Vikingos (2)

Continúan las aventuras de Eric, quien es sometido por los vikingos a una ceremonia cargada de sexo.

VIKINGOS SEGUNDA PARTE

Para entender claramente este relato es necesario que hayas leído antes la primera parte. No te olvides de valorar ambos relatos.

Han pasado ya dos meses desde que Eric el Vikingo logró unirse a la tripulación de su tío Ankien. Y a pesar de que ya sabe lo duro de la vida en alta mar, no está arrepentido de nada. Ha tenido que afrontar tormentas y raciones pequeñas de alimento, además del cansancio de remar varias horas al día. Él admira a esos marinos fuertes y rubios que llevan varios años navegando. La primera noche en el drakkar sufrió un mareo. Luego de vomitar por la borda, tuvo además que soportar las burlas de sus compañeros. Él sabe que como es el menor, tendrá que aprender mucho antes de ser aceptado por los otros. Además, el ser el sobrino del capitán no es de gran ayuda. Y como Ankien sabe que Eric debe aprender por sí mismo, jamás lo defiende..

Esa noche, luego de tanto tiempo en el mar, ellos aún se burlan de lo sucedido la primera noche. Lo llaman "el infante" y él no responde, ya que sabe que es uno contra diecinueve. Sin embargo, cuando ya todos dormían menos el vigía, sintió cómo una mano en su espalda lo reconfortaba. No esperaba ningún buen trato. Pero esa caricia en su lomo y en su cuello hizo que recordara su tierra lejana. Como ya estaban más al sur, el calor era mayor. El cielo estaba estrellado. Eric sólo se cubría con un trozo de cuero sus partes pudendas. El haber estado todo el día remando había hecho que estuviera enteramente sudado, exhalando un agradable aroma a hombre. Ya no era el muchacho que vivía en una aldea en Finlandia, del cual sólo quedaba un agradable rostro juvenil. Su torso, en cambio, resaltaba enormemente luego del ejercicio. Es cierto que aún no era como el de los marinos que llevaban varios años en alta mar, como el de su compañero de remo Etian, por ejemplo, que ahora lo consolaba apretando su mano contra el cuello. Él es un vikingo de basta experiencia. Su pelo rubio lo lleva siempre suelto, cayendo sobre su cuello y espaldas. Sus ojos azules tienen tanta profundidad como el mar. Ankien lo ha puesto a remar con su sobrino, ya que siendo el más fuerte, bien puede equilibrar la menor fuerza del muchacho. Los demás hombres le temen, no porque sea el más violento, sino porque saben que en una batalla con él poco podrían realizar.

-¿Estás bien? –pregunta a Eric.

-Sí. Me gusta esta vida –responde el muchacho.

-Eres un joven valiente. De verdad que me gustaría que algún día mis hijos fueran como tú.

-¿Tienes hijos?

-Dos, allá en Finlandia, viviendo con su madre. Tienen diez y ocho años. A veces, me gustaría verlos más a menudo. Pero tampoco podría vivir sin el mar.

-Algún día –interrumpió Eric- me gustaría ser como tú: el marino más respetado y admirado de todo el drakkar.

-Estoy seguro de que así será.

Y asiéndolo con sus dos fuertes brazos, Etian lo atrajo hacia su desnudo y depilado pecho. Eric escuchó los sonidos del corazón de su nuevo amigo acelerándose. Sin pensarlo, puso su mano sobre el bulto del fuerte vikingo, descubriendo que éste ya estaba excitado. Por su parte, Etian bajó su mano por la espalda desnuda de Eric y la introdujo bajo la piel que vestía, abriendo sus nalgas con dos dedos e introduciendo un tercero por su recto. Así abrazados fueron cerrando los ojos bajo las estrellas y durmiéndose.

El día siguiente los despertó un fuerte disparo. Una nave franca llena de soldados con arcabuces les disparaba. Eric y Etian se separaron antes de que ningún compañero se diera cuenta. Rápidamente se acomodaron y tomaron sus armas. El tío Ankien le había donado una espada corta para el viaje. Eric sabía utilizarla ya que era parte de la enseñanza tradicional de su aldea. Se acomodó el casco vikingo y se dispuso a lo que viniera. Bajo los primeros rayos de sol y la melena al viento, su rostro adquiría una expresión viril.

El drakkar era mucho más fácilmente maniobrable que cualquier nave del sur de Europa, por lo que pronto estuvo en posición de abordaje. Los vikingos, armados hasta los dientes con hachas, espadas, cuchillas y martillos, saltaron pronto, provocando el intento de retirada de los francos.

En Eric apareció un demonio que antes no se conocía. Atacó a diestra y a siniestra con su espada corta, se descolgó de diversos lugares y actuó con agilidad y braveza. De pronto, al ver cómo un franco estaba a punto de matar a su tío, con la rapidez de un gato salvaje cogió el cuchillo de un enemigo muerto y lo lanzó hacia el franco, que no entendió cómo le llegaba la muerte a través de un arma que se le enterraba en el cuello.

Sólo algunos francos que saltaron del navío y nadaron hacia la orilla pudieron sobrevivir. Así terminó la primera batalla de nuestro héroe, que fue considerado así también por el resto de la tripulación.

-Has actuado como un verdadero vikingo –dijo más tarde su tío Ankien, mientras la nave franca se iba a pique, desnuda ya de sus tesoros.- Lo que corresponde ahora es la ceremonia por la cual comenzarás a ser considerado un real hombre adulto.

Eric infló su bien formado pecho de orgullo. De ahora en adelante sabía que ya sería como uno más. Varias palmas cayeron sobre sus hombros felicitándolo, pero entre todas supo adivinar cuál era la de Etian, por un ligero gesto de pellizco en el cuello. Frente al mar, descansando de la batalla, podía verse cómo un ligero bigote rubio aparecía sobre el labio del muchacho.

El resto del día no hubo más avances a punta de remo. En vez de eso, el drakkar fue acercado a la orilla del continente, donde los marinos comenzaron a preparar la ceremonia de la noche. Desde la playa, sin poder participar, Eric los veía talar árboles y mover objetos. Así, sobre la arena, cansado de la batalla, fue entrando en un dulce sueño en el que Etian, convertido en un ser de fuego, lo abrazaba fuertemente.

De pronto, el movimiento de unas antorchas lo despertó. Rápidamente se incorporó y pensó que, fuera lo que fuera que pasase, debía actuar con valentía para no perder el recién ganado respeto de sus compañeros.

-Eric –habló el capitán Ankien,- estás dispuesto a entrar a esta ceremonia para ser digno hijo de Odín.

-Así es –respondió el muchacho.

Entonces, dos marinos que no llevaban antorchas le acercaron una copa de calvados a la boca. Eric bebió un licor espeso y azucarado. Era calvados, una bebida de gran poder alucinatorio propia de dioses eslavos.

Ligeramente mareado, se dejó alzar por los dos vikingos y fue llevado hacia una estructura con forma de equis, en la que cada extremidad fue amarrada en una de las puntas. La fogata en el centro de la reunión iluminaba su cuerpo destacando la musculatura adquirida en esos dos meses de ejercicio constante.

Semi ido, sintió cómo unas manos lo despojaban de la piel que lo cubría y se aferraban a su pene, acariciándolo sensualmente. Comprendió que nada debía ocultar y gimió sonoramente. Escuchaba a lo lejos cómo su tío recitaba oraciones a los dioses paganos, para que hicieran brillar su cuerpo. Para él, todo comenzaba a ser placer, hasta esas brazas que se acercaban con pinzas peligrosamente hacia su descubierto pecho. Aún no sentía miedo, pero ése fue el sentimiento que se le mezcló con el placer cuando un cuchillo apareció frente a sus ojos. Pero al ver que era manipulado por Etian respiró, ya que confiaba plenamente en él.

-Los vikingos sólo llevamos el vello que sale en nuestras cabezas –le dijo acercándose a su oído.

En ese momento preciso sintió el frío de la navaja rozar su pubis. Con maestría y sin provocar ninguna herida, el marino quitó todos los pocos pelos púbicos de Eric, que comenzaban a aflorar. También fue depilado en las axilas y, aunque le ardía, apretó los dientes y gozó de la sensación del metal frío sobre su cuerpo. Los vellos del ano fueron más dolorosos, ya que otro marino los arrancó uno a uno con una pinza.

Los ojos de Eric brillaban más que ninguna vez anterior. Su cabellera era mecida por el viento nocturno. Su pene, que en ningún momento había dejado de estar enhiesto, pulsaba varias veces por minuto. Los pezones se inflamaban de deseo y apuntaban hacia el calor de las antorchas. Varias manos, de pronto, comenzaron a acariciarle cada parte del cuerpo. Labios se cerraban sobre el lóbulo de una oreja, una nalga y un testículo. Su cuerpo entero era un órgano receptor de mensajes eróticos. Desfalleciente, sintió cómo su cuerpo era desatado. Un nuevo sorbo de calvados le despertó totalmente, así como el anterior lo había adormecido. Frente a él, en una mesa construida con troncos recién talados, Ankien lo llamaba desnudo. Al acercarse, los marinos alzaron las piernas del capitán y acercaron el falo del muchacho hacia la entrada de su tío. Era una situación que jamás creyó que llegaría a vivir, pero no le desagradaba. Con ambas manos agarró las caderas de Ankien y lo atrajo más hacia sí. Mientras, numerosas manos le apretaban diversas partes de su hermoso cuerpo.

-Este es el mejor regalo que puedo darte por haber salvado mi vida –dijo el vikingo y apretó sus labios contra los de su sobrino, que, abriendo la boca, introdujo también su lengua en el experimentado marino.

Pero también, en ese momento, sintió que algo pugnaba por entrar en su orificio anal.

-No temas –escuchó la voz de Etian en si oído, por lo que relajó los músculos de su ano y se preparó para recibir visitas.

La luna, ya extinguida la fogata, iluminaba esa escena, donde un hombre maduro era poseído por un muchacho, mientras un joven con pinta hercúlea se introducía en él. Mientras, una caterva de marinos vikingos tocaba cuanto podía y se masturbaban frenéticamente.

Varias horas después de comenzada la ceremonia, Eric sintió que ya no daba más. Las contracciones en los testículos, perineo y estómago del muchacho le indicaron a los marinos, conocedores de las ciencias del amor, que estaba llegando al orgasmo, por lo que lo retiraron de dentro de su tío y uno de ellos –el más despierto- bebió las primeras emanaciones adultas que brotaban del joven de dieciséis años que dos meses atrás vivía aún con sus padres en una pequeña aldea de Finlandia.

Dos segundos después, Ankien y Etian también eyacularon, siendo bebidos a la vez por otros marinos.

Pronto, todos los presentes llegaron a sus respectivos orgasmos. Eric logró el beber el semen de dos de sus compañeros de ruta.

Ya cansados, los vikingos se durmieron en un solo atado de brazos y piernas. Mañana, al amanecer, debían izar velas y partir con rumbo al río Sena, donde las riquezas y los hombres atraían las miradas.

Pronto, el último capítulo de esta serie, en la que Eric conoce a un fogoso monje francés y a un dotado esclavo del África. Cualquier comentario inteligente (hay personas que piensan que esta historia, que transcurre en la Edad Media, es un relato vivencial) escribe a abejorrocaliente@yahoo.com .