Vimael a través de las sombras (2)

Una vampiresa deseosa de su amo, castigará a su hermana y tendrá consecuencias.

A la noche siguiente, al despertar, como de costumbre pasé por las otras habitaciones, pero estaban vacías otra vez, había vuelto a quedarme dormida.

Salí a por una “comida rápida”como las llamaba Diva, (por lo rápido que corrían más que por otra cosa...), y volví a casa, no tenia ganas de deambular por las calles, di vueltas por la casa, y me acerqué a la biblioteca, quería seguir leyendo.

Llamé a la puerta, por si había alguien, pero nadie contestó, me asomé a la habitación, pero no pude ver nada, lo que me extrañó, esa oscuridad no era muy normal, había entrado allí tantas veces, no llegaba a comprender el por qué de tanta oscuridad. De repente, una mano me cogió, y tiró de mí, metiéndome en la habitación. Quien me había cogido, me tapó la boca, y me puso de cara a la puerta, apretándose contra mi cuerpo. Sentí el aroma de mi amo, y me relajé un poco, me había cogido de un brazo, con su mano derecha y no podía moverme, de repente noté cómo su mano izquierda subía por mi cintura, y se paraba en mi pecho, amasándolo con fuerza, quizás demasiada, gemí en protesta, pero no dije nada. Desde detrás lamió mi cuello, -“ ¿querías algo, Dantesca?”- susurró en mi oído. Un escalofrío recorrió mi espalda, no podía hablar, estaba atontada, soltó mi brazo, y con la mano derecha buscó la cremallera del vestido, bajándola en cuanto la encontró.

Sus manos acariciaban mi cuerpo por encima de la ropa, que pronto desaparecería, no me dejaba despegarme de la puerta más que lo mínimo para poder tener acceso a mis pechos, su lengua seguía explorando mi cuello y su mano derecha comenzaba a bajar mi vestido, a los pocos segundos, éste estaba en el suelo.

Bajó más su mano, y comenzó a explorar mi sexo, cortó las finas tiras del tanga que llevaba y éste cayó junto al vestido. Yo estaba muy excitada por la situación, pero también tenía miedo, y ¿si había visto lo que le hice a Aluka? ¿Me castigaría por ello? Cuando dos de sus dedos me penetraron, todos mis pensamientos volaron, lo hacía con cuidado, para no romper mi himen, pero rápido y decidido.

Me dio la vuelta, y selló mis labios con los suyos, en una batalla que parecía no tener fin, yo sólo sentía, no podía hablar, ni moverme, y mucho menos negarme a aquel placer. Me separó de la puerta, y me hizo caminar hacia una mesa, mientras seguía taladrándome con sus dedos, mi cuerpo reaccionaba cada vez más, y pequeños espasmos de placer me recorrían. –“baja”- me susurró, apoyado en la mesa, no lo dudé, y tampoco podría haberlo hecho, sentía que haría cualquier cosa que me pidiera, era una necesidad.

Bajé la cremallera de sus pantalones, mientras me arrodillaba a sus pies, y luego deslicé las prendas hasta el suelo. Me acerqué a su miembro erecto, y di pequeñas lamidas, introduciendo en mi boca tan sólo la punta, y después soplaba suavemente, me hacían gracia las reacciones, luego introducía una parte, y apretaba con mis labios al ir hacia atrás, así continué, unas cuantas veces, sentía cómo su excitación iba en aumento.

Sentí sus manos subiendo por mis hombros, y cogiéndome de la cabeza, mi amo comenzó a moverse frenéticamente dentro de mi boca, salía y entraba en ella como si de mi sexo se tratase, entrando hasta el fondo, y provocándome pequeñas arcadas, pero él sólo mantenía su mirada fija en la mía, del esfuerzo, una lágrima saltó y corrió por mi mejilla, no se cómo ni por qué, pero aquello lo enloqueció, y se hizo más rudo. Aceleró el ritmo y sin miramientos entraba y salía  una y otra vez, yo tan sólo procuraba mantenerla bien abierta, no podía hacer nada más, de repente, con un impulso final, entró lo más profundo que pudo, y se deshizo dentro, haciéndome tragar todo lo que de su miembro salía, cuando terminó, seguí lamiéndolo un poco, para terminar de limpiarlo.

Pero esto aún no había terminado, cogiéndome de los brazos me levantó y me puso inclinada en la mesa, de espaldas a él. Unas cuerdas aparecieron en mis tobillos, aprisionándolos cerca de las patas de la mesa, y otras en mis muñecas, de forma que no podía moverme, un solo dedo pasó por mi sexo para comprobar ni humedad, y viendo que era suficiente, sin más entró en mi.

Dolor, algo se había desgarrado en mi interior, y dolió, hacía mucho que no sentía esa sensación, y esa noche, aún no había terminado. Sin esperar a nada, mi amo comenzó a moverse rápidamente, le era fácil, pues estaba muy húmeda, y no tardé en dejar de sentir ése dolor y comenzar a disfrutarlo.

Cogiéndome del pelo con la mano izquierda, me atrajo hacia su pecho, sin llegar a hacerme daño, mientras con la derecha agarraba uno de mis pechos, moldeándolo a placer. Mientras seguía entrando, cada vez más fuerte, acercó su pecho a mi espalda, dejándome sentir un calor inusual en nuestros cuerpos, era tenue, pero perceptible, su boca jugó con mi lóbulo, haciendo que mis gemidos aumentaran, y bajó por mi cuello, descubrí que era mi debilidad, mis gemidos se hicieron más audibles, y entonces, comenzó a entrar con más fuerza aún, a la vez que me mordía y bebía mi sangre.

Mi cuerpo se retorcía de placer, y olas de una nueva sensación me inundaban, casi no sentía mis piernas, y dudo que en ésta situación pudiesen mantenerme en pié. Su mano derecha desapareció, y la sentí más abajo, mucho más abajo, aplicaba algo en mi ano, e intentaba abrirse paso por él, me asusté, sabía que dolería, pero no le podía prestar mucha atención, eran demasiadas sensaciones, y la que más atraía mi atención era aquél miembro que se clavaba en mi interior una y otra vez.

Una falange, dos, un dedo.....dos dedos...tres. Comencé a gemir más, dos gotitas de sangre caían por mi cuello, y eran lamidas una y otra vez, volvió a mi lóbulo, y sólo escuché –“si, éste es tu castigo”- y salió de mi interior para enterrarse de una sola embestida dentro de mi recto.

Un grito rasgó la apacible noche, un dolor mucho más intenso que el anterior me recorrió, para aminorarlo, a la vez que entraba, el amo, me había mordido, por lo que la sensación de placer se había hecho presente, pero era mayor el dolor que sentía por dentro. Esperó un momento, juraría que solamente un par de segundos, y comenzó a moverse, despacio. Su mano derecha bajó a mi sexo, y le prestaba atenciones, mientras la izquierda amasaba mis pechos. Cuando comencé a gemir de nuevo, aceleró el ritmo.

Cuando empezaba a gustarme la sensación, paró, sentía su miembro dentro de mí, latiendo, y me susurró –“te basta ya?”- pero me habían gustado demasiado sus atenciones –“sigue..., por favor.”- casi lo rogué -“¿qué?”- volvió a preguntar, ¿vas a jugar ahora conmigo, después de todo lo que me has hecho?, pensé –“quiero más, amo”- yo quería más, y sabía que él también, lo sentía.

Dicho y hecho, ya no preguntó más, sino que comenzó un frenético ritmo, las cuerdas de mis manos desaparecieron así como las de mis tobillos, permitiéndome incorporarme y encararlo, y asiéndome a su espalda, siguió. Sus manos corrían de mis pechos a mi sexo, y volvían otra vez, mi cuerpo se retorcía por las sensaciones, inundándome con olas de placer, clavé mis uñas en su espalda, gruñó al sentir las gotas de sangre correr por ella, aceleró el ritmo, y me empujó hacia atrás, mi espalda se encontró con el frío cristal, y siguió entrando en mí una y otra vez. Momentos después, volvía a retorcerme, esa noche aprendí lo que eran los orgasmos, vaya que si lo aprendí, y la frenética cabalgada llegó a su fin, deshaciéndose en mi interior con un pequeño gruñido de placer.

Una vez salió, pude ver que algunas gotas de sangre caían por mis piernas, pero no me importaba en ése momento. Intenté incorporarme, pero mis piernas no podían sostenerme, de pronto me vi alzada entre sus brazos, y accedí a ello, salimos de la biblioteca, cerré mis ojos, y disfruté del paseo, mi amo me llevó a una cama, y me recostó en ella, acariciando mi cuerpo al dejarme. Abrí los ojos por el roce, y me sorprendí, aquella no era mi habitación, era la suya. Era raro que nos dejara estar en su lecho, así que me lo tomé como un premio y me quedé dormida, lo último que vi esa larga noche, fue la puerta cerrarse tras él.