Vikingos

Un joven vikingo está dispuesto a todo por embarcarse. La única solución es convencer a su tío, que es un fogoso marino.

VIKINGOS

El sol ha salido por primera vez en muchos meses. En estas latitudes, normalmente, cuando no llueve, nieva. Por eso Eric ha salido de su cabaña para desperezarse, respirar el aire frío y recorrer la comarca. El viento matinal despeina sus lacios cabellos rubios, cortados en una melena breve. A esta hora nadie más está despierto. Sobre todo los adultos, que ayer celebraron un matrimonio y bebieron calvados hasta muy entrada la noche. Pero a él aún no lo consideran adulto, así que no asiste a ciertos compromisos sociales. Mejor para él –piensa- ya que así puede observar la belleza de los amaneceres, el vaivén de los drakkars en el muelle, las golondrinas que han vuelto. Sólo una cosa desea de la vida de los adultos: el poder viajar.

Haría lo que fuera para embarcarse en un drakkar. Pero como no es hijo de ningún jefe, tendrá que esperar su turno para convertirse en un marino más. A menos que convenza a su tío Ankien. Él, a diferencia de su padre, que se dedicó a la ganadería, hizo una fortuna asaltando los puertos de Francia. Está decidido, incluso antes de cumplir los dieciséis años y sea considerado un hombre, hablará con su tío y le implorará que lo envíe a la aventura.

El sol se asoma sobre los montes a sus espaldas. Observa el azul del mar y piensa en las aventuras por venir, con una serie de hombres sudorosos y musculosos a su alrededor. Comienza así a fantasear alegremente y se olvida de su alrededor. Bajo las bombachas, su pene despierta también y el muchacho lo saluda dándole la mano. Ya no espera nada más y parte hacia la cabaña de su tío Ankien. Esperará en la puerta hasta que se despierte.

-Muchacho, ¿qué haces aquí tan temprano? –pregunta la tía Helga, cuando comienza el aseo de la casa. Las mujeres siempre madrugan más que los hombres.

-Espero a mi tío para hablar con él.

-Ankien está en la cama, pero estoy seguro de que estará feliz de verte mientras voy a comprar al mercado.

Eric ve alejarse a su tía, que lleva cargando un niño de tres años. Se le nota ya que está en los últimos meses de un embarazo. El joven, cuando ya no la ve, entra a la casa y se encuentra a su tío, que está saliendo de debajo de las pieles. Es un hombre alto, de largo cabello rubio y bigote. Sin embargo, en el resto del cuerpo no hay rastro de ningún vello, ya sea por naturaleza, en pecho y piernas, o porque se los afeita, en el pubis y axilas. Como duerme desnudo, Eric lo sorprende cuando entra sin avisar.

-Perdón –dice ruborizándose.

-¡Eric, justo estaba pensando en ti! ¿Cómo están tus padres?

Es raro que esté pensando en él, piensa Eric, ya que su falo está erecto, curvado y ligeramente apuntando hacia la izquierda.

-Estaban bien la última vez que los vi, pero salí hoy del hogar antes de que se levantaran.

Ankien no hace nada por cubrir sus desnudeces. Sabe que está provocando a su sobrino, cuyo rostro ha pasado por todos los colores del arco iris. La vista del joven, de pronto, se detiene ante el espectáculo del enhiesto pene y no logra desviar la vista.

-¿Qué te trae para acá?

Eric vuelve de su ensimismamiento y sonríe. Los ojos le brillan. Siendo un mozo muy agraciado, hoy luce incluso mejor.

-Quiero viajar –habla atropelladamente,- haría cualquier cosa por viajar, me comprometo a lo que quieras si me pones en un drakkar...

-Momento –detiene el tío las súplicas;- el mar no es cosa de niños que quieren entretenerse y luego volver a la falda de sus madres a llorar.

-Lo sé, por eso quiero partir ya.

-Pero, muchacho –el tono de voz es ahora paternal,- ¿si hubiera una tormenta y no tuvieras cómo guarecerte por varios días?

-Me taparía con pieles y aguantaría.

-¿Y si tus padres quisieran que no partieras aún?

-Los convencería o me escaparía.

-Veo que estás muy decidido y que todo depende de mí.

Se produjo entonces un silencio. Eric observó que el pene de su tío estaba durmiendo ahora. Aún así, colgaba mirando hacia la izquierda. Igualmente le seducía.

-Decías que estabas dispuesto a cualquier cosa...

-Así es, tío.

-¿Aun cuando aquello te causara dolor?

-¿Qué tipo de dolor? –Eric comenzaba a asustarse.

Ankien sonrió y, por primera vez, Eric vio un algo de maligno en él.

-Ven, siéntate a mi lado.

Eric se acercó tímidamente, pero no se atrevió a sentarse en la cama. Entonces, el vikingo, molesto por la tardanza, lo tomó de un brazo y lo acercó a su lado. El temor del muchacho provocaba en Ankien un mayor arranque de lujuria. Su pene nuevamente se erguía, más grande aún que al comienzo, latiendo a un ritmo salvaje.

-¿Te gusta?

-¿Qué cosa? –preguntó el joven inocentemente, aún pensando en el mar.

-Esto –dijo el marino, llevando la mano de su sobrino hasta su pene y haciendo que lo apretara fuertemente.

Eric no pudo responder. Sólo atinó a estrujar el miembro, como si fuera un pájaro que pudiera cobrar vida.

-Oh, no sabes lo que necesito que alguien me libere de esta tensión.

El joven vikingo no sabía si le hablaban a él o para sí mismo. Sentía que la otra mano le sobraba, por lo que decidió llevarla al bien marcado pecho de Ankien, que redobló sus gemidos. La vista no se le despegaba del miembro de su tío, por lo que fue acercándose para verla mejor. Al mismo tiempo, su lengua adquiría vida propia y relamía el glande, corriendo hacia atrás el prepucio. Descubrió de pronto, y sin querer, el placer de dejar su lengua atrapada entre las dos pieles. Aspiró los aromas viriles y descubrió la suavidad de toda la piel.

-Más lento, muchacho, que esto puede durar más –el tío apartó al joven y comenzó a desvestirlo lentamente. Primeramente le sacó las pieles que cubrían su torso. Menos musculoso que su tío, el joven también tenía una complexión bien formada. Su piel blanca sólo era alterada en un par de pezones de un tono marrón claro. Ambos sobresalían y apuntaban hacia delante. Ankien puso su lengua en el ombligo del joven y luego la pasó por las axilas, las tetillas y el cuello, descubriendo el muchacho zonas erógenas no exploradas. Lentamente, el mayor de los vikingos fue quitando los zapatos a Eric y chupando cada uno de los dedos de los pies. El joven se retorcía de placer sobre la cama. La única prenda que le quedaba se veía inflamada por el pene que luchaba por romper las pieles. Ahora Ankien no hizo nada lentamente y se arrojó sobre el joven quitándole las bombachas.

El falo del joven sale disparado como un resorte. Por un rato, el mayor juega moviendo el miembro de su sobrino hacia abajo y dejándolo suelto para que vuelva a su posición erecta. De un costado toma entonces un hilo de cuero y con él amarra fuertemente los testículos de Eric, dejando dos largos cordeles. Ambos se hinchan más y toman un color violáceo. La boca del tío se cierra sobre el miembro y comienza una mamada de primera. Él sabe cómo hacerlo, cómo mojar el miembro en saliva, cuándo morder el frenillo, cómo introducir la lengua en el orificio, cuándo devorarla hasta los cojones. Pero de pronto, cuando ya sabe que el muchacho está a punto de eyacular, se detiene y lo da vuelta. Entonces comienza a introducir su lengua en el trasero del hijo de su hermano. Eric reanuda los gemidos más profundamente, sobre todo cuando siente que algo de mayor tamaño le está entrando. Al girar la cabeza ve que se trata del cetro de mando de los capitanes de drakkar. Es un palo largo y terminado en una semiesfera. Como le duele, entiende la pregunta que le formulara un rato antes el tío. Pero se deja hacer porque comienza a experimentar placer y por la promesa de embarque. Los ojos del muchacho brillan más que nunca. Hace retroceder sus nalgas y se entierra el cetro hasta la empuñadura.

-Veo que tienes hambre –dice el tío sonriendo bajo su bigote rubio.

El sobrino también sonríe. Pero se sorprende cuando Ankien le retira de una vez el artefacto. Su ano ya no está contento. Pero es sólo un segundo hasta que el vikingo le levanta los pies para ponérselos sobre los hombros e introducirle todo su gran pene.

-El Walhalla debe ser algo así –dice el muchacho recordando la leyenda del lugar al que van los guerreros después de muertos.

-Sólo que prefiero que me reciban los guerreros a la valkirias –dice el marino y se ríe de su ocurrencia, mientras acelera el movimiento de sus amplias caderas.

El sol entra por una ventana e ilumina el trasero del hombre, dándole sombras de sin igual belleza. También allí el cuchillo ha afeitado todo rastro de vello. En el joven, en cambio, no es necesario porque la naturaleza aún no se ha manifestado en ese sentido. El miembro del muchacho se mueve violentamente ante cada sacudida. Si no fuera por el lazo, habría eyaculado hace un buen rato atrás. De vez en cuando, Ankien tira de las riendas y el nudo aprieta aún más los testículos. El dolor y el placer en los testículos es fuerte.

De pronto, Eric siente que el pene de su tío se hincha más aún en su interior y que cálidas oleadas de líquido se derraman adentro. Un suave tirón de la cuerda, entonces, hace que el muchacho derrame su néctar, que le salta hasta el pecho en cinco fuertes estertores. Mira entonces a Ankien, que se inclina y lo besa en los labios.

-Otra vez estás en la cama con un muchacho –se escucha la voz de la tía Helga que vuelve con un pescado dentro de un canasto.

-Te equivocas –responde el marido,- esta vez estoy con un marino de mi drakkar, con el cual partiremos mañana a la aventura.

Las aventuras de Eric en Normandía en otro capítulo. Si tienes alguna sugerencia de lo que quisieras que sucediera, escribe a abejorrocaliente@yahoo.com .