.
  • Yo ya no obedezco a egipcios.
  • Supongo que si le informo a Marco Antonio que estas intentando dañar propiedades de la reina, no te importara.
  • No te atreverás.
  • ¿Quieres probarlo?

Numicius miro a la capataz de manera desafiante pero bajo la mirada y abandono su gesto agresivo.

  • Llevatela, pero tú Charmión, tú y yo continuaremos esta conversación más adelante. Que no te quepa duda.

Charmión abandono aquella sala ahora sin reprimir las lágrimas.

  • ¿Que te ocurre?
  • Ha intentado violarme
  • Ya me he dado cuenta de sus intenciones. Pero mientras yo viva lo impediré.
  • ¿Pero que ocurrirá con Shabaka?
  • Fuiste estúpida, hija. Acaso crees que no se iba a notar vuestras escapadas nocturnas. Lo siento pero su destino esta sellado. Ya no puedo hacer nada por él. Ha mancillado una propiedad real. Y suerte tiene si no le matan.
  • ¡Oh! ¡Dioses!
  • Ahora preocupate de hacer lo que te manden. Ve a atender a la reina. Rápido.

Charmión se presto rápida a llegar a la sala del trono. Allí también se encontraba Iras, en el trono estaba sentada la reina. Con la cara demacrada y el maquillaje barrido por las lágrimas. Esa imagen se le clavo en el corazón porque intuía lo que implicaba para ella misma. Sin la protección real estaba acabada. La reina gemía su llanto, y parecía hablar sola, enloquecida. En un monologo interminable de lamentos.

  • Mi rey ha fallecido. Y yo también debo acompañarle al valle de los muertos. Juntos cruzaremos el abismo donde nos esperará Anubis para darnos el eterno descanso. No, no lo permitiré. Oh hermana, perdoname. Yo no seré tan valiente como tú. Ahora lo comprendo. Ha sido tu venganza más allá de la tumba. En cierta forma lo merezco, lo sé. Sin lugar a dudas. Pero no le daré la satisfacción a Augusto de apresarme. No, mantendré mi honra. No seré pasto de la soldadesca como lo fuiste tú. Haré como los antiguos faraones cuando eran derrotados en batalla.

Cleopatra detuvo su monologo y miro a las dos sirvientas que allí le esperaban sus ordenes.

  • Haré un sacrificio ritual. Me inmolaré. Iras, Charmión.
  • Si, mi reina.
  • Ya no soy vuestra reina. Pero os ruego un último servicio. Después de él os libero.
  • ¿Cual es vuestra orden?
  • Preparad un gran cuenco con mucha fruta. Decidle al encantador de serpientes que introduzca una de sus áspid dentro.
  • No entiendo- pregunto Charmión
  • No tienes que entender nada. Tan solo obedeced.
  • Como ordene mi señora.

Las esclavas fueron en busca del encantador y le comunicaron la orden. Mientras ellas prepararon el cuenco de fruta. Con mucho cuidado la serpiente fue depositada entre las frutas siendo escondida entre un gran montículo con ellas. El encantador tuvo la responsabilidad peligrosa de trasladar el cuenco hasta el salón.

  • ¿Lo habéis hecho como os indique?
  • Si, mi señora.

Cleopatra acerco su mano para tomar una manzana. Las esclavas se encogieron pero no paso nada. La reina comió tranquilamente la fruta hasta dar cuenta de ella. Acerco de nuevo la mano para tomar una naranja, entonces la áspid atacó inyectando sus fauces en la mano transmitiendo el veneno al caudal sanguíneo. Tras el dolor de la picadura, la faz de la reina cambio y se volvió de una paz, como si por fin se hubiese liberada. Poco a poco su respiración se fue calmando hasta que su cuerpo se derrumbo en el trono. La reina había fallecido. Charmión se derrumbo en el suelo a llorar por su reina … y por ella.

  • Tiene razón. Todo esta perdido. Iras. Todo está perdido.
  • ¿Que quieres decir?
  • Numicius. Hace un momento intento abusar de mi. Estoy perdida. También me ha dicho que Shabaka ha sido llevado a una mina de azufre. ¿Hay algún infierno peor que ese? Quizás el que nos espera a nosotras. Amada Iras, tú y yo sabemos lo que nos espera.

Iras se puso a llorar desconsolada abrazando a su amante.

  • Iras, quiero acompañar a nuestra reina. Es él único camino que nos queda. No quiero ser juguete de esos malnacidos que se aproximan a nuestras costas.
  • ¡Oh no! Mi amor. ¡No!
  • Sabes que no hay otra alternativa.

Charmión aproximo su mano al cántaro de frutas y el áspid realizo su labor. Iras hizo lo mismo. Allí en el frio suelo esperaron abrazadas y dándose un tierno beso a que la liberadora muerte se las llevará.

Fin

Gracias a todos por haber leído toda esta serie. Era inevitable este final trágico ya que hay que ser consistente con la historia real.

*Por favor, decirme que os ha parecido.*

Próximamente escribiré un relato de tiempo actual parcialmente inspirado en vivencias reales. Esperemos que os guste, a todos mis fans :-)

Nota: Posteriormente al saber del suicidio de su esposa. Marco Antonio se quito la vida.

Saludos a todos.