Vínculos

Una nueva historia.

Vínculos

Mi nombre es Héctor y me encuentro durmiendo en la calle junto a mi hermana pequeña, su nombre es Sonia. Procedemos de una familia rica, teníamos una vida muy acomodada. Vivíamos en la zona más cara de la ciudad, teníamos piscina, pista de tenis y un pequeño campo de golf. Ahora en cuanto nos estamos debatiendo entre la vida y la muerte carece de valor. Todo cambio la noche que unos hombres encapuchados entraron en nuestra casa, creo que papa los reconoció.

Resulto que papa hacía mucho tiempo que se había arruinado y todo lo que teníamos era un espejismo, yo cogí a mi hermana pequeña e intente salir de casa sin que se dieran cuenta. Mama hacía años que había desaparecido de nuestras vidas, se encaprichó de un amigo de papa y se fue con él. Ni siquiera se lo pensó, Para ella Sonia y yo éramos un estorbo.

Mi intención era bajar al garaje y coger la mochila que había preparado para irme de acampada con mi novia, a ella le encantaba la naturaleza. Yo era un urbanita, pero por amor se hacen las mayores locuras. Odiaba los bichos, me daban miedo los osos y lobos y estaba dispuesto a exponerme a todos esos peligros. Antes de salir me di la vuelta y vi como tenían a mi padre de rodillas en el suelo, este suplicaba por su vida. Les decía que no tenía el dinero, pero si le daban más tiempo podría conseguirlo. Desde que mama se marchó, papa se metió en negocios que le fueron fatal y además empezó a beber y a apostar.

Hacía mucho tiempo que mi hermana y yo solo nos teníamos el uno al otro, aquellos hombres parecía que se habían resignado a que no iban a cobrar y decidieron que no pensaban perder más el tiempo con mi padre. Solamente me dio tiempo a tapar los ojos a mi hermana, a mí no me dio tiempo de cerrar los ojos y vi el momento exacto en el que los sesos de mi padre mancharon la alfombra. No sé dé donde saque las fuerzas, levante a mi hermana y bajando al garaje cogimos la mochila y salimos de este sin hacer ruido.

Creo que no nos vieron, salimos corriendo y no paramos hasta llegar a la montaña que estaba justo detrás de nuestra casa. Nadie conocía esa montaña como mi hermana, por suerte en mi mochila tenía el saco de plumas que mi padre me había comprado hacía poco. Era para dos personas y con él nos resguardaríamos del frió, el problema era que salimos con lo puesto, yo con una camiseta de manga corta, pantalón de chándal y unas zapatillas de casa.

Mi hermana estaba en peor posición, llevaba un pantalón corto y una camiseta muy fina. Ella iba descalza, siempre había tenido esa costumbre. Se le hicieron varias heridas en los pies y la cogí en brazos para que no se le agravaran más. En las montañas había una cueva donde mi hermana solía jugar, cuando llegamos a ella, yo no podía más. Sonia estaba en shock, en la mochila llevaba ropa limpia y se la di a mi hermana para que se la pusiera.

Era un pantalón de chándal, una camisa gorda y un plumas de esos finos que tanto se estilan hoy en día. Por suerte llevaba otro para mí, recogí ramas para hacer un fuego. Estábamos a finales de otoño y hacia frió, por suerte en la mochila siempre llevaba un mechero. Si llego a tener que encender un fuego con dos piedras, abríamos muerto fijo, no cenamos nada, no me dio tiempo de coger nada de comida.

Abrí el saco y nos metimos dentro, de repente Sonia empezó a llorar. Hacía mucho frió, yo me tumbé debajo y Sonia encima de mí, con ropa, el saco y todo y teníamos un frió que nos estaba matando. Yo sujetaba a mi hermana contra mí, le susurraba al oído que todo saldría bien. Creo que el cansancio pudo con ella y se quedó dormida, yo me quede mirando al techo de la cueva. Estaba casi convencido de que no pasaríamos de esa noche, no teníamos comida, ni dinero y peor. No sabíamos hacer nada, pues mi padre siempre nos dio todo masticado.

Yo abrazaba a mi hermana con todas mis fuerzas, cuando ella se durmió fui yo quien se derrumbó, aguante haciéndome el fuerte, pero estaba paralizado de miedo. No sabía como sobreviviríamos los dos, no podía entender como habíamos llegado a esta situación. Por suerte la primera noche paso y llego el día, mi hermana despertó y me dijo que cerca de la cueva había árboles frutales. Por lo menos comeríamos algo, yo no me podía quitar de la cabeza lo que paso la noche anterior. Temía que esos hombres nos estuvieran buscando, comimos la fruta y le dije a mi hermana de ir a casa de mi novia.

Teresa vivía en una ciudad que estaba al lado de la nuestra, andando tardaríamos un par de horas. A Sonia le pareció buena idea y nos pusimos en marcha, yo me puse unas zapatillas y le di otras a mi hermana, le quedaban un poco grandes, pero era mejor que ir descalza. Los padres de Teresa habían salido de la ciudad por negocios, mi intención era que nos dejara pasar unos días en su casa. Por desgracia me dejé el móvil en casa, Sonia, por el contrario, llevaba el suyo, no lo soltaba ni para ducharse. La llamé varias veces, no lo cogió ninguna de las veces, de todas formas iríamos y si no estaba le esperaríamos en su casa.

Yo sabía donde guardaba la llave, Sonia estaba en mejor forma que yo. Teníamos mucha hambre e hicimos lo que jamás pensamos que haríamos, le robamos a un pobre tendero. Mientras yo le distraje preguntándole por una calle que no existía, Sonia robo algo de comida. Estaba anocheciendo, por suerte estábamos llegando a casa de los padres de Teresa. Yo sabía donde guardaba una lleve, en esa casa no parecía haber nadie. Volví a llamarla para explicarle la situación, otra vez apagado o fuera de cobertura.

Cogí la llave y abrí la puerta de la entrada, llegamos a la cocina, Sonia encendió la luz. Entonces escuchamos ruidos del sótano de la casa de Teresa. Ella tenía su cuarto allí, decía que de esa forma tenía más intimidad, mi hermana y yo bajamos con mucho sigilo, ya sería mala suerte que en esta casa también entraran a robar y tuviéramos que volver a salir corriendo. Si os soy sincero, mejor si hubiera ocurrido eso. Teresa tenía un gran sofá al lado de la entrada de su cuarto, por encima del respaldo sobresalía una cabeza que conocía muy bien, era el chico que me hacía la vida imposible en el instituto, no entendía que hacia allí. Pare a Sonia y decidí escuchar.

• ¿Mañana te vas con el pringado a las montañas? – dijo mi enemigo riéndose.

• Si, no sé cómo me las voy a arreglar para no follar con él, me has dejado toda abierta y tengo el sexo irritado – dijo Teresa.

• ¿Cuánto hace que lo tienes a pan y agua? – pregunto el maromo riéndose a mandíbula partida.

• Desde que empecé a engañarle contigo – dijo una sonriente Teresa.

• Sí que está enamorado el atontado, si a mí, mi novia me tiene a pan y agua tres meses la mando a tomar viento fresco.

Teresa se reía, a mí no me hizo ni puta gracia, ella sabía lo mal que me lo hacía pasar ese cabrón. Mira que había hombres con los que engañarme y decide engañarme con él, estaba muy cabreado.

• ¿Por qué no lo dejas? – pregunto el maromo.

• Porque es rico, sabes lo bien que viviríamos los dos a su costa- dijo Teresa.

No aguante más, de normal ese tío me daría mucho miedo, pero con todo lo que llevábamos vivido. Ya no tenía ni miedo ni nada, solo rabia y mucha tristeza, de no tener a mi hermana, no sé lo que abría hecho. Cruce el umbral de la puerta aplaudiendo.

• ¿Qué haces aquí? – pregunto una nerviosa teresa al verme.

• Pues nada quería dar una sorpresa a la cabrona de mi novia y la sorpresa me la he llevado yo.

• ¿Pero tú que te crees? – el maromo se abalanzó sobre mí.

Fue instintivo, le solté un tortazo con tanta fuerza que casi me rompo el brazo, el maromo se tropezó por el golpe y termino cayendo sobre una mesa de cristal. Teresa estaba paralizada, como si no se estuviera creyendo que su magnífico plan se hubiera ido a la mierda. Mi hermana le saco de su ensimismamiento con otro tortazo, Teresa era muy amiga de mi hermana, o eso creíamos. Después de esto ya no teníamos seguro nada, Sonia le miro y le dijo.

• Tu plan te ha salido mal, pensé que éramos amigas, pero era una excusa más para seguir engatusando a mi hermano – dijo una muy enfadada Sonia.

Le fue a dar otro tortazo, le agarre de la mano y la saque de esa casa. Cuando Sonia se enfadaba era temible, joder como se había complicado la vida en tan poco tiempo. Primero la muerte de nuestro padre y después la traición de Teresa, antes de irnos Sonia robo toda la comida que pudo meter en la mochila. Nuestra intención era volver a la cueva, pero siendo de noche tendríamos que encontrar un sitio idóneo para pasar la noche.

Mientras buscábamos ese sitio, un coche patrulla paro a nuestro lado y nos pidieron identificarnos. Lo que faltaba Teresa había llamado a la policía, encima de cornudo apaleado. Nos arrestaron y al llegar a comisaría, se dieron cuenta quienes éramos. Éramos los hijos del hombre que habían asesinado la noche anterior, se supone que nos estuvieron buscando todo ese tiempo. Nos hicieron todo tipo de preguntas, yo les dije que esos hombres y mi padre se conocían y que según escuchamos nuestro padre estaba arruinado y les debía a esos hombres mucho dinero.

Después de interrogarnos a mi hermana y a mí, llamaron a asuntos sociales. Yo tenía diecisiete años y mi hermana dieciséis, los dos terminamos en una casa de acogida. La verdad que tuvimos mucha suerte, de haber seguido los dos en la calle. Abríamos acabado muertos en cualquier esquina, la familia que nos adoptó eran una pareja muy amable.

No pudieron tener hijos y nosotros fuimos una bendición para ellos, tenían una pequeña empresa. Mientras los dos estudiábamos empezamos a echarles una mano en la empresa, pensé que mi hermana y yo echaríamos de menos nuestra anterior vida, pero no fue así. Nos dimos cuenta de que esa vida fue una mentira, en esta segunda oportunidad que la vida nos había dado, conocimos lo que era el verdadero amor de verdad. Eso nos unió a Sonia y a mí todavía más, la casa de nuestros padres de acogida, era pequeña y solo había una habitación que compartíamos mi hermana y yo. Eso no fue ningún problema, en nuestra anterior vida, pasábamos casi todo el día, en la habitación de uno o en la habitación de la otra.

El tiempo fue pasando y terminamos los estudios, nos apuntamos a unos cursillos, que tenían que ver con la empresa de nuestros padres de acogida, de esa manera podríamos ayudarlos mejor. En ese curso mi hermana se enamoró y se llevó su primer engaño, mi hermana era lesbiana. Sabía que estaba enamorada de Teresa, nunca me dijo nada. Yo jamás la abría apartado de ella, pero tenía miedo de que ese hecho nos hubiera separado. Parecía mentira que Sonia no supiera a estas alturas que para mí lo más importante era ella.

En el cursillo había una chica de nuestra edad, hacía poco que Sonia había cumplido los dieciocho y yo los diecinueve. Ella era de noviembre y yo de diciembre, la chica era una preciosidad. Su nombre era Tamara, mi hermana y ella se hicieron uña y carne. Hasta el punto que yo quede relegado a un segundo plano, la verdad que no me importo. A Sonia se le veía feliz y eso era lo más importante. Yo solía esperarle en nuestra habitación, ella venía muy emocionada y me contaba los avances que daba con Tamara,

Lo único que jamás le pregunte fue si ya habían follado, si quería contármelo que saliera de ella. Habían pasado unos seis meses y empecé a ver a una Sonia cada vez más triste, entonces le pregunte.

• ¿Va todo bien Sonia?

• No lo sé hermanito, noto a Tamara un poco rara – lo dijo con un deje de suma tristeza.

• No te preocupes, estará pasando por una mala racha, ya verás como todo se arregla.

Entonces la abracé muy fuerte contra mí, en su rostro pude deslumbrar una pequeña sonrisa. Yo tenía mis sospechas, también tengo que decir que desde lo de Teresa me convertí en un total desconfiado. Me costó mucho superar esa traición, de no ser por los ánimos y las constantes muestras de cariño de mi hermana no hubiera salido del pozo. Ahora había llegado el momento de hacer lo mismo por ella, empecé a investigar. Sabía por qué garitos se movía Tamara. No me costó mucho dar con ella, como me temía estaba metiéndole la lengua hasta las amígdalas a otra mujer que parecía mayor que ella, pero muy hermosa.

Me coloqué al lado de ellas, estaban sentadas en la barra sobre sendos taburetes. Me moví lo suficiente para que Tamara percibiera mi presencia. Cuando se dio la vuelta para mandarme bien lejos, se calló de repente y su rostro adquirió un color blanco cadavérico.

• ¿Qué haces aquí? – pregunto una muy nerviosa Tamara.

• Tomarme algo y ver como traicionas a mi hermana, ¿sabes lo mal que lo está pasando? – le pregunte muy serio.

• Yo la quiero, pero…

• Si no querías una relación tendrías que haber sido sincera con ella y habérselo dicho, ahora tienes veinticuatro horas para sincerarte o si no lo are yo.

Le había sacado unas cuantas fotos, por si no le decía nada a Sonia, mi hermana estaba muy enamorada y de no creerme, nuestra relación podría resentirse y eso era lo único que no quería en este mundo, como esperaba Tamara no cumplió y no me quedo más remedio que enseñarle las fotos a Sonia, verla llorar de esa forma tan amarga me partió el corazón, me dio tanta rabia que le harían daño a mi hermana que apreté tan fuerte mis puños que las uñas se clavaron en la carne hasta hacerme sangre.

La abracé y le dije que todo saldría bien, esa noche dormimos juntos. Sonia se pasó toda la noche llorando, quería vengarse de Tamara. Yo le dije que el tiempo ponía a cada uno en su sitio, ella me miro como si la estuviera tomando el pelo.

• Pregúntale a Teresa, el maromo le ha puesto los cuernos con media ciudad y además no se ha cortado en fardar de ello, dejando en muy mal lugar a Teresa.

• No diré que me dé pena Teresa, pero tampoco está bien que ella quede como una puta cuando el infiel ha sido él.

• Para que veas, el karma nos pasa factura a todos, ya verás como en el futuro será ella la que te vea feliz a ti y se muera de envidia.

Abrace a mi hermana y espere a que ella se durmiese, entonces fui yo el que empezó a llorar, de rabia. Sonia era mi ojito derecho y que alguien le hiciera tanto daño era inconcebible. Al día siguiente, después de desayunar decidimos que los cursos no eran suficientes y nos apuntaríamos a la universidad. Sonia estudiaría empresariales y yo química, desde que nos matriculamos y empezamos la carrera. Solo nos dedicamos a estudiar como dos condenados, los días que usábamos para descansar los pasábamos juntos, normalmente volvíamos a la cueva después de comprar la comida que más nos gustaba.

La verdad que éramos muy felices estando los dos juntos, los años fueron pasando y nuestro esfuerzo dio sus frutos. Los dos nos graduamos como los mejores de nuestras promociones, nuestros padres adoptivos estaban muy orgullosos, eso era algo de lo que en nuestra anterior vida no estábamos acostumbrados. Nuestros padres nunca nos felicitaban por nada, eso si a la hora de criticar eran muy hirientes.

Tiene gracia viendo como una desapareció y al otro lo mataron por hacer malos negocios. Pueden parecer insensibles mis palabras, pero vivir en una casa donde eres cuestionado las veinticuatro horas del día durante los trescientos sesenta y cinco días del año no era fácil. Que se metieran conmigo pasa, pero cuando lo hacían con Sonia era superior a mis fuerzas, yo era vago por naturaleza, pero ella no, ella ponía el cien por cien de ella en todo lo que hacía. Incluso con eso no era suficiente.

Empezamos a trabajar en puestos de responsabilidad dentro de la pequeña empresa de mis padres adoptivos, la verdad es que se nos dio muy bien, en mi departamento el jefe era un señor mayor muy amable y muy sabio, llevaba trabajando en la empresa desde joven y fue mi maestro, Sonia, sin embargo, trabajaba codo con codo con nuestros padres. Implanto varias mejoras que empezaron a dar resultados positivos en poco tiempo, mi jefe y yo también creamos un adhesivo capaz de pegar cualquier material sin importar tamaño y peso. Mi jefe estaba tan seguro de nuestros cálculos que para probarlo, pego una plancha de acero de una tonelada a la base de una plancha sujetada por una grúa, levanto la plancha diez metros y se colocó debajo de ella durante un día entero. Yo la verdad es que estaba un poco asustado, si el pegamento fallaba, se quedaría tan delgado como el papel de fumar. El experimento salió a la perfección y ese producto nos puso en la vanguardia. No hay nada mejor que el boca a boca, los pedidos se multiplicaron y no dábamos a vasto.

Mis padres tuvieron que contratar a más personas, llego un día en que recibimos la visita de una de las empresas más importantes del país, se dedicaban a la automoción y estaban muy interesados en el pegamento. Este cuando se endurecía, era más efectivo que la silicona contra la humedad y aguantaba mejor los cambios de temperatura, el dueño de la empresa vino en persona con su nueva secretaria. Mientras él se fue con mis padres adoptivos. La secretaria nos dijo a mi hermana y a mí que negociaríamos los pormenores del contrato.

• ¿Eso no lo deberías de hacer con los responsables de los departamentos? – pregunté yo.

• No, sé que vosotros seréis el futuro de esta empresa, tengo que negociar con vosotros, os espero en el coche, iremos a mi hotel para estar más cómodos – dijo ella.

La verdad es que la mujer era muy guapa, supe que mi hermana opinaba lo mismo con mirarle a la cara. Yo fui a hablar con mi jefe, no me parecía bien que él no estuviera presente. Si lo conseguimos fue gracias a su experiencia.

• Lo siento Antonio, esto no me parece bien – le dije.

• No te preocupes, vosotros conseguid el contrato, el futuro de todos depende de ese contrato – me sonrió y me dio un empujoncito para darme ánimos.

Yo le miré, era la primera vez que negociaba algo, tenía la esperanza de que a Sonia se le diera mejor, si no estaríamos jodidos. Me monté en el coche, mi hermana y esa mujer hablaban animadamente. Eso me relajo, a Sonia se le veía muy cómoda, yo estaba hecho un manojo de nervios. La mujer arrancó el coche y nos pusimos en marcha, de repente nos dimos cuenta de que él desvió que había cogido, no nos llevaba al hotel donde ella estaba hospedada.

Sonia y yo nos miramos y le pedimos que parara el coche.

• Por aquí no se va a tu hotel – dijo una seria Sonia.

• Es verdad, vamos a un lugar más tranquilo – dijo la mujer.

Yo tenía un mal presentimiento, pero pude darme cuenta de que un coche nos seguía, llegamos a un descampado alejado de cualquier urbanización. Entonces la mujer se dio la vuelta y nos apuntó con una pistola.

• Bien, vengo a recuperar lo que vuestro padre le robo a mi jefe.

• Si tú no eres la secretaria de ese hombre, ¿dónde está ella? – pregunto Sonia.

• Digamos que a pasado a mejor vida – mientras sonreía.

• Nosotros no sabemos nada – dije muy nervioso.

• Creíais que mi jefe se quedaría sin mover un dedo, tengo que reconocer que ha sido difícil dar con vosotros, tu exnovia nos allanó el camino al denunciaros a la policía – dijo la mujer.

Estábamos los dos muertos, no sé dé que dinero hablaba, se supone que papa se arruinó. La mujer amartilló el arma, Sonia y yo cerramos los ojos. Entonces escuchamos como un golpe seco y un forcejeo, al abrir los ojos vimos que la mujer no se encontraba en el coche. Al mirar vimos como otra mujer estaba atando a la mujer de la pistola, esta estaba inconsciente.

Sonia y yo nos quedamos mirando a la mujer más hermosa que jamás hubiéramos visto, tenía el pelo rojo como el fuego unos ojos verdes preciosos y un semblante que imponía mucho, se nos quedó mirando y nos dijo.

• ¡Espabilad mataos, pronto llegarán más hombres!

Continuará.