Vínculos 5

La historia sigue.

Vínculos 5

Estaba tan absorto en mis pensamientos que no me di cuenta cuando unos labios se posaron sobre los míos, al abrir mis ojos me di cuenta de que era Sandra. Sus ojos me miraban con verdadero amor, nadie me había mirado de esa manera en la vida. Mi cuerpo se puso a temblar, la emoción que sentía era mucha. Correspondí al beso, había besado a otras chicas, pero el besar a Sandra sentí algo diferente, algo mucho mejor.

Solo nos separamos cuando nos quedamos sin aire, Sonia reía. Se acercó a mí y después de abrazarme dijo.

• Pasarlo bien, yo he quedado con papa y mama.

• Con papa y mama, ¿para qué? – pregunte.

• Hace mucho que no estoy con ellos y los echo de menos, además voy a allanar el camino con lo de Sandra – dijo mi hermana.

• ¿Qué ocurre conmigo? – pregunto Sandra.

• Nada, que mi hermana fuera lesbiana les costó, pero lo aceptaron, ahora que sus hijos salgan con la misma mujer es harina de otro costal – dije.

• Para esto Sonia es mejor que yo, ella siempre ha sido más abierta que yo y mis padres la escucharan.

Sandra se despidió de mí con un beso en la mejilla y de Sandra con un suave beso en los labios, cogió las llaves del coche da Sandra y allí nos dejó. Sandra tenía una cara de loba hambrienta que me dio miedo, si no me andaba con cuidado era capaz de comerme vivo y yo lo estaba deseando. Pensé que teresa era una mujer diez, entonces estaba convencido, ahora teniendo a Sandra delante era consiente de mi error. Sandra era una mujer de bandera y banda de música, además de ser lista sensible y de tener un genio de mil demonios.

Es como si alguien hubiera hecho un molde con mis gustos y la hubiera creado a ella, se fue desnudando poco a poco, por primera vez tenía su cuerpo en todo su esplendor. Un rostro precioso, unos pechos perfectos con unos pezones puntiagudos y su brillante sexo, tenía vello de color cobrizo pero muy bien arreglado. Tengo que decir que lo que más me gustaba de ella era su precioso culo y sus largas piernas.

Parecía haber sido cincelando por el mismísimo Miguel Ángel, yo había mejorado por haber pasado por las torturas a las que nos había sometido Sandra, pero ni punto de comparación. Según se acercó pude notar el calor que desprendía su cuerpo, me miro a los ojos y me cogió la polla. Sonrió al ver como crecía entre sus dedos, cogió mi mano para posarla sobre su mojadísimo coñito.

No pude resistirme y le metí un dedo en su coñito, ella dio un respingo y de su boca salió un pequeño jadeo que adorno cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás. Cuando se recuperó empezó a pajearme, tuve que pararle pues estaba tan caliente que estaba a punto de correrme. La forma de mirarme era suficiente para ponerme más caliente que un volcán a punto de erupcionar, pero eso no era más que el principio.

Sandra se fue agachando mientras pasaba su lengua por todo mi cuerpo hasta que llego a mi polla, no tengo palabras para describir lo que sentí, pero lo mejor vino cuando se metió mi polla en la boca mientras me miraba a los ojos estando de rodillas. Tuve que sujetarme por dos motivos. Uno para no correrme y el otro por la descarga eléctrica que recorrió todo mi cuerpo, Teresa se jactaba de ser la mejor feladora del mundo. A mí nunca me lo hizo, pero creo que Sandra podría enseñarle, era la primera vez que me lo hacían, Teresa siempre se negó a hacérmelo a mí. Decía que eso solo lo hacía con los rollos de una noche, para los novios era una chica decente. Yo me lo creí como un entupido, vamos que se lo hizo a todos menos a mí, así de atontado era yo entonces.

Llego un momento que tuve que pararla, comprendió lo que quería solo con mirarme. Se sentó en uno de los butacones y poso cada pierna en uno de los reposabrazos, tener la visión de su coñito rosado, abierto y totalmente mojado ante mí, fue la mejor visión del mundo. No pude contenerme y me lancé a comérmelo, a Teresa solo se lo había comido una vez, era el más torpe del mundo y me dio miedo que eso decepcionara a Sandra.

Nada más lejos de la realidad, de repente escuché a una Sandra que me guiaba para comerle el coñito como a ella le gustaba, lo bueno era que aprender cosas nuevas se me daba muy bien. Los jadeos de Sandra fueron música celestial para mí, no sé cuanto tiempo estuvimos así, pero de repente Sandra me paro y me dijo.

• Métemela ya, por favor Héctor.

No me hice más de rogar y se la fui introduciendo poco a poco, quería sentir cada centímetro del coñito de Sandra, cada vez que entraba más a dentro de ella gemía y se contorsionaba, de sus ojos empezaron a caer lágrimas. Pero su rostro me indicaba que eran lágrimas de felicidad, una vez que la tuve toda dentro, espera a que su coñito se habituara. No es que yo tuviera una polla muy grande, pero si me paso una de las pocas veces que folle con Teresa que la hice daño por precipitarme.

Cuando vi que Sandra estaba lista empecé a penetrarla intercambiando, penetraciones duras con otras más delicadas, eso pareció gustarle a Sandra, ella enroscó sus piernas en mi cintura. No me permitiría salir de ella hasta que acabáramos y yo pondría todo de mi parte para que durara lo más posible, jamás había sentido tanto placer en mi vida. Nuestros rostros estaban a escasos centímetros, nos cogimos las manos y acompasamos hasta nuestras respiraciones, ella solo me pedía que aguantara que quería correrse a la vez que yo.

Lo conseguí, gritamos el orgasmo a la vez y fue la sensación más plena que había tenido en mi vida. Seguía encima de ella y en esa misma postura mientras nos mirábamos a los ojos y nos decíamos lo mucho que nos amábamos, nos venció el sueño. No sé cuanto tiempo había pasado, tuve una pesadilla, en ella mis padres y hermana estaban en peligro. Me desperté todo sudado y gritando el nombre de Sonia, Sandra se asustó mucho.

• ¿Estás bien Héctor? – pregunto una preocupada Sandra.

• No Sandra, la última vez que tuve un sueño como este, mi padre murió ante mis ojos y los de Sonia.

• ¿Quieres que vayamos a casa de tus padres? – pregunto Sandra.

• Te lo agradecería, tal vez no sea nada, pero la vida me ha enseñado a no subestimar estos sueños.

Nos empezamos a preparar para partir a casa de mis padres.

MIENTRAS TANTO EN CASA DE MIS PADRES

SONIA

Llegue a casa de papa y mama, estaba nerviosa, tenía ganas de verlos. No sabía como reaccionarían a lo que tenía que contarles, tenía el coche aparcado delante de su casa, me daba miedo salir. Me arme de valor, salí del coche y me dirigí a la casa con convicción, toque el timbre y allí estaba los dos en la puerta. No me dio tiempo ni a saludarles, se me echaron encima y me abrazaron con tanta fuerza que no me dejaban respirar.

• Papa, Mama, vale que no puedo respirar – dije ya cogiendo un color azulado.

• Lo sentimos hija, pero teníamos muchas ganas de verte – dijo papa.

• ¿Y tu hermano Sonia? – pregunto mama.

• Héctor está con Sandra – dije con una sonrisa.

• Que gracia, la nueva novia de Héctor se llama como la tuya – dijo papa.

• Bueno, en realidad son la misma Sandra – dije yo muy nerviosa.

• ¿Cómo? – preguntaron al unísono.

• Pues eso, que salimos con la misma mujer – dije.

• Como es eso posible hija – dijo mama.

• Nos hemos enamorado de la misma mujer – dije yo.

Entonces mi padre me sorprendió con una pregunta.

• ¿Sois felices, hija? – pregunto papa.

• Si – respondí yo.

• Pues por mi todo está bien, tu madre y yo solo queremos que seáis felices, ¿verdad cariño? – dijo papa.

• Así es amor – dijo mama.

Parece que pasada la sorpresa del principio mama y papa aceptaron, ver la felicidad que reflejaba mi rostro, fue suficiente para ellos y yo sabía que pasara lo que pasara mama y papa estarían allí, para nosotros simple. Llore, llore como nunca lo había hecho. Mi madre biológica quería destruirnos cuando tenía que protegernos y mis padres adoptivos me demostraban lo mucho que me querían.

Una me dio a luz y los otros me criaron con todo el amor del mundo, como podían ser tan diferentes. Se levantaron y me abrazaron, lloramos los tres y después terminamos riendo. Mama había preparado nuestro postre preferido, mientras preparaban los cubiertos yo me fui a mirar por la ventana como hacía años atrás. Mejor si no lo hubiera hecho, fuera había aparcado un coche del mismo modelo del que trajo mi madre. Podía ser una coincidencia, pero no podía arriesgarme, mi hermano y yo descubrimos una salida por el sótano.

Tapamos aquella salida, detrás de un armario, daba a una alcantarilla que desembocaba al lado de un parque que estaba cerca de casa. Mire a mis padres preocupada, ellos no dijeron nada, les cogí de las manos y los lleve al sótano corriendo. Algo se debieron de oler los hombres que estaban dentro del coche pues salieron y empezaron a disparar contra la casa, por suerte nosotros ya estábamos en el sótano y a salvo de los disparos. Mi padre me ayudo a mover el armario, detrás de él había una antigua salida de emergencia que abrían puesto los antiguos dueños de la casa. Nosotros lo único que hicimos fue descubrirla y mejorar su acceso, mi madre sobre todo tenía mucho miedo. Mi padre la cogió de la mano y entramos al túnel. No era muy largo y con las linternas que había cogido fue suficiente para tener una buena luz.

Antes de marcharnos, mi padre y yo colocamos el armario en su sitió, mi hermano y yo lo montamos sobre unos raíles que no se veían para poder moverlo mejor. Una vez pasado el túnel, nos dirigimos al único sitio seguro que conocía en esa ciudad y no era otro que la cueva de las montañas. Deje un pañuelo azul en uno de los barrotes de la valla, sabía que mi hermano sería capaz de descifrarlo y que lo haría pronto.

No nos dio tiempo de coger ropa de abrigo y por las noches en esa montaña hacia un frió de mil demonios, tuvimos que pararnos muchas veces, mis padres no eran unos niños. Los llevé por la ruta más larga, pero por lo menos no tendríamos cuestas. Estaba anocheciendo y temía que nos cogiera la noche todavía de camino, eso me estaba poniendo muy nerviosa, allí seriamos un blanco fácil para esos hombres.

Otra cosa que me preocupaba era si sería capaz de proteger a mis padres, si los atacaba y fallaba los tres nos podíamos dar por muertos, a mi madre solo le importaba el dinero y con que uno de nosotros estaría vivo le valía. Ese hecho demostraba lo poco que nos conocía, si mi madre me mataba, Héctor jamás le diría donde estaba el dinero. No habría tortura en el mundo que le haría hablar.

Por fin pude divisar la cueva, no quedaban ni doscientos metros, mi madre y mi padre estaban agotados. Pusieron todo de ellos para no ser un estorbo para mí, ellos jamás serian un estorbo, cuidaron de Héctor y de mí cuando no teníamos nada. Cuando llegamos, pude ver con alegría que seguían allí algunas cosas que dejamos, había dos plumíferos que les di a mis padres, el de mi padre le quedaba muy estrecho, pero le quitaba el frió que era lo importante, mientras ellos se quedaron allí, yo fui a por leña para hacer un fuego.

Por suerte mi padre era un fumador ocasional y siempre llevaba un mechero, porque si no, no hubiéramos tenido ni fuego ni nada. Mientras preparaba el fuego mis padres me miraron y me dijeron.

• ¿Esta es la cueva donde os refugiasteis la noche que mataron a vuestro padre? – pregunto mama.

• Así es, este era el sitio al que venía cuando me sentía frustrada por algo o tenía que meditar – dije.

• Crees que tu hermano llegara pronto, Sonia tú no llevas ropa de abrigo y este fuego no será suficiente – dijo papa.

• Vendrá, estoy segura.

Me senté entre papa y mama, pero ni todo su calor era suficiente. Si Héctor y Sandra no llegaban a tiempo, tenía muchas posibilidades de morir. Eche la vista atrás y la verdad que morirse ahora sería una putada, Héctor y yo habíamos conocido a una mujer increíble, éramos felices y mi muerte los dejaría hechos polvo. Aguantaría todo lo que pudiera, el problema era que la temperatura estaba cayendo muy deprisa y yo no era tan hábil como Héctor ocultando mi rastro. Era poco probable que los hombres de mi madre diesen con nosotros, pero esa posibilidad estaba allí. Me apoyé en el hombro de papa y poco a poco me fui quedando dormida.

EN CASA DE NUESTROS PADRES

HÉCTOR

Cuando llegamos a casa de papa y mama, parecía un colador, estaba lleno de policías y bomberos, también había unos tipos muy sospechosos. El coche de la misma marca y color del de mi madre les delataba, hable con la policía y me identifique. Me dejaron pasar, me dijeron que dentro no encontraron a nadie. Les pedí permiso para recoger algunas cosas, tenía la intuición de saber donde los había llevado, pero necesitaba encontrar una señal.

La señal la encontré en unos de los barrotes de la valla trasera, era un pañuelo azul. Era el mismo pañuelo con el que me curó una herida que me hice la primera vez que fuimos a las montañas después de que mataran a nuestro padre, volví a entrar en casa y fui a hablar con Sandra.

• Ya sé donde están – dije en un susurro.

• ¿Dónde? – pregunto Sandra.

• En donde nos refugiamos la primera vez – dije.

Subimos a nuestros cuartos y recogimos ropa de abrigo para mis padres y Sonia, algo de comida y un botiquín. Al salir los hombres de mi madre habían desaparecido.

• ¿Sabrás llegar? – pregunto Sandra.

• Claro, me enseño la mejor – guiñándole un ojo.

Estaba muy asustado, me di cuenta de que se marcharon con lo puesto, eso lo descubrí cuando mire toda su ropa y vi que no faltaba nada. Si las cosas que dejamos, seguían allí, abría un par de plumíferos solo y conociendo a Sonia se los habría dejado a papa y mama. Si Sonia llevaba la misma ropa de horas atrás, no aguantara mucho las bajas temperaturas que habría por la noche en la cueva.

• ¿Sandra ya lo tienes todo? – pregunté a Sandra.

• ¿Qué ocurre Héctor? – pregunto Sandra.

• Que si no nos damos prisa, a Sonia no le quedara mucho – dije muy serio.

Sandra vio mi preocupación y su preocupación ascendió de forma exponencial, lo único que me dijo es llévame. Le expliqué que el camino más corto era el que me había enseñado Sonia, pero que con la escasa luz de las linternas sería muy peligroso. Sandra me miro y me dijo que estaba lista, por algo nos habíamos enamorado de esta mujer.

Emprendimos el viaje, el paso era constante y a esa velocidad no tardaríamos mucha en llegar, por desgracia no estábamos solos. Sandra y yo decidimos desviarnos un poco para despistar a los hombres de mama y ganar el suficiente tiempo para prepararnos para cuando llegaran. El camino se me estaba haciendo eterno, tenía unas punzadas en mi corazón que me decían que mi hermana no estaba bien.

Sabía que papa y mama la mantendrían despierta, pero las temperaturas cada vez eran más frías y mi hermana tenía como protección una camiseta de manga corta y una sudadera. En las montañas las temperaturas bajaban bajo cero, aceleramos el paso y por fin pude distinguir la luz del fuego que abría encendida Sonia.

• Están hay delante – dije.

• Bien, vayamos – dijo Sandra.

• Los tenemos pisándonos los talones – dije.

• Lo sé – dijo Sandra.

Decidimos que les llevaríamos por el sendero más largo, de donde estábamos se veía el fuego, pero no se podía pasar, detrás de la maleza había un pequeño acantilado, suficiente para matarte, mi idea era llevarles por donde Sonia me enseño. Eso nos daría unos veinte minutos antes de que se presentaran en la cueva. Tiempo suficiente para estar preparados.

Después de despistarlos llegamos a la cueva, Sandra y yo corrimos a ver como estaba Sonia. Temblaba, la tumbamos en el suelo, le pusimos un plumífero y una manta. Sandra acariciaba el rostro de Sonia con mucho amor, a mí me beso en los labios y me dijo que todo saldría bien. Sonia tiritaba mucho y no entraba en calor, Sandra decidió tumbarse sobre ella, sacamos el famoso saco de plumas. Este me lo llevé a casa de mis padres de acogida, Sandra desnudo a Sonia y se desnudo ella, se metió en el saco con ella, de esa manera podría calentar el cuerpo de Sonia con el calor del suyo.

Mi madre se acerco y me pregunto.

• Esta es de la mujer que os habéis enamorado, me gusta – dijo mi madre.

• Ella es, se llama Sandra – le dije.

Sandra sonrió, al cabo de un rato el color volvió a aparecer en las mejillas de Sonia. Ya había entrado en calor y se había dormido.

• Bueno, ahora puedo presentarme como es debido, mi nombre es Sandra – dijo con una amable sonrisa.

• Encantado – dijo mi padre.

Mama se acerco y le dio dos sonoros besos, Sandra se sonrojo, no se esperaba tal reacción por parte de mama. A papa le hizo gracia, Sandra y mama se sentaron junto al fuego para conversar, papa se acerco donde yo estaba y se agacho para ver el estado de Sonia. Le puse un termómetro y no parecía tener fiebre, papa le puso la mano en la mejilla y esta sonrió mientras dormía.

La paz duro poco, los hombres de mama se acercaban y era hora de prepararnos para entrar en combate, les dijimos a mama y papa que se quedaran en la parte más profunda de la cueva con Sonia, allí había rocas en las que podrían resguardarse los tres si empezaban a disparar.

Sandra y yo esperábamos fuera de la cueva, yo tenía dos pistolas Jericho y Sandra se decidió por dos armas springfield. Entonces hicieron acto de presencia los hombres que nos estaban siguiendo, eran unos ocho. La verdad que se les veía amenazantes. Mire a Sandra y ella se mantenía con una calma que me ponía nervioso a mí, yo era malísimo a las distancias cortas. Solo me manejaba bien si había maleza donde esconderme y atacar a mi enemigo desde mi escondite, tipo guerra de guerrillas. Uno de ellos se acerco y nos dijo.

• Hemos venido a por vuestros padres adoptivos, dejar que nos los llevemos y no os pasara nada – dijo el hombre.

• ¿Para qué los queréis? – pregunto Sandra.

• La señora los quiere conocer – dijo el hombre.

• La señora no quiere nada – dije yo.

• En serio vais a hacernos frente siendo dos y solo llevando dos pistolas cada uno, os ganamos en número y armamento.

Entonces paso algo que subió mi moral y la de Sandra, Sonia hizo acto de presencia y dijo.

• No son dos, somos tres los que os vamos a hacer frente, rezad lo que sepáis.

Continuará.